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Categoría: Críticas de conciertos

Joan Manuel Serrat: El eterno caballero

Intérpretes: Joan Manuel Serrat (voz, guitarra), Ricard Miralles (piano). Fecha: 14 Diciembre 2006. Lugar: Auditorio Kursaal (Donostia). Asistencia: Lleno, unas 1.800 personas

Llegó, vio y (con)venció. Joan Manuel Serrat repitió llenazo al año de su última visita.

Si en aquella ocasión consiguió que el cubo pequeño se quedara idem durante dos días consecutivos, en su parada de ayer hizo lo propio con el escenario más grande del edificio que mira a la playa de la Zurriola. Hasta los palcos laterales del piso superior estaban ocupados para ver el espectáculo de café-teatro que el autor de tantos temas eternos ejecutó la noche del pasado jueves.
Serrat repetía también nombre de evento escénico, «100×100 Serrat», y la misma puesta en escena escueta: un piano, un taburete, una guitarra acústica y la botella de cava sobre la mesilla de noche colocada en segundo plano.Hasta la lista de temas fue prácticamente idéntica a la de hace 12 meses, con las excepciones de las bellas composiciones incluidas en su último disco Mô.Canciones cantadas en catalán que el autor tiene el detalle de presentar en castellano, traduciendo a dicho idioma alguna estrofa de las mismas.
Arrancó el barcelonés en solitario, camisa blanca y pantalón vaquero, con los rasgados ligeros de su guitarra y ventilando para el segundo tema el eterno Mediterráneo. Canción recientemente elegida por actuales compañeros suyos de profesión como «la mejor canción pop-rock de la historia». En castellano, se entiende.No ahondaremos en las etiquetas de marras. Pero sí debemos diferenciar a los Barbie y Ken que gritan en los karaokes televisivos como si aquello fuera una prueba de esfuerzo pulmonar y el arte de este cantautor.
Porque, quedándonos en lo sustancial, se antoja difícil que los versioneadores de elegantes pelajes y ropajes sean capaces de defender sus canciones de amor con tan poco acompañamiento.Señal que los temas de Serrat son eternos. Con historias escritas hace muchos años pero plenas de vigencia: Pobres y amores, calles con borrachines y chicas libertinas, historias familiares de «esos locos bajitos», refrescando la memoria de los asistentes con la eterna delicadeza de los poemas de siglos pasados.
El noi es un compositor que no ha perdido la ilusión aunque la vida le haya puesto duras pruebas. Ahí está la preciosa, femenina y profunda Si hagés nascut dona o la juguetona Mô que da titulo a su último CD. Joan Manuel es un artista socarrón, que estira los espacios vacíos de sus conciertos con mucha sorna sin olvidar las andanadas de profundidad. Por citar un ejemplo, le dedica el habitual brindis de su actuación a su urólogo y a su amado Ronaldinho.
Aunque lo viéramos el año pasado, o fuera ésta nuestra primera visita a esta gira acústica, salimos encantados de que la vida nos permita disfrutar, y esperemos que por muchos años, de este gran narrador.

La Excepción : Rap bendito

Interpretes: La Excepción, Distrito Norte
Lugar: Sala Rock Star (Donostia)
Día: 25 Noviembre 2006
Asistencia: Unas 250 personas.

Doblete hiphopero en la Rock Star de Illunbe, con los cachorros donostiarras de Distrito Norte haciendo de teloneros de los madrileños La Excepción. Formación que recientemente ha ganado (por votación popular, ahí es nada) el premio a la mejor banda española en el MTV Music Award celebrado en Copenhague.

Dicen que el rap moderno nació en los barrios más desfavorecidos de las grandes urbes norteamericanas. De ahí su necesidad de destacar (aunque sea a balazos) y su obsesión por todo tipo de lujos y excesos: chicas, coches, “bad boys”, joyas, peleas. Claro que, a la hora de trasladar esos pensamientos a Donostia, una de las capitales con menos violencia urbana, la cosa queda un poco tópica e irreal.

No nos referimos tan sólo al trío de voces altzatarras que componen la formación Distrito Norte, encargados de quitarle el polvo al escenario de la Rock Star. Silva, Rolex y Uzi Rodriguez siguen el camino del hip-hop más crudo y machote, un estilo con gran calado entre los parlanchines peninsulares. Los donostiarras lo hicieron bien, pero tienen una carrera difícil.

