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Año: 2011

Soul en constante construcción

Triz3ps . La banda capitaneada por Javi Pez aportará la animosa ración negroide de su disco de debut a la fiesta de inauguración de la Casa de Cultura del donostiarra Intxaurrondo.

Se encontraron a finales de 2008, en el concierto homenaje a Poch que se montó en Donostia. Javi Pez (guitarra y voz) y Alberto Bosch (bajo) ya se conocían de la última época de Parafünk, el último grupo analógico conocido del cantante. Oriol Flores es el batería, curtido en Musikene y en la banda de Miqui Puig. Ahora se estrenan como Triz3ps y anden atentos a sus futuros proyectos jazzeros, entre los que se incluye darle swing a las canciones de Radiohead.

-Sois carne de local en constante maceración.

-Alberto: Nos hemos tomado nuestro tiempo para conocernos como músicos. Nos apetecía volver a sentir esas sensaciones creativas. Además, ya no tienes todo el tiempo del mundo para hacerlo. Solemos quedar un día a la semana. Y no hemos tenido ninguna urgencia o prisa por salir a escena.
-Pez: Hemos ido construyendo un repertorio, del cual desechamos buena parte. Ha sido un proceso tranquilo, tocando y construyendo poco a poco. Triz3ps es un músculo, un sentimiento musculoso. Hay que darle forma, machacarlo, entrenarlo.

-Buscando el punto de forma óptimo.
-Alberto: Siempre quieres que un disco tenga una dinámica adecuada, una progresión de canciones. Cuando haces pocas cosas, las quieres hacer con sentimiento, que es como mejor se hacen. La música es eso, transmitir lo que sientes.

-Javi, tras ejercer durante años de DJ y remezclador, vuelves a sentir el gusanillo analógico.
-Pez: Siempre he sido analógico. Ya había recorrido ese camino antes de lanzarme a lo digital. Por mi parte había muchas ganas de volver a tocar con banda. No una big band, sino en formato pequeño, como trío.

-Así os presentasteis ayer en el club Victoria Eugenia de la capital guipuzcoana, sin mayores aditivos.
-Pez: Somos un trío en constante construcción. Y puedes añadir miembros, pero en acústico le hemos quitando intensidad. Nos hemos dado cuenta de que nos encanta ese modelo desenchufado. Es muy atractivo. Me parece el siguiente paso de Triz3ps.

-Y para la fiesta de mañana, a banda completa.
-Pez: Sí, iremos con Paul San Martín a los teclados y Luis Camino en la percusión. Y en esta cita podremos contar con la sección de vientos en los tres temas que han tocado.

Nacho Umbert: No os creáis ni la mitad.

Tras el agradable sorpresón de su debut, Nacho Umbert repite fórmula y amigos (Refree a la producción) para este siguiente paso.

De “No os creáis ni la mitad” destacamos por su novedad unas líricas que se han vuelto más canallas. El resto, salvo las dos primeras canciones que despistan, sigue siendo delicioso y tranquilo, con un cantar bien bonito y embriagador.

Una preciosa confirmación continuista

PLV Havoc: Viviendo en la era rock

El cantautor donostiarra presenta su primer disco “Penny Lancaster”. Un decálogo guitarrero de regusto norteamericano y cantares afectados.

Como si cada canción fuera la última. Como si cada estrofa se soportara en la última exhalación. Como si cada acorde fuera el de despedida. Así vive, y canta, PLV Havoc. ‘Un amigo que escribe sobre música dijo que yo era un «emocionador». Me gusta la definición’.

Sabíamos de su expresivo modo de vida. Porque durante muchos años hemos escuchado sus demos, y visto los paseos de Pedro Luis Viñaspre (así se llama el autor) por las tabernas, garitos, bares y teatros. Esa tranquilidad compositiva, cercana al folk cuando suena con solo una guitarra, excesiva en el lirismo y de minutaje dejado.

