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Etiqueta: Gaztemaniak

The Drums: Nadie lava más blanco

El Humilde fotero del pánico
Autor: El Humilde fotero del pánico

Mil grupos nuevos al mes, enterrando a los del semestre pasado y encumbrando a los del año que viene. Cada uno con su single y su book de fotos. Una agenda de eventos diseñada por un ubicuo de economía asentada. La máquinaria musico-promocional, esa que cambió ‘venta de discos’ por ‘venta de imágenes en vivo’, viaja pasada de revoluciones.

El último de sus exitosos ejemplos (agotó el taquillaje) aterrizó el pasado martes en la sala Gazteszena de Donostia. The Drums y sus colegas teloneros movieron sofás y agendas personales, haciendo que buena parte de los asistentes descubriera la deliciosa sala el día de su concierto.

Noveles y perros viejos conformaron una audiencia que espero no sea un fiel retrato de la actualidad. Un ejemplo. Cuando la banda principal acabó su tema más famoso, el silbado ‘Let´s Go Surfing’, la respuesta fue más bien gélida.

Quizás pensaban estar asistiendo a un estreno del Zinemaldia. No andaban desencaminados. Las actuaciones de los Drums parecen DVDs en directo. Si eso es bueno o malo lo dejo en manos del lector, yo solo busco hacer un retrato: Una imagen perfecta y un sonido tan contenido y filtrado que parece un playback. Increíble lo de la voz principal, sonando exactamente igual que en el disco.

También cuentan con unas canciones a las que, por todo lo anterior y un poquito de flojera compositiva, cuesta un horror engancharse. Es todo tan pulcro y tan limpio que parece casi falso. Bueno, puede que en el fondo formen parte de otro mercado más masivo y distraído. El mismo que agotará taquillaje en la visita de la siguiente banda del momento.

Antes del cuarteto norteamericano hubo tiempo para otras dos bandas: Two Wounded Birds parecían directamente sacados de una revista de moda, y practicaron un surf-pop-punk aún en fase embrionaria. Normal si tenemos en cuenta que solo tienen un single. Y mejor obviamos la presencia de Patrick Cleandenim, una especie de enterrador vestido con un sombrero de Tio Pepe que pasaría algunas rondas en el concurso de imitadores de Marc Almond.

Laetitia Sadier, Mice Parade: Bien, pero menos

El Humilde Fotero del PánicoComo en aquellas cenas románticas patosas, los perfectos preparativos acabaron a zurdas.

De los tres cubiertos que proponía el menú musical de Gazteszena, el entrante acabo siendo lo más disfrutado. El primer plato fue bastante flojeras y la fiesta final engañó a la vista pero no al gusto.

La noruega Silje Nes, sin ser nada del otro mundo, batió al resto de contendientes con mucha sencillez folkie y gran belleza corpórea y creativa. Su oferta global fue enamoradiza y cándida, digna y recogida. Más que de habitación, aquello era pop de zulo, estilo que trabajan a las mil maravillas por el Mar del Norte.

Más ganas había de Laetitia Sadier, la ex vocalista de Stereolab. Y por eso fue más dura la caída. Con una guitarra literalmente del revés (diestra pero tocada con la izquierda, sin cambiar la disposición de las cuerdas), nos acordamos en demasía de los aciertos de su antigua banda eléctrica. No fue una cita horrorosa, pero por más que besábamos la rana ésta no se convertía en príncipe. Sólo el arranque y el final de su corta actuación fueron dignos del aplauso sincero.

La noche se cerró con unos Mice Parade que tocaban tan bien, de manera tan pulcra, que parecíamos estar asistiendo a la grabación de algún DVD de enseñanza musical. Ya saben, ejecutaban de maravilla mil palos distintos: Cumbia, el Santana más onanista, pop, rock, new age, flamenco, post rock.

Exceptuando la soberbia actuación del batería Doug Scharin, el resto de profes mostraron sus votos para ser carne de escenario paralelo en el próximo Jazzaldia donostiarra, más por apertura de miras y capacidad de entretenimiento que por calidad -de eso iban sobrados-. En disco, eso sí, suenan mucho más certeros.

La Habitación Roja: Pop de reloj

Hay un axioma no escrito -y sí muy aplaudido- entre las bandas británicas. Sea cual sea su añada, su trayectoria profesional y sus variaciones de estilos, componentes o melodías, ninguna formación que se precie debe superar los 50 minutos de concierto. Dicen que ése es el tiempo que se puede atender de manera activa a lo que escucha sin pensar en sus quehaceres de mañana.

A esta cuestión se le pueden poner mil trajes en las variadas tertulias de barra. Pero si esa máxima es válida en el país del eterno pop naciente, qué les voy a decir sobre estas tierras nuestras. Sobre todo si eres indie, alternativo, paralelo a la industria masiva o como quieras etiquetarte. Mismo da que tengas ocho discos (caso de La Habitación Roja) o que estés aún gateando, como es el caso de los guipuzcoanos Peachy Joke. Hay que ser claro, conciso. Y breve.

