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Mes: julio 2008

Jazzaldia: Agitando la arena

El Domingo se cerró el Jazzaldia con infinidad de actuaciones al aire libre y buena respuesta popular. Gentes que empezaron horizontales sobre la arena de la Zurriola y tendieron a erguirse con la actuación de la franco-nigeriana Asa. Charlatana pero menos que en su última visita a la capital guipuzcoana, las cadencias caribeñas y africanas pasadas por cierto tamiz pop-R´n´B británico casaban perfectamente con la tarde playera.

Tan dulce que a unos hacía levitar y a otros opinar que aquello era “música para escuchar cuando pones unas lavadoras”, la propuesta consiguió conectar con un público que a la finalización del concierto hizo desaparecer los CDs de la dama en el stand de discos de las terrazas del Kursaal. Por cierto, que en la lista de ventas de dicha carpa Keith Jarrett y Diana Krall han arrasado, y Benjamin Biolay, Música Nuda y Stefano Di Battista han ahuecado sus estantes particulares hasta la aparición de polvo en ellos.

El día se fue, apareció la noche, y la suavidad sonora se convirtió en trueno bailongo. Los mexicanos DaPuntoBeat ofrecieron un potentísimo concierto sobre el escenario callejero principal. Con preferencia por el lado instrumental y las canciones largas, su oferta mezcló el funk de bajos saturados, la pegada casi rock de Chemical Brothers (con lo que comparten el gusto por los crescendos), las maneras cantoras con mucho vocoder de Air y la mezcla de modernidad y tradición de Daft Punk o The Freestylers.

El cierre con el “Another One Bites the Dust” de Queen y “Konnichiwa”, el primer hit del sexteto latino, supuso un broche perfecto a una velada de altos vuelos. Una lástima que los organizadores no hayan podido meter esta actuación la víspera de algún festivo. La Zurriola se hubiera convertido en una impresionante macrodiscoteca al aire libre.

Nuestra ruta tenía una última parada en la actualización de los temas de Jimi Hendrix que Christy Doran, Erika Stucky, Fredy Studer y Jamaaladeen Tacuma realizaron en el escenario de la terraza de los cubos. Una recreación tersa y con cierto toque jazzero que jamás de los jamases hay que analizar tomando el original en la otra mano. Porque el genial músico norteamericano igual levantaba la tapa del féretro para quemar un par de instrumentos de nuevo.

Sería un acto casi incomprensible para la multitud de espectadores presentes, atentos y gozosos ante lo que el cuarteto ofrecía la noche del domingo. Quien sabe, quizás a la edad media-alta de los asistentes le gusta ahora más las versiones adultas de los temas que en la juventud melenuda conseguían casi de estraperlo.

La adaptación del cuarteto fue correcta jugando a ser enérgica y en ocasiones libertina. Aspecto este último potenciado por la vocalista Erika Stucky, un alma sin ataduras que convertía el espacio escénico en un teatro de expresión corporal: A su preciosa voz se unieron en ocasiones cantos en cuclillas o sentada en un sofá, con chillidos suaves sobre punteos revisionistas. La fiesta terminó con decenas de personas bailando en el espacio que separaba las sillas a pie de calle y el escenario.

Jazzaldia 2008: Agitando la arena

El Domingo se cerró el Jazzaldia con infinidad de actuaciones al aire libre y buena respuesta popular. Gentes que empezaron horizontales sobre la arena de la Zurriola y tendieron a erguirse con la actuación de la franco-nigeriana Asa.

Charlatana pero menos que en su última visita a la capital guipuzcoana, las cadencias caribeñas y africanas pasadas por cierto tamiz pop-R´n´B británico casaban perfectamente con la tarde playera.

Tan dulce que a unos hacía levitar y a otros opinar que aquello era “música para escuchar cuando pones unas lavadoras”, la propuesta consiguió conectar con un público que a la finalización del concierto hizo desaparecer los CDs de la dama en el stand de discos de las terrazas del Kursaal.

Por cierto, que en la lista de ventas de dicha carpa Keith Jarrett y Diana Krall han arrasado, y Benjamin Biolay, Música Nuda y Stefano Di Battista han ahuecado sus estantes particulares hasta la aparición de polvo en ellos.

