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Etiqueta: Diego Vasallo

DIEGO VASALLO: renacer Rock

Arrancaba la nueva gira de Diego Vasallo con fórmula mejorada. El ahora cuarteto se lanzó al rock hundiendo sus botas en el desierto (‘Mi historia’), adorando el blues (‘La vida mata’) y abrazando la Americana (‘Mapas en el hielo’) en pétreos minutajes (‘Quiero lo que no se puede…’).

Hubo momentos casi optimistas (‘Perlas falsas’), bellos homenajes (‘Aquellas calles tuyas’) y momentos de elegante tensión (‘Invierno’) que no despistaron el estribillo (‘Nuestro infinito’). Con pasajes calmados (‘Que todo se pare’) en los que apreciamos mejor la poesía de Vasallo, llena de imágenes de nítida oscuridad.

Mikel Erentxun: un nuevo clásico

Intérpretes: Mikel Erentxun (guitarra, voz), Karlos Arancegui (bateria), Fernando Neira (bajo), Rubén Caballero (guitarra), Marina Iñesta (guitarra), Mikel Azpiroz (teclado). Lugar: Auditorio Kursaal (Donostia). Día: 27/02/2022. Asistencia: lunas 1500 personas.

Acaba de cumplir 57 años y sigue hecho un chaval. Lejos queda ya el susto a la patata que le dio hace unos años. Erentxun lleva tiempo celebrando la vida. Escuchar en la sala ‘Tomorrow Never knows’ de The Beatles antes de su actuación fue una buena pista de ello. Y de sus gustos musicales.

Amores que ahora andan asentados en el folk-rock estadounidense. Ese océano que abarca desde Bob Dylan hasta Wilco. ‘Amigos de guardia’, el disco de duetos en el que repasa algunos grandes títulos de su discografía, era la excusa de una visita casera que presentó once guitarras sobre el tablado, una escenografía sencilla y una iluminación que a ratos despistaba.

La noche empezó impetuosa (‘Si te vas’) y llena de un clasicismo guitarrero que no abandonaría en todo el set (‘A tu lado’ fue tan solo uno de los numerosos ejemplos certeros). Una etiqueta agradecida que supo ondularse con acierto gracias a una banda soberbia. Con piezas sobrias (‘Llamas de hielo’) y sutiles (‘Rozando la eternidad’). ‘Se libre, sé mía’ se arrimó al eurobeat costero, ‘El hombre que hay en mí’ fue puro T-Rex. La versión acústica del ‘Veneno’ del fallecido Rafael Berrio nos mojó la cara de lágrimas. ‘Una calle de Paris’ aterrizó campestre, ‘Esos ojos negros’ abrazó el country y ‘Entre salitre y sudor’ sonó ácida. A veces no hay que cambiar lo que funciona, como lo confirmaron la chulesca ‘Cartas de amor’, la acelerada ‘A un minuto de ti’ y ‘Cien Gaviotas’. Por cierto, creo que es la vez que mejor hemos visto cantar a Mikel Erentxun.

De los invitados en su último CD aparecieron por la capital guipuzcoana Anni B Sweet (que entonó bajito en ‘Angel en llamas’), una Maika Makovski que acercó ‘Cicatrices’ al pop festivalero y ese Diego Vasallo que se apropió de ‘¿Quién se acuerda de tí?’. Aunque la mejor colaboración la tiene el autor en su propia furgoneta, con la guitarrista Marina Iñesta que canta de rechupete. El concierto llegó a las dos horas y la gente se puso en pie en los últimos temas confirmando que Mikel Erentxun está en un excelente momento de forma.

Texto publicado en El Diario Vasco

Rafael Berrio: fabulosa despedida

Intérpretes: Joserra Senperena (teclado), Fernando Neira (Bajo), Karlos Aranzegi (batería), Joseba Irazoki (guitarra) y 15 invitados más. Lugar: Teatro Victoria Eugenia (Donostia). Día: 19/05/2021. Asistencia: Unas 250 personas.

