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Categoría: Críticas de conciertos

Donostikluba: La fiesta de la canción ajena

Lugar: Sala Gazteszena (Donostia). Fecha: 7-Octubre-2006. Asistencia: unas 500 personas.

El Festival Donostikluba echaba la persiana en la donostiarra sala Gazteszena. Y lo hacía con el programa habitual de “fiebre del sábado noche”: conciertos y sesiones de DJ para los asistentes que abarrotaban el local con ansias bailarinas.

La fiesta arrancó con la actuación de los barceloneses Anorak, que venían a presentar su segundo CD, un disco en el que homenajean a sus grupos favoritos. Y claro, resulta extraño ver un concierto en el que abundan las versiones sin que haya un novio, una novia y una tarta en el lugar.

Afortunadamente, los catalanes supieron llevar a su terreno de guitarras, teclados y bases pregrabadas las canciones ajenas que más les chiflan. A nosotros nos gustaron sobremanera el eterno “Transmission” de Joy Division, ese “Outdoor Miner” de Wire y un sorprendente “Then” de The Charlatans.

También Gecko Turner, que actuaba a continuación, ofreció sus respetos al “Waiting for my man” de la Velvet Underground cuando su ecléctica actuación tocaba a su fin. Acompañado de los siete músicos de la Afrobeatnik Orquestra, el músico extremeño (o “afromeño”, como el propio autor afirma en su web) desgranó su CD “Chandalismo Ilustrado”, un trabajo de folklore universal que no le pone puertas al campo.

Con un corazón soul, unas piernas funk y el sentimiento blues, se bailó la samba y nos humeamos de reggae. Gecko ofreció también músicas cálidas de raíz africana y entonación castellana que rápidamente calaron entre el público danzarín.

Tras él llegó Andy Smith, uno de los platos fuertes del DonostiKluba. El DJ oficial de las giras del grupo Portishead ofreció una sesión protagonizada por sonidos hip-hop, ska, funk y soul. Hubo mucho tema reconocible y coreado, mientras todos alucinábamos con lo que ha hecho famoso a este autor británico: el “maltrato” a los vinilos.

La noche se cerraba con DJ Floro. Gazteszena se había convertido en una discoteca. Pero el cansancio empezaba a hacer mella en nosotros. Llevábamos medio día de pie viendo actos del Donostikluba, y el pinchadiscos tenía un menú de afrobeat y latinismos tribales electrónicos poco apto para nuestros juanetes. La sala no opinó como nosotros, y allá les dejamos, entregándose a la potencia del artista afincado en Madrid.

Donostikluba: Repoker de música

La noche del viernes y la tarde del sábado volvimos encantados a dar con nuestros huesos en el DonostiKluba, el Festival de Música Electrónica y de Club de Donostia. Una sesión doble que tuvo jazz-rock y personajes inolvidables por la noche. Y jugosa ración de actuantes locales la tarde del sábado.

Y si estuviéramos en una mano de poker, habríamos conseguido hacer saltar la banca. Porque es impresionante la cantidad de «J»’s que nos vinieron de mano a la hora de ir detallando nuestro paseo musical.

En el primero de los actos del viernes noche, celebrado en la sala Gazteszena de Donostia, nos encontramos las cuatro primeras jotas de nuestro paseo. Las de Jaume L. Pantaleón, Jens Neumaier, José Roselló y Javier García, los
integrantes de la banda 12Twelve. Una quinta jota, estilística, podría acompañar los nuevos caminos musicales del cuarteto catalán: La «J» del Jazz. Un concepto que estos antiguos amantes de las espirales de sonido, las norias de guitarrazos y las variaciones de potencia que les emparentaba con Mogwai y el post-rock han buscado introducir en sus canciones.

Sus últimas composiciones, que aparecieron este mismo año bajo el nombre de L’univers, manejan formas más jazzeras, sobre todo a la hora de construir bucles de batería y bajo sobre el que posan las guitarras, el teclado y el saxofón. La fórmula es original, caminando entre dos aguas y escorándose con gusto hacia las maneras peliculeras de Lalo Schifrin.

Tras 12twelve, llegó la sorpresa de la noche en forma de «J»: Jake The Rapper, el tío más original que hemos visto sobre un escenario en mucho tiempo. Orondo, barbudo y con un tatuaje que le cruzaba media barriga, esta versión rolliza de Ewan McGregor salió con la sola compañía de un ordenador portátil y un micrófono para dejar boquiabierto al personal.