El día se fue, apareció la noche, y la suavidad sonora se convirtió en trueno bailongo. Los mexicanos DaPuntoBeat ofrecieron un potentísimo concierto sobre el escenario callejero principal. Con preferencia por el lado instrumental y las canciones largas, su oferta mezcló el funk de bajos saturados, la pegada casi rock de Chemical Brothers (con lo que comparten el gusto por los crescendos), las maneras cantoras con mucho vocoder de Air y la mezcla de modernidad y tradición de Daft Punk o The Freestylers.

Kings Of Convencience: Día de reyes

Hay que tener valor (y el termostato roto) para venirse de Noruega a tocar a la cálida Donostia y plantarse sobre el escenario con un jersey. Vale que fuera una chulada de prenda, sobre todo en la percha del díscolo Erlend “Wally” Øye. Pero sorprendía ver a Kings Of Convencience tan vestiditos sobre el tablado playero. Lo que no sorprendió tanto fue la bella estampa pop que ofrecieron. Si esto es el dichoso debate sobre el futuro del Jazzaldia, bienvenido sea.

Muy cabezotas con el tema de las fotos (prohibición total para los reporteros gráficos, toda imagen que vean del concierto será furtiva), la estampa resultó casi cómica: El responsable de Prensa indicándonos nervioso que si el dúo veía un flash se iba directo al hotel, y decenas de móviles y cámaras caseras disparando sus instantáneas a su espalda.

En lo estrictamente musical el concierto fue una gozada. El tierno pop folkie del dúo abrigó a los numerosos asistentes (entre los que estaba el ex seleccionador nacional de baloncesto Pepu Hernandez) en una propuesta que resultó más atractiva si cabe cuando los protagonistas actuaron con la sola compañía de dos guitarras acústicas.

En el paseo nos topamos con la banda de Anthony Braxton. Algunos se quedaron con las ganas de trasmitirles sus opiniones sobre su show, pero a la manera contemporánea: Dándoles las vocales y las consonantes recortadas y sueltas, tirándolas al aire y dejando que ellos las cogieran al vuelo. Han demostrado mucho arte en eso de reconstruir para crear mensajes novedosos.

Lo de Defunkt en el Teatro Victoria Eugenia fue una parranda en toda regla a la que le sobraron los asientos. La gente se levantó como un resorte, ocupando por momentos el pasillo lateral del patio de butacas. La mezcla de músicos añejos con compañeros jovenzuelos -entre los que destacaba un batería soberbio- consiguieron mantener la tensión bailonga y avivar el sonido negro de los años 70.

Bugge Wesseltoft: Una maravillosa experiencia

Intérpretes: Bugge Wesseltoft (piano, electrónica, voz). Día: 26 julio 2008. Lugar: Teatro Victoria Eugenia (Donostia). Asistencia: unas 600 personas

Ya vendrán las voces oficiales a hacer valoraciones, pero en este Jazzaldia ha habido muchas cosas destacables, y la mayoría para bien. Puristas, paseantes, rupturistas y niños bien tendrán sus quinielas particulares. Y en muchas de ellas aparecerá, de forma más o menos destacada, la última de las actuaciones de Bugge Wesseltoft.

Lo de última lo apuntamos porque la de este año no era la primera visita del noruego a nuestro certamen musical. Los promotores habían colocado su actuación a una hora peligrosa, las dos de la mañana de la noche de actuaciones sin fin. Poco importó. El hombre de apellido imposible volvió a deslumbrar a los presentes.

Con la compañía de un piano y demostrando que los aparatos electrónicos que viajaban con él son muy aprovechables sin tener que sonar fríos, el señor Bugge Wesseltoft ofreció un concierto acongojante (por no decir otra cosa) que dejó a la gente soldada a sus asientos.

Nos sigue pareciendo mentira cómo un creador puede llegar a emocionar con tanta sencillez y poca compañía. Cómo la belleza de la música clásica puede asomar el hocico en un concierto que el compositor denomina “New Conception of Jazz” y otros más animados titularán “música romántica de nuevo cuño y espectro universal”. Porque es impresionante la habilidad del autor a la hora de crear y transmitir bellas sensaciones.

