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Etiqueta: jazzaldia

Jazzaldia: Dulce atardecer

El sol fue tumbándose poco a poco la tarde del sábado, dejándonos como fondo sonoro unos conciertos interesantes y atractivos. Nuestra primer parada bordeó la larga cola del bar helado que Heineken ha colocado en el Paseo de la Zurriola para recalar en la actuación del grupo catalán Miyagui.

Sí, una denominación muy similar a la del profesor de la película Karate Kid. El cuarteto también dio cera y pulió la cera. Marchosos en el arranque grunge, sus canciones podían haber salido de algún de Pearl Jam. También hubo pasos más funkies y una guitarreada versión de Kylie Minogue. Sobrados en la ejecución, convencieron a un público que fue bajandola media de edad con el paso de los minutos.

También se mostraron excelsos los miembros de New Mood Trío, pero a la hora de sugerir. El suyo fue un concierto excelente, tan calmado como evocador y siempre con los golpeos espaciados: Los sonidos porteños de acordeon, los dulces paseos por el contrabajo y los golpeos de un batería que mima su instrumento, sus canciones sonaban a sueños ambientales, blues o chanson francesa, a película de bajos fondos, a momentos experimentales de gran sosiego.

La cita continuó con no menos estrellas, con el folk guitarrero de War on Drugs, la potencia funk-soul de Black Joe Lewis y sus Honeybears y el pop anglófilo de los franceses Calc. No olvidamos el siempre interesante Open Mike, un momento amateur abierto a todos aquellos artistas y grupos musicales que desearon actuar en directo sin una previa selección y sin limitación de estilo. Una mezcla que es buen ejemplo del caracter heterogéneo de nuestro Jazzaldia.

Jazzaldia 2009: Jake Shimabukuro, Russian Red, …

Gorka Larrumbide y J.L. Etxeberria

Al Jazzaldia le tocaba estrenar aún la playa de la Zurriola. Y el día no pudo salir más redondo. Los escenarios gratuitos lucían ayer bonitos, soleados, divertidos.

Casi con puntualidad británica la efervescencia jazzística arrancaba tímidamente a las 18.30 mientras los bañistas apuraban la chicharrina playera. El sonido de las baterías, los bajos y las voces cálidas de los intérpretes animaban a acercarse.

Por allí desfilaron chancletas, bikinis, bañadores, gafas de sol y bronceados, y como quien no quiere la cosa, las terrazas se fueron llenado. Flor Begue y Cristina Montull Trio abrieron la mano. La banda se dio a conocer al público donostiarra el pasado diciembre en Altxerri con la interpretación de standards clásicos de jazz.

Ayer repitieron programa en el espacio Frigo. Los componentes del trío, todos ellos alumnos de Musikene, demostraron su valía con Flor a la cabeza. Sonó cuco, suave, apetecible. Gustó y se fueron vitoreados, no sin antes regalarnos una propina «más marchosa».

Conciertos en el escenario Verde, por la tarde

Los más puristas tenían una cita ineludible con In The Country en la carpa Heineken. Por allí se vio al jefe de todo esto, al director del Jazzaldia Miguel Martín, que gustoso aplaudía a la ya reconocida como mejor banda noruega de jazz. Sonaron contundentes con su música en estado puro.

El proyecto Chronology Quartet, creado recientemente en Musikene y la poderosa agrupación navarra Gregario Deluxe deleitaron en los impasses en los que el escenario verde descansaba del rugir de Russian Red y Vetusta Morla, los más aclamados de la noche.

Jazzaldia 2008: Agitando la arena

El Domingo se cerró el Jazzaldia con infinidad de actuaciones al aire libre y buena respuesta popular. Gentes que empezaron horizontales sobre la arena de la Zurriola y tendieron a erguirse con la actuación de la franco-nigeriana Asa.

Charlatana pero menos que en su última visita a la capital guipuzcoana, las cadencias caribeñas y africanas pasadas por cierto tamiz pop-R´n´B británico casaban perfectamente con la tarde playera.

Tan dulce que a unos hacía levitar y a otros opinar que aquello era “música para escuchar cuando pones unas lavadoras”, la propuesta consiguió conectar con un público que a la finalización del concierto hizo desaparecer los CDs de la dama en el stand de discos de las terrazas del Kursaal.

Por cierto, que en la lista de ventas de dicha carpa Keith Jarrett y Diana Krall han arrasado, y Benjamin Biolay, Música Nuda y Stefano Di Battista han ahuecado sus estantes particulares hasta la aparición de polvo en ellos.

