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Los Delinqüentes: Q de calidad

Lugar: Sala Rock Star (Donostia). Día: 3 Noviembre 2006. Asistencia: unas 500 personas

¿No se han fijado nunca en la errata lingüística de la famosa “Q de calidad”, una libertina traslación al castellano del original anglófilo que determina las aptitudes de una empresa? Parece que la ha traducido el encargado de castellanizar los títulos de las películas americanas. O peor aún, que lo ha trascrito Google.

Puestos a desviarse, podíamos haber puesto “K de kalidá”, que diría la generación SMS. Un flanco de edad que no lograba imponerse en la disparidad de asistentes que se acercaron el pasado viernes al concierto del grupo andaluz Los Delinqüentes.

Porque jamás en mi vida había visto tan variada mezcla: pijos, perroflautas con churros en la cabeza, punkis, chicas monas, jóvenes a la euskomoda de la chaqueta de chandal, elementos de discoteca con camiseta prieta.

Todos encantados con la (sigamos desvariando) Q de “Cachondeo” que los músicos de Jerez de la Frontera se trajeron hasta la capital guipuzcoana. Las dos guitarras acústicas, el bajo eléctrico, el cajón y el trío de palmeros se montaron una fiesta no exenta de calidad ejecutante.

Todo valía todo con tal de animar al personal: arrancar la noche con una melodía de big band propia de un film de Woody Allen, colar un cachito de La Pantera Rosa, llenar los huecos entre canciones con chistes de baja estopa, rapear al estilo aflamencado, hacer cantar al técnico de sonido, ponerle un pedal wha-wha a la acústica, ver cómo todos los integrantes se arrancaban por palmas, soplar la trompetilla de la chirigota…

En lo estilístico no podemos olvidar la Q de “Kiko”. Kiko Veneno, claro. Aquella alegría que el sureño le daba a su grupo Veneno (a ratos flamenco, otras rumba, la mayoría de veces con una coraza blues) ha calado muy hondo en esta formación de divertido pelaje y humeantes seguidores.

Unos fans que a ratos le hacían dudar a uno si la máquina de humo presente en el escenario estaba encendida o si en verdad aquella neblina era fruto de los pulmones presentes.

Los incondicionales (dignos de la Q de “Compadre”, palabra repetida ante el micro hasta la saciedad para indicar la sentida cercanía con el público) jaleaban sin parar. La potencia vocal de los jóvenes se elevaba cuando el tema trataba las fumantes legalizaciones (presentes en la portada del último trabajo Delinqüente, «Recuerdos garrapateros de la flama y el carril«) los cartoncitos sicodélicos y los encontronazos con la autoridad, también verdosa en los atuendos.

Siempre de manera irónica, muy fina y divertida, sin necesidad de recurrir al taco. Con ese gracejo andaluz que con boli y papel puede dar lugar a un par de socarronas comedias patrias. Siempre, eso sí, con la Q de Calidad por delante.

Publicado enCríticas de conciertos

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