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Año: 2017

Cápsula: mira y aprende

Intérpretes: Francisco Nogal, Sacco, Cápsula. Lugar: Casa de Cultura de Intxaurrondo (Donostia). Día: 7 de mayo. Asistencia: unas 200 personas.

La primera muesca de la invasión argentina de este fin de semana a nuestra cartelera musical se completó con el espectacularmente gozoso concierto del trío Cápsula. Una pareja sudamericana afincada desde hace tiempo en Bilbao que ha fichado a uno de los mejores baterías rockeros de la zona, el soberbio Ignacio Guantxe. Los tres juntos acaban de publicar “Santa Rosa”, trabajo con el que siguen paseándose por todo el mundo en conciertos lúgubres y otros más populosos abriendo para Pearl Jam.

En Donostia su fiesta acabó siendo un festival con 3 formaciones en la lista. Francisco Nogal se sacó de la manga un elegante set de cantautor rockero con dejes bonaerenses y un cierre que homenajeó a Neil Young. Los bidasotarras Sacco le pegaron fuerte y duro al rock de su región, esa denominación de origen tan distinguida que suele editar sus discos en Bidehuts. No son los más fieros de la manada, pero si de los más divertidos en escena.

Y llegó el trío calavera, la banda que mejor espectáculo ofrece sobre un escenario. Con el logo gigante a su espalda, colgando del techo y ocupando casi todo el telón trasero. Para que quede claro quienes son los maestros en esto del rock sucio, festivo, renegrido, potente y melódico. En la mezcla hubo Hendrix, Cramps, sicodelia y glam. Sin olvidar los recuerdos a Bowie y el repaso al “Ikusi eta ikasi” de Delirium Tremens. Y eso es lo que hay que hacer con estos cuatreros musicales. “Ver y aprender”, como decía el tema original. Sonará a clásico, pero si solo pueden ver un concierto este año, que sea el de esta banda.

Loquillo: Comunión total

Intérpretes: Loquillo (voz), Mario Cobo (guitarra), Josu García (guitarra), Igor Paskual (guitarra),
Alfonso Alcalá (bajo), Santi Comet (teclados), Lucas Albaladejo (teclado), Laurent Castagnet
(batería). Lugar: Auditorio Kursaal (Donostia). Día: 5 de mayo 2017. Lleno, unas 1800 personas

¿Puede que el estar o ponerse de pie en un auditorio sea una medida como otra cualquiera de medir
la calidad de un concierto? Si aceptamos esta unidad de medida, lo de Loquillo sería algo similar a
entrar en el Olimpo. El Kursaal recibió en pie al héroe de la noche, y así estuvo buena parte del
tramo final del concierto de 110 minutos que este “donostiarra” -vive a 3 calles del auditorio-
ofreció en la ciudad a la que, según propias palabras, ha entregado su corazón.

En lo estrictamente musical allí hubo guitarras como para tocar ante el Papa. Todas fieras, todas a
juego con el sencillo e impactante set que la banda de José María Sanz Beltrán (nombre real del
Loco) se ha montado para esta gira que arranca con la fronteriza “Salud y rock and roll”, buen
resumen de lo que pudimos ver el pasado viernes.

Hay dos grandes bloques en su set. En el primero hay mucho tema “post-troglodita”, con esa pericia
digna de Raphael o Morrissey a la hora de mezclar declamaciones con sonidos en los que
predominan los medios tiempos. Y por otra parte está su vena más rockera, la que le hizo más
famoso, la que predomina en la segunda mitad del evento y la que se contagia a temas más actuales
como la acertada “El mundo que conocimos” o “A tono bravo”.

Además de todos los éxitos que usted y yo conocemos y que sonaron bien atemperados, hubo
rockabilly con “Voy de negro”, versiones (“No volveré a vivir”, de Johnny Hallyday). Sonó el “No
volveré a ser jóven” de Jaime Gil de Biedma, y brincamos con el beat y el soul de “Rusty”.
Loquillo se cascó un aclamado “Paselfie” (paseo entre el público para que se haga fotos con el autor
principal, quién posó gustoso para todos) y acabó despidiéndose de manera perfecta, sin bises,
mientras el “Heroes” de Bowie cerraba una gran velada. Quien el pasado viernes fuera con ganas de
derribar un templo se las vio y se las deseó ante la demostración de firmeza y chulería de este
catalán y su banda.

