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Mes: julio 2011

La buena música es impermeable

Aplausos. Todos los del mundo, y uno más. Para los organizadores, por tener que lidiar con los jarros de agua que caen del cielo. Para los actuantes, por intentar superar la tristeza de que tu cita cuente con una foto tan calada. Pero sobre todo para los asistentes a las actuaciones que el Jazzaldia había dispuesto en sus últimas jornadas festivas. Gentes que al mal tiempo le pusieron buena cara y abrigo impermeable.

Hay que tener mucha vitalidad para no dejarse amedrentar por nuestra ya famosa lluvia horizontal. Chaparrones que unidos a la ventisca costera hacen que el agua te pegue por todas partes y tus paraguas acaben siendo obras deconstruidas de algún happening modernista.

Como bien supondrán, esta desagradable situación alteró el programa de actos. Los escenarios gratuitos más expuestos al litoral sufrieron una cascada de suspensiones, recortando su listado de manera drástica. Del domingo noche, por ejemplo, solo quedó a flote la visita de los franceses Odezenne. Lo suyo tiene gran raigambre en el país vecino. Voces hiphoperas sobre bases programadas en un ordenador, con rasgados de vinilos, algo de danza y guitarrazos que despiertan las conciencias.

Sonidos underground

Los aguaceros también trastocaron la plantilla de ayer lunes. Se suspendieron los conciertos programados en las terrazas del Náutico y Kursaal. Algunos cambiaron de ubicación. Mursego y MobyDick pudieron trasladar sus músicas a la coqueta y, sobre todo, resguardada Sala Club del Teatro Victoria Eugenia.Fue una alegría que alguna de las más interesantes propuestas unipersonales de nuestro panorama pop-rockero pudiera presentarse ante los ojos y los oídos de gentes que no suelen bucear en mundos underground.

Jackson Browne: Simplemente delicioso

El Jazzaldia donostiarra guardaba como colofón de sus actos gratuitos la actuación del norteamericano Jackson Browne. Una cita que, si exceptuamos la siempre molesta influencia de un clima tan agreste como el nuestro, que convierte el final de julio en un otoño cualquiera, respondió a las expectativas. O las elevó aún más.

La velada en el escenario principal de la zona de la playa arrancó con Dawes, formación que más tarde haría de banda de acompañamiento (o ‘backing band’, que dicen los anglófilos) en el paseo dulce y terso de los tonos de Browne. Pero cada cosa a su tiempo.

El cuarteto estadounidense cuenta con dos discos en la calle. Trabajos repletos de pasajes tranquilos que recuerdan las obras de Neil Young, The Eagles o The Band. El último parentesco tiene continuación. Dawes han sido el apoyo sonoro elegido por Robbie Robertson, otrora líder de la formación canadiense, para presentar las canciones de su último CD, ‘How to Become Clairevoyant’.

En la cita donostiarra, los californianos añadieron bastante chicha a sus composiciones. Sobre el escenario festivalero, y al abrigo de un batería que brincaba físicamente para poder realizar todos los movimientos que su cabeza ideaba, las canciones de Dawes sintieron en sus acordes un emocionante chute de vitalidad.

En la Zurriola, bajo el paraguas de lo gratuito

Y tras mucho amenazar, nuestro querido sirimiri hizo acto de presencia el dichoso domingo, día grande en lo referente a los paseos gratuitos diurnos. Tampoco llovió de manera sorprendente, pero molestó lo suficiente para que más de uno decidiera quedarse a cubierto. ¿Los escenarios? Bien, gracias. Hace falta una tormenta salvaje para que las actuaciones se suspendan.

Y los pobres Thee Brandy Hips, uno de los conciertos secretos del día de guardar, pelearon contra los elementos. Las canciones nuevas de los donostiarras son muy atractivas y el foco que el Heineken Jazzaldia les ofreció, en el espacio principal de la playa de la Zurriola, quedó aguado bajo la intermitente llovizna. Una pena, porque sus nuevos temas brillan sobre nubes y borrascas. Si ustedes fueron de los que se quedaron viendo el paseíllo parisino del Tour, apunten su nombre para próximas actuaciones. No les defraudarán.