Porque Donostia no es Philadelphia, y a nuestros oídos le suena más cercana la vida en Pan Bendito, el distrito en el que vive La Excepción: Con reuniones en los bancos del polideportivo, donde todos somos “primos” y “familia”, con un lenguaje callejero en el que abundan los términos “chacho” y “compadre”. Cantándole a la gente que iba contigo al colegio o al equipo de tu barrio. Jugando con el humor de forma directa y denunciante y desdramatizando las situaciones personales.

El Langui, uno de los raperos, tiene una minusvalía desde que nació. Pero nada de taparse las diferencias. Lo mejor, cantar en varias canciones su forma de ver el mundo, sus complicaciones y el sano cachondeo que seguro reina en las conversaciones callejeras, como bien quedó demostrado en las charlas que se pegaba con uno de los chicos del coro.

Gitano Antón, el otro parlanchín de La Excepción, es un torbellino sobre el escenario. Se gana al público desde la primera oración, y su animosidad es muy contagiosa. En ocasiones sus fraseos se pierden en velocidad y dicción, debido a las particularidades idiomáticas de su zona.

El tercer integrante de la banda, La Dako Style, pone en fondo sonoro. Con mucha base negra, pero sin olvidar las raíces del flamenco o el cachondo tema soul-funk que sirve para presentar a los integrantes de la gira. Y al acabar el concierto, tras una hora larga de potente actuación, nada de recluirse en el camerino a adorar el televisivo premio. Los “chachos” bajan al lateral del escenario a firmar discos y charlar con los asistentes. Como debe ser.

Fon Román : Jardín vacío

Formaciones: Fon Román, Zenttric
Lugar: Central Park Heineken
Día: 24 Noviembre 2006
Asistencia: unas 50 personas

Desértica entrada la registrada la noche del pasado viernes en el Central Park Heineken donostiarra, con motivo de la visita a nuestra ciudad de Fon Román.

El antiguo guitarrista de Los Piratas venía a presentar su primer CD en solitario, “Silencio cómodo en un jardín descuidado”, y se encontró con 30 espectadores en el vergel hostelero.

Abrió la noche la formación Zenttric. Un cuarteto de Bilbao que manejaba pintas elegantes, tanto textiles como sonoras. Muy asentados en el rock británico actual, con especial adoración por bandas como Franz Ferdinand o Bloc Party (y no lo digo sólo por la tez del vocalista) y la música independiente patria más enérgica y melódica, su media hora larga de actuación fue gozosa a rabiar.

Si en nuestro país hubiera un semanario como el New Musical Express, ellos serían su hype de portada. A nada que el cantante deje de ver el micrófono como un enemigo y se asiente a la hora de cantar, su música debería darles mayores cotes de popularidad.

Una fama que se le intuía a Fon Román. Tras muchos años guitarreando en la banda viguesa Los Piratas y con un disco no excesivamente rompedor respecto a sus anteriores pasos creativos, cualquiera hubiera apostado que Fon metía un par de centenares de humanos en su fecha donostiarra.

Poco se notó la baja asistencia en las maneras musicales que Fon y los suyos ofertaron desde el escenario. Su actuación comenzó como el disco, con la canción “El idiota” y Román jugando en la parte final del tema con unos pedales que solapaban las voces. Con un activo guitarrista de apoyo, un correcto batería y un bajista que parecía una estatua de sal, el ahora cantante vigués fue desgranando su jardín melódico.

Una zona verde donde se pueden intuir influencias cantoras de Ivan Ferreiro (aunque en este caso más comedidas, con la vena del cuello relajada), rabietas guitarreras a lo Coldplay y muchas ganas de probar cosas nuevas en el pop.

Especialmente acertadas, por curiosas, fueron la interpretación con un piano de comunión del tema “Corazón de juguete” y la ejecución de una canción a dos guitarras en la que volvió a ponerse en marcha el aparato de superponer las melodías.

Con un recuerdo a su anterior banda se acababa un bonito concierto que, vista la calidad de las canciones y los ejecutantes, se merecía una respuesta de público más amplia.

Melendi: Hablando en plata

Día: 17 Noviembre 2006
Lugar: Sala Rock Star (Donostia)
Asistencia: unas 600 personas

Está claro que lo más fácil, en el caso del Melendi, es tirar al muñeco. Porque tras pegarse una primera gira de estadios y cosos taurinos (caso de Donostia) gracias a colar un temita como sintonía de La Vuelta Ciclista, caer en una sala digna pero a todas luces más pequeña como la Rock Star debe tomarse como un retroceso. Una progresión musical que sigue el camino inverso al habitual puede intuir un claro declive.

