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Año: 2008

Sorkun & Vice Presidentes : Agua en el desierto

Al final todo acaba siendo cuestión de arena. ¿Que hay que levantar bloques de casa? Pues le echamos un poco de agua. ¿Toca decoración hogareña? Pintamos los granitos y llenamos una de esas botellas que para lo poco que gustan habitan muchos salones. ¿Lujos de aniversario? Compremos piedras preciosas de evolución rocosa para gargantillas y anulares. Por no hablar del castizo botijo y los sustratos del jardinero de Bricomanía.

En lo musical no crean que el tema cambia tanto. Si la música es bella se habla de finura, término heredado del matiz playero. Si la propuesta se pierde en vaguedades se suelen mencionar las travesías por arenas movedizas.

Y si la cosa se pone contundente y grave muchos utilizan el término de rock pedregoso. Los etiquetadores guiris lo denominaron Stoner rock, y pocas veces marca y concepto llevan tanta comunión y armonía.

Aunque eso de armonía podría ponerse con pinzas, entre corchetes y en aislamiento preventivo si nos toca hablar de Waxy, el primero de los grupos del jueves noche. Clásicos en su concepto, en formato trío y con amores hacia aquel rock (volvemos a lo mismo: roca, arena) de los años 70 que huía del rollo hippie a base de truenos guitarreros.

Los norteamericanos son tan clásicos que sólo podían ser del desierto de Mojave o aledaños. Si fueran europeos hablaríamos de fotocopia, pero la rotunda pureza y las afinaciones rudas desplegadas en Jareño por la banda foránea insuflaron mucha agresividad al ambiente. Una afirmación sin cargas peyorativas.

Lo malo es que el niño se comió al padre. Sorkun, que se fue con sus Vice Presidentes a grabar su último disco a casita del guitarrista de Waxy, les comió la tostada, la barra y media panadería. La dama de Orereta cruzó el charco en busca de mayor firmeza sonora. Contundencia que en disco recarga las pilas del más anémico y en concierto, gracias a un elegante trabajo tras los botones, consigue transmitir sin abrumar, que sería lo más sencillo. Las canciones de su último CD se moderan sobre las tablas sin perder ni un pelo de potencia. Y eso, amigos, es arte. Potente o suave, dulce o rabioso. Pero arte al fin y al cabo.

Porque donde en Waxy todo son embarullados golpes de macarra de extrarradio, en el caso de la guipuzcoana son paseos de piernas por el ring, una combinación de golpes que sabe apoyarse en una voz colosal a la que, por ponernos criticones, puede faltarle un poco de juego escénico. Si al impactante conjunto le añadimos la muy apropiada adaptación de viejos temas nos encontramos con una propuesta que este verano llenará plazas festivas con una calidad innegable.

Elodio y los seres queridos: Idem

Elodio y los seres queridos
Grabaciones en el Mar

Los hay que han etiquetado, con más acierto que mala baba, que Elodio y sus queridos practican una suerte de pop adulto.

Será porque hacen letras cuyo significado puede aparecer más allá de la primera escucha. Será porque el ahora telonero de la gira vasca de Deluxe es un contador de breves y acertadas historias treintañeras («España a las 8», «No quiero perderte») al que la música a veces le tira por los 80 y otras le convierte en cantautor electrónico.

Emma Pollock: Bellas pedaladas

Intérpretes: Emma Pollock, Karelean. Día: 18 Marzo 2008. Lugar: Sala Gazteszena (Donostia). Asistencia: unas 300 personas.

Pertrechada tras una guitarra que hacía empequeñecer su cuerpo, rodeada de los músicos con los que anda presentando su primer disco “Watch The Fireworks” (Donostia estrenaba la gira), la protagonista de la velada musical del pasado jueves echó mano de su libreta azul para presentar a sus compinches y saludar al respetable en un castellano que bien podía haber sido romaní: “Hola, me llamo Emma Pollock y soy de Escocia. Allí siempre llueve”.

Claro que a la antigua cantante de la banda The Delgados (sí, en homenaje al ciclista Perico Delgado) se le olvidó nombrar el tipo de lluvia al que se refería con su frase.

