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Juan Luis Etxeberria Entradas

Olatz Salvador: el bello fogonazo

Intérpretes: Maddi, Olatz Salvador con banda. Día: 2 de mayo. Lugar: Casa de Cultura Intxaurrondo. Asistencia: lleno, unas 180 personas.

La vida son chispazos. Instantes que se destacan de otros similares para acabar fijándose en nuestra corteza. Aplicado al arte ejecutante, pueden ser esos momentos que se alejan de lo habitual y nos abren una carpeta especial en el cerebro.

La noche del pasado sábado hubo varios de esos centelleos en los conciertos que ofrecieron Maddi y Olatz Salvador. La primera de las nombradas hizo las veces de telonera, entre suaves rasgados de guitarra y un vozarrón que la coloca en algún lugar entre Neighbor, Anari y Zea Mays.

La cantautora de Ataun iba “cantautoreando” elegante y sencilla cuando dejó la acústica para interpretar una tonada con el bajo. Y en esa canción surgió el chispazo que, sin desmerecer lo escuchado hasta ese momento, nos inyectó las ganas de verla a banda completa.

El “momento” de Olatz Salvador duró prácticamente toda la segunda mitad de su set. La primera parte de la presentación de su debut “Zintzilik”, trabajada y atractiva, tuvo el lastre del guitarrista tocando para el cuello de su camisa.

La joven autora donostiarra, en una velada que fue de menos a más, echó mano de versiones ajenas para regalar a sus seguidoras – mayoría femenina en los asientos desplegados para la ocasión en Intxaurrondo- un concierto de setenta minutos. Y a mitad de paseo surgió el destello que distinguió su actuación.

Ya habíamos alucinado con la forma de cantar, potente y bien bailada. O con sus coros, entonados colocando el micro a la altura del ombligo. Pero desde la aparición de la bailarina Elene Carreto en “Sustraiak” todo fue más distinguido.

El momento “rap” y el fondo digital de algunos pasajes, la colaboración de su padre y su tío (Eduardo e Iñaki Salvador) en la adaptación del clásico “Kulunka”, el divertido despiste de que los fans le cantaran una estrofa que Olatz había olvidado, la dulzura demostrada en la versión ligera de “Korapilatzen”. O el cierre con mecheros – y móviles- encendidos para acompañar el tema “Zintzilik”. No habrá muchas ocasiones de ver a Olatz Salvador presentando el disco, así que aprovechen cualquiera de las citas restantes. Seguro que se topan con fogonazos bien gozosos.

Audience: elegancia fronteriza

Intérpretes: Audience. Lugar: Sala Kutxa Kultur Kluba (Donostia). Día: 25 de mayo. Asistencia: Unas 100 personas.

Lo mejor de los chicos de Audience es que siempre han hecho lo que ha querido. En sus casi veinte años de carrera se pueden encontrar discos de rock pantanoso, bandas sonoras instrumentales y, como es el caso de su último CD titulado “Isla”, grabaciones en Cuba en las que se dejan empapar ligeramente por los sonidos de la región. La etiqueta habitual que se le da a sus canciones es la de “americana”, estilo country-rockero que caracteriza algunos guitarrazos de la Norteamérica más tradicional. Pero hay mucha más enjundia en este quinteto vizcaíno, como quedó demostrado en el atractivo concierto que dieron en Donostia.

Audience es Gaizka Isuntza desgañitándose en cada estrofa e incitando al resto a brincar sobre los ritmos entrecortados de las guitarras, es Ager Isuntza homenajeando a Lou Reed y el resto de socios de aquella Nueva York tan sucia y atractiva, es Ruben Galatea relevando a Hannot Mintegia con elegancia y suavidad.

El grupo mezcla el euskera y el inglés en sus creaciones, viajando desde los mundos de la Jon Spencer Blues Explosion o Tom Waits hasta los sones cubanos con una fluidez pasmosa. En este punto latino destacó la colaboración de la cantante vasco-cubana Dana Moya. Una voz que se apropió del escenario con su contagioso modular hasta cuando llegó la hora de homenajear a Chavela Vargas. En total fueron ochenta minutos, bis incluido, de pasajes fronterizos donde nada era puro y todo fue tan vital como gozoso.

Manolo García: comunión pop

Intérpretes: Manolo García y banda. Lugar: Auditorio Kursaal (Donostia). Asistencia: Lleno, unas 1800 personas. Día: 17 de mayo.

Los números no engañan: todas las entradas vendidas hace semanas, más de dos horas y media de concierto, 28 canciones interpretadas y cientos de metros recorridos por el escenario y los pasillos. Manolo García mantiene el tirón entre las y los “Manoliebers”. Adultos que no pararon de brincar en la butaca y jalearle, darle la mano o corear sus estribillos.

La comunión mística de fervor popero arrancó (“El frío de la noche”) y acabó (“Pajaros de barro”) con la banda tocando a pie de escenario en formato acústico. Entre ambas se desplegó el universo García: charló defendiendo el alma y la libertad, se cambió tres veces de camisa – pasando del look “betigazte” inicial a un estilo más adecuado para sus bien llevados 63 años-, se sentó inquieto en los dos sillones situados en el tablado, corrió hasta la platea superior y apenas se bañó en la nostalgia de El Último de La Fila, lo cual es de agradecer.