Los homenajes que Donostia le está ofreciendo a Rafael Berrio, compositor fallecido hace un año, se cerraban con este concierto – que esta noche repite el pase- en el Teatro Victoria Eugenia. Un espacio que contó con un escenario sobrio bien acompañado de imágenes y muchos amigos y amigas recordando la obra del honrado.

Sobre una banda de apoyo de auténtico lujo desplegaron todos y todas su calidad y elegancia. De la lista de distinguidos invitados nos quedamos con el acierto de Abraham Boba escupiendo “Niño Futuro”, la gozada de la voz de Petti cantando en euskera “Simulacro”, la elegante versión de “Dadme la vida que amo” a cargo de Tulsa, la energía de Mikel Erentxun en “Tu nombre en los labios”, el precioso aire blues de Paul San Martin (“Una canción de mala muerte“) y la bohemia que ya no existe de Diego Vasallo (“Cómo iba yo a saber”). Al cierre la banda tocó una aún más afrancesada “Mis Amigos”. Broche fenomenal de un concierto al que le lloraron las melodías.

Publicado en El Diario Vasco

Diego Vasallo: Oscura belleza

Intérpretes: Diego Vasallo (guitarra, voz), Fernando Macaya (guitarra), Pablo Fernández (ukelele, mini batería), Goyo Chiquito (contrabajo). Día: 5 de abril. Lugar: Centro Cultural Lugaritz (Donostia). Asistencia: unas 100 personas

No lo llamarán para un congreso de autoayuda ni protagonizará anuncios de colores brillantes. Pero Diego Vasallo es un autor con una gran vida interior. Sus obras nacen lejos de aquellos famosos Duncan Dhu de los que forma parte, sabiendo navegar entre las calles más oscuras y los cielos más tapados. El músico y pintor donostiarra retornaba ayer a los escenarios de la ciudad para despedir el disco ‘Baladas para un autorretrato’ en esa cercanía que tan bien le sienta a sus tonadas.

La banda llegaba en formato de cuarteto rockabilly. Un contrabajo y una batería con los mínimos elementos posibles asentaban el estilo. El guitarrista Fernando Macaya volvía a ejercer de Robin de nuestro Batman. Y en medio de la semicircunferencia que conformaban todos ellos se posicionaron Vasallo y su voz rota.

Fue una noche de líricas. De esos poemas que hacen tu habitación más pequeña. Oraciones que dibujan cuadros, que retratan perdedores. Con unas músicas férreas, solo aligeradas cuando los temas atacaban espacios más poperos (“La vida mata”, “Donde cruza la frontera”). Con una belleza poética que explosionaba cuando el conjunto viajaba más ligero. El arranque con “Fe para no creer”, con un Macaya excelso en su sencillez, confirmó esta idea.

Hubo mucho paseo por el desierto (la bellísima “Que todo se pare”), algo de melancolía (“Lo que parece”), medios tiempos (“Ruido en el desierto”), cierta luz entre los nubarrones (“Cada vez”), viajes vaqueros (“La vida te lleva”) y rockabilly pausado como para amenizar una convención motera. El envoltorio sonoro pareció demasiado purista y severo para los que no gastamos tupé. Pero fueron la distancia del mismo y la belleza de las letras las que hicieron que el “sabor en boca” – que dicen los enólogos- fuera estupendo.

Diego Vasallo: Elegancia fronteriza


Intérpretes: Diego Vasallo (guitarra, voz) Pablo Fernández (piano, guitarra y ukelele), Goyo Chiquito (contrabajo), Toño López (batería) y Fernando Macaya (guitarra). Lugar: Sala Club del Teatro Victoria Eugenia (Donostia). Día: 20 de noviembre. Asistencia: lleno, unas 150 personas

Acababa ayer la semana de presentaciones donostiarras de Diego Vasallo, quien pocas introducciones necesita a estas alturas del cuento. Si el jueves acercaba al respetable en la Librería Garoa “Baladas para un autorretrato”, un compendio de sus tres áreas de creación (poemas, pinturas y baladas) que acaban con cinco años de silencio editorial, el domingo hacía lo propio con la versión musical de su creatividad. Porque esas canciones, esas melodías de tonos caídos y expresividades apagadas viajan junto con el libro en un conjunto casi inseparable. Decimos “casi” porque en el stand de venta vimos copias del “disco” en cassette.