La acuosa la conocemos bien por estas tierras. Pero lo que nos sigue extrañando es el diluvio melódico que nos viene estos últimos años desde Glasgow y alrededores. Escocia lleva varios años exportando preciosos generadores de melodías pop. Una profesión en la que Emma ya tiene experiencia y que ahora prefiere abanderar bajo su propio nombre y apellido.

Los cambios no sólo afectan en la presentación. El nuevo enfoque musical mezcla estribillos elegantes de lujo irreprochable y suaves esqueletos de huesos de emoción.

Bellas historias sin apenas artificios que consiguen engancharse a nosotros de tal manera que para cuando nos damos cuenta descubrimos que hemos escuchado las canciones docenas de veces.

Recuperando las mejores acepciones del término “clásico” y alejándose de las ampulosas orquestaciones del pasado, la escocesa defiende en directo la misma teoría simple, llana y directa que ofrece en su debut disquero.

Sobre el tablado donostiarra sus guitarreos y cantos venían con la habitual compañía de bajo y batería. Como aditivo nombraremos a un teclista que en lugar de dar sabor a toda la escena se quedó en perejil sonoro por culpa de un volumen excesivamente apagado.

Como ahogada era la voz de la cantante, afectada por una infección de garganta. Su tara fonética apenas se notó en los cantes lentos o medios tiempos (“Paper and Glue”, “New Land”, “Fortune”), espacios que dejaban más al descubierto los timbres poperos que caracterizan a la británica. También hubo varios aciertos melódicos (“Adrenaline” o el soberbio “If silence means that much to you”) y algún que otro frenazo excesivamente brusco (“Limbs”).

La manecilla del contador se paró al poco de sobrepasarse la hora y cuarto de actuación. Una duración no criticable teniendo en cuenta que sólo tiene un CD editado y que la artista había prometido no echar la vista al pasado para recuperar viejos éxitos de su anterior banda. No le hizo falta. La nueva bicicleta de la ex Delgados luce brillante y bonita en estas nuevas carreras.

El ‘High School’ se estrenó con éxito

Con todo el taquillaje vendido -lo que ha obligado a organizar una sesión extra para el próximo lunes- aterrizaba anoche en Donostia High School Musical, el espectáculo teatral que tanto éxito tiene por los teatros del mundo.
Uno no sabe qué criterio elegir a la hora de valorar, criticar o analizar un espectáculo de dos horas y media dirigido a un espectro de edad tan alejado del personal.

Porque el show que estos días se representa en el Victoria Eugenia donostiarra está pensado para espectadores de entre 6 y 14 años. Niños o adolescentes que, acompañados de sus padres en muchos casos, poblaban hasta límites de Txiki-Park todas las butacas del elegante teatro donostiarra.

Gentes que han caído rendidas a las anteriores (y exitosas) versiones audiovisuales de este producto Disney: Dos películas, un DVD, el correspondiente CD con la banda sonora original. No debe extrañar por ello que el musical agotara taquillaje con relativa rapidez, sobre todo cuando el espectáculo teatral es, según anunciaron los organizadores, muy similar a la película.

Pedro Guerra: Meloso ma non troppo

Cuatro años llevaba el cantautor tinerfeño Pedro Guerra sin pasearse de modo visible por la palestra creativa, y ha tenido que ser el reciente CD Vidas el que haya vuelto a engrasar la máquina compositiva del canario.

El autor hacía parada el viernes en el Leidor tolosarra, lo cual nos puede dar dos lecturas tan distintas como complementarias: que la propuesta actual del dulce cantor no da para grandes espacios o que el escenario de la antigua capital guipuzcoana, con la nueva temporada de su inquieta programación Mundua Tolosan comienza a comerle terreno a las grandes plazas habituales.

Sea como fuera, Guerra sigue fiel a la formula que en su día le colocó como uno de los más importantes compositores de melodías. Continúa o actualiza las soflamas de los viejos trovadores cubanos, ahora cantadas con numerosas metáforas a la naturaleza, los puentes y los ríos.

Unos espacios naturales que le sirven como metáforas de las relaciones personales, auténtica guía compositiva de este creador al que imaginamos sin problema como BSO de la próxima película de Fernando Colomo o en el próximo papel protagonista del hace-poco-bailarín Oscar Ladoire.

