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Juan Luis Etxeberria Entradas

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Intérpretes: Imanol Rivas (guitarra, voz), Julen Rivas (teclado), Koldo Belloso (bajo). Lugar: Sala Kutxa Kultur Kluba (Donostia). Día: 10 de enero 2019. Asistencia: unas 75 personas.

Siempre hay que elogiar a la gente ambiciosa. Amantes del arte propio que apuestan todo a una carta elevada, majestuosa y altiva. Creadores que se juegan sus cuartos sin que su carrera parezca invitar al dispendio. Humanos tan convencidos de lo suyo que a veces parecen compradores de crecepelo y otras unos genios a los que todavía no les ha llegado el momento. Músicos que logran extender su visión creativa más allá de un volumen para imaginar, proyectar y elaborar toda una trilogía.

No hace falta irse lejos para encontrar jóvenes de este pelaje. Miren por ejemplo el caso de Yo Ciervo, banda donostiarra que ayer, diez meses y un día después de presentar su “La Guerra de la Independencia Volumen 3”, hacía lo propio con el número dos de la serie.

La cita inaugural volvió a celebrarse en la sala Kutxa Kultur Kluba de Tabakalera de su ciudad ante una parroquia algo diezmada. Eso no desanimó a estos venados, quienes estrenaron un par de temas en euskera (“Ezker Eskuin” y la directa “Mundu Honetan”) bien atractivos.

El resto, en castellano, tuvo algo de flojera en lo vocal y una amalgama de estilos que buscaba plasmar los variados gustos de sus tres miembros. En los cincuenta minutos de concierto hubo ratos que te llevaban en volandas a los festivales de verano y otros que recordaban la “fiereza” de Muse. En ocasiones se hundían en el rock contundente y su rama más “stoner”. O rasgaban las guitarras en un sentido homenaje a las contundencias de Rosendo y compañía. ¿Demasiado plato para un menú?

El grupo sufrió los sinsabores de una agenda cultural siempre llena de actividades, un partido de fútbol del equipo local y un frío callejero digno de mención, quedando la entrada en números algo flojos para una apuesta tan orgullosa como esta. A ver si la próxima vez hay más suerte.

Exitoso pop local

Intérpretes: Izaro Andrés (voz), Iker Lauroba (guitarra), Julen Barandiaran (bajo), Garazi Esnaola (teclado), Oriol Flores (batería). Lugar: Auditorio Kursaal (Donostia). Día: 5 de enero. Asistencia: lleno, unas 1800 personas.

E Izaro Andrés Zelaieta llenó el Kursaal. Vale, puede que nuestro auditorio no sea una medida oficial como el kilo de París, pero puede servirnos de magnitud a la hora de valorar eventos musicales. En el caso de esta cantante de Mallabia era lo esperado. En marzo del año pasado agotó los billetes del cercano Teatro Victoria Eugenia. Y el último veranó cribó el escenario gratuito más potente del Jazzaldia.

Ayer, víspera de Reyes, esta vizcaína, hija adoptiva de la capital guipuzcoana, gustó y se gustó ante una audiencia heterogénea en la que destacaba la rama más joven de nuestra pirámide poblacional. Un público al que le da igual que le canten en castellano, inglés o euskera, como hace Izaro, siempre que lo entonado le transmita emociones.

Comenzó la noche con “De más”, que le acercó al pop británico de Belle And Sebastian de manera algo contenida. La nana“Argia” llegó tersa bajo las torres de luces y el paraguas lumínico que le abrillantaba. En “Delirios” le devolvió el favor a Donostia, convirtiéndola en protagonista de la narrativa, para en “Neguprenoa” acercarse al country. Todo ello de manera bastante amable, afable, cercana y acogedora, como es el pop que caracteriza las partituras de este combo guipuzcoano.

De entre los invitados destacaron los momentos más gimnásticos: el bailaor donostiarra Jesús Herrera y su refrescante zapateado animaron “Deabrua”, mientras la “Eider” que dio pie a la canción del mismo título añadió danza moderna a la sentida interpretación de la voz principal. El violinista Xabier Zeberio destacó en las íntimas “Noviembre” y “Zure ezpainen itsasoan”.

Hubo tiempo para pasajes recogidos, con la banda agazapada en un lateral (“Zangalatraba”). Y acercamientos al blues (“Devil”). Pero siempre más cerca de la caricia que del sobresalto, como bien se pudo ver en “Er(h)ori”, “Astelehenak” o “Errefuxiatuena”.