Su fórmula actual se basa en aquella, claro está. Manolo García no es un rupturista, y en comanda con su director musical han montado un estilo bastante férreo que, basándose en el pop, picotea de otros nidos vecinos. Ofreciendo al autor la opción de silabear brincando y entonar aflamencado. “Con los hombres azules” podía ser el mejor ejemplo de este estilo. Una canción calmada, de toques turcos, que viró hacia la contundencia en los puentes. La única pena fue que durante algunos tramos de la noche la voz principal no fuera del todo nítida.

Más allá de la comprobada efectividad de la fórmula y las favoritas de uno y otro espectador se agradeció el fantástico trabajo del ingeniero de luces, la presencia del violín (“Fragua de los cuatro vientos”), el tino de algunas baladas (“En tu voz”, “Quiero esa pasión”) y la confirmación de que a Manolo le mola el rock de barrio, como bien se pudo ver en los detalles de “Ardió mi memoria” y “Si te vienes conmigo”.

Frank: energía clásica

Intérpretes: Andoni Etxebeste (batería), Christian Rodríguez (bajo), Iñigo Bailador (guitarra), Sara Comerón (voz y guitarra). Lugar: Sala Kutxa Klultur Kluba (Donostia). Día: 11 de mayo. Asistencia: unas 200 personas.

Siempre es una alegría ver a una banda tan contagiosa como Frank. El cuarteto guipuzcoano llegaba ayer a la capital para presentar su nuevo disco “Atlas” ante una sala que respondió. Y me voy a extender en lo de “contagioso”, que se suele enfocar hacia la música de baile y en este caso los tiros no van por ahí. El gran valor de este combo es la ejecución y, sobre todo, la energía que transmiten. Su cantante Sara Comerón revitaliza cuerpo y alma con sus entonaciones férreas y potentes, caminando con soltura por los tonos graves.

A su vera los músicos participaron en la fiesta, atinando entre todos a transitar por parajes desérticos, los duelos de ‘far west’ de cementerio, algún trote folk y mucho rock de la vieja escuela. Ese que los acercaba al ‘sleazy’ (estos vascos se saben lucir en todos los estribillos) sin llegar a ser rock duro. Si son de los que no miran ni las etiquetas de la ropa y se han mareado con tanto estilo musical yo se lo resumo:vayan a verles. Se manejan muy bien sobre los acordes habituales y saben concentrar su elegancia en apenas 55 minutos.

Marc Ribot´s Ceramic Dogs: excelencia informal

Intérpretes: Marc Ribot (guitarra, voz), Shahzad Ismaily (bajo, teclado), Ches Smith (batería, eléctronica). Lugar: Club Victoria Eugenia (Donostia). Día: 30 de abril. Asistencia: lleno, unas 120 personas.

Menuda celebración del Día Internacional del Jazz – 30 de marzo- tuvimos en Donostia: Marc Ribot y sus Ceramic Dog en el selecto Club Victoria Eugenia. El Director del Jazzaldia Miguel Martín hizo los honores, presentando a Ribot como “el músico que más puentes ha creado entre el jazz y el resto de las músicas”. Y si al grupo le quedaba alguno por transitar seguro que los anduvieron ayer. ¡Qué excelencia la suya! Sonaron naturales como en una Jam Session y capaces como maestros. Fue una Master Class con visos de informalidad.

Los perros cerámicos llegaban cabreados. Su último disco “YRU Still Here?“ potencia el lado punk de la banda. Hubo broncas para “La Migra” (la policía de inmigración de EEUU), los excesos virtuosos y Donald Trump, mientras se colaba el hip-hop/spoken word como vía expresiva y el rock chandalero como estilo pegador.

Pero nada era puro, nada corría anodino entre las canciones. Convirtieron el tema que titula su último CD en una preciosidad al ukelele. Hubo pasajes dignos de la Velvet Underground, ácidos momentos aflamencados y funk desenfrenado (“Freak Freak Freak On The Peripherique”), entre otras lindezas. El batería desatado que escupía al aire, el bajista que tocaba dos instrumentos a la vez y el magnífico Marc Ribot volvieron a ofrecer un concierto mayúsculo. Aunque para resumen breve y conciso, el que mi vecina de concierto le dio a su pareja: “no sabría definirlo, pero me ha parecido excelente”.

Iñigo Serrulla: épico inicio

Intérpretes: Iñigo Serrulla (voz y guitarra), Andoni Etxebeste (batería), Maria Soriazu (bajo), Antxon Sarasua (teclado), Sergio Camino (guitarra). Lugar: Sala Kutxa Kultur Kluba (Donostia). Día: 20 de abril. Asistencia: Lleno, unas 300 personas.

Seguro que ya ha visto a Iñigo Serrulla en directo a nada que su inquietud musical haya casado con su agenda. Sí, es el joven que se subía con una guitarra a escenarios cada vez más relevantes para encandilar a todo el público con su voz y sus rasgados. Ese creador de 23 años que se ha pasado el último año preparando “1/4 Life”, un debut ambicioso y pulcro más propio de gente asentada en este mundillo.