De tal palo…

Intérpretes: Andrea Amador (violoncelo), Jaime de Burgos (piano de cola y otros teclados), Jordi Vericat (Bajos) y Pau Donés (voz, guitarra y percusión). Lugar: Teatro Victoria Eugenia (Donostia). Día: 3 mayo 2017. Asistencia: lleno, unas 1000 personas.

El público siempre es muy agradecido. La gente acude, siempre que puede y el sitio lo mejora, a ver al autor de esas canciones que escucha en el coche, en esos CDs que acompañan sus idas y venidas laborales. O quizás broten de esas emisoras que le hacen a uno rejuvenecer a golpe de dial, con tantas canciones de cuando éramos más jóvenes. La música está sufriendo una carga de melancolía que muchas veces ralla lo obsceno o enfermizo.

Nada de eso se le puede achacar al luchador Pau Donés. O lo que es lo mismo, el grupo Jarabe de Palo. Formación que recibió un buen palo cuando este cantante sufrió un cáncer de colon ya superado pero aún amenazante.“Claro que sé que esta expectación se debe a mi enfermedad”, dijo Pau el día de la presentación de la gira que ayer le trajo a Donostia. Bueno, puede ser.

Pero alguien que ahora se saca bajo la manga “50 Palos” (un libro, un disco y una gira de conciertos por España y América – 70 en total, ahí es nada-) que buscan celebrar su medio siglo de vida siempre merecerá un aplauso. Máxime cuando busca adaptarse al medio y huir del aplauso más sencillo que suele acarrear la mención a las graves penurias. No hay más que ver lo rápido que cambió de tema al explicar su canción “Humo”, compuesto cuando Pau andaba de quimioterapias.

Recuperando la idea de aquellos conciertos titulados “Conciertos a piano y voz”, Jarabe de Palo se completa ahora con violonchelos y contrabajos. Llevando a los escenarios las veintidós versiones acústicas – o cuando menos, más ligeras- de otros tantos temas propios. Enfoque que sirve para que su voz, algo ronca ayer, viaje más cómoda.

Los oyentes, siempre ávidos de cantar por lo bajini, pudieron así expresarse y escuchar las aportaciones de sus compañeros de fila o platea. En esta categoría destacaron la litúrgica “La Flaca”, “Déjame vivir” y “Depende”. No importó que los aficionados trastabillaran en ocasiones por estas nuevas formas. La cita fue una fiesta, no un examen de ingreso en O.T.

La banda le pintó esquinas blues de Nueva Orleans a “Bonito”. Hubo cosas electrónicas (“Qué bueno”), momentos cercanos al jazz latino (“Mamá”), algo de tensión sonora (“Te miro y tiemblo”) y mucha belleza sencilla, el mayor acierto de estas canciones: “Me gusta cómo eres”, “Hoy no soy yo”, “Grita”. Siempre con esa querencia por los juegos de palabras cercanas a la antítesis que han caracterizado las líricas de esta banda. Agradecido en sus guiños locales (sobre todo la dedicatoria al fallecido Patxi San Miguel), Pau y los suyos se retiraron tras 90 minutos de nuevas excursiones por sus temas de siempre.

Jexuxmai Lopetegi & Noizbehinka: pop reparador

Intérpretes: Jexuxmai Lopetegi & Noizbehinka Banda, con invitados. Día: 28 abril 2017. Lugar: Teatro Principal (Donostia). Asistentes: unas 200 personas.

Llegaba a la capital la segunda de las paradas previstas de “Itzal Zaunka”, el concierto con imágenes basado en el disco-libro ilustrado realizado por Harkaitz Cano, Antton Olariaga y Jexusmai Lopetegi. Este último fue la única cara visible del trío sobre el escenario del Principal donostiarra.

El zarauztarra echó mano de una saludable Noizbehinka Banda para montar un sexteto que se dejó acompañar, o quizás fuera al revés, por los vídeos de Iban del Campo y las bellas ilustraciones que el propio Olariaga y Lorena Martinez, bien juntos o bien por separado, habían grabado para la ocasión.

