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Mes: noviembre 2018

Fiesta aniversario Buenawista Prolleckziom’s: los chicos son guerreros

Intérpretes: Los Bracco, Last Fair Deal, Discípulos de Dionisos. Lugar: Casa de Cultura Intxaurrondo (Donostia). Día: 17-11-2018. Asistencia: unas 150 personas.

De autogestionar un edificio y ser el epicentro del punk-rock nacional a coordinar locales de ensayo para que las siguientes generaciones puedan ir despuntando. Los 30 años recién cumplidos de la asociación Buenawista Prolleckziom’s e celebraron, cómo no, con música en directo.

Abrieron la noche Los Bracco. Su rock urbano, a caballo entre The Rolling Stones y Tequila, se mezcló con composiciones más reggae, pizcas de rockabilly y devaneos cercanos al sonido Manchester. El abanico de estilos se abre con el paso del tiempo, pero es en el barrizal donde mejor se mueve este sexteto.

De Bizkaia llegaron Last Fair Deal con las cosas claras. “No hemos pasado de 1973”, bromeó el bajista del trío cuando alguien desde el público le pidió un tema moderno. Su fusión de hard rock, blues y rock sureño no va a cambiar el mundo. Pero su ejecución fue sucia y magistral. Atractiva y potente. Fueron una agradable sorpresa.

Y la fiesta se cerraba con los donostiarras Discípulos De Dionisos. Su punk-rock de temática adulta (sí, el “adulto” de “cine para adultos”) sonó endiablado, aparcando la antigua pirotecnia visual para centrarse en tocar sin apenas reposo. El cuarteto local sigue en forma, soltando zurriagazos melódicos con desparpajo. Y la fiesta aniversario finalizó así tras cuatro horas de música a gran nivel. ¡Zorionak, Buenawista!

Forever king of pop: baño de nostalgia

Intérpretes: seis cantantes, doce bailarines, dos acróbatas, cinco músicos. Lugar: Auditorio Kursaal (Donostia). Día: 10 noviembre 2018. Asistencia: dos pases llenos, unas 3600 personas en total. Entrada: 25-40 euros.

“El arte necesita nostalgia”, dijo Alejandro Dolina en sus «Crónicas del Ángel Gris» adelantándose quizás a la abundancia de regresos al pasado que tiene la música hoy en día: bandas tributo, reediciones de discos, realities televisivos sobre canciones famosas… En algún lugar de ese gran mundo habría que ubicar “Forever. The King of Pop”, el espectáculo basado en las composiciones de Michael Jackson que llenó ayer sus dos funciones en el Kursaal donostiarra.

La nostalgia tiene otro puntito, y es que te tiene ganado de antemano. Muy gualtrapa hay que ser para echar por tierra los aciertos de artistas tan grandes como este Jackson. No es el caso. “Forever” no cae en el error de imitar, una derrota segura, sino que juega a adaptar. Y, sobre todo, quiere y consigue entretener a los fans del rey del pop.

Todo en esta obra fue ágil, vigoroso y saltarín. Los seis cantantes entonaron en compañía, alejándose la mayoría de las veces del irrepetible timbre del cantor original. Los imitadores de los famosos pasos del autor de Indiana fueron muy jaleados. Y los bailarines cambiaban de vestuario casi con la misma velocidad que daban brincos. No olvidamos los dos malabaristas que tan pronto hacían break dance como danzaban capoeiras. Por haber hubo hasta beat box, comedia e ilusionismo, con una caja que hacía desaparecer gente.

El montaje fue sencillo pero efectivo. Un andamio permitía ver todo lo que pasaba sobre el escenario, ya fuera interpretado por los cinco músicos, cantado o bailado. Las pantallas fueron un buen complemento. Y las luces tuvieron su relevancia en la fiesta del dinamismo que fue este “Forever”. Un concierto-homenaje que tiró del popurrí en buena parte de su set y que tuvo en “Thriller” y “Smooth Criminal” sus adaptaciones escenográficas más acertadas. El público, de corte familiar, disfrutó de lo lindo con el espectáculo y despidió a los intérpretes en pie.

Los Secretos: Grandes éxitos

Intérpretes: Los Secretos. Lugar: Auditorio Kursaal (Donostia). Día: 1 de noviembre del 2018. Asistencia: lleno, unas 1800 personas.

Se llenó hasta la bandera el Kursaal donostiarra para ver el retorno de la banda madrileña Los Secretos y su “A tu lado tour”, una gira que ensalza sus cuarenta años de vida. Ahí es nada.

