En su primera visita a la península (la donostiarra era la tercera muesca), Al Kooper encandiló a los presentes en la Sala Gazteszena de Donostia con una buena ración de tonos clásicos.
La hora y media larga de evento permitió un paseo por la historia en la que Al Kooper es parte decisiva. Si listáramos en este punto todos los temas de éxito en los que ha colaborado o elaborado este norteamericano deberíamos dar por finalizado aquí mismo el artículo por falta de espacio.
Tras un arranque de blues de libro al que sólo le faltaba el camarero de la vieja La Gatera poniendo cañas, el teclista de renombre, parlanchín y saludando al final de cada composición, comenzó su paso con todo el mérito que su avanzada edad le permite.
Aunque erró en el medley de su sólo por hacerlo demasiado fácil, admitió que alguno de los temas de la noche ha ido relajándose con el paso de los años. Por bemoles, añadiríamos.
La mitad de su banda podría estar más preocupada de su retiro en Florida, aunque el perro viejo sabe que si te atrincheras bajo una sección rítmica juvenil la cosa aún se mantiene potente.
El dálmata Kooper (pelo blanco, gafas y pantalón negro, chaqueta moteada) mantiene aún el puntito negro. Ahí están los acolchados paseos de su Hammond por el jazz, el blues de carretera y el soul de vieja escuela. Si en vez del fino hilo de voz de Kooper fuera la rota Amy Winehouse la que cantara los temas ayer ejecutados la cosa habría alcanzado proporciones históricas en la sala donostiarra.
Pero de posibles no vive el ser humano, así que admitiremos que el paso de los años ha blanqueado y aplacado una fuerza que aún mantiene intacta su propuesta para estos locales pequeños.
Los aplausos del respetable al final de cada parte destacada, quien sabe si calentando motores para ese Jazzaldia en el que no extrañaría su futura inclusión como acto abierto, demostraron la firmeza y elegancia de una actuación más que digna.
Dos años después de su visita a nuestra ciudad, los granadinos Lori Meyers repetían cita en el desierto ocioso de Illunbe para presentar “Cronolanea”, su particular línea del tiempo.
Intensa la semana de Donostikluba, la propuesta que busca presentar en nuestra ciudad de grandes actos pequeñas pero interesantes ofertas musicales.
Las crónicas madrileñas del concierto del día anterior hablaban maravillas:”Tiger! Tiger!, increíbles. Y los Subsonics, impresionantes”. Pasarse por el Bastero de Andoain la noche del pasado viernes para ver a estas dos bandas norteamericanas era, más que un derecho, un deber para contar con un ocio sonoro saludable.
Familiares, amiguetes y buena parte de la escena musiquera y diseñata local se citó el jueves noche en el barrio de Egia.
Ningún asiento libre en el Victoria Eugenia en el cierre del soleado Día del Trabajador, donde ejercimos de obligados esquiroles (para bien de los lectores) y nos acercamos a cubrir la segunda visita musical de la artista griega Eleftheria Arvanitaki a nuestra capital.
Las celebraciones que servirán para abrir al público la nueva galería de arte NoColor, situada en el donostiarra barrio de Gros, incluyen un proyecto muy interesante y curioso. De Nombre “Brote”, la idea dirigida por el artista donostiarra Juan Aizpitarte Eriz se presentará al público este domingo.