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Juan Luis Etxeberria Entradas

Jazzaldia 2012: Pura elegancia bajo el sol

Náutico: Dícese del zapato ligero utilizado en ocasiones informales. Con suela de goma, este calzado se creó a principios del siglo XX. Como nuestro Náutico, el emblemático edificio de Aizpurua /Labayen situado en la entrada del puerto donostiarra, construído en 1905.

En sus terrazas públicas ya se han asentado las carpas que el Jazzaldia ha montado los últimos años. Espacio en el que DJs y bandas en pequeño formato amenizan las tardes a los numerosos presentes. Si acompaña el sol, como sucedió ayer, las vistas de la bahía pueden emplearse para dejar descansar la vista en el horizonte de manera inmejorable. De ello puede dar fe Hyperpotamus, el madrileño que actúa esta noche en San Telmo y que, refresco en mano, paseaba por el lugar.

Los náuticos llevan suela antideslizante. Quien sabe si para que el respetable no trastabillara sus bailes ante las músicas del neoyorquino Nickodemus, quien vino acompañado de un saxofonista. O por las energías desprendidas de las canciones lanzadas por los posteriores Dj Arka y DJ Makala (un hombre feliz tras haberse desfogado la noche anterior con su Jazz Funk Band en el Be Bop capitalino). Tonos cálidos y sabrosos, caribeños, latinos, africanos, brasileños. Latitudes de clima templado en las que suele ser habitual, acertaron, el uso de los zapatos náuticos.

Esta idea bautizada como ‘Nauticool’ se estira hasta el domingo. Y si en su plan de hoy está pasar por la zona, apunten al menos un nombre: DJ Punko. En la maleta de este donostiarra viajan algunos de los mejores singles de raíz negra. Si prefieren música interpretada en vivo y con aires jazzeros, Jazz Triangle puede ser la respuesta que buscan. O AupaQuartet, cuarteto de cuerda cuyos miembros forman parte de esos Et Incarnatus que acompañan a Antony en su cita donostiarra.

St.Vincent, Mursego: Autoras divergentes

Las fiestas del “Día de la Música” en Donostia tenían como plato fuerte la doble actuación de Mursego y St. Vincent. Dos formaciones nada habituales que cuentan con una chica al frente.

En el caso de Mursego (Maite Arrotajauregi) la suma de componentes humanos acaba pronto, dado que actúa en solitario. Y su compañía en esta ocasión fue más ligera y comedida: El chelo, su siempre fiel compañero digital que elabora loops sobre instantes que la eibartarra interpreta en directo, un autoharpa, unos palos infantiles, un xilófono, y poco más.

No importó. Los elementos nunca definirán el increíble arte de esta autora que no se apoya en los estilos musicales. Y Dios quiera que siga así, surcando los cielos creativos sin pararse mucho rato en ninguno de ellos. Porque una de sus mayores virtudes es conseguir transmitir esa supuesta informalidad, esa diversión. Como si todo fuera un juego (que se apoya en una formación clásica, ojo) que empieza y acaba atrapándote.

En esta ocasión, el firmante se quedó con los amores mostrados a África y el toque hiphop. Hubo muchos temas nuevos en una lista que sonó más sobria que de costumbre. Quizás el teatro influya en las composiciones elegidas, quizás a las nuevas les falte un par de giros. Quizás, quizás, quizás.

Allo Darlin´: «Europe»

La pizpireta banda de Elisabeth Morris se pone seria para este segundo trabajo, sin que ello signifique perder la capacidad de entregar grandes canciones.

La dama se abrocha la pajarita de Robert Foster y le quita el foco principal al ukelele (acertado en ‘Some People Say’) para darle peso a las guitarras: El resultado: Perlas de pop eterno del calibre de ‘Capricornia’, ‘Northern Lights’ o ‘The Letter’. ¡Viva el verano!

Phantasma: Mucho arte y ensayo

El festival itinerante Homeless llega a un lugar de recogimiento, el Seminario donostiarra, para estrenar “Phantasma”, proyecto que une a dos de los creadores más interesantes de nuestro panorama, Rafael Berrio y Mursego, en un montaje audiovisual y de espectro experimental. Hablamos con ellos para que nos iluminen las entretelas.

¿Cómo surge la entente?

Rafael Berrio – El verano pasado asistí a un concierto de Mursego y me gustó mucho. Establecimos un ensayo a la semana sin material previo. Solo sentarse y tocar improvisando. Poco a poco fuimos creando este repertorio de 14 números.

¿Por qué el nombre de “phantasma”?

R.B- Hace alusión al desdoblamiento, a la réplica, a la existencia aparente. Es una alegoría del entramado sonoro tan característico creado por Mursego cuando maneja su máquina Loop Station.

¿Qué camino deseabais explorar con este proyecto?

R.B.- El de las artes escénicas, la performance, el arte sonoro, de la plasticidad de la palabra hablada. Algo más allá que un concierto convencional de música pop.