«Una vez vista la picha, macho, seguro». Es el comentario que dejó el director jazzero Miguel Martín en su activo blog festivalero. No importa a santo de qué lo escribía, pero nos sirve de respuesta para el canto que más de uno entonó la tarde de gabardinas por los cambios del escenario de la terraza superior del Kursaal, antes cubierta y ahora abierta. El Dynamic Trío, habitual del certamen guipuzcoano, tiene poca culpa. Ellos ofrecieron lo que mejor saben hacer: músicas jazzeras modernas para oyentes atentos. Por desgracia, las inclemencias les impidieron desplegar todo su repertorio, quedando su propuesta en unos escasos veinte minutos.

Los bordeleses United Fools ni siquiera tuvieron esa suerte porque ni saltaron al escenario porque arreció la lluvia y, lo que es peor, el viento, el más temido elemento por la organización.

Vasco y discotequero

También hubo algo de agua, pero poca, en la noche del sábado. Aunque eso no ahuyentó a los miles de espectadores que siguieron atentos las festivas músicas de los británicos Crystal Fighters, una banda que se ha ido empapando de nuestra cultura euskaldun para mezclarla con la música de baile más potente.

Punk y jazz, de la mano en la playa

La tarde de ayer arrancó en la sobremesa, con el café gratuito que regalaban las chicas de Frigo. Sobre el escenario de idéntico pagador, el primero de los conciertos secretos que nuestro Jazzaldia programó en sus escenarios el sábado por la tarde. Ya saben, esos actos que los promotores anuncian justo la noche anterior haciendo buen uso de las redes sociales tipo Twitter o Facebook.

Para cuando ustedes lean estas líneas, el director del certamen y los suyos ya habrán lanzado un nuevo parte informativo, anunciando la hora y el emplazamiento de la actuación de los poperos donostiarras Thee Brandy Hips. Recomendamos encarecidamente la asistencia, para poder disfrutar de las soberbias y novísimas canciones del quinteto, aún por publicar en formato CD.

Pero el corte de cinta, del día y de la propuesta, le correspondió al también koxkero Bo, en un concierto probablemente irrepetible. No tanto por la autenticidad del evento, cuya calificación dejo en manos del resto de presentes, sino por la posibilidad de ver al cantor, barbudo lobo solitario, con una banda de acompañamiento.

Comenzaron repasando viejos éxitos del rock mundial, atacando a la Creedence Clearwater Revival y Tom Waits con gran respeto. Y la banda fue apareciendo, con un guitarra solista visualmente expresivo, para hacer una bella y distinguida versión de Violent Femmes y un ‘Fever’ de John Davenport que sirvió para soltar el nervio acumulado del cantante y mostrar su vozarrón habitual. Por cierto, si quieren sonreír un buen rato, busquen en internet la impresionante versión que la cubana La Lupe hizo de dicho tema.

Del resto de la comparecencia de los guipuzcoanos nos quedamos con el hecho de haber bordado con pasmosa facilidad – y no le vean dobles sentidos a lo que leerán a partir de ahora- el ‘After Hours’ cantado por la dama de la Velvet Underground.

Las nubes seguían bordeando los recintos, dejando bonitas postales fotográficas sin efectos acuosos de por medio. La bonanza hizo que los actos posteriores tuvieran buena respuesta asistencial, con algunos intérpretes repitiendo cita. Los abogados alemanes de la Wiesbadener Juristenband volvieron a plisar nuestras chaquetas apoyándose en sus interpretaciones de canciones eternas, sentando jurisprudencia con sus sentencias melódicas felices y sonrientes.

Crystal Fighters: Británicos fascinados por la cultura vasca

¿Unos ingleses que miran nuestras costumbres para elaborar sus canciones? Así es. El nombre del grupo viene de una ópera escrita en el País Vasco. En sus canciones suenan tamboriles, txistus y unas txalapartas que se traen de gira. Y conocen nuestros usos de manera casi académica.

Pero no se esperen una espatadantza digital. A nivel musical hay guitarras heavies, flamenco, tonos medievales, fraseos a lo Manu Chao, canciones pop o influencias de New Order. Siempre con el techno acelerado como metrónomo.

