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Melendi: Hablando en plata

Día: 17 Noviembre 2006
Lugar: Sala Rock Star (Donostia)
Asistencia: unas 600 personas

Está claro que lo más fácil, en el caso del Melendi, es tirar al muñeco. Porque tras pegarse una primera gira de estadios y cosos taurinos (caso de Donostia) gracias a colar un temita como sintonía de La Vuelta Ciclista, caer en una sala digna pero a todas luces más pequeña como la Rock Star debe tomarse como un retroceso. Una progresión musical que sigue el camino inverso al habitual puede intuir un claro declive.

Pero la culpa no tiene porque ser del autor asturiano, que muestra una terrible franqueza en cada una de las entrevistas que ofrece: “Ya se que mi fórmula es finita. Y aquí seguiré hasta que se apague la llama”, viene a contar a cualquier micro que se le ponga delante.

La verdadera maldición le cayó con aquel primer single, un éxito absoluto. Como suele suceder, miles de ratoncitos siguieron el son de esa flauta. Las posteriores continuaciones radiofónicas de igual temple rumbero, ya con menos “xagutxos” pero igual de animosos, sigue la política de “la serie” de olas del mar: 3 buenas (canciones), y luego la calma chicha.

Nosotros, que intentamos ser unos profesionales, fuimos a su actuación abiertos de mente, sin dejarnos influir por estos prejuicios externos a la creación musical. Y acabamos pidiendo dinero para que nos dejaran tirar más veces a la diana.

Arrancó la noche con Melendi de estrella del videojuego “Gangs of London”, donde el “pelo rasta” hace de chico malo. Pero una cosa es vestirse de canalla, haciendo referencia en cada canción a “esas medicinas que no pueden comprarse en la farmacia” y basando tu merchandising en la hierba verde más famosa del mundo después de la lechuga. Y otra cosa muy distinta es ser un poquito caradura.

No es de recibo que, teniendo 3 discos en su haber (el último de ellos, el sincero “Mientras no cueste trabajo”), el chato y su banda de acompañantes empiece el bis a la hora de actuación repitiendo el último single. Ni que acumule tantos errores en la ejecución, por mucho que sea el segundo concierto de la gira. Viviendo en una libertina afinación vocal que intenta demostrar inspiraciones rockeras, su música se explica en un solo término y cinco líneas: extremo-rumba.

Pongan a un lado la caña de bandas como Extremoduro o Marea. Y en la otra parte, esa rumbita agradable que tan popular le ha hecho. Y unan los extremos como hacían en clase de matemáticas, con las combinaciones de “n elementos tomados de m en m”. Así les saldrá un concierto de 80 minutos pelados.

Deseamos que al autor asturiano le siga durando la mecha. Que exprima la gallina hasta dejarla sin plumas, porque nadie le puede negar entrega y pelea. Y que finalmente se lance hacia ese rock urbanita que tanto adora y reverencia. Pero la próxima vez no nos pillas de nuevo, chaval.

Publicado enCríticas de conciertos

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