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Mes: julio 2010

I Am Kloot: “Sky At Night”

Preciosidad clásica del folk inglés. El enfoque pop de Richard Hawley. Expresado a un volumen amigable, con un tono vocal terso.

Dejando que la luz natural entre en las canciones antes oscuras. Así es el nuevo CD de este trío de Manchester, un trabajo bastante asequible que intuimos sonará sin parar en las radios (inglesas, claro).

Noche de vino y colas en el playa.

Terminó el Escenario Verde con éxito total de público con Divine Comedy y los ‘Pains’. Estos últimos, ‘The Pains of Being Pure at Heart’, abarrotaron la Zurriola con sus pop guitarrero y repitieron cien veces su adoración por San Sebastián y el kalimotxo.

De quitarse el sombrero. El bombín, en este caso. Neil Hannon, el gurú del grupo Divine Comedy, uno de los mejores compositores de pop de los últimos 20 años, ofreció el concierto más sobresaliente de toda la zona gratuita del Heineken Jazzaldia 2010.

¿Cómo demostrar tamaña afirmación? Pues alucinando con la oferta: un solo, un piano y una voz en un escenario abierto e inmenso, el del Escenario Verde en la playa de la Zurriola, atacando canciones cuya ejecución erizaba los vellos.

Melodías eternas que el sencillo acompañamiento elevaba a los altares del pop, un sitio que ya ocupan Burt Bacharach y el resto de gentlemen’. Neil Hannon, un menudo ‘entertainer’ (o viceversa) que nunca pierde la elegancia británica. Si Jarvis Cocker (el cantante y lider de Pulp) escribe sus canciones con boli y papel, este irlandés lo hace con una pluma de ave y tinta china.

Arrancó con su mejor canción de los últimos años (‘At The Indie Disco’), un gesto de confianza. Le siguieron versiones de MGMT, bailes jocosamente autocriticados, sorbos de una copa de vino (en la que se volvía a servir de la botella) entre temas y chistes en mitad de las partituras. Interpretando algunos de sus clásicos como ‘Everybody Knows That I Love You’ y ‘Tonight We Fly’ y derrando su noche con ese ‘Can You Stand Upon One Leg?’ y su falsete de 30 segundos ejecutado entre gestos desenfadados para asombro del público.

Aunque para comedias divinas, las de las colas de los baños portátiles. Por mucho que abunden los evacuatorios, las aglomeraciones traen consigo filas más o menos eternas. Era muy divertido fijarse en los bailes involuntarios de la gente, buscando retrasar lo máximo su inscripción en la cola adelgazante.

Pop imberbe de Nueva York con ‘ The Pains of Being Pure at Heart’

La noche se cerraba -exceptuando las versiones ‘topolino’ de la The New Swing Orchestra y un excelente Antoni Tosmos Trío- con la actuación de The Pains Of Being Pure At Heart. Una imberbe banda de Nueva York que ha resucitado los años 90 más ‘indies’. Bebiendo directamente de formaciones candorosas y/o ruidosas como Jesus And Mary Chain, Ride, My Bloody Valentine o New Order (por nombrar algunas que ustedes pueden conocer), su pop guitarrero y melódico caló entre el numeroso público presente.

BiFunk: Hermanos sopladores.

¿Recuerdan aquello de las ciudades hermanadas? Esa moda que algunos conocimos a finales del siglo pasado gracias a la cual nuestros gestores firmaban acuerdos de colaboración con ciudades del resto del mundo.

Donostia cayó en esas redes asociativas, alcanzando acuerdos con urbes alemanas, africanas. Y poblaciones italianas como Trento.

De esa ciudad del Alto-Aligio llegan Bifunk, ‘brass band’ andante de sonidos funk, jazz clásico, blues y aires latinos. Combo que anima las calles por las que desfila poniendo al público a bailar. Sociedad formada por varios componentes de la New Project Swing Orchestra (grupo que también actúa esta noche, en el Escenario Frigo de las terrazas traseras del Kursaal). Hablamos con uno de sus miembros, Fiorenzo Zeni, saxofonista de ambas agrupaciones. Un enamorado de la ciudad, el funk y las melodías italianas eternas.

¿Funcionan los hermanamientos a nivel musical?

Bifunk nos estrenamos más allá de las fronteras italianas. Pero con New Project Swing Orchestra ya estuvimos en San Sebastián, con aquel delicioso proyecto llamado ‘Beatles in Jazz’. Estamos encantados de poder volver. Es una ciudad maravillosa. Y no solo hablo del jazz…

Hagamos un poco de historia.

BF nacimos el año pasado, por encargo del festival Suedtirol-Jazzfestival. No hay muchas formaciones de este tipo en nuestro país. Algunas pequeñas bandas que tocan algo relacionado con el funk. Y las tradicionales, que interpretan marchas militares y esas cosas tradicionales. No tienen un hueco para la improvisación. Nosotros sí.