El pasado viernes estrenaba el disco en casa. La sala respondió a las expectativas, llenándose de asistentes que mostraron con su silencio un respeto máximo hacia lo que escuchaban. Frente a ellos, unos músicos que se esforzaron en que todo sonara perfecto. Pocas bandas pueden fardar de tener un set sonoro tan cuidado, enérgico, efectivo y adulto. El quinteto podría defender tranquilamente sus canciones en un estadio de fútbol sin que a nadie le extrañara.

La fórmula se vio potenciada por el gusto del autor por la heterogeneidad estilística y la épica, con esos caminos calmados que se animan para explotar en los estribillos. Ese fue el armazón de una velada de 50 minutos en la que también remarcamos momentos como “Big Fish” o “Pills”, los cuales repartieron su mirada entre la Norteamérica del R&B y el pop más efectivo, y el par de temas acústicos (versión de Wilco incluída) con los que disfrutamos sin aderezos de la elegancia vocal del cantante Aunque para sorprendente, la versión casi jazzy hip-hop del famoso “Video Games” de Lana Del Rey.

En realidad nada ha cambiado pero todo es distinto. Serrulla sigue en su particular camino de unir ambición y sonidos para maravillar al respetable. Que ahora lo haga en formato banda amplifica las posibilidades de unas creaciones que tienen muchos boletos para gustar a un público amplio.

Delorean: brillante oscuridad

Interpretes: Igor Escudero  (batería), Guillermo Astrain (electrónica), Unai Lazcano (teclados), Ekhi Lopetegi (electrónica). Lugar: Casa de Cultura de Lugaritz (Donostia). día: 13 de abril. Asistencia: lleno, unas 250 personas. 

La banda Delorean, después de girar literalmente por medio mundo con sus festivas canciones, decidió mirar en su interior para atacar sus influencias. Así llegaron a Mikel Laboa y su obra, excelsa, abierta y crítica. Y tras acceder a las pistas originales de los discos del genial autor donostiarra el cuarteto entregó el disco “Kantuz”. Un “regreso al futuro” sonoro aplaudido tanto por familiares del artista homenajeado como por la crítica especializada (fue el mejor disco en euskera en los recientes Premios de la Música Independiente) que ayer tocaba pasear por los reinos antiguotarras del autor vanguardista.

La obra, que llegó a funcionar hasta en la botona Factoría Albaola, tuvo una versión más oscura en el coqueto auditorio de Lugaritz. Con una disposición escénica que podía recordar a la del grupo Kraftwerk y un sencillo juego de luces que ahondaba en lo íntimo, la primera parte de la noche fue un viaje a los matices más oscuros de las discotecas. “Baga, Biga, Higa” sonó lenta y llena de gravedad tonal. Algunos pasajes casi daban mal rollo, aunque a otros (“Orreaga”) solo les faltaba una filigrana para pincharse en una fiesta especializada.

Los músicos fueron animando las melodías sin perder el respeto. “Komunikazioa-Inkomunikazioa”, con esos enfoques industriales y la inclusión de tonos más optimistas, fue el punto de inflexión de una cita que nos permitió disfrutar de una genial revisita al “Haika Mutil” o a esa “Dialektikaren laudorioan” más propia de los anteriores trabajos del cuarteto. La despedida llegó con el tema que da título al último disco y una acertada invitación de la formación a “redescubrir los complejos temas de Mikel Laboa”.

Triptides: ¡Viva el lunes!

Intérpretes: Triptides. Lugar: sala Dabadaba (Donostia). Día: 2 de abril. Asistencia: unas 100 personas.

Los lunes son los nuevos viernes. Si hace unas fechas Radio Days inundaron de vitalidad y alegría ese día de la semana con sus tunantes tonadas power pop, ayer fueron los Triptides quienes se subieron a lo más alto del cajón con su mezcla de, y tiramos de hoja promocional, “dream pop y rock psicodélico”.

Pero una cosa es etiquetarse, que es gratis, y otra bordarlo surfeando las dos olas mencionadas. Demonios, que hasta las improvisaciones de los obligados parones por roturas de cuerdas y cambios de guitarras fueron dignas de recopilarse en un disco. Ni eso sobró en un concierto que energizó los temas de sus CDs y que duró la hora exacta que deben durar estos actos para no aburrir ni quedarse cortos.

El cuarteto californiano se asombró con el número de asistentes y alabó nuestra ciudad en un comprensible castellano. Tras las bellas palabras le zurraron de lo lindo a la psicodelia y el pop con maravillosos coros, voces filtradas e instrumentales vigorosas de más de diez minutos. Todo ello entre viajes a la acidez de los años 70 y al buen gusto británico a la hora de entusiasmar cantando.

Los expertos dicen que son la nueva sensación norteamericana en estos palos rockeros. Y puede que tengan razón, porque Triptides fueron una banda fantástica sobre el tablado donostiarra. Aún siguen de gira por estas tierras, así que es casi obligado invitarles a que pasen por Bilbao, la fecha más cercana, si su agenda y sus labores se lo permiten.