Pero la culpa no tiene porque ser del autor asturiano, que muestra una terrible franqueza en cada una de las entrevistas que ofrece: “Ya se que mi fórmula es finita. Y aquí seguiré hasta que se apague la llama”, viene a contar a cualquier micro que se le ponga delante.

La verdadera maldición le cayó con aquel primer single, un éxito absoluto. Como suele suceder, miles de ratoncitos siguieron el son de esa flauta. Las posteriores continuaciones radiofónicas de igual temple rumbero, ya con menos “xagutxos” pero igual de animosos, sigue la política de “la serie” de olas del mar: 3 buenas (canciones), y luego la calma chicha.

Nosotros, que intentamos ser unos profesionales, fuimos a su actuación abiertos de mente, sin dejarnos influir por estos prejuicios externos a la creación musical. Y acabamos pidiendo dinero para que nos dejaran tirar más veces a la diana.

Arrancó la noche con Melendi de estrella del videojuego “Gangs of London”, donde el “pelo rasta” hace de chico malo. Pero una cosa es vestirse de canalla, haciendo referencia en cada canción a “esas medicinas que no pueden comprarse en la farmacia” y basando tu merchandising en la hierba verde más famosa del mundo después de la lechuga. Y otra cosa muy distinta es ser un poquito caradura.

No es de recibo que, teniendo 3 discos en su haber (el último de ellos, el sincero “Mientras no cueste trabajo”), el chato y su banda de acompañantes empiece el bis a la hora de actuación repitiendo el último single. Ni que acumule tantos errores en la ejecución, por mucho que sea el segundo concierto de la gira. Viviendo en una libertina afinación vocal que intenta demostrar inspiraciones rockeras, su música se explica en un solo término y cinco líneas: extremo-rumba.

Pongan a un lado la caña de bandas como Extremoduro o Marea. Y en la otra parte, esa rumbita agradable que tan popular le ha hecho. Y unan los extremos como hacían en clase de matemáticas, con las combinaciones de “n elementos tomados de m en m”. Así les saldrá un concierto de 80 minutos pelados.

Deseamos que al autor asturiano le siga durando la mecha. Que exprima la gallina hasta dejarla sin plumas, porque nadie le puede negar entrega y pelea. Y que finalmente se lance hacia ese rock urbanita que tanto adora y reverencia. Pero la próxima vez no nos pillas de nuevo, chaval.

Bide Ertzean: Los chicos del 36

Intérpretes: Mikel Aranzabal, Bide Ertzean
Día: 15 Noviembre 2006
Lugar: Sala Gazteszena (Donostia)
Asistencia: unas 250 personas

Bastante papel el que se gastó en la taquilla de la sala Gazteszena de Egía para ser un miércoles a la noche. Los tolosarras Bide Ertzean presentaban nuevo disco, “Non dira”.

Una pregunta lanzada al viento buscando saber qué pasó, entre otros muchos, con el abuelo y tatarabuelo de los hermanos Ubeda, miembros de la banda tolosarra. Una familia que en la Guerra Civil sufrió los rigores de la contienda.

Aunque para rigores, escénicos, los que sufrió el telonero Mikel Aranzabal. Nervioso como un flan, el nuevo “Bardo de Orio” (y antiguo integrante del grupo Gaitza) apareció acompañado de su guitarra acústica y unas canciones de cantautor moderno que con el paso de los escenarios podrán disfrutarse con mayor soltura.

Y veníamos lanzados a ver a Bide Ertzean. Porque hace un par de meses, cuando Coti aterrizó en el aniversario de la antigua capital guipuzcoana, el quinteto le abrió la noche con un concierto lleno de energía y melodía, rompiendo el mito de “banda tranquila” que se sustenta en sus pausados trabajos discográficos.

Unas canciones que van abandonando poco a poco el regusto brit-pop que las envolvía para navegar hacia la Norteamérica de melodías rockeras. Guitarreras y algo sucias, con muchos coros, pero melodías al fin y al cabo. Parece que la inclusión de Joserra Semperena como miembro fijo de la banda les ha iluminado un camino ya de por sí bastante definido.

El concierto donostiarra comenzó despertando en nuestro paladar los sabores de su última actuación. Con explicaciones sobre las influencias que han parido este disco-denuncia: Una historia sobre el frente contada “por un viejo gudari guipuzcoano”, el peso que “Las Dones del 36” (las mujeres del 36) catalanas han tenido en este trabajo por su defensa de los ideales y las reivindicaciones sufragistas e igualitarias.

Sobre el escenario les acompañaron en distintos momentos Gorka Urbizu (cantante de Berri Txarrak) y un Mikel Erentxun que lo bordó a la hora de cantar en euskera. Quique González también estaba anunciado, pero al madrileño le surgieron otras obligaciones.

En la zona media del concierto la lista de canciones se relajó, prestando atención a las guitarras desenchufadas y las cadencias sosegadas. En esos momentos a algunos les hace falta un pelo para unirse al sector que califica sus discos (con cierta educación) como de “grupo acústico”.

El último tercio fue el de entrar a matar y la banda no falló. Volvieron los bríos, los aciertos melódicos y los estribillos de eterno tarareo. Estamos ante un gozoso “rara avis” del pop vasco. Una banda que sabe decorar ideas reivindicativas con sonidos tan poco conceptuales como el rock y el pop. Unas músicas que nos ponen las pilas, y que tienen en Bide Ertzean unos más que dignos representantes locales.

Dayna Kurtz : Una noche agradable

Día: 12 Noviembre 2006. Lugar: Sala Altxerri (Donostia). Asistencia: Unas 50 personas

Empezamos la noche con sorpresa: Dayna Kurtz finalmente iba a tocar en el Altxerri de la parte vieja donostiarra, y no en el Central Park Heineken de Illumbe inicialmente previsto. Un buen cambio. Además de ser un espacio más coqueto para el medio centenar de asistentes, el Altxerri permitía disfrutar con la cercanía de una voz maravillosa que viajaba sobre una guitarra desenchufada.

Venía Kurtz a presentar su último disco, “Another Black Feather”, un trabajo fronterizo de aires folk y ribetes de acordeón en el que el radar de estilos no da señales de vida más allá de la monótona tranquilidad. Evocando, de alguna manera, la pausa extrema de los discos de los Cowboy Junkies.

Afortunadamente la cosa ganó muchos enteros en un concierto acústico que remarcó el lado más blues y country de sus temas. Gracias, en parte, a una voz asombrosa que nos hablaba afable entre tema y tema, nos susurraba sus ciudades norteamericanas preferidas (Nueva York y Nueva Orleáns) o plasmaba sus sueños de jet lag (“Venezuela”). Siempre con espacio para homenajear a Jonnhy Cash o convertir un tema de Tom Waits en un algodón de azúcar.

Y cuando tocaba guerrear (vocalmente, porque con la acústica anda ciertamente libertina en las pisadas) parecía el Bob Dylan de “Subterranean Homesick Blues” en un mitin político o una huelga general.

Fue una velada de domingo muy agradable. Ya se que “agradable” suena a excusa educada y vacua. Pero qué decir cuando un acto mínimo demuestra que las canciones son muy bonitas, te dejan en un estado mental relajado pero completo y abandonas la sala con cara de gozosa satisfacción.

Los Delinqüentes: Q de calidad

Lugar: Sala Rock Star (Donostia). Día: 3 Noviembre 2006. Asistencia: unas 500 personas

¿No se han fijado nunca en la errata lingüística de la famosa “Q de calidad”, una libertina traslación al castellano del original anglófilo que determina las aptitudes de una empresa? Parece que la ha traducido el encargado de castellanizar los títulos de las películas americanas. O peor aún, que lo ha trascrito Google.

Puestos a desviarse, podíamos haber puesto “K de kalidá”, que diría la generación SMS. Un flanco de edad que no lograba imponerse en la disparidad de asistentes que se acercaron el pasado viernes al concierto del grupo andaluz Los Delinqüentes.

Porque jamás en mi vida había visto tan variada mezcla: pijos, perroflautas con churros en la cabeza, punkis, chicas monas, jóvenes a la euskomoda de la chaqueta de chandal, elementos de discoteca con camiseta prieta.

Todos encantados con la (sigamos desvariando) Q de “Cachondeo” que los músicos de Jerez de la Frontera se trajeron hasta la capital guipuzcoana. Las dos guitarras acústicas, el bajo eléctrico, el cajón y el trío de palmeros se montaron una fiesta no exenta de calidad ejecutante.

Todo valía todo con tal de animar al personal: arrancar la noche con una melodía de big band propia de un film de Woody Allen, colar un cachito de La Pantera Rosa, llenar los huecos entre canciones con chistes de baja estopa, rapear al estilo aflamencado, hacer cantar al técnico de sonido, ponerle un pedal wha-wha a la acústica, ver cómo todos los integrantes se arrancaban por palmas, soplar la trompetilla de la chirigota…

En lo estilístico no podemos olvidar la Q de “Kiko”. Kiko Veneno, claro. Aquella alegría que el sureño le daba a su grupo Veneno (a ratos flamenco, otras rumba, la mayoría de veces con una coraza blues) ha calado muy hondo en esta formación de divertido pelaje y humeantes seguidores.

