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Mes: diciembre 2007

El Inquilino Comunista: Fresco regreso

El Inquilino Comunista: Fresco regreso

Intérpretes: Krell, Fairlight, El Inquilino Comunista, DJ El Nota. Día: 22/12/2007. Lugar: Sala Gazteszena (Donostia). Asistencia: unas 350 personas.

Nostalgia juvenil la que se respiraba en el ambiente de la cita donostiarra de El Inquilino Comunista la noche del pasado sábado. Una banda que encabezó el pop ruidista patrio de los primeros años 90 del siglo pasado y ahora vuelve a los escenarios de forma escalonada y selecta. Su cita fue bastante completa en compañía, con 2 grupos locales y un DJ flanqueando el cartel.

La furia la desataron los chicos de Krell. Teclados oscuros, guitarrazos potentes (aunque algo bajos de volumen) y un cantante estiloso que hicieron las delicias de los amantes de la música electrónica más rabiosa y fiera. Front 242, Bauhaus, Nine Inch Nails y Joy Division encabezan la lista de amores de los ejecutantes, quienes desplegaron en 45 minutos su repertorio más impactante siempre con el inglés como idioma expresivo.

Lengua que también emplean los miembros de Fairlight, quienes se vieron lastrados por la rabia de la banda inicial. Juguetones hasta la sicodelia, su electrónica de amplias miras tuvo sobre el escenario de Gasteszena muchos momentos elegantes. Animosos y entregados, se merecen otra visita en escenarios más acogedores. Y sin nombres a posteriori que aumenten el nerviosismo de los asistentes.

Porque el regreso de El Inquilino Comunista a Guipúzcoa fue inicialmente extraño. No es habitual ver un revival de una banda en la que sus miembros no llegan a las 40 primaveras. Ni es común pensar que eres un abuelete deseando escuchar canciones de hace apenas diez años. Pero superada la impresión inicial y olvidada la melancolía, el cuarteto getxotarra encandiló y se divirtió con lo único que no pasa de moda: sus canciones.

Puede que aquella etiqueta noise-pop que encabezaron no haya sabido envejecer, o que ahora estemos a otros cuentos, pero es innegable que pocas formaciones mezclaron (y mezclan. Los temas nuevos no desmerecen) las guitarras distorsionadas y las melodías vocales como El Inquilino. Sobre todo si seleccionan para sus conciertos lo más inmediato y directo de su discografía.

Con un bajista que no dudaba en tirarse al público o subirse a los altavoces y un batería que colaba guiños a su nueva formación (de nombre Standard) con sus golpeos entrecortados, la banda vizcaína se presentó como vigente heredera de los postulados de formaciones como Pavement, The Pixies o Sonic Youth.

Y esa es la mayor virtud de esta reunión pública: Interpretar su pasado y colocarlo en el presente, haciendo que las emociones sentidas sean actuales, sin apoyarse demasiado en un tiempo en el que nuestra barriga era inexistente y nuestro pelo frondoso. El Inquilino sigue a lo suyo, emocionando con unas canciones que muchos disfrutaron en la cita donostiarra.

El pinchadiscos local El Nota cerraba la velada, y consiguió enganchar a los viejos rockeros presentes con esa elegante selección que suele abrillantar los sonidos de muchos clubs de baile locales.

Petti, Gose: Nueva cocina vasca

Interpretes: Petti, Gose. Lugar: Sala Gazteszena (Donostia). Día: 20/12/2007. Asistencia: unas 150 personas.

En este país de fogones musicales, la cocina de la propuesta foral Gaztemaniak! se caracteriza por ofertas suculentas a precios económicos. La víspera del día de Santo Tomás los organizadores fueron fieles a sus tradiciones y ofrecieron un menú euskaldun, con las actuaciones de Petti y Gose cerrando la programación del 2007. Lástima que la gente estuviera planchando sus txapelas y pensando en los talos de la Consti, porque 150 personas son pocas para la rica enplatada vasca que allí disfrutamos.

La cosa empezó potente, clásica, con toda la carne en el asador. Nada de figuritas en mitad de un plato inmenso ni nombres cuya duración es superior al tiempo de ingesta. Tradicional en el sentido más norteamericano del término, el beratarra Petti pasea ahora en formato cuarteto las composiciones de su último CD, “On”.