Los de Tolosa lo fueron. Presentaban nuevas pintas melódicas y textiles, abandonando el pop rock medio británico medio norteamericano para abrazar cual oso el blues rock de carretera y manta. Su viaje existencial a Barcelona, buscando el profesionalismo ejecutante, les ha movido un pelo hacia los garitos con redecilla delante del escenario y mucho traqueteo guitarrero. Nada nuevo por estos pueblos, pero si se hace bien es gozoso.

La Habitación Roja arrancó dando buen ejemplo de sabiduría. Con temazos como soles para agarrar del cuello a los espectadores y dejarles con la boca abierta. Sacudiendo la tenue irrelevancia de su nuevo disco con una puesta en escena intachable. Dando un puñetazo sobre la mesa para reivindicar sus virtudes.

Claro que, en caliente, el dolor no sale hasta transcurridos unos minutos. Unos 50, canción arriba canción abajo. A partir de ese momento, y potenciado por un postrero bis excesivamente acústico, los temas de los valencianos comenzaron a sonar ligeramente repetidos. Un déjà-vu melódico que hizo sacar los galones a los fans. El resto fue poco a poco volviendo a la tierra (traducción: abandonando la sala), pensando en sus obligaciones diarias o rellenando mentalmente su maleta de Semana Santa con bañadores y rebecas.

Hidden Cameras : Diluvio rock

El viernes fue día de aplausos. Hubo muchas salvas en Psilocybe, la autogestionada sala situada en Hondarribia.

La primera, y quizás la más sincera, le cayó al regreso de la programación foral Gaztemaniak!. Tras varios titubeos y mucha pataleta popular, la tijera de la crisis solo cortó las puntas de esta oferta de conciertos, dejando una buena melena de eventos para este 2010.

Y para cambios de look, el de los zestoarras Grises, la banda encargada de cortar la cinta inaugural. Los guipuzcoanos se han despojado del rimmel y las gabardinas de Matrix para apostar por por el rock bailable actual.

Ese estilo que los zarauztarras Delorean pasean estos días por EE UU. Grises – vaya nombrecito más policial, por cierto- abrazan las nuevas formas rescatando parte de su oscuridad pasada, en una propuesta muy gozosa en momentos de algarabía. Elogios palmeros para ellos también.

Y juro ante la guitarra de los Housemartins y las flores de los bolsillos de Morrissey que llevaba una buena ración de «¡bravos!» y otras tantas «¡vivas!» para la cita con los canadienses The Hidden Cameras. Desafortunadamente, varias de ellas tuvieron que volver a casa conmigo.

Petti, Gose: Nueva cocina vasca

Interpretes: Petti, Gose. Lugar: Sala Gazteszena (Donostia). Día: 20/12/2007. Asistencia: unas 150 personas.

En este país de fogones musicales, la cocina de la propuesta foral Gaztemaniak! se caracteriza por ofertas suculentas a precios económicos. La víspera del día de Santo Tomás los organizadores fueron fieles a sus tradiciones y ofrecieron un menú euskaldun, con las actuaciones de Petti y Gose cerrando la programación del 2007. Lástima que la gente estuviera planchando sus txapelas y pensando en los talos de la Consti, porque 150 personas son pocas para la rica enplatada vasca que allí disfrutamos.

La cosa empezó potente, clásica, con toda la carne en el asador. Nada de figuritas en mitad de un plato inmenso ni nombres cuya duración es superior al tiempo de ingesta. Tradicional en el sentido más norteamericano del término, el beratarra Petti pasea ahora en formato cuarteto las composiciones de su último CD, “On”.

No vamos a descubrir ahora su impresionante voz, ni la herencia Mark Lanegan, ni sus amores por Tom Waits y los blues rotos. Pero en algún momento del concierto hubo pequeños bajones de empaque. Aunque fueron pocos y no son para nada achacables a la perfecta formación que le acompaña, nuestro viejo paladar se acordó de su propuesta acústica, donde con sólo una guitarra consigue hipnotizarte y electrizar hasta los pelos de las pantorrillas. Superado el trance y soltada la melena, la segunda parte de su propuesta se mostró enérgica en calidad y rasgados, saciando las ganas rockeras de los allí presentes.

Con el estomago ya bien llenito, tocó la hora de recrearse con el segundo de los platos de la noche, a cargo Gose. Presentados como una mezcla entre la modernidad digital y el poso de la trikitixa, lo suyo es de lounge cafetero y discoteca de eusko label y piercing.