No descubriremos ahora los cantares cercanos y reconfortantes de Lopetegi, antiguo miembro de Akelarre con una reseñable carrera en solitario. Sus tonos brillan en los momentos más calmados del pop que define sus partituras: “Ganbara txikietako konspirazioa”, las preciosas “Konforme” y “Kantua garaiz”. Sin olvidar la no menos impactante “Bukatzen jakin behar”.

Para el resto de divertimentos el autor tiene buena mano a la hora de cursar las invitaciones. Petti bordó el bluesero «Zakur ilun, begi urrekara», puro divertimento en su garganta. Andrea Lopetegi le dio un empuje juvenil a «Zingira» y Lidia Insausti, perfecta corista durante la actuación, sobresalió en el jazz-pop (y la sorprendente versión a capela final) del tema “Txakur txiki”.

Mourn: ¡Vivan los 90!

Jazz Rodriguez, (guitarra, voz), Carla Perez (guitarra, voz) Antonio Postius (batería) y Leia Rodriguez (bajo). Día:18 de febrero. Lugar: Kutxa Kultur Kluba (Donostia). Asistencia: unas 50 personas.

Arrancaron el concierto en círculo, dándole la espalda al público, arremolinados alrededor del batería. Tienen apenas veinte años, aunque los últimos cinco los han pasado tocando. En Donostia, por ejemplo, lo hicieron en el Festival Kutxa Kultur Festibala 2015. Y sorprendieron a todos. ¿Por la edad?¿Por la calidad de sus canciones? Probablemente por todo ello.

Fue una pena que a buena parte de aquellos cientos de asistentes a la festivalera cita donostiarra le saliera el pasado sábado un plan mejor. Se perdieron un gran concierto de estos catalanes. Los shows bajo techo elevan la permeabilidad de los presentes en estos sonidos fieros pero melódicos, heredados del rock indie noventero: Sleater Skinny, Sonic Youth, Throwing Muses y esas formaciones que aunaban el ruido guitarrero y la melodía como pocas. Normal que la discográfica estadounidense Captured Tracks les haya echado el guante. Aunque ese hecho, litigio editorial con el anterior sello mediante, les haya impedido editar su segundo disco (“Ha, Ha, He”) en España.

Mourn son alumnos aventajados de esa escuela. Siempre con acordes poco académicos y jugando con las voces principales en tonos que a veces andan cerca de desgañitarse. Tuvieron tiempo para la ironía (“tenemos discos a la venta. Son de importación, que es más guay”) mientras se apuntaban al carro de tocar 45 minutos e irse a casa. Luego hubo un bis, pero se lo perdonamos porque estrenaron una canción nueva de categoría.

Biznaga: viejas maneras

Intérpretes: Álvaro (voz,guitarra), Jorge (bajo), Pablo (guitarra), Milky (batería). Lugar: Sala Kutxa Kultur Kluba (Donostia). Día: 17 de febrero. Asistencia: unas 150 personas.

No hay más que verles en las fotos de promo sobre un fondo de descampados y vías de tren. Los madrileños Biznaga buscan recuperar la dureza de antaño también en la imagen pública. Y en las letras, ardientes y afiladas, críticas con lo que les rodea, bien chilladas por su voz principal. Y cómo no, en las músicas, con ese piñón de eje punk y derivaciones hacia el rock más duro (en su caso, en temas como “jóvenes ocultos” o “cult de sac”). Despistando el micro en directo cuando el guitarrazo lo pide. ¿Les suena? Exacto, como el “rock de gaztetxe” de los años 80 en nuestra tierra. No lo decimos con afán “fotocopista” ni menospreciando el gran trabajo de esta banda. Pero fue imposible no acordarse de tantos y tantos grupos vascos de aquellos años.

Es normal. El rock punkarra – algo menor en ímpetu y adherencia cuando suena en sitios de acústica perfecta como el Kutxa Kultur donostiarra – de estos cuatro madrileños se maneja como la seda sobre canciones directas y concisas. Solo en “Una ciudad cualquiera” parecieron cambiar un poco de chaqueta y abrazar prendas más cercanas a los Rolling Stones y el glam, una puerta a gentes menos implicadas en el barrizal de los garitos.

Y a los 50 minutos de empezar, “agur”, luces generales y a casa. En la salida escuchamos al batería hablando con unos fans. “Pasamos de hacer bises, preferimos ir a piñon, directos”, decía. No podemos estar más de acuerdo. Irán al famoso festival norteamericano SWSX este año, y actitud no les falta. Porque estas biznagas pinchan, y esperemos lo sigan haciendo durante mucho tiempo.