Con el habitual traje negro, Vasallo ofreció hora y media larga de canciones que, según sus propias palabras, evocan “un viaje por los alrededores de mis días, una mirada a mis patios traseros, hacia las regiones boscosas de las cavidades de la conciencia y la memoria, de los afectos y los olvidos”. Entre los asistentes se vio a buena parte de la cuadrilla Duncan Dhu y muchos creadores contemporáneos del protagonista del día. Corredores, como él, de las zonas más oscuras de la creatividad local.

El autor se presentó con una banda que tiraba hacia el rockabilly en las hechuras. Nada extraño, estando Fernando “Del Tonos” Macaya como lugarteniente guitarrero y coproductor de las últimas canciones. Pero más allá de esas patillas sonoras y los trasteos por el contrabajo, la banda supo acoplarse a la idiosincrasia del cantante escorándose hacia el fango apesadumbrado, el blues y hasta el pop cuando las partituras y el habitual tono vocal roto y apesadumbrado así lo solicitaron. En el lado luminoso destacaremos el ukelele, que le dio cierta alegría a las composiciones sombrías y acompañaba mejor que bien en los momentos más acústicos (la bella ”Prometedores naufragios”)

Así, tras un inicio grabado que bien podía ser obra de Edith Piaf, la banda comenzó con calma sobre “Se me olvida”, una balada rota y mínima que sirvió para ir ganando nervio en ese barro en el que el autor se desenvuelve de maravilla, a ratos pegado a la frontera (“la vida te lleva por caminos raros”, “La vida mata”, la contagiosa “Que todo se pare”) y otras más unido al blues (“Ver para no creer”) o lo latino.

No olvida Vasallo su querencia pop, ahora menos visible pero siempre latente. Quedan como ejemplos de esta categoría la más que atractiva “Mapas en el hielo” y “Donde cruza la frontera”. Mas quiso la mala fortuna que el “Leonard Cohen en un viejo hotel de Gran Vía 42” de la excelente “Canciones que no hablan de amor” sonara ahora más triste aún, con la muerte del canadiense aún demasiado cercana.

Despedidos entre aplausos tras 75 minutos, la banda volvió para ofrecer un bis en el que se incluyeron la evocadora “Perlas falsas” y un cierre con la siempre sorprendente versión castellanizada del “Please, please, please let me get what i want” de The Smiths.

Exitoso regreso de Duncan Dhu

La banda donostiarra llenó el Kursaal ofreciendo un concierto excelente en calidad y duración

“Nadie es profeta en su corazón”, cantaba Mikel Erentxun en uno de sus discos. Pero sí que puede serlo en su tierra, aunque eso le pegue un baile al refranero. Porque Duncan Dhu llenaron el Auditorio Kursaal anoche en esta gira que les ha llevado de vuelta a los escenarios. No es una novedad local: están agotando el taquillaje en todos los recintos en los que actúan. Y en Madrid lo han hecho por partida doble.

Los asistentes al evento donostiarra disfrutaron con la actuación de dos horas a cargo del mencionado cantante y su socio Diego Vasallo: Juntos, en compañía de una banda magnífica en la que destacó el polifacético guitarrista Joseba Irazoki, recuperaron con nuevos y atractivos bríos los éxitos que todos el mundo ha tarareado, silbado o meneado en menor o mayor medida: “Una calle de París”, «Jardín de Rosas»,“Esos ojos negros”, «En algún lugar», «La Casa Azul» o las bien actualizadas “La barra de este hotel“ o “Entre salitre y sudor”, . También hubo espacio para algunas de las canciones publicadas en “El Duelo”, el último de sus discos, publicado a finales del pasado verano.