Hablamos con Sebastian Pringle, cantante y guitarrista principal, que admite que su nombre «viene por la capital de Gipuzkoa. De pequeño estuve varias veces de visita, y luego he vuelto al País Vasco para tocar o comprar instrumentos». Señores que sugieren nombres para el Tambor de oro donostiarra, apunten el de este mozo y sus colegas.

-¿De qué trataba aquella inspiradora ópera?
-Era sobre un grupo salvaje que experimentaban con la música a principios de los años 20. La expresión Crystal Fighters hacía referencia a una forma de vida festiva.
– La Navarra de vuestras biografías es un estado mental, no un lugar de encuentro.
-Fue un camino que nos permitió unirnos, con esta cultura alucinante como inspiración y base de nuestra instrumentación.
– Y habéis estado grabando en la comunidad foral.
– Una experiencia genial, pero demasiado corta. Estar de gira te impide pasar más de una semana en un mismo lugar. Esperamos volver en octubre, tras los conciertos en Australia, para seguir trabajando en las futuras composiciones y adentrarnos más en la historia.
– Afirmáis que el nexo de todo el álbum es la tradición vasca.
– A la hora de escribir las canciones, lo hacíamos con melodías vascas clásicas girando en nuestra cabeza, y con la tristeza y la pasión que brotaba de los escritos líricos. Era un desafío atractivo, unir nuestra música con estas tradiciones en las que nos estábamos sumergiendo, tocando unos instrumentos que estábamos aprendiendo a utilizar.
– Euskadi es siempre referencia.
– Cuando imaginábamos cómo deseábamos que fuera nuestra banda, estábamos fascinados por vuestra cultura. Queríamos transmitir esa admiración al resto del mundo. Desde los trajes y las figuras mitológicas, hasta la compleja e increíble historia del lugar y cómo se ha mantenido única a lo largo de los siglos. Pensábamos mucho en ello a la hora de componer y poner los títulos.
-Vuestro tema ‘In summer’ tiene el origen en el carnaval de Lantz.
-En esa canción también hay un txistu. El ritmo principal de ‘Champion Sound’ se basa en una vieja pieza interpretada con dicho instrumento, llamada ‘Arizkun’. En ‘Solar Sister’ los sonidos de teclado son una adaptación de la sagardantza. Y la caja de la batería de ‘Follow’ es un ‘danbolin’ (sic) que encontré en Bilbao.
– ¿Por qué llamasteis al disco Star Of Love?
-Aprendimos que el sol, eguzki, es uno de los motivos centrales del folklore vasco. El título también nos gustaba como una atractiva metáfora del astro luminoso. El acrónimo, SOL, acabó por darle la coherencia que buscábamos.
-¿Conocéis grupos vascos?
-Nos encanta Delorean. Nos hemos encontrado un par de veces por el mundo. Recuerdo especialmente un festival en Barcelona con ellos, El Guincho, Za! (que nos vuelven locos) y Toro y Moi.
-Y os gustan Aviador Dro y Eskorbuto
-Sí, me los pasaban mis colegas españoles. El Jazzaldia contará con la exclusiva mundial, si todo sale bien, de nuestra versión de ‘Fiesta de los maniquíes’, de Golpes Bajos.

Cut Copy: «Nos gusta transmitir la energía que sentimos, que la gente se mueva»

Fieles a la tradición de cerrar su escenario gratuito más potente con músicas enfocadas a la pista de baile, los australianos Cut Copy aterrizan hoy en Donostia para presentar su tercera y más reciente publicación, ‘Zonoscope’, y agitar todas las caderas posibles. Con músicas que gustarán a jóvenes modernotes. Y menos jóvenes. Los espectadores ya cuarentones volverán a su inconsciente mocedad con los temas del cuarteto ‘aussie’.

Porque parecen haber viajado en el tiempo a la época de las hombreras de capitán de fragata, los cardados y los coloretes aplicados con una pistola de pintura. Su música suena a OMD, Talking Heads o Fleetwood Mac pasado por el ordenador. El bajista Ben Browning sintetiza la idea: «El hilo común es la fascinación que sentimos por los sintetizadores».