Luma: ahora conviven los ritmos oscuros y viscerales anteriores con nuevos colores que nos hemos encontrado

El dúo donostiarra presenta esta noche su nuevo disco en la sala Kutxa Kultur Kluba de Donostia.

Adrian Viñas (voz y guitarra) y Xabier Abel (bateria) se bastan y se sobran para crear canciones. Nacieron fieros con “Club EP” (2016). Un estreno discográfico que les abrió las puertas del proyecto Kutxa Kultur Musika, la rama cultural banquera que apoya a los grupos musicales guipuzcoanos. Ellos encantados, claro. “Seguir formando parte de la residencia Kutxa Kultur es un lujo. Hemos sacado muchas cosas gratificantes de esta relación. Y cuando nos toque irnos de Tabakalera lo haremos con mas ganas de trabajar que cuando entramos”.

Ahora retornan con la segunda referencia, “Airwalk”, la cual presentan hoy en Donostia y que ya se puede escuchar en la web lumaduo.bandcamp.com. Publicado el día de los enamorados (14 de febrero), los dos amigos han aprovechado mejor en esta ocasión las virtudes de los estudios de grabación. En palabras de la banda, “creemos que hemos abierto el espectro sonoro. No sabemos cómo etiquetarnos. Pero podemos decir que ahora conviven los ritmos oscuros y viscerales anteriores con nuevos colores que nos hemos encontrado por el camino”.

Pongamos ejemplos, que clarifican las ideas. Luma tira de nervio en “Players”. Mantienen el cabreo “grunge” a lo Sonic Youth (“Trampantage”) y giran hacia la tenebrosidad de Mark Lanegan (“Denboraren”) o los guitarrazos emocionantes (“Sparkle, Sparkle”). Con espacio para el rock bailongo (“Borne”). Un disco que pronto alzará su vuelo hacia escenarios de renombre situados en Biarritz, Madrid, Zaragoza, Bilbao, Lugo y Oviedo.

Luma: nuevas generaciones

Intérpretes: Adrián Viñas (batería) y Xabier Abel (guitarra, voz). Lugar: Sala Kutxa Kultur Kluba (Donostia). Día: 16 de febrero. Asistencia. Unas 150 personas.

Lo sé. El término que hemos empleado en el titular está totalmente devaluado. No hay más que ver los miembros que bajo esa definición se reúnen como representantes de la “sangre fresca” de los partidos políticos. Gentes cuarentonas con jersey de pico y demasiado bien peinados casi siempre. Afortunadamente, en lo musical corremos más suerte. Y las edades van parejas con las etiquetas. El mejor ejemplo está la cantera local, con bandas tan fabulosas como los donostiarras Luma, quienes anoche presentaban su impecable nuevo CD “Airwalk”.

Dos chavales impactantes, sinvergüenzas en el mejor sentido. Con un futuro casi aún mejor que su presente. Y “jóvenes y guapos”, como decía una asistente ayer. Demonios, poco que objetar a todas esas variables frescas y refrescantes. Y eso que aún no hemos apuntado que el dueto de veinteañeros lo hace de perlas.

No podemos negar que el partido es difícil. Hay poca gente sobre el escenario. Se puede pensar que, tires por donde tires, el tema puede no dar juego. Pero a Luma no los vas a cazar en ese cepo. Ellos hacen rock, un estilo que sobrevive a flashes y modas populares. Aunque su muestra sea más sonora que visual, siempre contenida en este último campo.

El grupo ofrece más garra (“grunge” en este caso) que en sus discos. Y, sutilmente, el batería acaba llevándose el foco de atención. Saben tirar para el blues o el rock más movido. Y les mencionaremos a “Nirvana” e igual nos miran con cara de dejarnos el asiento del autobús. Aunque tengamos razón en el parecido global.

También saben que tocar cuarenta minutos, pasando de versiones y huyendo de los bises, es la mejor manera de dejar un fantástico sabor de boca (como ayer) y emplazar a quien lo desee a la próxima cita en un sitio más lúgubre, más cercano y más sudoroso. El espacio natural del rock, sea cual sea su añada y localización.