Apoyados en un completo sistema de pantallas y con una imagen sobre el escenario tan cuidada como certera, el trío vasco empezó pausado, con temas que para unos eran familia directa de Gotan Project y para otros tenían un puntito vaporoso, como de banda sonora de la película Amelié. Su aportación a la película “Eutsi!” es un claro ejemplo de esta fórmula.

La cosa se fue poniendo pizpireta y en acordeón duatónico comenzó a correr más rápido, haciendo de Gose una propuesta que recupera los bríos de los ya asentados (A Joseba Tapia seguro que se le cayó una lagrimilla de felicidad al escucharlos por primera vez) para rejuvenecerlos a golpe de guitarrazos, batería digitales y voces sugerentes.

Al final, el menú musical que tenía una pinta ciertamente extraña gustó a unos y otros. Será que las inquietudes musicales no entienden de nombres afamados sino que gustan de centrarse en ofertas novedosas, cada una en su estilo, para los tiempos sonoros que nos están tocando vivir.

Joseph Arthur & The Lonely Astronauts: Belleza coja

Interpretes: The Ettes, Joseph Arthur & The Lonely Astronauts. Día: 05/12/2007. Lugar: Sala Gazteszena (Donostia). Asistencia: unas 250 personas.

Contentos salieron los asistentes de la animada sesión doble musical del pasado miércoles en Gazteszena. Nosotros nos fijamos en un hecho que nunca falla, la barra del bar. Si está vacía durante las actuaciones, es que la cosa tiene enjundia. Y según lo visto, la Norteamérica musical sigue enviando a nuestra pequeña capital, vía Gaztemaniak! (organizadora del evento), grupos poco conocidos de eficacia y calidad más que dignas.

La noche empezó potente, sucia y sin complejos. Las chicas (y chico) de The Ettes ofertaron rock garajero cuya mayor satisfacción era la falta de pretensiones. Directos y con una Poni Silver a la batería tan bella como castigadora, aporreando su instrumento con saña y firmeza, el trío neoyorquino confirmó lo que su debut «Shake The Dust» proponía. Velocidad, sencillez y energía. Sus 40 minutos de intenso concierto se hicieron cortos, pero había que dejarle el escenario al nombre relevante del cartel y sus astronautas solitarios.

Mas pocos vuelos astrales se pudieron escuchar en Gasteszena. Arthur (con unas pintas con las que podía colar como tercer hermano Gallagher de Oasis) empezó su actuación con una tacada de canciones irreprochables que nos pusieron los dientes largos ante una actuación de rock de raíces que se antojaba antológica. Pero no fue así.

El inquieto Joseph presentaba dos discos, el solitario ‘Nuclear Daydream’ y el eléctrico ‘Let’s Just Be’ y algún asistente dijo con acierto que mejor hubiera sido concentrar los aciertos de ambos en un único trabajo.

Arropado por una banda impoluta en la que destacaba la presencia del guitarrista/teclista Kraig Jarret Johnson (habitual en las alineaciones de The Jayhawks y Golden Smog), la bella voz del escritor/compositor comenzó a languidecer ante los numerosísimos pasajes musicales de la lista de composiciones.

Temas folk/rock «de libro», mostrados con un sonido pocas veces escuchado en la sala donostiarra, perfectos en ejecución pero algo pobres en eso que llaman alma. Nadie puede negar la belleza de los acordes, ni la elegancia de los rasgados. Pero a la hora de transmitir emociones o agitar un poco el interior de los oyentes la cosa cojeaba.

Y para más inri, aquello parecía no tener fin. El primer bloque (al que le siguieron un par de bises largos) acabó a los 45 minutos, y fue el elegido por el artista para copiarlo a toda velocidad en el par de ordenadores presentes en el puesto de merchandising y ponerlo a la venta allí mismo. La crisis musical agudiza el ingenio, y no fueron pocos los que al acabar la velada hicieron cola para hacerse con una copia digital de lo allí escuchado.

Uno de los compradores fue un chico australiano con un sombrero de paja. Seguidor de la banda que tras la actuación londinense de Joseph Arthur no dudó en pillar unos vuelos para tragarse el concierto donostiarra (y el resto de fechas peninsulares).

Sin plano de las ciudades ni reservas hoteleras, el verdadero «astronauta» iba guiándose por las melodías para llegar a cada cita. En la cita guipuzcoana el sistema le funcionó.

Micah P Hinson en el Gazteleku de Zarauz

Micah P Hinson
Lugar: Gazteleku (Zarauz)
Asistencia: unas 100 personas

Abarrotada estaba la sala (el aula, mejor dicho) zarauztarra el pasado domingo para escuchar las lamentaciones afectivas del estadounidense Micah P. Hinson. El concierto cerraba la programación foral Gaztemaniak! hasta después del verano.

Hinson había llenado los periódicos de palabras pomposas con motivo de su disco “And the Gospel of Progress“. Críticas que se elevaron tras su paso por el Festival barcelonés Primavera Sound.