El armazón se mantiene, y embellece, en el debut que ahora presenta: “Penny Lancaster” (Warner, 2011), las diez canciones anglófilas en dicción e inspiración que acaban de ver la luz. Melodías que se han abrigado de manera guitarrera, sin pasarse, con la ayuda de Ruben Caballero, el guitarrista de Mikel Erentxun. Y una señora banda sonando de fondo.

El primer single, llamado también ‘Penny Lancaster’, salió a la venta esta semana. En el CD completo, también a la venta ya, hay más gemas. Emocionalmente entregadas, claro.

Y todo esto en Warner. No es normal que, con la que está cayendo, uno tenga más de una novia discográfica.

Me siento muy afortunado, y no todo el mérito es mío. Tengo gente a mi lado (mi manager Iñaki Estevez e Iban Mato) que ha creído en mí desde el minuto cero. Tuve otra oferta de Subterfuge, pero al final la gente de Warner y el sello Insamuel insistieron y firmé con ellos. Creo que me muevo a golpes de corazón y en este caso fue un poco así.

Latidos que antes de ser musicales, fueron escritos

Antes de componer ya anotaba textos compulsivamente, intentando explicarme y explicar mi mundo. La música llegó después, devorando discos que arrastro como estigmas. Ahora no se vivir de otra forma que no sea escribiendo canciones.

Un hombre de mundo, viajado por buena parte de Europa…

Más bien soy bastante “hacia adentro”. De hecho, creo que he desarrollado cierto miedo a salir. Como casi siempre en mi vida, me fui por amor y volví por desamor. El mundo actualmente me resulta bastante hostil, supongo que antes era un poco inconsciente.

¿Eres hombre de oficio, o la inspiración ataca por rachas?

Una mezcla de las dos cosas. Cada vez soy más crítico con lo que escribo. Casi siempre canto y escribo en primera persona y a veces cuesta desangrarse.

El nuevo sonido vasco

[Aprovechando las virtudes de internet, cuelgo en este espacio la crónica completa, la cual no pudo salir tal cual por problemas de espacio]


Intérpretes: Napoleón IIIrd, Jupiter Jon, Bastardgeist. Lugar: Sala Gazteszena (Donostia). Asistencia: unas 150 personas. Día: 24 de noviembre del 2011.

Impresiona el titular de esta crónica,¿eh?. Tranquilos, que no es para tanto. Que somos guipuzcoanos, hombre. Pero cada cosa a su tiempo.

El pasado jueves subimos a la sala Gasteszena para asistir al triplete de grupos que la propuesta foral Gaztemaniak! presentaba en Donostia. Con los locales Jupiter Jon colocados en la mitad del cartel, el arranque y el final llegó con pasaporte extranjero.

Abría la noche el señor Bastardgeist, persona que más tarde volvería a subir al tablado como miembro de Napoleón IIIrd. Lamentablemente no llegamos a ver más que unas pocas canciones, debido a las adversidades de la gran ciudad, sus labores y sus aparcamientos. Lo que escuchamos era casi ‘new age’, con falsete vocal todo el rato, experimental pero asequible.

Había muchas ganas de ver a Júpiter Jon, que andan presentando su debut largo grabado para la nunca aburrida casa discográfica Bidehuts. No exagero si afirmo que casi todos los presentes habían acudido para disfrutar de las evoluciones del grupo de Aida, la antigua integrante de Lisabö, y sus compinches. Chica que canta y aporrea los tambores con más suavidad que antaño. Ellos son, pueden ser, parte de “el nuevo sonido vasco”, que dijo un joven a mi lado. De acuerdo con la frase, pero menos.

A estos satélites les pillé un punto post-hardcore neoyorquino (Sonic Youth en sus inicios, para entendernos), más amaestrado. Como la suavidad punk de los Pixies. Como una mezcla entre Lisabö y Mursego. Cercanos a los brincos de Adam & The Ants. Jupiter Jon serían la facción más amable – es un decir- de la música que se hace en nuestra frontera territorial. Por cierto, ¿cuándo habrá un grupo en la zona del Bidasoa que haga una música medianamente normal? ¿Nunca? Genial.

