Ayer asistí a la primera de las veladas que Mikel Erentxun va a ofrecer en el Teatro Victoria Eugenia de Donostia. Espacio al que sólo les faltaron algunos invitados para rozar el lleno en este primer día, estando los dos siguientes (hoy viernes y mañana sábado) a reventar.
Ambiente familiar, mucha cara amiga y compañera de fatigas agasajando al artista en esta cita multimedia que nos ofrecerá en el futuro CD y película de corte «documental musical de autor«. El jueves a la noche no vimos cámaras, pero el autor nos recordó un par de veces que ya le había dado al rec sónico tras el primer guitarrrazo.
Bueno, por partes, que guitarras hubo como si aquello fuera una subasta de Ebay. Muchas de caja, todas preciosas, todas lustrosas, varias que tan sólo se diferenciaban por el color de su cromado. Pero guitarrazos, los que se dice hacer vibrar la cuerda, los justos.
Y eso que los socios de Erentxun (con el comentario de sus pintas Patata batiría el record mundial de toques de balón) son de aúpa. Una banda, ya por disposición escénica (menuda fiesta de Vox y Twin reverbs) como por experiencia y enfoque, podría ser lo más cercano a Wilco o Catpower que se pueda montar por estas tierras y a la que le pesó, quizás por nervios, su actitud profesional frente a la expresividad musiquera.