Esa mezcla es la que excita las membranas de los más jovencitos, que -sin querer generalizar- suelen pasar bastante aún de los rollos de sus mayores. Porque Cut Copy es pop para la pista de baile. Son parte de la generación ‘Animal Collective’, banda que en 2009 actuó en este mismo festival donostiarra. Primos hermanos de Deerhunter. Constructores de melodías volátiles que invitan a bailar con los brazos levantados y pegando botes, sin mostrarse oscuras como las de las discotecas tardías ni sobradas en los volúmenes del bombo. Siempre con la melodía como guía. Y para pilotos, el señor Browning, que responde al cuestionario sobre ‘Zonoscope’

– ¿Por qué titulásteis así vuestro tercer CD? Suena a aparato médico.
– Es un tipo de lente fotográfica. Lo inventó un director de cine algo chalado que perdió la cabeza en la jungla amazónica en 1974. Apareció en el estudio cuando estábamos grabando el disco y nos contó sus insanas experiencias, las cuales inspiraron la música de este álbum.
– Un trabajo más tranquilo, más reflexivo que los anteriores
– Pienso que la gente siente este ‘zonoscopio’ de maneras muy distintas. Para unos se puede bailar casi sin parar, incluso más que los anteriores. Otros opinan que es una recopilación más tranquila. ¿Mi opinión? Puede que a nivel de tiempos sí que pueda ser más pausado, pero tiene más ‘groove’. Y las que son más aceleradas tienen un punto más ensoñador.
-Tranquilidad, baile. ¿Hacia qué lado se decanta la balanza en vuestros conciertos?
-Hacia el más agitado. Nos gusta transmitir la energía que sentimos y que la gente se mueva en nuestros shows. Los hace más divertidos para los intérpretes y, espero, más alegres para los espectadores.
– Los sonidos que empleáis tienen un pie en el pasado. ‘Pharaons and pyramids’ y ‘hanging onto…’ nos llevan a los años 80 del tecnopop.
– Nos gustan y nos inspiran un montón de obras antiguas. Hay mucha música por descubrir, puedes pasarte toda la vida intentado escuchar lo que se hizo antes de 1980 y no llegar a oír ni la mitad de cosas que puedes considerar básicas. En este album, por ejemplo, estábamos muy influenciados por Brian Eno. Nos encantan los discos que produjo y los que grabó en solitario.
-Y otra zancada en el presente. ‘Take me over’ o ‘Corner to the sky’ suenan muy actuales.
-Durante la grabación escuchábamos mucho a Ariel Pink, Animal Collective y Deerhunter, sobre todo. Todo influirá, supongo.
-¿Qué otras bandas de música electrónica os gustan?
-Hay muchas cosas interesantes hoy en día. A mí personalmente me encantan ‘Toro Y Moi’ y Washed Out.
-Presente, pasado. Y futuro. Me hipnotiza uno de vuestros títulos: ‘Strange nostalgia for the future’ (‘extraña nostalgia por el futuro’).
– Se refiere al interés que despiertan en nosotros esas visiones futuristas del pasado, presentes en películas y libros que han acabado siendo obsoletas. En este disco quisimos crear un sonido que te invitara a pensar que puede ser un CD de 1978 o del 2015.
– ¿Cuál es la harina que liga todos los gustos?
– El hilo común es la fascinación que sentimos por los sintetizadores. En este, por ejemplo, hemos usado mucho el CS-80, un sinte enorme usado en su día por Kraftwerk o la ELO. Obviamente, para completar nuestras creaciones combinamos la electrónica, predominante en todas ellas, con percusiones acústicas y guitarras.
– Hablando de percusiones, ahora están son más visibles
– Las hemos empleado de forma distinta, como arranque compositivo de algunos temas. Además de centrarnos en la melodía y los acordes, nos hemos pasado mucho tiempo experimentando e improvisando con instrumentos de percusión. ‘Take me over’ muestra esas pruebas de manera muy palpable, aunque todos los surcos cuenten con detalles de este tipo.
– ¿Debemos tomar ‘Sun God’, los más de quince minutos que cierran el ‘Zonoscope’, como una presentación de los futuros pasos?
– No sabemos cómo sonarán nuestras próximas canciones. Queremos continuar con un sonido cada vez más envolvente y tratando de no repetir lo ya realizado. Teníamos claro que ‘Sun God’ iba a ser el último corte, debía serlo. Por eso montamos esa orgía de sintetizadores.