Y tras atacar “Tu escala de grises” y recordar tiernos el “All I Want For Christmas is you” de Mariah Carey, esta crónica de urgencia viajaba a la redacción. Izaro fue la “Reina Maga” del día de ayer. Lanzando caramelos de todos los sabores y colores (pop, folk, blues, rumba). ¿A dónde llegará su viaje? No descarten ninguna plaza.

Noche elegante

Intérpretes: Alberto Anaut (voz y guitarras), Gabriel Casanova (teclados), Javier Geras (bajo eléctrico) y Javier Gómez (batería). Lugar: Kutxa Kultur Kluba (Donostia). Día: 4 de enero. Asistencia: unas 150 personas.

¡Qué complicada es la vida del músico! Quizás, afortunadamente, solo identifiquen como tal a quien le da a un botón en un “reality” musical o al cantor que llena un estadio de fútbol en su urbe.

Pero en esto, como en todo, abundan los currelas. Bandas como Anaut, quienes (como sucedió ayer) tocan al mediodía en Logroño y a la anoche en Donostia sin que se note una fatiga, una mala cara – todo lo contrario, su cantante tiene el look del yerno ideal- o un desfallecimiento. Profesionales e inteligentes, son gente que busca adaptar su largo repertorio al lugar o el espacio.

Ya les vimos brillar este verano en el Musikagela Fest celebrado en nuestra capital. Fueron de lo más aplaudido aquel día de calor sofocante. Y ayer, en la jornada más heladora de los últimos meses, volvieron a la sala Kutxa de Tabakalera para confirmar el buen sabor de boca. ¿Lo consiguieron? A ratos.

Es innegable y sobresaliente su arte a la hora de mezclar estilos de raíz norteamericana. Haciendo estrofas de cualquier palo clásico, buscando un estribillo contagioso (“I Will”) y clavando el salto de salida. Defendiendo los aciertos de grupos como Josh Rouse o Ryan Adams en esa etiqueta que llaman “Americana” (“Little by little”). Acercándose al funk (“Liar”), picoteando del pop popular de los años setenta (“I love the way”) o buscando aquello de bailar pegados con gran estilo y elegancia.

Se permiten, bajo techo, lujos como el del sinfonísmo de “Don´t let me down” y otros cortes de calmado parecer. Peligro que superaron con el vitalista empujón perpetrado en la zona final de un concierto lleno de cuarentones, lo cual para unos lectores será atractivo y para otros repelente.

Resumiendo. A Anaut les sobra calidad y buenas maneras. Tienen gusto para machihembrar estilos. Y discos chulos como “Hello There”, su último trabajo. Si saben salvar, o cuando menos estilizar, esa cadencia por los temas calmados apuesto que conseguirán llegar a públicos todavía más amplios.

The Lookers: pop eterno

Intérpretes: Muskulo, The Lookers. Lugar: Sala Dabadaba (Donostia). Día: 29 diciembre 2018. Asistencia: unas 150 personas.

Menudo fin de semana donostiarra han tenido The Lookers. El viernes se estrenó en nuestra capital la película que protagonizan (“El decimosexto sueño de un artista”) y al día siguiente airearon las canciones de “Real Things”, su último CD, en la sala Dabadaba.

Abrió la velada la banda Muskulo, de Orereta. Un combo instrumental seleccionado por la propuesta “Artistas en ruta” que tuvo momentos certeros en su océano de influencias. Se hizo un poco largo su set, pero eso suele ser habitual en los shows con la voz muda.

En el lado contrario del balancín se situaron The Lookers. El joven trío de Ziburu es impacto y melodía. Con canciones cortas y directas en las que concentran todos los aciertos del pop vibrante clásico. Lo que ha gustado, gusta y gustará más allá de las modas. The Jam, los Undertones, la psicodelia que viene de los EEUU o los sempiternos The Beatles. Todo muy descarado. Con una sonrisa en la cara y un brinco en cada estribillo. Hay futuro es sus trastes. Y es bien bonito.

Aaron Abernathy: un alma suave

Intérpretes: Aaron Abernathy (teclados, voz), Abel Calzetta (guitarra), Manuel Sanz (bajo), Akinsola Elegbede (batería). Lugar: Kutxa Kultur Kluba (tabakalera). Día: 6 diciembre 2018. Asistencia: lleno, unas 300 personas.