¿Cuál es el hilo conductor?

R.B – Son números independientes, a primera vista sin relación entre sí. Pero hay un tenue hilo que los une y que no es evidente sino que se insinúa. Es un halago a la inteligencia del “respetable”.

M.- Partimos del existencialismo y de los existencialistas. De algún sitio había que empezar.

Javier Corcobado: Dulce chatarra

Intérpretes: Javier Corcobado (voz, guitarra, saxo), Juan Pérez Marina (guitarra), Sergio Devece (bajo), Jesús Alonso (batería). Lugar: Teatro Principal (Donostia). Día: 25 de mayo del 2012. Asistencia: unas 100 personas.

Concentrado y excesivo a ratos. Saludando poco. Dando un par de veces las gracias. Así es Javier Corcobado, defensor de esa “poesía de vertedero” a la que le canta. Con letras rotas, visuales. Melancolías hirientes. Poses sentidas. Y voces recias.

Su último viaje es un homenaje a sus amores, acercando versiones de crooner a las oscuridades pasadas. La formula funciona, mejor cuanto más lírico se pone, cuanto más se acerca al tango (‘Te estoy queriendo tanto’), se lanza al desierto (como en su adaptación de Serge Gainsbourg) o defiende la canción castellana, caso de ‘La ladrada del afilador’. Su hora y media de actuación se pasa volando entre traumas y guitarrazos, entre sedas y piezas rotas. Un buen retorno.

Joel Alme: A Tender Trap

Regio y elegante, como en las viejas producciones de los soingwriters de los años 70, el nuevo disco de este sueco sabe impregnarse del pop de Belle And Sebastian y las orquestaciones de Dusty Springfield o Elvis Presley para entregar una obra magna y exquisita, de esas de ir cantando por la calle como si protagonizaras un vídeo. El único pero puede ser el baño de nostalgia sonora y las dificultades de comprarlo en vinilo.

Diego Vasallo: La vida raspa

Treinta minutos después del pitido -con perdón- inicial de la final de la futbolera Copa del Rey, Vasallo y sus compinches subían al tablado del donostiarra garito Le Bukowski. La gente le esperaba impaciente en las hileras de sillas que se habían dispuesto para la ocasión. Fans que pasaban de pelotas y camisetas. Asistentes que giraban la cabeza para mirar con gesto de desaprobación a quien hablara con un volumen algo elevado. Poco importaba que el parlanchín fuera famoso (que los había) o no. Quien osara romper la magia del autor donostiarra sería castigado con una fulminante firma de ojos.

El ‘Contacto en Francia’, nombre del trío acústico que acompaña en esta gira a Diego Vasallo, complementa y alegra las tonalidades tristonas del compositor. Sus vocales quedan más arrabaleras con el juego de dos guitarras y un contrabajo siempre juguetón. Un amigo, presente en el concierto madrileño de esta serie, llegó a afirmar sorprendido que “el autor parece hasta pasárselo bien sobre el escenario. De verdad, que te juro que se divierte y todo”. Damos fe de que la frase pareció cumplirse en todas y cada una de las quince canciones interpretadas y el terceto que cerró el bis de regalo.

Tonos que abarcaron desde lo inicios con Cabaret Pop, sus primeros pasos lejos de los históricos Duncan Dhu, hasta sus más recientes composiciones. Melodías cantadas con esa mezcla de manta y lija, una voz raspada que se aclaraba a la hora de presentarse o hablar entre canciones. Un hilo que juega a sobrecoger más allá del tono y la letra. Porque las sílabas interpretadas son tristes e íntimas, nocturnas y personales. Elaboradas con un patrón atractivo y añejo. Lejos de las tontadas que unos y otros cantan en los soportes más populares hoy.

Diego Vasallo: Canciones resucitadas

Uno se imagina a Diego Vasallo, bajo esa apariencia tranquila y aparentemente reservada, como un pequeño hervidero de excitaciones. Entiéndanme, su música ha sido – al menos hasta esta noche- un constante viaje hacia el interiorismo expresivo. Como si fuéramos bajando de manera gradual y manual la luz tenue de la lámpara hasta quedarnos casi en tinieblas.

Su antiguo socio en Duncan Dhu, Mikel Erentxun, opinaba que ‘Canciones en ruinas’, su última publicación, era un disco “tenso, áspero, desnudo, seductor. Muy Johnny Cash, Tom Waits”. Diego está de acuerdo. “Creo que tiene razón en los adjetivos. Es crudo y sincero. Lo de las comparaciones con grandes nombres siempre es arriesgado. Espero que suene a Vasallo”.

Siempre lo ha hecho. Desde aquellos juegos de corte británico de Cabaret Pop, denominación con la que comenzó a caminar en solitario. Hasta este último CD. Y la nueva reconversión, anunciada en la hoja promocional como un intento de “resucitar las canciones. Hacerlas revivir y dejarlas, si aún pueden, oscurecer la luz de las farolas”.