No vamos a descubrir ahora su impresionante voz, ni la herencia Mark Lanegan, ni sus amores por Tom Waits y los blues rotos. Pero en algún momento del concierto hubo pequeños bajones de empaque. Aunque fueron pocos y no son para nada achacables a la perfecta formación que le acompaña, nuestro viejo paladar se acordó de su propuesta acústica, donde con sólo una guitarra consigue hipnotizarte y electrizar hasta los pelos de las pantorrillas. Superado el trance y soltada la melena, la segunda parte de su propuesta se mostró enérgica en calidad y rasgados, saciando las ganas rockeras de los allí presentes.

Con el estomago ya bien llenito, tocó la hora de recrearse con el segundo de los platos de la noche, a cargo Gose. Presentados como una mezcla entre la modernidad digital y el poso de la trikitixa, lo suyo es de lounge cafetero y discoteca de eusko label y piercing.

Apoyados en un completo sistema de pantallas y con una imagen sobre el escenario tan cuidada como certera, el trío vasco empezó pausado, con temas que para unos eran familia directa de Gotan Project y para otros tenían un puntito vaporoso, como de banda sonora de la película Amelié. Su aportación a la película “Eutsi!” es un claro ejemplo de esta fórmula.

La cosa se fue poniendo pizpireta y en acordeón duatónico comenzó a correr más rápido, haciendo de Gose una propuesta que recupera los bríos de los ya asentados (A Joseba Tapia seguro que se le cayó una lagrimilla de felicidad al escucharlos por primera vez) para rejuvenecerlos a golpe de guitarrazos, batería digitales y voces sugerentes.

Al final, el menú musical que tenía una pinta ciertamente extraña gustó a unos y otros. Será que las inquietudes musicales no entienden de nombres afamados sino que gustan de centrarse en ofertas novedosas, cada una en su estilo, para los tiempos sonoros que nos están tocando vivir.

Harriet Tubman: Jazz genealógico

Intérpretes: Brandon Ross (guitarra), Melvin Gibbs (bajo), JT Lewis (batería). Lugar: Sala Gazteszena (Donostia). Día: 13/12/2007. Asistencia. Unas 100 personas

En cuestión de inversiones públicas capitalinas, el jazz y las bicicletas son dos mundos aparentemente opuestos que corren por caminos más paralelos de lo que pensábamos.

Ambas cuentan con presupuestos dedicados al tema (bidegorris para velocípedos, programación anual pública y privada» los musiqueros). Las dos contribuyen a la reducción de la polución, sonora en el caso de los amantes del estilo libre. Sobre si la ciudad va a cuatro ruedas o haciendo caballito en las áreas comentadas es harina de otro debate.

Pero no es osado afirmar que si las bicicletas son para el verano, al jazz le pasa algo parecido. Ambos tienen su gran cita en pleno estío (Clásica San Sebastián en uno, Jazzaldia el otro) que acercan a Donostia a miles de voyeurs no practicantes. Pero, qué cosas, llega el crudo invierno y se nos deshinchan las ruedas…

Poquitas personas, unas cien, se acercaron a la cita donostiarra del trío norteamericano Harriet Tubman. Formación que toma algo más que su nombre de la luchadora para la libertad de los afroamericanos nacida en 1820. Presentados como banda que fusiona el jazz y el rock, lo que escuchamos en Gazteszena superaba los registros habituales de esa ambigua etiqueta.

Los temas empezaban con suaves pregrabados de sonidos puestos en modo demoníaco (ya saben, de atrás para adelante) y bellos pasajes que se arrimaban con estilo al blues más negro, el jazz más cálido o al soul religioso. Pero cuando tocaba darle fuerte a los instrumentos, caso de la enérgica ‘There Goes the Neighborhood’, la cosa superaba el termino pedregoso para acercarse muy mucho al funky más impactante, tocando de puntillas el metal de Living Colour.