Las complicaciones vienen a la hora de trasladarles las razones que generaban nuestra sorpresa y alegría, porque Jake The Rapper tenía múltiples personalidades actuantes. A veces rapeaba sobre bases de hip-hop, otras era una especie de Kylie Minogue con pelos en el pectoral, o jugaba a ser un crooner tipo Frank Sinatra despachando su elegancia sobre relajados sonidos. En una canción llegó a hacer dos voces, al estilo de Caperucita y el lobo. Y en cuanto tenía ocasión, Jake abandonaba el escenario para transmitir su buen rollo a pie de público.

Tras el, la noche adapto la «J» de DJ, con las sesiones pinchadas de Frank D’arpino y Bob Bobsen, los dueños del sello discográfico alemán Combination Records. Al primero lo vimos muy dulce y ambiental, mientras el segundo consiguió llenar de sonidos discotequeros la sala Gastzeszena hasta el cierre

Donostikluba: Los otros sonidos de la ciudad

La noche del jueves tuve un sueño. Soñé que Donostia era una ciudad cultural e inquieta. Como Berlín, Nueva York, Paris o la propia capital guipuzcoana hace unos años. O hace unos meses, cuando uno se dejaba caer entre semana por el festival que llena de música la playa. Acercándose a propuestas musicales que jamás había escuchado y que, puestas ante el morro, despertaban su curiosidad.

Entre nebulosas veía una urbe que sabía (y quería) disfrutar de la posibilidad de los actos pequeños aunque fuera a costa de dormir 5 horas, buscando sonidos alejados del tormento repetitivo diario. Ese que luego ven repicado, “quién lo iba a decir”, en los bares de turno. Unos ciudadanos que los días de labor conseguían desengancharse del “mono” de la tele y se ponían otro mono, el del viajero cultural que gusta de buscar y a veces encuentra. Lo dicho, un sueño.

En mis paseos con Morfeo llegaba a una sala Gazteszena en el que cientos de asistentes (y no los 150 que al final fueron) se acercaban a la sesión triple que el festival musical DonostiKluba presentaba. Una oferta variada que la noche del pasado jueves juntaba voces folk, guitarrazos punk y mucha base electrónica.

Mi sueño se apoyaba en músicas poco conocidas pero reales. Como la de Ainara Legardón, una compositora (palabra en desuso) emocionante y vibrante como pocas. La creadora vizcaína ofreció el jueves un recital sensacional, en el que su personal voz viajaba sobre los arpegios de su guitarrón eléctrico.

Con toques folk norteamericanos y arrebatos eléctricos a lo Neil Young, era en los paseos suaves cuando la dama de timbres apasionados y cercanos hipnotizaba a los asistentes, quienes inexplicablemente estaban en silencio, observando “Madre e hija” (la película melancólica que se proyectaba en la pantalla del fondo

Y tras la calma, empezaba la tempestad con los catalanes Spunkfool, con CD producido por David Kano (Cycle). Se notaban mucho las maneras de su padrino, aunque los barceloneses sonaban a banda real, no a pantomima sobre el escenario.

Era precisamente cuando abandonaban el férreo patrón y tiraban hacia el tecno-pop cuando más se disfrutaba de Spunkfool, como en su arrebatadora versión del “Rape me” de Nirvana sobre el fondo del “Living On Video” del grupo  Trans x.

La noche la cerraba el cuarteto Virüs: Dos chicas que guitarrean en Las Perras del Infierno se unían a un batería donostiarra y un auténtico fan de Ian Curtis (cantante de Joy Division) a las voces para actualizar los mensajes melódicos que la Movida madrileña dejó en nuestra cultura.

Con letras herederas de la oscuridad futurista de Aviador Dro, la puesta en escena y actitud eran arrebatadoras. Su música navegaba descarada y potente entre el rock, el punk de Parálisis Permanente y la electrónica.

Y después me desperté, justo a tiempo de llegar a la Casa de Cultura de Okendo (Donostia) para ver las actuaciones de los grupos seleccionados en el CD Donostia Elektronikoa.

La tarde arrancaba con el “enfant terrible” donostiarra, Patxi Piperra, que exorcizó sus demonios religiosos sobre ruidos de modem y colchones de elevado volumen, haciéndo electrónicos los conceptos de los punkis de Eskorbuto.

Tras él llegó Kul, que llevó la electrónica hasta la languidez del pop de su habitación forrada de posters de los Cure. Su tema “Human Cannot Fly” nos puso los pelos de punta, con sus imágenes de impacto y su crítica a las voces populares.

Pero la revelación de la noche llegó con el dúo Fairlight y su extraordinaria actuación. Potentes como Orbital, oscuros y chulapos como Stone Roses, lánguidos como Depeche Mode. Se llevaron la ovación de la tarde. Una tarde que se cerró con el funk-soul de digitalismos europeos de los chicos de Duotono.