El día se fue, apareció la noche, y la suavidad sonora se convirtió en trueno bailongo. Los mexicanos DaPuntoBeat ofrecieron un potentísimo concierto sobre el escenario callejero principal. Con preferencia por el lado instrumental y las canciones largas, su oferta mezcló el funk de bajos saturados, la pegada casi rock de Chemical Brothers (con lo que comparten el gusto por los crescendos), las maneras cantoras con mucho vocoder de Air y la mezcla de modernidad y tradición de Daft Punk o The Freestylers.

Kings Of Convencience: Día de reyes

Hay que tener valor (y el termostato roto) para venirse de Noruega a tocar a la cálida Donostia y plantarse sobre el escenario con un jersey. Vale que fuera una chulada de prenda, sobre todo en la percha del díscolo Erlend “Wally” Øye. Pero sorprendía ver a Kings Of Convencience tan vestiditos sobre el tablado playero. Lo que no sorprendió tanto fue la bella estampa pop que ofrecieron. Si esto es el dichoso debate sobre el futuro del Jazzaldia, bienvenido sea.

Muy cabezotas con el tema de las fotos (prohibición total para los reporteros gráficos, toda imagen que vean del concierto será furtiva), la estampa resultó casi cómica: El responsable de Prensa indicándonos nervioso que si el dúo veía un flash se iba directo al hotel, y decenas de móviles y cámaras caseras disparando sus instantáneas a su espalda.

En lo estrictamente musical el concierto fue una gozada. El tierno pop folkie del dúo abrigó a los numerosos asistentes (entre los que estaba el ex seleccionador nacional de baloncesto Pepu Hernandez) en una propuesta que resultó más atractiva si cabe cuando los protagonistas actuaron con la sola compañía de dos guitarras acústicas.

En el paseo nos topamos con la banda de Anthony Braxton. Algunos se quedaron con las ganas de trasmitirles sus opiniones sobre su show, pero a la manera contemporánea: Dándoles las vocales y las consonantes recortadas y sueltas, tirándolas al aire y dejando que ellos las cogieran al vuelo. Han demostrado mucho arte en eso de reconstruir para crear mensajes novedosos.

Lo de Defunkt en el Teatro Victoria Eugenia fue una parranda en toda regla a la que le sobraron los asientos. La gente se levantó como un resorte, ocupando por momentos el pasillo lateral del patio de butacas. La mezcla de músicos añejos con compañeros jovenzuelos -entre los que destacaba un batería soberbio- consiguieron mantener la tensión bailonga y avivar el sonido negro de los años 70.

Steve Coleman & Five Elements + Opus Akoben: ¡Qué gozada (experimental)!

Intérpretes: Steve Coleman (saxo), Johnatan Finlayson (trompeta), Tim Albright (trombón), Jen Shyu (voz), Kokayi (voz), Sub-Z (voz, teclados), Thomas Morgan (bajo), Ezra Greer (bajo), Tyshawn Sorey (bateria), Jay Nichols (batería). Lugar: Teatro Victoria Eugenia (Donostia). Día: 24 julio 2008. Asistencia: Unas 800 personas.

Alucinado. Algo aturdido por lo allí visto y escuchado. Casi mudo. Sonriendo por dentro. Las pocas palabras que nos salían de la boca eran para compartir con los demás la alegría interna. Viendo que hay futuro en esto que llaman música. Lo del pasado jueves en el Teatro Victoria Eugenia fue algo realmente impresionante.

El investigador sonoro (bueno, vale, en su DNI pondrá saxofonista, pero eso es para que no le paren en cada redada musical callejera) Steve Coleman nos regaló una actuación que se debería guardar en DVD de oro macizo en un banco suizo a prueba de radiofórmulas, merchandisings y politonos.

Si falla lo de Suiza, los primeros 40 minutos de actuación con el extra obligado de los últimos 40 deben almacenarse en los baúles más íntimos y gozosos, junto con las cartas de amor juvenil, las joyas familiares, los diplomas y los recortes de periódico que nos mencionan de pasada.