Divine Comedy: La canción que cierra la discoteca.

Siempre ocurría lo mismo. Estirabas la noche aguileña y al final te pinchaban una canción para –intentar- bailar con algún socio/a. Te ponías en posición de Felix Rodríguez de la Fuente, pero las aves siempre pasaban de largo, ahuyentadas por tus prismáticos.

En España ese banderazo final solía ser algún nesquik compositivo de rápida caducidad. En Inglaterra, más de una vez, los garitos encendían sus luces –conmigo dentro- al son de The Divine Comedy, la banda que esta noche despedirá el atardecer donostiarra desde el Escenario Heineken del Jazzaldia.

Quizás por eso se me escapara una sonrisa al descubrir que el primer single de ‘Bang Goes The Knighthood’, el último CD de la banda de Neil Hannon, tenía el ingenioso título de ‘At The Indie Disco’. Risita que se convirtió en carcajada al prestar atención a la letra.

Demonios, Hannon lo había vuelto a hacer. Trillones de referencias a la cultura británica musical independiente sobre un enganchón fondo popero y saltarín, con ese arreglo orquestal que sale de la nada y te atrapa sin remedio. Una foto certera sobre amores visuales, poses estáticas y anhelos de juventud. Intentaremos traducirlo para ustedes. ‘Bajo un poster de Morrissey con un manojo de flores.[…] Saltando a la pista con Tainted love.[…] Danos Pixies, (Stone) Roses y (My Bloody) Valentines. Danos Blur, (The) Cure, y algo de los Wannadies’. Los años 90 de la revista New Musical Express, sintetizados en 22 líneas de texto.

Canciones pegadizas para niños

Neil la explica con su habitual sorna.’Realmente, al hacerla estaba pensando en una canción “catchy” (pegadiza) de pop para niños. Hasta que un amigo la escuchó y me dijo que le había trasladado a su adolescencia. Descubrió que soy un historiador social”. Y un genial compositor, pero eso ya lo sabíamos todos.

The Very Best: El corazón caliente de la pista de baile.

autor: http://www.flickr.com/photos/evabravo/“Un malauí, un francés y un sueco se encuentran en una tienda de Londres y…”. Lo que empieza como un chiste urbano acaba como The Very Best, una de las formaciones más interesantes del panorama electrónico-bailongo africanista.

La historia es bien curiosa: Esau Mwamwaya (cantante) trabajaba en una tienda de bicis, a la que entró el franchute Etienne Tron (productor y DJ). Se pusieron a hablar de música y el europeo acabó invitando al africano a su estudio de grabación para meter voces en la formación que compartía con Johan Karlberg (productor y DJ). “Sí, esas cosas que solo pueden pasar en la ciudad del Tamesis”, nos confirma entre risas el propio Karlberg, que actuará esta noche con sus colegas en el Heineken Jazzaldia.

La capital inglesa sigue imparable.

Hiperactiva. La escena funky es muy potente, los raperos más duros están metiéndole mano a las canciones de baile, el ‘dubstep’ no ha decrecido en energía ni impacto. ¿Quieres una lista de mis favoritos? Doctor P, Mumdance, L-vis 1990, Crazy Cousinz. O The Hackney Empire, una banda muy festiva que mezcla músicas del Este con los sonidos tórridos del corazón de Africa.

Vuestra repercusión empezó con las mixtapes de remezclas, que os consiguieron trabajos con Lily Allen, Justin Timberlake, Santigold, Britney Spears, TV On The Radio,…

Si, las mixtapes son cintas en las que recogemos nuestras adaptaciones de las canciones que más nos gustan. De ahí salieron las versiones de Yeasayer, Michael Jackson o M.I.A. que ahora interpretamos en directo.

La anglo-británica es un referente en vuestra carrera.

A M.I.A. la conocemos desde el 2002. Es una tía con un talento increíble. Ha sido un placer trabajar con ella en nuestro disco (La anglo-hindú canta en “Rain Dance”, una de las perlas del CD).

Alucinando bajo la lluvia.

Las nubes que se posaron sobre Donostia dejaron un poco de agua y toneladas de deliciosas músicas del mundo, con los japoneses Shibuza Shirazu Orchestra como reyes absolutos del Jazzaldia.

http://www.flickr.com/photos/ascafon/4271474355/

A nuestro certamen musical veraniego pueden venir solistas virtuosos. Creadores únicos. Formaciones en forma. Viejas leyendas. Gentes en conciertos alimentarios. Tocando jazz, pop, soul o drum&bass. Pero ninguna – repito, ninguna, jamás, nunca- será como la Shibuza Shirazu Orchestra. Su concierto, que sirvió de cierre a la jornada inaugural del Jazzaldia, fue demencial, increíble, imponente, lisérgico, feliz, deslumbrante, disparatado. Y todos los sinónimos elevados y emocionantes que se les ocurran.