Recuerden que esta tarde tienen la segunda de las sesiones de estos grupos primerizos, en la Casa de Cultura de Okendo. Si quieren pueden ir. O sino, prepararse unas palomitas con la TV movie de turno.

Bide Ertzean, Coti: Feliz cumpleaños

Día: 09/09/2006. Lugar: Plaza de Toros (Tolosa). Asistencia: ¾ de entrada

Tolosa y sus habitantes andan celebrando estos días los 750 años de la ciudad. Una urbe que está impecable para la edad que tiene, con recientes retoques de altura como el nuevo Leidor.

Dentro de la programación festiva, el sábado pasado le tocaba el turno al espectáculo de dos formaciones “vascas”: Coti y Bide Ertzean. No, no nos hemos equivocado. Los lectores de nuestro suplemento Dvorame conocieron el viernes algunos detalles que unían al cantor argentino con nuestra provincia, como su empadronamiento contractual en la actual capital guipuzcoana.

Los asistentes a su concierto de este fin de semana conocieron más datos sobre su conexión tolosarra: El apellido Larrarte cruzó en su día el charco para asentarse en Argentina, y uno de sus descendientes es Coti Sorokin.

El entrante de la noche, a cargo de los locales Bide Ertzean, fue más que interesante. Desplegaron más energía que en sus discos, con Joserra Semperena a los teclados y la sustitución de Fran Iturbe a la guitarra por motivos contractuales. No hay que olvidar que algunos de estos músicos tocan con Mikel Erentxun e Ivan Ferreiro.

Su actuación estuvo plagada de estribillos certeros y mucho paseo elegante por el pop británico y norteamericano, con el euskera como idioma cantor. Lastima de despedida, con esas conciudadanas pidiendo a gritos la aparición de Coti. Es lo que tiene el tener seguidoras juveniles hasta arriba de adrenalina.

El argentino se plantó en Tolosa con una banda de compatriotas a los instrumentos que paraban con gusto y pegaban cuando debían. Y no cometan el error de identificar al creador sudamericano con “Nada de esto fue un error”, ese tostón (por repetido) cantado a coro con Paulina Rubio y Julieta Venegas. El cantante tiene dos vértices: el rock y su Argentina natal, esa pampa de tango y Dylan difundida mano a mano con su eterno socio Andrés Calamaro.

Sorokin es muy cuco haciendo temas melosos. Una tendencia que seguirá en el futuro, como pudimos observar en el tema nuevo titulado “Suéltame”. Ahí donde lo ven, tiene al menos 6 singles conocidos entre propios y cercanos, todos convenientemente colocados en la impecable la lista de canciones a tocar.

Pero el “tolosarra” rasga su guitarra y hace punteos con un estilo años 50. La banda Tequila marco al músico de Rosario. Por eso gusta de juntar la dulzura vocal argentina con tiempos más enrabietados. El propio Sabina (al que homenajeó con la revisión de su tema “Princesa”) se mordería las uñas al ver la acertada versión realizada por el argentino.

En resumidas cuentas, la del sábado a la noche fue una buena fiesta pop-rock de cumpleaños. ¡Zorionak Tolosa!

Delorean, We Are Standard: Luces en el Peine Del Viento

Día de la Virgen, día de carreras. Galopadas en el hipódromo de Lasarte-Oria. Y más trotadas para coger sitio en los fuegos, las heladerías y las paradas de los autobuses nocturnos.

También las hay para colocarse cerca de los escenarios. Sobre todo con los pura sangres en Sagüés. Algo menos cuando se asiste a los entrenamientos de desconocidas potrancas, caso de las verbenas nocturnas o el concurso pop-rock de Donostia.

Pero lo que de verdad sorprende es la asistencia a actuaciones de yeguas que acaban de empezar a competir en los mundos musicales. Ese es el caso del concierto de Delorean y Standard, dos formaciones vascas que el pasado martes llenaron el escenario situado en el Peine Del Viento.

Abrieron fuego los bilbaínos Standard, en su primera parada en nuestra ciudad. Potentes, divertidos, bacilones e incitando al baile moderno a lo suelto con sus dos baterías bien conjuntadas, la formación vizcaína demostró que se puede hacer bailar con guitarras. Con ecos de la música británica de los años 90 (Happy Mondays), su actuación fue una de las perlas que nos dejará la Aste Nagusia.

Y si Standard fueron enérgicos, lo de Delorean sigue siendo de anuncio de Durex. Ya saben, esa pareja que con su pasión va iluminando maquinitas y norias.