Solapando capas sobre capas creadas en el instante, Wesseltoft dibujaba con las teclas del piano unos contrapuntos perfectos a los evocadores pasajes digitales que iba construyendo con elegancia. Tapando manualmente las teclas blancas y negras que iba pulsando para luego introducirlas en un bucle infinito. La técnica explotaba en un río de sensaciones placenteras, muchas de ellas de inspiración tristona.

Terrible, abrupto y descorazonador fue el final de una obra sonora que dejó al borde del abismo emocional a los espectadores que nos pasamos por el teatro. Muchos deseamos que aquel momento, aquella catarata de emociones, no hubiera acabado jamás.

Steve Coleman & Five Elements + Opus Akoben: ¡Qué gozada (experimental)!

Intérpretes: Steve Coleman (saxo), Johnatan Finlayson (trompeta), Tim Albright (trombón), Jen Shyu (voz), Kokayi (voz), Sub-Z (voz, teclados), Thomas Morgan (bajo), Ezra Greer (bajo), Tyshawn Sorey (bateria), Jay Nichols (batería). Lugar: Teatro Victoria Eugenia (Donostia). Día: 24 julio 2008. Asistencia: Unas 800 personas.

Alucinado. Algo aturdido por lo allí visto y escuchado. Casi mudo. Sonriendo por dentro. Las pocas palabras que nos salían de la boca eran para compartir con los demás la alegría interna. Viendo que hay futuro en esto que llaman música. Lo del pasado jueves en el Teatro Victoria Eugenia fue algo realmente impresionante.

El investigador sonoro (bueno, vale, en su DNI pondrá saxofonista, pero eso es para que no le paren en cada redada musical callejera) Steve Coleman nos regaló una actuación que se debería guardar en DVD de oro macizo en un banco suizo a prueba de radiofórmulas, merchandisings y politonos.

Si falla lo de Suiza, los primeros 40 minutos de actuación con el extra obligado de los últimos 40 deben almacenarse en los baúles más íntimos y gozosos, junto con las cartas de amor juvenil, las joyas familiares, los diplomas y los recortes de periódico que nos mencionan de pasada.

Los que llegábamos vírgenes a lo que es una velada con Coleman no podíamos dar crédito a lo que escuchábamos y veíamos. El protagonista principal acompañado de otros dos sopladores. Una chica oriental utilizando su voz como un instrumento jazzero más: libertino, chocante, operístico, a lo Bjork o soulero. Ezra Greer creando murmullos mientras Nichols pegaba duro (hubo bases que podían haber venido firmadas por Rage Against The Machine) y Tyshawn Sorey se convertía en nuestro faro con su efectiva sensibilidad emocional a las baquetas. Haciendo que Kokayi nos hiciera olvidar los tópicos raperos, metiendo ese elemento urbano sin calzador y llegando a dibujar balbuceos libres al final de la noche.

Steve Coleman sigue tomando el folklore afroamericano (jazz y hip hop) para jugar con él como le de la gana. Fusionándolo sin etiquetas falsas. Casando elementos absolutamente disonantes para construir paisajes embriagadores que, como ocurre en las películas que nos han marcado, deseamos volver a escuchar otra vez, y otra vez, y otra. Buscando esos detalles que con la premisa del directo se nos han escapado.

Entendemos que hubiera deserciones entre los asistentes. Dos horas largas de concierto es una duración excesiva para una propuesta tan arriesgada y diferente. Nosotros mismos admitimos que a mitad de velada dejamos que nuestra mente se llenara un rato de pensamientos impuros y contaminantes. Lo cual no impide afirmar que la actuación del pasado viernes fue algo atractivo, hipnótico y, sí, orgásmico para quienes gozamos con los autores que buscan abrir nuevos ranuras a nuestro corazón de sensaciones. ¿Radiohead? Ja, unos niñatos.

Señoras y señores, Steve Coleman está marcando las directrices de lo que en 5 años se presentará como algo más rompedor que los Beatles en los productos masivos. Si se lo pierden ahora, que aún se divierte con lo que hace, es problema suyo. ¿A dónde decían que iba de gira ahora? A ver, vuelo de Biarritz hasta Londres…

Maceo Parker: Entre la partitura y la espontaneidad

Interpretes: Maceo Parker (saxo, voz), Rodney «Skeet» Curtis (bajo), Poogie Bell (batería), Michael Abene (director), WDR Big Band Orquesta. Lugar: Teatro Victoria Eugenia (Donostia). Día: 24 julio 2008. Asistencia: lleno, unas 1200 personas

Maceo Parker es un hombre inquieto. Se le ve en los andares escénicos, en sus sonrisas, en sus gritos aprendidos tras años de comandar la banda de James Brown. Tras colaborar con todo bicho viviente en el funk, pop y rock más convencional, ahora le ha dado por construir con la WDR Big Band Orquesta el CD “Roots’n’Grooves”, un sentido homenaje aperturista a las grandes canciones del desaparecido Ray Charles.

