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Pedro Guerra: Meloso ma non troppo

Cuatro años llevaba el cantautor tinerfeño Pedro Guerra sin pasearse de modo visible por la palestra creativa, y ha tenido que ser el reciente CD Vidas el que haya vuelto a engrasar la máquina compositiva del canario.

El autor hacía parada el viernes en el Leidor tolosarra, lo cual nos puede dar dos lecturas tan distintas como complementarias: que la propuesta actual del dulce cantor no da para grandes espacios o que el escenario de la antigua capital guipuzcoana, con la nueva temporada de su inquieta programación Mundua Tolosan comienza a comerle terreno a las grandes plazas habituales.

Sea como fuera, Guerra sigue fiel a la formula que en su día le colocó como uno de los más importantes compositores de melodías. Continúa o actualiza las soflamas de los viejos trovadores cubanos, ahora cantadas con numerosas metáforas a la naturaleza, los puentes y los ríos.

Unos espacios naturales que le sirven como metáforas de las relaciones personales, auténtica guía compositiva de este creador al que imaginamos sin problema como BSO de la próxima película de Fernando Colomo o en el próximo papel protagonista del hace-poco-bailarín Oscar Ladoire.

Podemos inspirarnos en la primera colaboración de Colomo-Ladoire para decir que lo del Pedro Guerra es ‘meloso ma non troppo’. Con esa forma tan suavecita y mimosa de cantar, tan costumbrista y agradable, tan poco dada al quejido. Una voz a la que el viernes le acompañó en más de un tema, y de manera sorprendentemente acertada, el coro del público.

Lo de Guerra anda lejos de aquella otra película titulada Sal Gorda. La culpa la tiene ese deje tan alejado de los berridos que en la actualidad caracterizan a los autores supuestamente románticos (véase OT y derivados) que construyen sus epopeyas guitarreras sobre la base de la potencia y la simplicidad lírica.

El isleño es seguidor del clasicismo cantautor patrio y el pop de crucero after movida madrileña de Ana Belén, cantante a la que Guerra ha cedido varios temas. También defiende las ya mencionadas tonadas cubanas y las músicas brasileñas.

Eterno contador de historias al que las músicas parecen casi quedársele cortas, en las frases de este cantante insular sigue habiendo queja y reclamación, pero en ocasiones el enojo es tan amable que con el paso de los minutos su carga parece diluirse entre los fonemas.

En esa vaporización musical tienen mucho que ver los músicos que le acompañan. Con un estilo terso y sin apenas sobresaltos, nadie niega la calidad de los acompañantes y su coqueta presencia. Pero entre todos no consiguen salirse del patrón habitual de las composiciones ‘guerreras’, ahondando ligeramente en ese baño de amabilidad que hace peligrar la exquisitez de la oferta musical.

Publicado enCríticas de conciertos

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