Los de Zarautz siguen presentando una tensión y un brío sobre el escenario que no sólo es capaz de iluminar el anuncio de la marca cervecera -a todas luces exagerado- presente en el Peine Del Viento, sino que puede alumbrar las ferias durante toda la Semana Grande. Y si se ponen serios, surtir de luz al barrio de Gros de aquí a Mayo.

Musicalmente mezclan un poco de punk y un mucho de música techno, con voces chilladas y ritmos imparables. Tras un pobre comienzo, el concierto fue subiendo en intensidad hasta la despedida “made in Nintendo”. Ellos acabaron de reventar una plazoleta que les despidió con salvas de aplausos.

Hablando de la plaza de marras, recomendamos por segundo año consecutivo que coloquen baños móviles y se alumbre de alguna manera la zona de bajada de la misma hasta el paseo. Bueno, o eso, o que monten directamente un hospital de campaña. Porque cuando se haga de noche en uno de estos eventos los mamporros pueden ser de aúpa.

Abba – The Show: Baúl de los recuerdos

Interpretes: Katarina Nord (voz), Camila Hedren (voz), Johan Löfgren (guitarra), Finn Sjöberg (guitarra), Martin Hakansson (teclados), Ulf Andersson (saxofón) y 11 músicos más.Día: 02/03/2006. Asistencia: lleno, unas 1800 personas

“Buscando en el baúl de los recuerdos, cualquier tiempo pasado nos parece mejor. Volver la vista atrás es bueno a veces, mirar hacia delante es vivir sin temor”. Así cantaba, entre “uuuhs”, nuestra eurovisiva Karina en aquel superéxito popular de los años 60.

Y yo no podía quitarme ese estribillo de la cabeza tras asistir a la primera de las dos abarrotadas sesiones que la populosa formación de los suecos “ABBA – The Show” ofrecieron ayer noche en el donostiarra Auditorio Kursaal.

“Abba – The Show” es lo que se conoce en el mundillo como una banda tributo que ejecuta en directo canciones de un grupo de éxito. Una banda-homenaje como las que tocan en su hotel de vacaciones o en las fiestas del barrio, sí, pero en este caso repleta de quilates y especializada en una única formación con innumerables números uno de de ventas hace 30 años.

Viaja el conjunto con la excusa de contar con dos miembros originales de la banda. No, no son ni las cantoras Frida y Agnetha ni los músicos Björn y Benny, que habrán apadrinado el proyecto y descansan plácidamente en sus hogares de tejados nevados.

A Donostia llegó un dúo de acompañantes originales de la banda: Ulf Andersson fue el saxofonista y flautista en la mayoría de las grabaciones del cuarteto escandinavo, y el guitarrista Finn Sjöberg grabó su instrumento en innumerables canciones de la banda sueca.

Ambos músicos se guardarán para sí varios momentos relevantes a lo largo de la velada. El saxo suena estiloso en casi todas las intervenciones, aunque convierte el popurrí de canciones tocado al principio en una especie de videoclip de La Década Prodigiosa. Y Sjöberg destaca y potencia los momentos sinfónicos de Abba cuando el foco le ilumina.

Es precisamente el señor de las seis cuerdas el único que se evade de salir al escenario de impoluto traje blanco. Tras una introducción con sonidos de helicóptero, comienza la fiesta remember.

Las dos cantantes salen perfectamente caracterizadas en los cuatro cambios de traje que realizan en cada actuación. Sus voces serán, bien complementadas con las dos coristas del fondo, de lo mejorcito del concierto. Muy lograda también la vestimenta evocadora del guitarrista, que recuerda con su camiseta abierta y su rubia peluca el look del músico original.

Con un escenario plano con tres altillos en los que se ubican el batería, la percusión y los músicos de cuerda, la banda comienza a ejecutar los innumerables aciertos compositivos que se encuentran en los discos de Abba. En la tercera canción llega “Take a Chance on me”, y la quinta desata, con “Voulez Vous” los momentos soft-pop que tanta fama le dieron a los cuatro suecos.

Con semejante repertorio, una banda tan numerosa y la calidad exhibida, es difícil errar en el homenaje. “Dancing Queen” pone en pie por primera vez a los asistentes (hasta cinco veces se levantó el público, lo nunca visto en el magno cubo), y allá que viajamos atrás en el tiempo, entre melodías de toque funk, suaves momentos pop y algún que otro brío rockero.