En la “mini-sala” gipuzcoana nos arremolinamos para disfrutar del “post-folk” de Micah: Músicas que nacían simples y explotaban enérgicamente, para más tarde volver la calma. Con la única compañía sobre el escenario de un buen bajista y un batería efectivo.

El autor norteamericano tiene un estilo único a la hora de cantar. Será que el pasado (y el de este joven de 24 años es bastante tremebundo) marca a fuego a la hora de inspirar. La actuación fue correcta, salvo algunos deshilados cierres de canciones.

Se nos hizo corto (60 minutos contados, con versión de John Denver), y pareció que el artista llegaba al final de su gira peninsular algo desfondado, cosa que no ocurre cuando el CD da vueltas en casa. Aún y todo, un concierto recomendable.

Micah P Hinson: Desgarro folk

Como todos los años por estas fechas, el mastodóntico festival musical barcelonés Primavera Sound, autentico estrellato de cometas florecientes, astros bien asentados (y alguna que otra supernova recuperada para la ocasión) deja una estela de actuaciones a lo largo de la península.

La propuesta foral Gaztemaniak! suele estar al quite, y en esta ocasión se trae a Zarautz al sentido Micah P Hinson para que los que no hayamos podido escaparnos al magno evento catalán disfrutemos con uno de sus más interesantes artistas.

La cita con Hinson será en el Gazteleku este domingo 29 de Mayo, a las 20.00 horas. Estaba previsto que la banda Entrance abriera los conciertos de la gira del atormentado chico de Texas, pero al final se han bajado de la furgoneta.

De la nada pareció salir el norteamericano Micah con una sobria y desconcertante colección de canciones llamada “And the Gospel of Progress” (Houston Party, 2004). El adjetivo “descorazonador” parece haberse inventado para este músico. Más allá de las sencillas y crudas composiciones que caracterizan el debut de Hinson, hay algo en su voz que suena roto, a punto de explotar, a medio camino entre el sollozo y el grito. Hinson limpia su alma en esas letras que suenan suaves y llevan pólvora dentro.

Claro que si echamos un vistazo a la historia de Micah entenderemos un poco mejor la luz que guía estas abatidas canciones. El cantante comienza a despuntar en la escena musical de Texas a finales de los 90 cuando conoce a una desamparada viuda que había sido portada del Vogue y también una gran fan de los barbitúricos.

La “viuda negra”, como así la llama ahora nuestro artista, le deshizo la vida, “regalándole” una estancia en la cárcel por falsificación de recetas médicas. (“Perdí mi coche, mi casa, todo lo relacionado con la música como las guitarras y el equipo de grabación. Bueno, y por extensión, perdí todo contacto con mi familia”, explica Hinson en la web de su sello, www.sketchbookrecords.com).

Tras unos cuantos tumbos, vuelve a florecer su vena creativa y construye canciones en una especie de catarsis, exorcizando sus demonios en las letras y músicas que compondrían su debut “And The Gospel Of Progress” (y el recientemente editado ‘The Baby and the Satellite’). El disco fue bendecido con honrosas menciones en la lista de lo mejor del pasado año 2004 de Uncut, Time Out y la importante cadena de tiendas Rough Trade.

No hay más que sentir la tristeza que se desprende de composiciones como “I still remember” o “Youself Asleep Again” para darse cuenta que estamos ante un autor distinto que gusta de elaborar canciones con libertinas estructuras.

Las letras y las ganas de comunicar parecen guiar a Hinson a lo largo del disco, mientras sus composiciones suelen seguir el ya mencionado patrón variable.

Lo musical suena en una especie de crescendo que suele comenzar con una guitarra acústica y acaba con toda una banda que se encarga de ejecutar los detallistas arreglos.

Ahí tenemos como explícito ejemplo “You Lost Sight On Me” o “I Still Remember”, un tema que comienza como si Will Oldham tuviera un día optimista, para súbitamente explotar como Built To Spill y quedarse con un piano y 2 flautas sobre una voz apesadumbrada. Nadie dijo que musicar las tormentas de sentimientos tenía que estar estructurado.

Todo parece simple en los temas de Micah P. Hinson. “Beneath The Rose” se elabora sobre un par de arpegios y la denuncia personal florece sobre los 4 acordes desgarradores de “On My Way”. Ambas nos traen a la memoria al Will Oldham de los Palace Brothers. “The Possibilities”, una gozada de inspiración folk, es puro Nick Drake, con una flauta heredada de las canciones del desaparecido autor británico.

Hay más nombres para ubicar al norteamericano. El prolífico Devendra Banhart debe estar en lo más alto de esa lista (“Stand In My Way” y la preciosa “Caught in Between” así lo demuestran). No es por ello extraño que ambos, Banhart y Hinson, compartan gira británica a partir de la semana que viene.