Podemos inspirarnos en la primera colaboración de Colomo-Ladoire para decir que lo del Pedro Guerra es ‘meloso ma non troppo’. Con esa forma tan suavecita y mimosa de cantar, tan costumbrista y agradable, tan poco dada al quejido. Una voz a la que el viernes le acompañó en más de un tema, y de manera sorprendentemente acertada, el coro del público.

YMCK: «Family Genesis»

YMCK
«Family Genesis»
AVEX.
http://www.ymck.net

La última chaladura japonesa es un trío haciendo música con el «Magical 8bit plug», complemento que emula los sonidos de las viejas videoconsolas.

Lo llaman 8BitPop o Nintendo Pop y este tercer disco no deja de ser un divertido y pizpireto electro-pop que en pequeñas dosis instala la sonrisa en nuestros paseos musicales.

Baby Blonde and the Downs: «Hope is Dope»

Baby Blonde and the Downs
«Hope is Dope»
Moonpalace Records

Hasta Malmö se fue el responsable del sello guipuzcoano Moonpalace Records para fichar a este «niño rubio» que defiende en lo vocal las alegrías menos chillonas de Will Oldham y la tersura de Leonard Cohen. Todo se complementa con bellas armonías femeninas sobre un fondo folk melancólico, electrónico y bastante oscuro.

Los Secretos: Pop textil

Intérpretes: Los Secretos. Lugar: Sala Rock Star (Donostia). Día: 08-02-2008. Asistencia: unas 750 personas.

Tras el concierto donostiarra de la banda madrileña vuelvo a casa en coche. En la radio una locutora habla sobre las nuevas categorizaciones textiles presentadas por el Gobierno. Y pienso que esas nuevas medidas podrían valer para comentar el concierto que Urquijo y los suyos dieron en una “hacía-tiempo-que-no-la-veía-tan-llena” sala Rock Star de la capital guipuzcoana.

Lo suyo puede caber en una definición de tipo diábolo, con un estrechamiento (de popularidad) en la zona central para abrir de nuevo el cuello en la franja final. Pocas bandas en activo con tantas paradas en restop de carretera pueden doblar la asistencia a sus conciertos de un año para otro sin haber sacado nuevo disco.

Bueno, miento, que su compañía ha publicado un recopilatorio de sus últimos 30 años que los autores critican por lo bajini a través del micro pero que aplauden a rabiar viendo la congregación de gente que no va a volver a ver un concierto de pie en lo que queda de 2008.

Porque gran número de ellos y ellas, que en las anteriores Olimpiadas ya habían cumplido los 40 tacos y que hace tiempo que adoptaron el modelo campana (o barril, en el caso de ellos) a la hora de mirar los estantes de las rebajas, se acercan a la cita con ansias de rememorar el romanticismo juvenil de sus años más locuelos. Así, mientras unos aprenden en el Expoerotikus del Kursaal nuevas maneras de menear sus carnes, otros ya bastante asentados deciden darse un baño de amores y desamores y miradas lacrimosas tras la ventana.

Y en eso Los Secretos no fallan. La fórmula que mezcla tonos country (salvo cuando las canta el bajista, que parecen narcocorridos) y melancolías poperas patrias sigue firme y sin apenas variaciones. Así no hay capacidad de sorpresa entre los viejos fans que pueblan la sala, personas que jalean y corean casi todas las canciones.

Podríamos decir que su estilo musical es, según las nuevas maneras textiles, del modelo cilindro, con una total simetría entre el inicio y el final. Aunque se agradece que recuperen los temas más concisos y directos de su discografía frente a los estiramientos guitarreros de los últimos años, uno no puede quitarse la cabeza la idea de si la máquina no emplea nuevos patrones es porque no quiere o porque ya está mayor para cambiar.

Poco importa el comentario. Tras 90 minutos de tiempo real disputado sobre el escenario Los Secretos se despiden repitiendo una de sus más afamadas canciones a capella mientras a la gente le hacen chiribitas los ojos y la voz. Los Secretos siguen rezumando dignidad en cada rasgado de su colección de melancolías. Aplaudamos que en el panorama popular musical haya esta suerte de bichos raros que dignifican el trabajo de crear canciones, porque las grandes marcas seguirán intentando hacernos entrar en tallas, modelos y envases que ni nos gustan ni queremos tener.