Los que llegábamos vírgenes a lo que es una velada con Coleman no podíamos dar crédito a lo que escuchábamos y veíamos. El protagonista principal acompañado de otros dos sopladores. Una chica oriental utilizando su voz como un instrumento jazzero más: libertino, chocante, operístico, a lo Bjork o soulero. Ezra Greer creando murmullos mientras Nichols pegaba duro (hubo bases que podían haber venido firmadas por Rage Against The Machine) y Tyshawn Sorey se convertía en nuestro faro con su efectiva sensibilidad emocional a las baquetas. Haciendo que Kokayi nos hiciera olvidar los tópicos raperos, metiendo ese elemento urbano sin calzador y llegando a dibujar balbuceos libres al final de la noche.

Steve Coleman sigue tomando el folklore afroamericano (jazz y hip hop) para jugar con él como le de la gana. Fusionándolo sin etiquetas falsas. Casando elementos absolutamente disonantes para construir paisajes embriagadores que, como ocurre en las películas que nos han marcado, deseamos volver a escuchar otra vez, y otra vez, y otra. Buscando esos detalles que con la premisa del directo se nos han escapado.

Entendemos que hubiera deserciones entre los asistentes. Dos horas largas de concierto es una duración excesiva para una propuesta tan arriesgada y diferente. Nosotros mismos admitimos que a mitad de velada dejamos que nuestra mente se llenara un rato de pensamientos impuros y contaminantes. Lo cual no impide afirmar que la actuación del pasado viernes fue algo atractivo, hipnótico y, sí, orgásmico para quienes gozamos con los autores que buscan abrir nuevos ranuras a nuestro corazón de sensaciones. ¿Radiohead? Ja, unos niñatos.

Señoras y señores, Steve Coleman está marcando las directrices de lo que en 5 años se presentará como algo más rompedor que los Beatles en los productos masivos. Si se lo pierden ahora, que aún se divierte con lo que hace, es problema suyo. ¿A dónde decían que iba de gira ahora? A ver, vuelo de Biarritz hasta Londres…

Johnny Winter: Angustia blues

Intérpretes: Johnny Winter (guitarra, voz), Paul Nelson (guitarra), Scott Spray (bajo), Tony Beard (batería). Lugar: Teatro Victoria Eugenia (Donostia). Día: 22 julio 2008. Asistencia: lleno, unas 1200 personas

Con los mitos entrados en años siempre ocurre lo mismo. Los incondicionales alucinan con la sola aparición del nombrado. Los que le siguieron durante una época concreta (y algo lejana) de su vida personal brincan de emoción cuando suenan sus composiciones preferidas. Y los que se dejan caer por la sala colocan en sus comentarios las frases más malsonantes.

Claro que nos acostumbramos mal, y cuando Tom Waits, Bruce Springsteen y los Rolling Stones aterrizan en la ciudad para dar una lección de energía y pundonor más allá del jubileo y vemos que las opiniones son casi todas positivas, nos pensamos que todo el Hall Of Fame es orégano. Johnny Winter nos vino a demostrar ayer lo erróneo de nuestro pensamiento.

En un Victoria Eugenia sin butacas y con una tarima que nivelaba con acierto el piso bajo, el encuentro con un pedazo de historia del blues comenzó con una larga introducción a cargo de la banda de acompañamiento que, sin ninguna intención de hacer un chiste fácil, fue la que mantuvo en pie la actuación.

Destacaron el bajista de escalas enérgicas y el guitarrista de apoyo que apareció en contadas ocasiones. Al batería le dejamos de lado por bemoles. Su control de los palillos era casi idéntico al nuestro en la primera visita al restaurante chino.

Winter ocupaba físicamente el centro del escenario. Sentado en una silla, su cuerpo sufre el envite del tiempo, los numerosos achaques y las insanas adicciones que todo lo enturbian.

Era algo angustioso verle caminar entre el escenario y el lateral. La lástima es que los problemas que tiene en el tren inferior se han contagiado a las extremidades superiores. Y la zurda otrora divina se ha quedado para el arrastre justito entre trastes.

Por mucho que al blues se le condene por lo reiterativo de sus estructuras, los fraseos del albino eran excesivamente simples, ligeramente atascados hasta en los blues más pesados, pecando a veces de jugar al contratiempo con demasiada confianza.

Con una voz apagada por naturaleza y el volumen de los instrumentos acompañantes, la cita tuvo un punto de tristeza para los seguidores viendo el estado físico de su adorado. Gentes que se unieron a las numerosas peticiones del baterista para animar al jefe a que saliera a hacer un bis.

Claro que siempre nos quedará la duda. ¿El público se mostró tan efusivo porque quería dar ánimos a la leyenda, por estar emocionado tras haber conseguido ver a su ídolo en directo o porque les había gustado realmente lo allí escuchado? Si hay que elegir, yo me quedaría con alguna de las dos primeras opciones.