La propuesta tenía su miga. Era como bañarse en Gibraltar, donde si metes el pie izquierdo tienes la parsimonia y la calma dulce del Mediterraneo (personificada en la Big Band) y si metes el derecho te encuentras con el fiero mar Atlántico del funk marca de la casa. Cada una de las dos partes en las que se dividió la velada se inclinó hacia su zona de acción, aunque sin bucear en ninguno de los mares.

Por cierto, eso de dividir la noche en dos secciones con un descanso en medio y avisarlo sólo en inglés por boca de uno de los músicos tiene su peligro para quienes dejaron dicho idioma en sus libros de EGB. A más de uno le tuvimos que frenar en su salida indignada del teatro por la brevedad del concierto para indicarle que tras el homenaje a Ray Charles, Maceo volvería a escena para darle a lo suyo.

La velada estuvo dirigida por Michael Abene, arreglista que parece sacado de alguna vieja peli de Woody Allen. El norteamericano maneja a sus colegas germanos embriagándose de alegría con las maneras de las viejas big bands de club: chasqueando los dedos, moviéndose de lado a lado, dando palmas y sin batutas que agitar.

La oferta inicial fue juguetona y muy dirigida a las tersas y conducidas maneras orquestales, lo cual chocaba en ocasiones con los bríos originales. Y es que, aunque la fusión (campo donde ha habido más bajas que medallas) se realizara con mucho arte y ensayo y una pizca de libertinaje, nada puede superar a los temazos soul del ciego de Georgia (EEUU).

Johnny Winter: Angustia blues

Intérpretes: Johnny Winter (guitarra, voz), Paul Nelson (guitarra), Scott Spray (bajo), Tony Beard (batería). Lugar: Teatro Victoria Eugenia (Donostia). Día: 22 julio 2008. Asistencia: lleno, unas 1200 personas

Con los mitos entrados en años siempre ocurre lo mismo. Los incondicionales alucinan con la sola aparición del nombrado. Los que le siguieron durante una época concreta (y algo lejana) de su vida personal brincan de emoción cuando suenan sus composiciones preferidas. Y los que se dejan caer por la sala colocan en sus comentarios las frases más malsonantes.

Claro que nos acostumbramos mal, y cuando Tom Waits, Bruce Springsteen y los Rolling Stones aterrizan en la ciudad para dar una lección de energía y pundonor más allá del jubileo y vemos que las opiniones son casi todas positivas, nos pensamos que todo el Hall Of Fame es orégano. Johnny Winter nos vino a demostrar ayer lo erróneo de nuestro pensamiento.

En un Victoria Eugenia sin butacas y con una tarima que nivelaba con acierto el piso bajo, el encuentro con un pedazo de historia del blues comenzó con una larga introducción a cargo de la banda de acompañamiento que, sin ninguna intención de hacer un chiste fácil, fue la que mantuvo en pie la actuación.

Destacaron el bajista de escalas enérgicas y el guitarrista de apoyo que apareció en contadas ocasiones. Al batería le dejamos de lado por bemoles. Su control de los palillos era casi idéntico al nuestro en la primera visita al restaurante chino.

Winter ocupaba físicamente el centro del escenario. Sentado en una silla, su cuerpo sufre el envite del tiempo, los numerosos achaques y las insanas adicciones que todo lo enturbian.

Era algo angustioso verle caminar entre el escenario y el lateral. La lástima es que los problemas que tiene en el tren inferior se han contagiado a las extremidades superiores. Y la zurda otrora divina se ha quedado para el arrastre justito entre trastes.

Por mucho que al blues se le condene por lo reiterativo de sus estructuras, los fraseos del albino eran excesivamente simples, ligeramente atascados hasta en los blues más pesados, pecando a veces de jugar al contratiempo con demasiada confianza.

