Saltar al contenido

Ojos de Brujo: Fusión alcalina

Y allí que se arrancaban a palmas, a bailoteos de Feria de Abril girando las manos y poniendo esa cara que a ratos parece de sentío y otras de villano de película muda, los centenares de asistentes al concierto que la banda Ojos de Brujo ofreció el viernes en la sala donostiarra Rock Star.

El sobrenombre de banda pocas veces estará mejor puesto. Porque menuda trouppe la que aparece en el escenario en los conciertos de este colectivo de sonidos sureños. Allá que se plantan un batería que a veces usa los palos y otras sus propias palmas, un percusionista, un bajista, un rapero acelerado y rígido en los fraseos, dos coristas, una guitarra española y un trompetista.

También vemos una bailaora flamenca en algunas canciones, aprovechando el foco que deja la cantante Marina Abad. Voz poderosa y recia, de corte aflamencado, la moza del micro principal es andaluza en gracejo y palabrerío. Aprovechaba los espacios entre tema y tema para reivindicaciones globales y saladas exposiciones. Charletas a las que había que estar atento, ya saben, que las silabas viajan recortadas por el aire.

Ojos de Brujo son importantes corresponsales de esas fusiones musicales modernas, arrabaleras, libertinas y respetuosas que tanto han calado y variado en la cosmopolita Barcelona, centro neurálgico de estos músicos brujos y de otros tantos primos hermanos (Macaco, Cheb Balowski). La formación ha partido desde la Ciudad Condal hacia festivales tan relevantes como Glastonbury o Roskilde y países tan lejanos en lo musical como Hungría, Japón y EE UU para interpretar sus canciones de miras abiertas.

La base de sus conciertos podría ser el flamenco, con sus bulerías y seguirillas. No hay más que ver el origen caló de los títulos de sus discos: Vengue, Bari y ese Techarí que sale a la venta el próximo lunes. Pero donde Chambao lo enfoca hacia el chill out y la tranquilidad, Ojos de Brujo lo hace fiero, funky y hiphopero (World beat lo etiquetan los estudiosos). Ellos se encuentran más cercanos a las efusividades festivas de Mano Negra o esos Asian Dub Foundation (otros maestros en eso de mezclar culturas, en su caso anglo-hindús) que la banda catalana versionea en directo.

También hay momentazos discotequeros, ambientes jazzys y mucho homenaje latino y sabrosón en las melodías. Destacan los solos del soplador cubano Carlos Sarduy, digno sucesor del Tito Puente más festivo. Todo bien regado de proyecciones visuales, haciendo que en las más de ¿dos horas y media! de concierto la abarrotada sala no bajara su atención ante el espectáculo heterogéneo y jubiloso.

Si ya el jueves alucinamos con los movimientos imparables de Mayumana, el viernes no parpadeamos ante el derroche de energía que vimos en el concierto de Ojos de Brujo. Solo falta que hoy, los chicos de corto sigan con la racha de aciertos y expresiones fibrosas en el cercano escenario de Anoeta.

Publicado enCríticas de conciertos

Sé el primero en comentar

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *