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Ana Torroja: Nostalgia al cubo

Intérpretes: Ana Torroja (voz), Mikel Irazoki (bajo), Pedro Hoyuelos (teclados), Yuri Nogueira (batería), Pedro Andrea (guitarra), David Palau (guitarra), Judith Belmonte (coros), Sandra Borrego (coros).Fecha: 13 octubre 2006. Lugar: Auditorio Kursaal (Donostia). Asistencia: lleno, unas 1800 personas

Antes del concierto de Ana Torroja en el Kursaal nos acercamos a un bar para tomarnos un refresco. Justo detrás nuestro se encontraba una cuadrilla que, no sin sorna, jugaba a poner nombre a la enésima recuperación de los temas del trío compuesto por los hermanos Cano y la propia señora Torroja.

Por allí escuchamos buenas frases: «Que pesado, siempre pensando en el pasado», «No es serio», «Me cuesta tanto olvidarte». Puede entenderse que la vuelta de Ana Torroja a los escenarios con las canciones de su viejo grupo tenga un cariz económico, que ésta sea una gira de las llamadas «alimentarias».

La dama está en su derecho. Pero es innegable que Ana parece estar de acuerdo con la frase que su antiguo socio, Nacho Cano, dejó para la posteridad con motivo de la publicación de su primer CD en solitario: «Este disco va a llenar un espacio del pop español que hasta ahora estaba vacío: mis bolsillos».

Todos estos pensamientos negativos chocaban ante el muro invisible de la entrada del Auditorio Kursaal, por el que sólo pasaban adoradores de los viejos temas de Mecano. Unos asistentes que reventaron la sala con ganas de pegarse un baño de nostalgia escuchando los innumerables éxitos de la ya desaparecida banda peninsular. Ocupando los asientos vimos mucha niña (mona y no mona), pero ninguna sola. Algunas habían respondido a la llamada de «vamos a hacer cena de BUP», momento en que les pilló el Boom Mecano. El resto, colgadas del brazo del noviete sufridor.

Lo primero que sorprende es el montaje escénico. Un conjunto de desniveles y juegos de luces que parecen nacidos para desplegarse
en un gran estadio pero que en nuestro Kursaal quedaban algo apretados. Todo muy grandioso, con pantallas y focos que pasan por los ojos del público.

¿Las canciones? Pues tocan la fibra, porque están muy dentro del cerebro del oyente. Han entrado en nuestra adolescencia, cuando la cabeza era una esponja. Los temas sonarían geniales hasta tocados por la Orquesta Nacional de Balalaika. Nadie puede negar que eran temas exitosos, sí, pero con gusto por el riesgo.

En lineas generales la fórmula musical es bastante continuista. Aunque los temas más animados quedaban engullidos por ese «stadium rock» de guitarras agudas. Era precisamente cuando la fiera se relajaba cuando más se disfrutaba de la voz de
Ana Torroja. Un timbre que parece no haber variado un ápice con el paso de los años.

La lista de canciones fue subiendo de intensidad, acumulando un acierto tras otro. Algo nada difícil cuando se tienen tantas dianas en la recámara. Quizás sorprendió (lo siento, no he visto el musical) la cabaretera versión de «Maquillaje». Pero en el fondo daba igual. La gente salió encantada de lo que vio, escuchó, coreó y saltó. A fin de cuentas, ésa era la función de este concierto, ¿no?

Publicado enCríticas de conciertos

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