Era en esas zonas contundentes cuando la unión de batería y bajo dejaba al guitarrista Brandon Ross (y su peculiar instrumento) en mera comparsa de etéreos dibujos plasmados en segundo plano. El desligue sonoro tuvo especial relevancia en la zona media del concierto. Una lástima, porque en las composiciones en las que todos mostraban mayor empaque era cuando se disfrutaba de Harriet Tubman en su mayor amplitud.

Con cierto regusto por el lado progresivo de la música, la banda sonó preciosa en temas como ‘A Piece of The Sun’ y ‘Savannah’, con la dulce voz del guitarrista elaborando una melodía a ratos desértica, a ratos bluesera. Como afirmaban a través del micrófono, «miramos al pasado para construir el futuro», y de su hora larga del concierto donostiarra nos quedaremos con las revisitas actuales, bellas y libres que los músicos afroamericanos realizaron a su pasado.

Joseph Arthur & The Lonely Astronauts: Belleza coja

Interpretes: The Ettes, Joseph Arthur & The Lonely Astronauts. Día: 05/12/2007. Lugar: Sala Gazteszena (Donostia). Asistencia: unas 250 personas.

Contentos salieron los asistentes de la animada sesión doble musical del pasado miércoles en Gazteszena. Nosotros nos fijamos en un hecho que nunca falla, la barra del bar. Si está vacía durante las actuaciones, es que la cosa tiene enjundia. Y según lo visto, la Norteamérica musical sigue enviando a nuestra pequeña capital, vía Gaztemaniak! (organizadora del evento), grupos poco conocidos de eficacia y calidad más que dignas.

La noche empezó potente, sucia y sin complejos. Las chicas (y chico) de The Ettes ofertaron rock garajero cuya mayor satisfacción era la falta de pretensiones. Directos y con una Poni Silver a la batería tan bella como castigadora, aporreando su instrumento con saña y firmeza, el trío neoyorquino confirmó lo que su debut «Shake The Dust» proponía. Velocidad, sencillez y energía. Sus 40 minutos de intenso concierto se hicieron cortos, pero había que dejarle el escenario al nombre relevante del cartel y sus astronautas solitarios.

Mas pocos vuelos astrales se pudieron escuchar en Gasteszena. Arthur (con unas pintas con las que podía colar como tercer hermano Gallagher de Oasis) empezó su actuación con una tacada de canciones irreprochables que nos pusieron los dientes largos ante una actuación de rock de raíces que se antojaba antológica. Pero no fue así.

El inquieto Joseph presentaba dos discos, el solitario ‘Nuclear Daydream’ y el eléctrico ‘Let’s Just Be’ y algún asistente dijo con acierto que mejor hubiera sido concentrar los aciertos de ambos en un único trabajo.

Arropado por una banda impoluta en la que destacaba la presencia del guitarrista/teclista Kraig Jarret Johnson (habitual en las alineaciones de The Jayhawks y Golden Smog), la bella voz del escritor/compositor comenzó a languidecer ante los numerosísimos pasajes musicales de la lista de composiciones.

Temas folk/rock «de libro», mostrados con un sonido pocas veces escuchado en la sala donostiarra, perfectos en ejecución pero algo pobres en eso que llaman alma. Nadie puede negar la belleza de los acordes, ni la elegancia de los rasgados. Pero a la hora de transmitir emociones o agitar un poco el interior de los oyentes la cosa cojeaba.

Y para más inri, aquello parecía no tener fin. El primer bloque (al que le siguieron un par de bises largos) acabó a los 45 minutos, y fue el elegido por el artista para copiarlo a toda velocidad en el par de ordenadores presentes en el puesto de merchandising y ponerlo a la venta allí mismo. La crisis musical agudiza el ingenio, y no fueron pocos los que al acabar la velada hicieron cola para hacerse con una copia digital de lo allí escuchado.

Uno de los compradores fue un chico australiano con un sombrero de paja. Seguidor de la banda que tras la actuación londinense de Joseph Arthur no dudó en pillar unos vuelos para tragarse el concierto donostiarra (y el resto de fechas peninsulares).

Sin plano de las ciudades ni reservas hoteleras, el verdadero «astronauta» iba guiándose por las melodías para llegar a cada cita. En la cita guipuzcoana el sistema le funcionó.