El escenario de la cita se mostró austero. Unos focos para iluminar la primera línea de los ejecutantes, una pantalla al fondo que intercalaba las imágenes de las estáticas cámaras de vídeo con otras de archivo. Y algunos fogonazos en forma de juego de luces. Como detalle más novedoso, los cuatro pequeños ventiladores que la voz cantante situó a sus pies. Sin llegar a gastar la potencia de Beyoncé, sus giros ahuecaban la melena de un Álvaro Urquijo que mostró una sonrisa perenne durante toda la noche.

El propio Álvaro explicó que la lista de – veintisiete- canciones del evento se había realizado teniendo en cuenta los gustos de los oyentes. Para ello atendieron a los visionados en youtube y los comentarios en Facebook. El resultado: un “grandes éxitos” en toda regla. O una forma como otra cualquier de tributar tu tributo, vamos.

Bien fuera por los “likes” ajenos o por las decisiones propias, pocas composiciones escaparon del influjo del desaparecido Enrique Urquijo. Se le vio en las imágenes proyectadas sobre la pantalla, se le mencionó entre temas y se le “escuchó” en la selección de melodías. Nada nuevo bajo el sol, su recuerdo protagoniza los conciertos del combo desde hace años. Pero esta vez, quizás por el redondo aniversario, la cosa fue aún más visible. Solo cinco de las canciones que sonaron en el Kursaal fueron posteriores a la muerte de Enrique, y dos de ellas llegaron en forma de versiones (de Jose Angel Espinoza “Farrusquilla” y Ron Sexsmith).

A nivel sonoro el quinteto ya tiene una marca propia a ratos cercana a lo fronterizo, otras ya con los dos pies en territorio USA y en ocasiones clavada en el pop ochentero patrio, que para algo fueron santo y seña de su versión más “soft”. Dejando de lado las diez guitarras que había en el escenario y la aparición de Mikel Erentxun en “Quiero beber hasta perder el control”, Los Secretos ofrecieron un sonido homogéneo que consiguió alinear a su vera temas de todas las épocas. Aunque en los cortes más famosos, los de la primera época, aún se intuyera cierto nervio juvenil en los rasgados. El que tenía en aquellos años la audiencia presente en su cita donostiarra. Gente que coreó, aplaudió y jaleó hasta que nos dieron “las diez y las once”, como cantaron en “Ojos de gata”. Y como los asistentes siempre tienen la razón (una idea muy divertida: en el paseo de vuelta a casa escuchamos por distintas bocas que el concierto había sido muy flojo, formidable, muy animado y muy tranquilo), pues aquí paz y después gloria.

Ghost Number & His Tipsy Gypsies: este muerto está muy vivo

Intérpretes: David Pisabarro (banjo, voz), Jon Ander Burgos (trompeta), Miguel Arribas (saxo), Jordi Arcusa (trombón), Nerea Quincoces (percusión), Iñigo Manterola (batería), Ander Solabarrieta (guitarra), Arantza Molina (violín), Lidia Insausti (voz) Sara Grajal (voz), Karmen Salazar (voz). Lugar: Sala Dabadaba (Donostia). Día: 31 de octubre del 2018. Asistencia: unas 250 personas.

Celebración de Halloween, la llegada del año nuevo celta (“Sahmain”) … Todo el que quiso celebrar algo la noche del 31 de octubre pudo hacerlo con el fin de gira de la banda donostiarra Ghost Number & His Tipsy Gypsies en una sala Dabadaba engalanada para la ocasión.

Después de 40 conciertos con fechas bastante potentes (Jazzaldia, Hondarribia Blues, Cazorla Blues), el populoso combo anunciaba un parón para grabar sus nuevas canciones. Y lo hacía en casa, a lo grande, con una formación que en ocasiones se estiró hasta los doce integrantes. Nada que el pulcro sonido del local no pudiera ecualizar de manera precisa.

Y todo el mundo, disfrazado o no, movió el esqueleto al ritmo del swing. La banda le pone etiquetas más ajustadas, porque su música bebe de cien sitios festivos. Emir Kusturika y sus marchas, el blues, la música del Far-West o Nueva Orleans. Las nuevas composiciones nos permitieron disfrutar de otros sabores, caso del son cubano, el calypso y el rock. Las melodías más tranquilas nos acercaron ese otro sonido habitual, el del murmullo de la gente.

La primera línea de escenario fue intachable: desde el buen hacer de la violinista hasta el marcado compás del contrabajo, pasando por la guitarra y la trompeta. Al frente de todos se situó el cantante y músico de banjo David Pisabarro, quien ofreció una gran voz en todos los registros y no dudó en buscar los coros de la gente en algunas composiciones.

Todo en estos Gypsies está dispuesto para el disfrute de los asistentes, y el grupo se mostró concentrado en su labor y contagioso en la ejecución, presentando una maquinaria bien engrasada. Y así, tras un bis con varias partes y casi dos horas de actuación, la banda se retiró a sus catacumbas dejando un gran sabor de boca.