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Una mezcla tersa

En ocasiones a los retratistas de eventos nos lo ponen difícil. No sabemos muy bien qué tecla tocar para que la foto no salga movida, con tantos sabores y tantas texturas distintas. El resultado musical puede ser una ‘guarrindongada’ de David de Jorge o un paseo refrescante por la mezcla de estilos. Afortunadamente, a Lizz Wright la meteremos en la segunda categoría.

Habrán leído que Wright hace jazz, que viene de una infancia marcada por el gospel, curtiéndose en pequeñas iglesias del sur de Estados Unidos. Que ha grabado con gente de Calexico y participado en homenajes a las divas (Ella Fitzgerald). Y todo eso se ve, se intuye, se disfruta, en las canciones que interpreta. A veces saca el hocico el canto eclesial. Otras, sin cambiar de canción, el slide guitarrero campestre y desértico, el blues dolorido o el jazz vocal.

Y sobre la banda, impecable en todo el concierto y con gran espacio para expresarse, emerge la impresionante voz de la fortachona de Georgia. Profunda y enérgica, satinada cuando toca. Despuntando en los espacios sin música. Cálida hasta a la hora de dar las gracias por el micrófono. Con una naturalidad que asusta y esa fuerza que le hace expresarse con todo el cuerpo, dando golpes en el pecho o palmadas que son signo de emoción escénica.

Ella hace de pegamento de todos los elementos, tendiendo sus tonos hacia el canto religioso y el soul. Como si a Sade (¿dónde estás?) le acompañara una banda de raíces estadounidenses. El ADN brota desde el primer segundo, cuando se arrancan con el ‘Old Man’ de un Neil Young que justo ayer cumplía 66 años. Después, lo ya expuesto. La presencia más joven de un auditorio cuarentón interpretó algunas obras deliciosas: la suave preciosidad de ‘Hit The Ground’, el gancho a lo Aloe Blacc de ‘My Heart’, la reivindicativa ‘I remember, I Believe’, el aire desértico de ‘Stop’…

Hasta el final fue poco habitual. Tras presentar a su banda por segunda vez – lo había hecho al comienzo-, se despidió con la única flojera comercial de su lista, ‘Thank You’. Volvió para hacer un bis de un solo tema. Y tras abandonar el escenario, retornó para interpretar ‘Dreaming Wide Awake’ en emocionante a capela. Conclusión para donostiarras y/o jazzeros: el día que Lizz y los suyos toquen en el escenario rojo gratuito del Jazzaldia su nombre saldrá en letras brillantes.

Publicado enCríticas de conciertos

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