Unos fans que a ratos le hacían dudar a uno si la máquina de humo presente en el escenario estaba encendida o si en verdad aquella neblina era fruto de los pulmones presentes.

Los incondicionales (dignos de la Q de “Compadre”, palabra repetida ante el micro hasta la saciedad para indicar la sentida cercanía con el público) jaleaban sin parar. La potencia vocal de los jóvenes se elevaba cuando el tema trataba las fumantes legalizaciones (presentes en la portada del último trabajo Delinqüente, «Recuerdos garrapateros de la flama y el carril«) los cartoncitos sicodélicos y los encontronazos con la autoridad, también verdosa en los atuendos.

Siempre de manera irónica, muy fina y divertida, sin necesidad de recurrir al taco. Con ese gracejo andaluz que con boli y papel puede dar lugar a un par de socarronas comedias patrias. Siempre, eso sí, con la Q de Calidad por delante.

Ana Torroja: Nostalgia al cubo

Intérpretes: Ana Torroja (voz), Mikel Irazoki (bajo), Pedro Hoyuelos (teclados), Yuri Nogueira (batería), Pedro Andrea (guitarra), David Palau (guitarra), Judith Belmonte (coros), Sandra Borrego (coros).Fecha: 13 octubre 2006. Lugar: Auditorio Kursaal (Donostia). Asistencia: lleno, unas 1800 personas

Antes del concierto de Ana Torroja en el Kursaal nos acercamos a un bar para tomarnos un refresco. Justo detrás nuestro se encontraba una cuadrilla que, no sin sorna, jugaba a poner nombre a la enésima recuperación de los temas del trío compuesto por los hermanos Cano y la propia señora Torroja.

Por allí escuchamos buenas frases: «Que pesado, siempre pensando en el pasado», «No es serio», «Me cuesta tanto olvidarte». Puede entenderse que la vuelta de Ana Torroja a los escenarios con las canciones de su viejo grupo tenga un cariz económico, que ésta sea una gira de las llamadas «alimentarias».

La dama está en su derecho. Pero es innegable que Ana parece estar de acuerdo con la frase que su antiguo socio, Nacho Cano, dejó para la posteridad con motivo de la publicación de su primer CD en solitario: «Este disco va a llenar un espacio del pop español que hasta ahora estaba vacío: mis bolsillos».

Todos estos pensamientos negativos chocaban ante el muro invisible de la entrada del Auditorio Kursaal, por el que sólo pasaban adoradores de los viejos temas de Mecano. Unos asistentes que reventaron la sala con ganas de pegarse un baño de nostalgia escuchando los innumerables éxitos de la ya desaparecida banda peninsular. Ocupando los asientos vimos mucha niña (mona y no mona), pero ninguna sola. Algunas habían respondido a la llamada de «vamos a hacer cena de BUP», momento en que les pilló el Boom Mecano. El resto, colgadas del brazo del noviete sufridor.

Lo primero que sorprende es el montaje escénico. Un conjunto de desniveles y juegos de luces que parecen nacidos para desplegarse
en un gran estadio pero que en nuestro Kursaal quedaban algo apretados. Todo muy grandioso, con pantallas y focos que pasan por los ojos del público.

¿Las canciones? Pues tocan la fibra, porque están muy dentro del cerebro del oyente. Han entrado en nuestra adolescencia, cuando la cabeza era una esponja. Los temas sonarían geniales hasta tocados por la Orquesta Nacional de Balalaika. Nadie puede negar que eran temas exitosos, sí, pero con gusto por el riesgo.

En lineas generales la fórmula musical es bastante continuista. Aunque los temas más animados quedaban engullidos por ese «stadium rock» de guitarras agudas. Era precisamente cuando la fiera se relajaba cuando más se disfrutaba de la voz de
Ana Torroja. Un timbre que parece no haber variado un ápice con el paso de los años.

La lista de canciones fue subiendo de intensidad, acumulando un acierto tras otro. Algo nada difícil cuando se tienen tantas dianas en la recámara. Quizás sorprendió (lo siento, no he visto el musical) la cabaretera versión de «Maquillaje». Pero en el fondo daba igual. La gente salió encantada de lo que vio, escuchó, coreó y saltó. A fin de cuentas, ésa era la función de este concierto, ¿no?