Un señor pintando un dragón en un lateral, una ‘banana dancer’ (señora con dos plátanos gigantes en las manos), un bailarín de ‘Butō’ que se subió por la estructura en la parte final de la velada, un cantante-animador vestido de algo similar a un luchador de sumo, videoproyecciones sicodélicas y ‘korrikalaris’, un gigantesco dragón de helio que se paseó por el público en la canción más hermosa de la noche…

Todo dirigido por Fuwa Daisuke, el director de orquesta que devoraba – y fotografiaba al mismo tiempo- el jamón serrano de la zona de invitados. El encargado de dirigir la soberbia ‘big band’ de mil y un sonidos: Ska, soul digno de James Brown, sinfonías de Lalo Schifrin, gitanadas de Emir Kusturica, pop, jazz, rock guitarrero. Una mezcla arrabalera digna de las fiestas de nuestro barrio que sus manos se convirtió en el concierto más impresionante que verá el Heineken Jazzaldia en años. O siglos.

Nada que reprocharle al resto de la noche. Mari Boine fue una delicia melódica. Con un euskera fluido que ya quisieran para sí nuestros políticos de barnetegi, la cantante sami ahuyentó la lluvia con su voz recia y delicada. Una banda impecable que deslizaba armonías mediterráneas, jazzeras y norteñas, mantras indio-lapones que hipnotizaban a los asistentes.

A la misma hora, los experimentales Supersilent convirtieron la carpa Heineken en un acto diurno del festival de música electrónica Sonar. Duramos pocos minutos. Por decirlo de manera adecuada y educada, no era el día. Aunque los hubo que salieron sin pisar el suelo.

Mari Boine pone al Jazzaldia sonido africano, mediterráneo y lapón.

La cantante escandinava Mari Boine llenará la playa de la Zurriola con sus canciones de música global. Presenta ‘Sterna Paradisea’, un CD con sonidos africanos, mediterráneos y lapones.

La de Mari Boine es una carrera de búsquedas y contrastes. Más de 20 años cantándole al mundo desde las lejanías del pueblo Sami localizado en el norte de Escandinavia (una región natural que abarca el territorio más boreal de países como Noruega, Finlandia o Rusia).

Orgullosa de sus conciudadanos lapones y abierta a los sonidos más orgánicos de la world music. Defensora de la visión más naturista del chamanismo y la relación humana con los elementos. Esa es ella.

Nacida cerca del cauce noruego del río Anarjohka, se crió bajo la educación familiar cristiana. «La primera música que escuché fueron los salmos del movimiento fundamentalista cristiano ‘Laestadian’. Los colonos trajeron el cristianismo y le dijeron a los Sami que tenían que olvidarse de su antigua religión y sus composiciones. Aún hay un montón de gente perteneciente a la generación de mis padres que no la acepta. Dicen que es la obra del diablo. La que cantas cuando estás borracho. Porque los colonos también trajeron el alcohol». Ay, benditos colonos…

De esa etapa inicial mantiene Mari Boine ciertas tonalidades vocales embriagadoras -musicalmente, se entiende-. Pero pronto enraizó en la cultura sonora de su región, el ‘joik’: giros sobre el propio tono, un chorro de voz repetitivo y más pentatónico. Con unas letras compuestas de largas conjunciones de vocales. Trazos muy melódicos que brotan sin consonantes que las frenen.

Shibusa Shirazu Orchestra, el concierto de los japoneses locos que no te puedes perder.

El de Shibusa Shirazu Orchestra es el concierto que no te puedes perder de este Heineken Jazzaldia. Etiquetados como ‘free-fazz’, tienen más de lo primero que de lo segundo, dado que improvisan buena parte de sus piezas.

La inclasificable banda asiática Shibusa Shirazu Orchestra cierra el programa inaugural del festival, con su mezcla imposible de música, teatro y danza. Si por bemoles y corcheas este texto tuviera que ser breve cual mensaje de teléfono móvil, su contenido estaría muy claro: «Es el concierto que no te puedes perder del Heineken Jazzaldia».

Ojo al dato: Esta agrupación nipona, cuyo esclarecedor nombre vendría a significar «nunca seas cool/guay», cuenta con 25 personas sobre el escenario cuando aterrizan en Europa. 17 de ellas tocan instrumentos y el resto bailan o actúan. Y su número se suele elevar hasta los 35 miembros en las giras por su país, incluyendo un ‘banana dancer’ (¿?), un pintor y un VideoJockey.

Cualquiera de sus vídeos (muy recomendables sus actuaciones en Inglaterra o el festival Fuji) da cuenta de la festiva majadería que manejan estos japoneses.