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Diego Vasallo: La vida raspa

Treinta minutos después del pitido -con perdón- inicial de la final de la futbolera Copa del Rey, Vasallo y sus compinches subían al tablado del donostiarra garito Le Bukowski. La gente le esperaba impaciente en las hileras de sillas que se habían dispuesto para la ocasión. Fans que pasaban de pelotas y camisetas. Asistentes que giraban la cabeza para mirar con gesto de desaprobación a quien hablara con un volumen algo elevado. Poco importaba que el parlanchín fuera famoso (que los había) o no. Quien osara romper la magia del autor donostiarra sería castigado con una fulminante firma de ojos.

El ‘Contacto en Francia’, nombre del trío acústico que acompaña en esta gira a Diego Vasallo, complementa y alegra las tonalidades tristonas del compositor. Sus vocales quedan más arrabaleras con el juego de dos guitarras y un contrabajo siempre juguetón. Un amigo, presente en el concierto madrileño de esta serie, llegó a afirmar sorprendido que “el autor parece hasta pasárselo bien sobre el escenario. De verdad, que te juro que se divierte y todo”. Damos fe de que la frase pareció cumplirse en todas y cada una de las quince canciones interpretadas y el terceto que cerró el bis de regalo.

Tonos que abarcaron desde lo inicios con Cabaret Pop, sus primeros pasos lejos de los históricos Duncan Dhu, hasta sus más recientes composiciones. Melodías cantadas con esa mezcla de manta y lija, una voz raspada que se aclaraba a la hora de presentarse o hablar entre canciones. Un hilo que juega a sobrecoger más allá del tono y la letra. Porque las sílabas interpretadas son tristes e íntimas, nocturnas y personales. Elaboradas con un patrón atractivo y añejo. Lejos de las tontadas que unos y otros cantan en los soportes más populares hoy.

También hubo espacio para las versiones, entre las que destacó un personalísimo repaso al ‘Please, please, please, let me get what i want’ de los británicos The Smiths. Y visitas puntuales al cancionero mallorquín y la discografía de Enrique Urquijo (Los Secretos). Siempre con esa mezcla de jazz portuario, taberna lisboeta, country de ejecutantes rumanos y plazuela de tangos que los afrancesados intérpretes elaboraban con gran pericia y elegante sobriedad. Arropando sutilmente con sus acolchados timbres la obra de un donostiarra que pronto volverá a su pasión diaria, pintar. Plasmando en sus lienzos esa idea de vida insatisfecha que el pasado viernes nos soltó a través del micrófono en Donostia y de la que tendremos nuevas pistas, sonoras y dibujadas, a partir del 2013.

Publicado enCríticas de conciertos

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