El soul es un estilo peligroso. No tanto por la violencia de sus espectadores sino por lo implícito de su definición. Cuando lees el “palabro” en una web esperas cadencias tórridas, de parentesco africano, aceleradas y agitadas. Con gente que te mira mal si no te posee el ritmo. Parece, se entiende, que si llegas con ese término como estandarte en tu promo todos y cada uno de los presentes van a agitarse como su estuvieran poseídos por un vudú. Es lo que se oferta, es lo que se espera.

En ese riesgo cayó Aaron Abernathy, quien sorprendentemente llenó la sala Kutxa sin dejar un ticket a la venta. Y eso que su oferta era desconocida aún en una ciudad que gozaba de su puente festivo. No tengo respuesta para el llenazo, muy agradecido por el autor durante toda la velada. Y tampoco soy capaz de decir que el concierto fuera flojo. Pero sí que, ateniéndonos al dichoso soul, hubo bastante más jazz y una proliferación de ritmos suaves dignos de cenas románticas. Nada malo, nada mal ejecutado por esa banda montada para la gira española. Pero…

Para más riesgo, la banda quiso montar el set como un “medley” sin paradas, lo cual les acercó peligrosamente a los pintxopotes musicados. Destacaron, con honores, los temas más calmados. “I Need To Know” fue una de las mayores delicias de la noche. Y sumamos al mundo de los aciertos positivos el tema del siguiente disco que el creador tuvo a bien estrenar en Donostia. Una melodía que derrochaba elegancia y estilo, animándonos a no perderle la pista. Remarcando, en el vistazo general, esa voz principal que los más benévolos compararon con Prince. Mas la gente pareció echar de menos el escenario grande del Jazzaldia, con sus autores nerviosos y sus ritmos negroides contagiosos. Nada, otra vez será.

Publicado en el Diario Vasco

Fiesta aniversario Buenawista Prolleckziom’s: los chicos son guerreros

Intérpretes: Los Bracco, Last Fair Deal, Discípulos de Dionisos. Lugar: Casa de Cultura Intxaurrondo (Donostia). Día: 17-11-2018. Asistencia: unas 150 personas.

De autogestionar un edificio y ser el epicentro del punk-rock nacional a coordinar locales de ensayo para que las siguientes generaciones puedan ir despuntando. Los 30 años recién cumplidos de la asociación Buenawista Prolleckziom’s e celebraron, cómo no, con música en directo.

Abrieron la noche Los Bracco. Su rock urbano, a caballo entre The Rolling Stones y Tequila, se mezcló con composiciones más reggae, pizcas de rockabilly y devaneos cercanos al sonido Manchester. El abanico de estilos se abre con el paso del tiempo, pero es en el barrizal donde mejor se mueve este sexteto.

De Bizkaia llegaron Last Fair Deal con las cosas claras. “No hemos pasado de 1973”, bromeó el bajista del trío cuando alguien desde el público le pidió un tema moderno. Su fusión de hard rock, blues y rock sureño no va a cambiar el mundo. Pero su ejecución fue sucia y magistral. Atractiva y potente. Fueron una agradable sorpresa.

Y la fiesta se cerraba con los donostiarras Discípulos De Dionisos. Su punk-rock de temática adulta (sí, el “adulto” de “cine para adultos”) sonó endiablado, aparcando la antigua pirotecnia visual para centrarse en tocar sin apenas reposo. El cuarteto local sigue en forma, soltando zurriagazos melódicos con desparpajo. Y la fiesta aniversario finalizó así tras cuatro horas de música a gran nivel. ¡Zorionak, Buenawista!

Forever king of pop: baño de nostalgia

Intérpretes: seis cantantes, doce bailarines, dos acróbatas, cinco músicos. Lugar: Auditorio Kursaal (Donostia). Día: 10 noviembre 2018. Asistencia: dos pases llenos, unas 3600 personas en total. Entrada: 25-40 euros.

“El arte necesita nostalgia”, dijo Alejandro Dolina en sus «Crónicas del Ángel Gris» adelantándose quizás a la abundancia de regresos al pasado que tiene la música hoy en día: bandas tributo, reediciones de discos, realities televisivos sobre canciones famosas… En algún lugar de ese gran mundo habría que ubicar “Forever. The King of Pop”, el espectáculo basado en las composiciones de Michael Jackson que llenó ayer sus dos funciones en el Kursaal donostiarra.