Dean Wareham: 20 años no son nada

1991. La URSS deja de existir oficialmente. Un vídeo amateur filma la paliza que varios policías de Los Ángeles le propinaron a Rodney King. El Parlamento de Sudáfrica suprime el apartheid. Miguel Indurain gana su primer Tour de Francia. Freddie Mercury, vocalista de Queen, muere en Londres. Primal Scream publican “Screamadelica” y Stone Roses, su venerado debut. Y, bueno, Guns and Roses sacan su doble “Use Your Illusion”.

Ese mismo año, tres jóvenes de la Universidad de Harvard – Dean Wareham, Naomi Yang y Damon Krukowski- publican en la discográfica Rough Trade (un par de años antes había salido en otra minúscula editorial) el CD “Today”. Ejecuciones imperfectas, temas lentos, voces elevadas pasadas de reverberación. Entre La Velvet Underground y los Young Marble Giants. Galaxie 500 comenzaba a hacer historia en las habitaciones de los más apasionados para, con el paso del tiempo, elevarse en las otrora importantes “college radio” norteamericanas para acabar convirtiéndose en un grupo fundamental en la discografía de cualquier acérrimo del pop etéreo y ensoñador.

Tras varios discos de estudio (recientemente reeditados) y uno en vivo, la aventura se disolvió. Dean Wareham, siempre elegante, define la situación actual de sus miembros como si de una separación se tratara. “Mantenemos el contacto vía email. Hicimos 3 discos juntos, son nuestros niños. Aunque ahora estemos divorciados, necesitamos hablar sobre ellos de vez en cuando”.

La pareja (también en la vida real) Damon & Naomi sigue editando discos y regentando una pequeña editorial. Wareham montó Luna, una banda de estructuras y sonidos más clásicos que le dio mayor popularidad. El cantante y guitarrista norteamericano retorna ahora a los escenarios, en formato trío, con las canciones de su primera formación. Temas adorables y fascinantes que, si hacemos caso a lo prometido, intentarán sonar de la manera más fiel al original.

¿Cuando y porqué decidiste recuperar estas canciones?

Todo comenzó con una propuesta del festival castellonense Tanned Tin. Recuperamos diez canciones y recuerdo que pensé que la banda había sonado realmente bien en aquella cita. Al poco tiempo, en el año 2010, Domino Records reeditó los discos originales, y ya que me había aprendido de nuevo las canciones pensé que debería tocarlas en más ocasiones.

¿Por qué sentiste que debías hacerlo ahora?

Han pasado veinte años, un número redondo, desde que los discos vieron la luz por primera vez. No sé, probablemente solo lo hubiera hecho una sola vez, para la petición original. Pero tras aquella actuación comenzaron a llamarme para que lo volviera a hacer. Gente del All Tomorrow Parties en Inglaterra, por ejemplo, y tuve otras ofertas de Japón o San Francisco.

Debes tener muchas emociones, viajes y sentimientos en estas canciones de tu juventud.

Si, al principio fue muy extraño. Sobre todo la cita en la ciudad donde Galaxie 500 grabamos nuestro disco “Copenhague”. Interpretar canciones que había escrito hace dos décadas, sobre gente de la que estaba enamorada hace veinte años. Me lleva de vuelta a ese momento de mi vida personal, y te hace pensar sobre todo aquello.

En Europa predominaba el shoegaze, el EEUU el Grunge. Y vosotros, a lo vuestro…

Bueno, a mí no me gustaban esos estilos de música. Creo que estábamos un poco fuera de nuestro tiempo. Más interesados en la música del pasado cercano.

Recuerdo leer sobre una noche loca con Arthur Lee en París, en una suerte de jam eterna y bien drogada.