Tenniscoats: «Tokinouta»

El dúo japonés presenta nuevo disco propio tras cinco años de colaboraciones con otros autores. Una obra tierna, cándida, intimista y simpática.

Apenas una guitarra y una voz. Con el guitarrista haciendo los “efectos” de manera manual y ella cantando en la sobremesa del domingo, entre pastas y cafés. Cariño e imperfección. La emoción de las cosas sencillas y hechas con cariño. Lo mejor del pop.

El Sueño de Morfeo: Encontrando sonrisas

En otra nueva cita patrocinada por la emisora radiofónica Cadena 100, los chicos – y chica- de El Sueño de Morfeo aterrizaban de nuevo en Donostia para ir adelantando algunas de las canciones que contendrá ‘Buscando Sonrisas’, el disco que verá la luz allá por el mes de febrero del 2012.

Ante un teatro entregado casi en su totalidad (luego leerán porqué la entrega no fue generalizada) y con apenas un luminoso pequeño que recoge las iniciales de la banda, la gira parece estar protagonizada por los pantalones vaqueros, prenda oficial sobre el escenario. Y recibe la etiqueta de ‘acústica’.

El membrete puede tener mil matices. Porque los Morfeos andan muy cómodos paseando por los estadios de futbol. Por ello detallaremos lo que esa desenchufada palabra significa en el caso que nos ocupa: tres guitarras electroacústicas- la guapísima cantante Raquel del Rosario también rasga las cuerdas en ‘Esta soy yo’-, un bajista que echa una mano en algunos coros y una batería que toca sin bordón. Y unas canciones que tienden a cambiar la intensidad original por una versión más íntima, claro. Más adecuada para la cercanía de elegantes teatros antiguos como el donostiarra. Espacio que no nos cansaremos de reivindicar para estas lides.

Hubo espacio para los viejos éxitos, claro. Y mucha conexión con el público. Hablaban con ellos, les enseñaban coreografías para echar una mano en las canciones (‘Nos vemos en el camino’) o se bajaban al pasillo para cantar algunas estrofas. Fue en ese momento donde disfrutamos de un divertido suceso.

En uno de los parones que se realizan en mitad de una canción buscando retomarla con más fuerza, Raquel acercó el micro a uno de los espectadores a fin de que cantara el estribillo. El señor, con total tranquilidad, expresó un bien amplificado «no lo sé». Ella demostró muchas tablas en ese punto, y convirtió la anécdota en un momento memorable.

Del futuro llegaron tres canciones. Con letras bastante optimistas, caso del single ‘Depende de tí’. Un posible candidato a himno, de aires trotones y rockabillies. Tras un bis y noventa minutos de divertida escucha, los simpáticos ejecutantes abandonaron el escenario entre aplausos.

Una mezcla tersa

En ocasiones a los retratistas de eventos nos lo ponen difícil. No sabemos muy bien qué tecla tocar para que la foto no salga movida, con tantos sabores y tantas texturas distintas. El resultado musical puede ser una ‘guarrindongada’ de David de Jorge o un paseo refrescante por la mezcla de estilos. Afortunadamente, a Lizz Wright la meteremos en la segunda categoría.

Habrán leído que Wright hace jazz, que viene de una infancia marcada por el gospel, curtiéndose en pequeñas iglesias del sur de Estados Unidos. Que ha grabado con gente de Calexico y participado en homenajes a las divas (Ella Fitzgerald). Y todo eso se ve, se intuye, se disfruta, en las canciones que interpreta. A veces saca el hocico el canto eclesial. Otras, sin cambiar de canción, el slide guitarrero campestre y desértico, el blues dolorido o el jazz vocal.