La nostalgia tiene otro puntito, y es que te tiene ganado de antemano. Muy gualtrapa hay que ser para echar por tierra los aciertos de artistas tan grandes como este Jackson. No es el caso. “Forever” no cae en el error de imitar, una derrota segura, sino que juega a adaptar. Y, sobre todo, quiere y consigue entretener a los fans del rey del pop.

Todo en esta obra fue ágil, vigoroso y saltarín. Los seis cantantes entonaron en compañía, alejándose la mayoría de las veces del irrepetible timbre del cantor original. Los imitadores de los famosos pasos del autor de Indiana fueron muy jaleados. Y los bailarines cambiaban de vestuario casi con la misma velocidad que daban brincos. No olvidamos los dos malabaristas que tan pronto hacían break dance como danzaban capoeiras. Por haber hubo hasta beat box, comedia e ilusionismo, con una caja que hacía desaparecer gente.

El montaje fue sencillo pero efectivo. Un andamio permitía ver todo lo que pasaba sobre el escenario, ya fuera interpretado por los cinco músicos, cantado o bailado. Las pantallas fueron un buen complemento. Y las luces tuvieron su relevancia en la fiesta del dinamismo que fue este “Forever”. Un concierto-homenaje que tiró del popurrí en buena parte de su set y que tuvo en “Thriller” y “Smooth Criminal” sus adaptaciones escenográficas más acertadas. El público, de corte familiar, disfrutó de lo lindo con el espectáculo y despidió a los intérpretes en pie.

Los Secretos: Grandes éxitos

Intérpretes: Los Secretos. Lugar: Auditorio Kursaal (Donostia). Día: 1 de noviembre del 2018. Asistencia: lleno, unas 1800 personas.

Se llenó hasta la bandera el Kursaal donostiarra para ver el retorno de la banda madrileña Los Secretos y su “A tu lado tour”, una gira que ensalza sus cuarenta años de vida. Ahí es nada.

El escenario de la cita se mostró austero. Unos focos para iluminar la primera línea de los ejecutantes, una pantalla al fondo que intercalaba las imágenes de las estáticas cámaras de vídeo con otras de archivo. Y algunos fogonazos en forma de juego de luces. Como detalle más novedoso, los cuatro pequeños ventiladores que la voz cantante situó a sus pies. Sin llegar a gastar la potencia de Beyoncé, sus giros ahuecaban la melena de un Álvaro Urquijo que mostró una sonrisa perenne durante toda la noche.

El propio Álvaro explicó que la lista de – veintisiete- canciones del evento se había realizado teniendo en cuenta los gustos de los oyentes. Para ello atendieron a los visionados en youtube y los comentarios en Facebook. El resultado: un “grandes éxitos” en toda regla. O una forma como otra cualquier de tributar tu tributo, vamos.

Bien fuera por los “likes” ajenos o por las decisiones propias, pocas composiciones escaparon del influjo del desaparecido Enrique Urquijo. Se le vio en las imágenes proyectadas sobre la pantalla, se le mencionó entre temas y se le “escuchó” en la selección de melodías. Nada nuevo bajo el sol, su recuerdo protagoniza los conciertos del combo desde hace años. Pero esta vez, quizás por el redondo aniversario, la cosa fue aún más visible. Solo cinco de las canciones que sonaron en el Kursaal fueron posteriores a la muerte de Enrique, y dos de ellas llegaron en forma de versiones (de Jose Angel Espinoza “Farrusquilla” y Ron Sexsmith).

A nivel sonoro el quinteto ya tiene una marca propia a ratos cercana a lo fronterizo, otras ya con los dos pies en territorio USA y en ocasiones clavada en el pop ochentero patrio, que para algo fueron santo y seña de su versión más “soft”. Dejando de lado las diez guitarras que había en el escenario y la aparición de Mikel Erentxun en “Quiero beber hasta perder el control”, Los Secretos ofrecieron un sonido homogéneo que consiguió alinear a su vera temas de todas las épocas. Aunque en los cortes más famosos, los de la primera época, aún se intuyera cierto nervio juvenil en los rasgados. El que tenía en aquellos años la audiencia presente en su cita donostiarra. Gente que coreó, aplaudió y jaleó hasta que nos dieron “las diez y las once”, como cantaron en “Ojos de gata”. Y como los asistentes siempre tienen la razón (una idea muy divertida: en el paseo de vuelta a casa escuchamos por distintas bocas que el concierto había sido muy flojo, formidable, muy animado y muy tranquilo), pues aquí paz y después gloria.