Con un Erentxun como rey de la escena y Diego Vasallo en un discreto segundo plano que abandonaría en ocasiones para tomar el micro y ofrecer un elegante y rasgado contrapunto vocal, el grupo invitó a la fiesta a Juanra Viles, la que fuera tercera pata de la mesa Duncan y ahora dedicado a otras labores políticas. Cualquiera diría que quedan unos meses para que la formación cumpla los treinta años de vida. Su regreso, que esperamos no sea puntual, ha supuesto volver a recuperar aquellas grandes canciones sin tirar de melancolía (“la nostalgia solo sirve para contar estrellas“, dicen en “La última canción”, un tema de su reciente CD), permitiéndonos además poder disfrutar del nuevo toque sonoro, más guitarrero y norteamericano.

Diego Vasallo: La vida raspa

Treinta minutos después del pitido -con perdón- inicial de la final de la futbolera Copa del Rey, Vasallo y sus compinches subían al tablado del donostiarra garito Le Bukowski. La gente le esperaba impaciente en las hileras de sillas que se habían dispuesto para la ocasión. Fans que pasaban de pelotas y camisetas. Asistentes que giraban la cabeza para mirar con gesto de desaprobación a quien hablara con un volumen algo elevado. Poco importaba que el parlanchín fuera famoso (que los había) o no. Quien osara romper la magia del autor donostiarra sería castigado con una fulminante firma de ojos.

El ‘Contacto en Francia’, nombre del trío acústico que acompaña en esta gira a Diego Vasallo, complementa y alegra las tonalidades tristonas del compositor. Sus vocales quedan más arrabaleras con el juego de dos guitarras y un contrabajo siempre juguetón. Un amigo, presente en el concierto madrileño de esta serie, llegó a afirmar sorprendido que “el autor parece hasta pasárselo bien sobre el escenario. De verdad, que te juro que se divierte y todo”. Damos fe de que la frase pareció cumplirse en todas y cada una de las quince canciones interpretadas y el terceto que cerró el bis de regalo.

Tonos que abarcaron desde lo inicios con Cabaret Pop, sus primeros pasos lejos de los históricos Duncan Dhu, hasta sus más recientes composiciones. Melodías cantadas con esa mezcla de manta y lija, una voz raspada que se aclaraba a la hora de presentarse o hablar entre canciones. Un hilo que juega a sobrecoger más allá del tono y la letra. Porque las sílabas interpretadas son tristes e íntimas, nocturnas y personales. Elaboradas con un patrón atractivo y añejo. Lejos de las tontadas que unos y otros cantan en los soportes más populares hoy.

Diego Vasallo: Canciones resucitadas

Uno se imagina a Diego Vasallo, bajo esa apariencia tranquila y aparentemente reservada, como un pequeño hervidero de excitaciones. Entiéndanme, su música ha sido – al menos hasta esta noche- un constante viaje hacia el interiorismo expresivo. Como si fuéramos bajando de manera gradual y manual la luz tenue de la lámpara hasta quedarnos casi en tinieblas.

Su antiguo socio en Duncan Dhu, Mikel Erentxun, opinaba que ‘Canciones en ruinas’, su última publicación, era un disco “tenso, áspero, desnudo, seductor. Muy Johnny Cash, Tom Waits”. Diego está de acuerdo. “Creo que tiene razón en los adjetivos. Es crudo y sincero. Lo de las comparaciones con grandes nombres siempre es arriesgado. Espero que suene a Vasallo”.

Siempre lo ha hecho. Desde aquellos juegos de corte británico de Cabaret Pop, denominación con la que comenzó a caminar en solitario. Hasta este último CD. Y la nueva reconversión, anunciada en la hoja promocional como un intento de “resucitar las canciones. Hacerlas revivir y dejarlas, si aún pueden, oscurecer la luz de las farolas”.