Jazzaldia 2008: Homo Jazzaldius

Visera: Hasta que las pamelas de ascott no se expandan por elmundo, el usuario jazzero llevará su pelo o la ausencia del mismo libre al viento. La mayoría de los actos de la semana suelen ser a cubierto, o con el sol despidiéndose por el horizonte. Otra cosa es que la empresa publicitaria principal regale troqueladas sombras. Niños y mayores (y más mayores aún) lucirán su integradora txapela.

Aviso a principiantes: Los que llevan visera no son los regidores que, sin venir aparentemente a cuento, se ponen a aplaudir en mitad de una canción. El jazz tiene esas cosas de libre expresión en las que se apoya a una parte concreta de una canción que para usted no era nada destacable. No se preocupe, con el paso de los años y las visitas al Jazzaldia usted alcanzará el valor y el bagaje necesarios como para inaugurar dicha marea de salvas. O dejarse llevar por ella cual corriente marina de la Zurriola. Si es un recién llegado y tiene su agenda llena de actos de pago, no estaría de más que se hiciera una inmersión cultural a un nivel más adelantado y se planteara ponerse tacos de pelotari en las manos. Que aquí se aplaude a rabiar y palmas no hay más que dos. De nada.

Aviso a principiantes con niños: Por más que sea un espacio al aire libre y no haya señalizaciones que indiquen los contrario, las terrazas del Kursaal no son inmensos txiki parks con un hilo musical de calidad. Acepte con resignación que alguien, en un momento determinado del día o la noche, le indique que las series de sillas de la carpa interior no son recorridos de karts con patas, o que el Sol agudo de su enternecedor retoño no pega excesivamente con el tono grave del contrabajo, por más que el jazz ande habitualmente por parajes melódicos libertinos y poco habituales.

Gafas: Adiós las gafas inmensas. Vuelven los 80 y los armazones de cartulina, así que los músicos actuantes tocarán ante una audiencia repleta de “steviewonders” y “riskybusinesses”.

Camiseta: La oficial del evento va aumentando su popularidad según pasan los días, aunque cala más en visitantes que en locales. Entre los nuestros habrá más camisetas olímpicas que de apoyo al Tibet, y sobre todas ellas el polo que inunda nuestros paseos veraniegos. Nada de estreno, que es fácil que se nos caiga alguna gota del helado.

Pantalón: La prenda más relevante. Debe valer para el cortado de la tarde, el paseo entre pintxos (curioso, aún no hay costumbre de pagar con tarjeta en estos garitos alimentarios) y sentarse en la playa o en el pretil exterior de las terrazas de los cubos a ver los actos gratuitos. La necesidad de unir elegancia y practicidad hacen que los vaqueros se impongan a shorts y otros estilos perroflauteros. El Homo Jazzerus es más urbanita que hippie, por más que muchos conciertos se celebren en la arena.

Los poseedores de los pantalones anchos de antaño, esas prendas que debían contar con bolsillos anchos para poder meter los CDs y que ahora han quedado obsoletos por falta de uso, aprovechan las virtudes de los mismos para meter los vasos reutilizables en los que se toman sus tragos. El stand de venta de CDs ha quedado a medio camino entre la tienda de anticuario y el puesto de souvenirs.

Calzado: Pocos blannick sobre la alfombra gris del cemento donostiarra y la roja de teatros y auditorios. Debe ser una de las pocas ocasiones en la vida en la que los seguratas y picadores de entradas dejan pasar a gente con chancletas. Cuidado con los cambios de temperatura. El frescor del Kursaal choca con las calentura exterior. Y hay rumores de que si Jarrett escucha un tintinear de dientes suspende el acto ipso facto.

Gotan Project: «El Tango es movimiento»

La banda europeo-argentina y su exitosa fusión de tango y suaves digitalismos es una de las actuaciones más interesantes del Jazzaldia.

Los seguidores de las fórmulas más abiertas y experimentales del jazz tienen hoy una cita ineludible con la banda Gotan Project. Un trío formado en 1999 por el guitarrista argentino Eduardo Makaroff, el músico suizo Christoph H. Müller y el DJ francés Philippe Cohen Solal. Éste último también participó ayer, en su versión pinchadiscos, en la fiesta celebrada en el Peine del Viento.