“Mamma Mia”, “Gimme! Gimme! Gimme!”, “Money, Money, Money”… Menuda batidora de canciones exitosas las que se marcaron Björn, Benny y compañía en sus días alegres. “Fernando” y “Chiquitita” vuelven a levantar el auditorio, que se desmadra del todo (es un decir) con Waterloo. La visita al baúl de los recuerdos, vista la respuesta del auditorio, fue espectacular.

Ojos de Brujo: Fusión alcalina

Y allí que se arrancaban a palmas, a bailoteos de Feria de Abril girando las manos y poniendo esa cara que a ratos parece de sentío y otras de villano de película muda, los centenares de asistentes al concierto que la banda Ojos de Brujo ofreció el viernes en la sala donostiarra Rock Star.

El sobrenombre de banda pocas veces estará mejor puesto. Porque menuda trouppe la que aparece en el escenario en los conciertos de este colectivo de sonidos sureños. Allá que se plantan un batería que a veces usa los palos y otras sus propias palmas, un percusionista, un bajista, un rapero acelerado y rígido en los fraseos, dos coristas, una guitarra española y un trompetista.

También vemos una bailaora flamenca en algunas canciones, aprovechando el foco que deja la cantante Marina Abad. Voz poderosa y recia, de corte aflamencado, la moza del micro principal es andaluza en gracejo y palabrerío. Aprovechaba los espacios entre tema y tema para reivindicaciones globales y saladas exposiciones. Charletas a las que había que estar atento, ya saben, que las silabas viajan recortadas por el aire.

Ojos de Brujo son importantes corresponsales de esas fusiones musicales modernas, arrabaleras, libertinas y respetuosas que tanto han calado y variado en la cosmopolita Barcelona, centro neurálgico de estos músicos brujos y de otros tantos primos hermanos (Macaco, Cheb Balowski). La formación ha partido desde la Ciudad Condal hacia festivales tan relevantes como Glastonbury o Roskilde y países tan lejanos en lo musical como Hungría, Japón y EE UU para interpretar sus canciones de miras abiertas.

La base de sus conciertos podría ser el flamenco, con sus bulerías y seguirillas. No hay más que ver el origen caló de los títulos de sus discos: Vengue, Bari y ese Techarí que sale a la venta el próximo lunes. Pero donde Chambao lo enfoca hacia el chill out y la tranquilidad, Ojos de Brujo lo hace fiero, funky y hiphopero (World beat lo etiquetan los estudiosos). Ellos se encuentran más cercanos a las efusividades festivas de Mano Negra o esos Asian Dub Foundation (otros maestros en eso de mezclar culturas, en su caso anglo-hindús) que la banda catalana versionea en directo.

También hay momentazos discotequeros, ambientes jazzys y mucho homenaje latino y sabrosón en las melodías. Destacan los solos del soplador cubano Carlos Sarduy, digno sucesor del Tito Puente más festivo. Todo bien regado de proyecciones visuales, haciendo que en las más de ¿dos horas y media! de concierto la abarrotada sala no bajara su atención ante el espectáculo heterogéneo y jubiloso.

Si ya el jueves alucinamos con los movimientos imparables de Mayumana, el viernes no parpadeamos ante el derroche de energía que vimos en el concierto de Ojos de Brujo. Solo falta que hoy, los chicos de corto sigan con la racha de aciertos y expresiones fibrosas en el cercano escenario de Anoeta.

Sidonie: Trío calavera

Más de tres centenares de personas se acercaron a la sala Zibbibo donostiarra (no sólo de Rock Star vive Illunbe) a ver y disfrutar con el concierto de los catalanes Sidonie.

Nacidos como trío y plantados como quinteto, con la suma de dos estajanovistas en forma de percusionista y teclista, los chicos venían a presentar Fascinado, su cuarta publicación musical y la primera de sus aventuras en castellano.

Poco les importaba a los fans de la vieja escuela allí presentes, esos que reventaban el Bukowski donostiarra cuando estos chicos eran unos completos desconocidos, que ahora les haya dado por emplear el idioma de Cervantes para cantar sus temas.

Unas canciones ‘hispanas’ que, quien sabe si por conocer la calaña de los presentes o porque realmente la gira se ha montado así, iban goteando su aparición en la lista de temas. Y si algo nos quedó claro es que el tracklist estaba montado de manera mucho más inteligente y efectiva que en anteriores visitas.

Ahora se disfruta, y mucho, de su puesta en escena, y no como antes, que aquello parecía el Club de la Comedia con música de fondo. El bajista no ha perdido ni un ápice de chispa (ni de laca en el pelo), y cuando se suelta con la voz no desmerece en absoluto. Quién pudiera tocar el sitar como él.