Con una voz apagada por naturaleza y el volumen de los instrumentos acompañantes, la cita tuvo un punto de tristeza para los seguidores viendo el estado físico de su adorado. Gentes que se unieron a las numerosas peticiones del baterista para animar al jefe a que saliera a hacer un bis.

Claro que siempre nos quedará la duda. ¿El público se mostró tan efusivo porque quería dar ánimos a la leyenda, por estar emocionado tras haber conseguido ver a su ídolo en directo o porque les había gustado realmente lo allí escuchado? Si hay que elegir, yo me quedaría con alguna de las dos primeras opciones.

Jazzaldia 2008: Homo Jazzaldius

Visera: Hasta que las pamelas de ascott no se expandan por elmundo, el usuario jazzero llevará su pelo o la ausencia del mismo libre al viento. La mayoría de los actos de la semana suelen ser a cubierto, o con el sol despidiéndose por el horizonte. Otra cosa es que la empresa publicitaria principal regale troqueladas sombras. Niños y mayores (y más mayores aún) lucirán su integradora txapela.

Aviso a principiantes: Los que llevan visera no son los regidores que, sin venir aparentemente a cuento, se ponen a aplaudir en mitad de una canción. El jazz tiene esas cosas de libre expresión en las que se apoya a una parte concreta de una canción que para usted no era nada destacable. No se preocupe, con el paso de los años y las visitas al Jazzaldia usted alcanzará el valor y el bagaje necesarios como para inaugurar dicha marea de salvas. O dejarse llevar por ella cual corriente marina de la Zurriola. Si es un recién llegado y tiene su agenda llena de actos de pago, no estaría de más que se hiciera una inmersión cultural a un nivel más adelantado y se planteara ponerse tacos de pelotari en las manos. Que aquí se aplaude a rabiar y palmas no hay más que dos. De nada.

Aviso a principiantes con niños: Por más que sea un espacio al aire libre y no haya señalizaciones que indiquen los contrario, las terrazas del Kursaal no son inmensos txiki parks con un hilo musical de calidad. Acepte con resignación que alguien, en un momento determinado del día o la noche, le indique que las series de sillas de la carpa interior no son recorridos de karts con patas, o que el Sol agudo de su enternecedor retoño no pega excesivamente con el tono grave del contrabajo, por más que el jazz ande habitualmente por parajes melódicos libertinos y poco habituales.

Gafas: Adiós las gafas inmensas. Vuelven los 80 y los armazones de cartulina, así que los músicos actuantes tocarán ante una audiencia repleta de “steviewonders” y “riskybusinesses”.

Camiseta: La oficial del evento va aumentando su popularidad según pasan los días, aunque cala más en visitantes que en locales. Entre los nuestros habrá más camisetas olímpicas que de apoyo al Tibet, y sobre todas ellas el polo que inunda nuestros paseos veraniegos. Nada de estreno, que es fácil que se nos caiga alguna gota del helado.

Pantalón: La prenda más relevante. Debe valer para el cortado de la tarde, el paseo entre pintxos (curioso, aún no hay costumbre de pagar con tarjeta en estos garitos alimentarios) y sentarse en la playa o en el pretil exterior de las terrazas de los cubos a ver los actos gratuitos. La necesidad de unir elegancia y practicidad hacen que los vaqueros se impongan a shorts y otros estilos perroflauteros. El Homo Jazzerus es más urbanita que hippie, por más que muchos conciertos se celebren en la arena.

Los poseedores de los pantalones anchos de antaño, esas prendas que debían contar con bolsillos anchos para poder meter los CDs y que ahora han quedado obsoletos por falta de uso, aprovechan las virtudes de los mismos para meter los vasos reutilizables en los que se toman sus tragos. El stand de venta de CDs ha quedado a medio camino entre la tienda de anticuario y el puesto de souvenirs.

Calzado: Pocos blannick sobre la alfombra gris del cemento donostiarra y la roja de teatros y auditorios. Debe ser una de las pocas ocasiones en la vida en la que los seguratas y picadores de entradas dejan pasar a gente con chancletas. Cuidado con los cambios de temperatura. El frescor del Kursaal choca con las calentura exterior. Y hay rumores de que si Jarrett escucha un tintinear de dientes suspende el acto ipso facto.