Y sobre la banda, impecable en todo el concierto y con gran espacio para expresarse, emerge la impresionante voz de la fortachona de Georgia. Profunda y enérgica, satinada cuando toca. Despuntando en los espacios sin música. Cálida hasta a la hora de dar las gracias por el micrófono. Con una naturalidad que asusta y esa fuerza que le hace expresarse con todo el cuerpo, dando golpes en el pecho o palmadas que son signo de emoción escénica.

Ella hace de pegamento de todos los elementos, tendiendo sus tonos hacia el canto religioso y el soul. Como si a Sade (¿dónde estás?) le acompañara una banda de raíces estadounidenses. El ADN brota desde el primer segundo, cuando se arrancan con el ‘Old Man’ de un Neil Young que justo ayer cumplía 66 años. Después, lo ya expuesto. La presencia más joven de un auditorio cuarentón interpretó algunas obras deliciosas: la suave preciosidad de ‘Hit The Ground’, el gancho a lo Aloe Blacc de ‘My Heart’, la reivindicativa ‘I remember, I Believe’, el aire desértico de ‘Stop’…

Hasta el final fue poco habitual. Tras presentar a su banda por segunda vez – lo había hecho al comienzo-, se despidió con la única flojera comercial de su lista, ‘Thank You’. Volvió para hacer un bis de un solo tema. Y tras abandonar el escenario, retornó para interpretar ‘Dreaming Wide Awake’ en emocionante a capela. Conclusión para donostiarras y/o jazzeros: el día que Lizz y los suyos toquen en el escenario rojo gratuito del Jazzaldia su nombre saldrá en letras brillantes.

Mini Estadi Rock

El titular de esta crónica hace referencia, ya lo saben, al campo de futbol pequeño (bueno, oye, que tiene capacidad para 15.000 espectadores) del omnipresente Barcelona FC. Césped sobre el que los cachorros se aprenden la lección del Coelho que dirige el primer equipo. Normalmente, ante poca gente. Los realmente interesados en el fútbol base. Esos que, culturalmente, se acercan a la sala Gazteszena a ver los conciertos de bandas nacionales que, por Rasca o por Pica, deberían funcionar a niveles de mayor audiencia. Como las del pasado jueves.

El silbido inicial corrió a cargo de los vizcaínos Smile. Y como la prensa ya ha hollado antes esta cima, diremos que acierta y mucho cuando los define como una mezcla de «la filosofía surfera, devoción por la Americana -el estilo, no la chaqueta- y las armonías californianas del tránsito de los 60 a los 70». Impecables en lo suyo, las canciones son un ejercicio de estilo, con todo lo que ello acarrea. La voz principal, a cargo del inglés John Franks (que bien podría hacer de Stuart Murdoch en cualquier biopic, dada su semejanza física con el cantante de Belle and Sebastián), es dulce y tersa, afianzando el lado más soft-pop de la propuesta.

A ratos Fleetwood Mac, a ratos (muchos) Jayhawks. Sin olvidar ni por asomo a Crosby, Still & Nash. El paseo fue soleado y, como su propio nombre indica, bastante feliz y sonriente. La única pega, mínima: en ocasiones les falta malicia compositiva, un poco de cabreo en las partituras, algo que te haga pegar un respingo de autenticidad.

Con una sala ya bien pisada de gente se presentaron los gallegos Catpeople para ofrecer un concierto perfecto. Si como perfecto entendemos alguna de las siguientes apreciaciones: no desentonar en un estadio de fútbol (aunque los grupos nacionales no suelan capitanear esos carteles, los vigueses serían la apuesta española más digna) y proponer un estudiado listado de composiciones que va poco a poco buscando el climax final.

Su pop guitarrero es más británico que el té de las cinco y el hooligan comiendo paella en una terraza. Contagioso y emotivo, jovial y con tendencia a la épica, pueden abanderar con orgullo la hipotética insignia que les identifique como los Editors españoles.