Nosotros, por cuestiones idiomáticas, hablamos con el primero de los nombrados. Y son precisamente las cosas del lenguaje la que nos hacen extrañarnos de que un músico hispanoparlante decidiera viajar a París y no a otras ciudades europeas en las que se habla su mismo idioma. “Para los músicos de tango el destino francés es recurrente e histórico. El tango nació en Buenos Aires en el siglo XIX. Para el XX ya estaba en París. Fue una música que impresionó y se puso de moda en Francia. Eso hizo que la historia del tango fuera de ida y vuelta. A París fue Carlos Gardel y allí desarrolló su trabajo Astor Piazzolla. Por eso no acabé en España, donde tengo tantos amigos” y familia. Su hermano, el compositor Sergio Makaroff, llegó a la península tras la generación Tequila-Rodríguez.

El viaje a la capital del país vecino también sirvió para mezclar la música tradicional argentina con las versión más jazz-house de los ritmos modernos. “Fue un encuentro entre dos estéticas muy alejadas de sí en realidad. El tango es una música con mucha historia, uno de los grandes estilos del siglo pasado. Piensa que cuando aparecieron las cajas de ritmos tenías como ritmos el vals, bossanova, jazz y tango. La rama electrónica es más joven, pero también universal y sin fronteras”.

La mezcla, tersa y embriagadora, se hace acompañar en ocasiones por mensajes de gentes como Evita Perón o el subcomandante Marcos. “Nosotros no tenemos voluntad de lanzar mensajes “lúcidos” para la gente. Pero con la lucidez que nos queda pensamos que cualquier cosa es política. Lo que hicimos con Gotan Project no surgió tanto de mí como de los otros dos integrantes. Nuestra intención era la de no dejar de lado lo que fue la realidad argentina ni la realidad que vivimos.”

El debut “La revolución del Tango”, se editó en plena crisis de esa “realidad argentina”, en el año 2001. Fue un CD que sorprendió a los seguidores de ambas corrientes, defendiendo que el lado clásico de los grandes estilos está para jugar y experimentar con ellos.

Los discos posteriores, con entradas de estilos como el rap y el jazz más puro, tan sólo han confirmado el espíritu renovador de Gotan Project. “Es verdad que lo que hemos hecho, no se si bueno o malo, es original. Pienso que el tango es seguir en movimiento, seguir creando. Hoy sería raro un grupo británico o español que no componga sus propias canciones. En cambio, los raros en el mundo del tango son precisamente los que inventan. Lo importante es que se siga desarrollando la composición, que siga siendo una música viva”.

En ese afán de experimentación se integraría el nombre de la banda. La denominación tiene su origen en un juego de palabras muy común en el español rioplatense llamado “vesre”, que consiste en invertir el orden de las sílabas en una palabra. Así, la palabra «tango» se convierte en «gotan».

Los sonidos de esta banda afincada en París han sonado en importantes películas y series. Su dulce caminar sonoro ha casado como un guante en filmes como “¿Bailamos?”, “Ocean 12” y “El Caso Bourne” y ha acompañado momentos importantes de teleseries como “Sexo en Nueva York” y “Nick/Tup” (aquí conocida como “A golpe de Bisturí” y su aparición tuvo lugar, casualidades de la vida, en el capítulo emitido el pasado domingo en ETB). “Nosotros nos encontramos gracias a que éramos y somos productores de música de corte audiovisual. Por eso no es extraño que en nuestra música haya un componente sensible a la cinematografía”.

Una sonoridades que, en directo, potencian el lado humano. Se equivocan si piensan que van a ver a 3 señores jugando con sus maquinitas. “Nuestras actuaciones se pueden definir como una mezcla de un concierto de música y un espectáculo de arte moderno, una conversación entre la electrónica y los instrumentos acústicos. Además del bandoneón y el violín viajamos con un cuarteto de cuerda, un piano, un cantante y una guitarra que toco yo. Luego Philippe y Christoph manejan la parte DJ y los efectos”.

Les tanteamos sobre el programa del Jazzaldia. “Se que está Wayne Shorter”. Le refrescamos la memoria con algunos de los nombres más relevantes. “La verdad es que me gustaría ver todo lo que nombras. Aunque estaremos en la ciudad menos tiempo del deseado. La gira de 100 conciertos, que ya ha pasado por Estados Unidos, Australia y Japón, no para. Aunque tiene que hacerlo. Agosto y Septiembre serán meses de descanso. Llevamos más de un año de un sitio para otro. Y hay que echar el freno”.