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Punk y jazz, de la mano en la playa

La tarde de ayer arrancó en la sobremesa, con el café gratuito que regalaban las chicas de Frigo. Sobre el escenario de idéntico pagador, el primero de los conciertos secretos que nuestro Jazzaldia programó en sus escenarios el sábado por la tarde. Ya saben, esos actos que los promotores anuncian justo la noche anterior haciendo buen uso de las redes sociales tipo Twitter o Facebook.

Para cuando ustedes lean estas líneas, el director del certamen y los suyos ya habrán lanzado un nuevo parte informativo, anunciando la hora y el emplazamiento de la actuación de los poperos donostiarras Thee Brandy Hips. Recomendamos encarecidamente la asistencia, para poder disfrutar de las soberbias y novísimas canciones del quinteto, aún por publicar en formato CD.

Pero el corte de cinta, del día y de la propuesta, le correspondió al también koxkero Bo, en un concierto probablemente irrepetible. No tanto por la autenticidad del evento, cuya calificación dejo en manos del resto de presentes, sino por la posibilidad de ver al cantor, barbudo lobo solitario, con una banda de acompañamiento.

Comenzaron repasando viejos éxitos del rock mundial, atacando a la Creedence Clearwater Revival y Tom Waits con gran respeto. Y la banda fue apareciendo, con un guitarra solista visualmente expresivo, para hacer una bella y distinguida versión de Violent Femmes y un ‘Fever’ de John Davenport que sirvió para soltar el nervio acumulado del cantante y mostrar su vozarrón habitual. Por cierto, si quieren sonreír un buen rato, busquen en internet la impresionante versión que la cubana La Lupe hizo de dicho tema.

Del resto de la comparecencia de los guipuzcoanos nos quedamos con el hecho de haber bordado con pasmosa facilidad – y no le vean dobles sentidos a lo que leerán a partir de ahora- el ‘After Hours’ cantado por la dama de la Velvet Underground.

Las nubes seguían bordeando los recintos, dejando bonitas postales fotográficas sin efectos acuosos de por medio. La bonanza hizo que los actos posteriores tuvieran buena respuesta asistencial, con algunos intérpretes repitiendo cita. Los abogados alemanes de la Wiesbadener Juristenband volvieron a plisar nuestras chaquetas apoyándose en sus interpretaciones de canciones eternas, sentando jurisprudencia con sus sentencias melódicas felices y sonrientes.

Y cremosas. De eso se encargó la Elkano Browning Cream, que con Mikel Azpiroz al frente de un teclado que en sus manos siempre suena excelso, cerró sus apariciones de este año. Fue el postre sonoro del escenario Frigo. La noche anterior ya habían dado buena cuenta de sus acertados pasajes en los exteriores de los cubos donostiarras. A ratos tirando hacia el gitaneo de Kusturika. O reinterpretando viejas tonadas propias y externas con acierto y vitalidad.

Más clásico fue el Horacio Fumero Trío en el coqueto recinto publicitado por la marca Coca Cola. El contrabajista que da nombre al grupo, miembro durante muchos años del grupo que acompañaba a Tete Montoliú, exprimió las emociones de sus cuerdas ante el numeroso público presente.

Conciertos señoriales

La noche anterior las norteamericanas y bien tatuadas Vivian Girls habían arrasado la playa con sus geniales composiciones punk pop, convirtiendo el señorial escenario Heineken en un garito undrerground. Qué maravilla, qué alegría, qué mala baba, qué pegada y vaya melodías. Impresionantes y sin apenas concesiones, al comienzo se centraron en las tonadas más decoradas de su último disco ‘Share the Joy’ para, una vez pasado el primer tercio, acelerar como Contador bajando un puerto, atravesando un camino lleno de guitarreos sucios y ritmos imparables.

Ya en el terreno llano y rodador, su compatriota René Marie sonó tersa, dulce y suave en el escenario dispuesto para su expresividad. De timbre exquisito, su banda le puso un buen somier para remolonear sobre el jazz vocal que con tanto arte domina. Mientras, la ración de flamenquito fusión se adueñó del escenario líquido refrigerante de colores rojizos y blancos. El duende de Lizana Group se improvisó unos soplidos refrescantes y tremendamente contagiosos.

La noche se cerraba con una cita muy especial. El Jazzaldia presentaba a Dean Wareham recuperando las canciones de su primer grupo, Galaxie 500, en esa suerte de conciertos-homenaje a discos o bandas imperecederas tan en boga en los últimos tiempos.

El anunciado trío, que solo cuenta con el mentado como miembro original actual, se amplió con la incorporación de Miguel M. Matallín (de la banda valenciana Polar) como segundo rasgador rítmico. La revisita fue más guitarrera que lo registrado en los discos, manteniendo la simplicidad inicial y cambiando las vaporosidades por entonaciones más rockeras, cercanas a esos Luna que Wareham dirigió hasta hace pocos años.

Publicado enCríticas de conciertosReportajes

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