Mi vida, obra y milagros están recopilados en el libro “Black Postcard”. Pero no creas que eramos habituales de los círculos de las estrellas. Bueno, recuerdo salir de cocaína con los Cocteau Twins. Y al día siguiente tenía una jam session con Sterling Morrison (Velvet Underground) para grabar algo en “Bewitched”, el segundo álbum de Luna. Pensé que me iba a morir. Pero no, aquí sigo (risas).

Vivian Girls: Una banda feliz con poso melancólico

Guitarras sucias, composiciones casi punks y sonidos con mucho eco, dignos de una maqueta grabada en un local de ensayo. Así eran las melodías de los primeros dos trabajos discográficos de las neoyorquinas Vivian Girls.
Un mundo editorial en el que no es sencillo seguirles la pista, con la infinidad de proyectos paralelos que mantienen vivos -All Saints Day, Coasting, La Sera- y esas giras que les posan en su vivienda lo justo para vaciar el buzón y poner dos lavadoras.

«Hacemos canciones cuando no estamos de gira y hasta en las propias giras», cuenta la cantante y guitarrista Cassie Ramone, apellido rockero de raigambre en su ciudad. «De Nueva York nos encantan Widowspeak, Dutch Treat, Ramones, The Velvet Underground o Sonic Youth. Sin olvidar a The Wipers, Dead Moon o Puffy Shoes».

El trío norteamericano, que toma su nombre de una tortuosa obra de Henry Darger, lo tenía todo para triunfar. Asentadas en el barrio de Brooklyn («un gran sitio para hacer música y tener un grupo»), su música voló por internet. Sonaban frescas, crudas y directas. «¡Si, siempre jóvenes!».Menos vaporosas, más cabreadas, pero igual de encantadoras y de amateurs que las tonadas de Galaxie 500. «Sus canciones eran geniales, nos encantan. Será un placer tocar antes de Dean Wareham y los suyos».

Pero algo cambió en ‘Share The Joy’, el tercer CD de estas muchachas. Un increíble salto cualitativo en lo sonoro y lo creativo. Sin abandonar las viejas formas, entregan temas que no puedes escuchar menos de 6 veces seguidas, como ‘I hear you say’.

Una mezcla entre Phil Spector y Jesus And Mary Chain repleta de arrebatadores juegos vocales. De la mano, el aire 50´s de ‘Take it as it comes’ o el tono inocente de ‘Dance if you wanna’. Ahora todo suena más brillante. «No deja de ser una progresión natural. Buscamos crecer y expandirnos, pero sin forzarnos a nada».

El exitoso pasado se puede disfrutar en las novísimas ‘Death’, ‘Lake House’, ‘Time to Pretend» o ‘Vanishing Of Time’ y ese arranque tan propio de los seminales Beat Happening. Temas que en su conjunto también nos recuerdan a Black Tambourine, banda semidesconocida que, a modo de fan fatal, escribió un tema titulado ‘Throw Aggi off the bridge’ dedicado al cantante de los Pastels (Aggi era el nombre de su pareja). Las chicas confirman el parentesco tamborilero y afirmando que ellas le harían los mismo a cualquier chica que se «entrometiera ante el chico de nuestros amores». ¿Recuperarán dicho tema para su playera cita donostiarra de esta noche? «Hemos hecho ya muchas versiones en nuestra vida, pero ahora solo tocamos el ‘Sixteen Ways’ del grupo Green On Red».

Escuchando del CD, nos imaginamos a Vivian Girls haciendo girar en el estudio los discos de ya mentado Spector y sus arrebatadoras orquestas. Una verdad a medias. «Aquellos días escuchábamos muchísimo a Neil Young. También a Patience and Prudence y Steely Dan. Pero el título del álbum lo tomamos de un tema triste y precioso de Burt Bacharach. Se adapta como un guante al concepto que tenemos de nuestra banda. Una mezcla entre un nombre que suena feliz, divertido, pero con un fondo melancólico».

Nos despedimos preguntándoles por sus sitios preferidos para actuar. «Nos han gustado casi todos. Acabamos de tocar en Japón, Hong Kong y Bangkok y cada cita era más impresionante que la anterior»). Veremos si Donostia y su escenario playero consiguen encandilarles de idéntica manera. Si el tiempo lo permite, la opción no es descabellada.