Y llegó el fiestón juvenil. El delirio. La gran parranda musical adolescente. La cita que durante las últimas semanas fue de boca en boca hasta convertir la explanada de Sagüés en una populosa reunión. Que digo populosa, multitudinaria. Que estaba la plaza “abarrotá”, como diría el Dúo Sacapuntas. Una de esas reuniones que vacían el “pintxopo(te)” de Gros previo y hace que los clientes sean hormiguillas en busca del azúcar sonoro que suele ofertar el gran escenario público de la Semana Grande donostiarra.
No les puedo decir si había más o menos gente que en aquel reventón de La Oreja De Van Gogh en esta misma ubicación allá por el Pleistoceno, en el año 2017. Pero sí les puedo confirmar que la tropa se llegó a ubicar más allá de las txosnas. En una densidad que para sí querría más de una manifestación reivindicativa.
Un encuentro que tuvo un telonero local, Iñigo Martínez de Nanclares “Tinez”. Joven curtido en las barras de “lo viejo” que comienza a pisar los escenarios de Madrid. Orgulloso amaratarra que graba sus vídeos en la Plaza de Los Estudios o el Puente de Hierro y que la noche del jueves contó con 20 minutos para defender el arte callejero del 20011, código postal del mencionado barrio de la capital.
Acompañado de dos colegas y con una voz que mostró cierta sobredosis de autotune (aceptable cantando, más “Gallo Claudio” cuando charlaba) sus letras fueron repetidas por la mayoría de los presentes, con ‘Si supieras’ y sobre todo ‘Qué tal?’ como temas más vitoreados.
Empezó fuerte el protagonista de la velada, Danny Ocean, gracias a la potente “Dembow’. El venezolano vino a Donostia en formato de banda completa con un montaje espectacular en su concepto más visual: pantallas gigantes, acelerados juegos de luces y un par de chaparrones de “alerta amarilla por confeti” que volaron sobre nuestras cabezas.
Su cantar y componer se asentaron más cerca de Alejandro Sanz (‘Báilame’) que del Bad Bunny que sonó como música ambiental antes de su concierto. Las partituras de este caraqueño mezclan música de raíz latina bien asentada, bien clásica, con sonidos y cadencias más actuales. Filtrando los sonidos (‘Istanbul’) o usando las palmas flamencas en esas creaciones que se desvanecían como si fueran parte de un álbum (‘Brisa’).
A la lista no le faltó espacio para agarrar el soft-pop de teclados popularizado por la B.S.O de la película ‘Drive’ (como en ese ‘Volare’ que rapiñó frases del famoso ‘Nel blu dipinto di blu’ de Domenico Modugno) o cantar sedosas canciones de cadera y cercanía (‘Epa Wei’) en los que elevó su voz suave y rota. Mas sobre todas las cosas, el muchacho tiene baladas para exportar (‘Fuera de mercado’).
El venezolano, el primer autor de su país en alcanzar los mil millones de reproducciones de un vídeo en YouTube, se permitió lujos como el de interpretar el afamado ‘Swing’ en formato acústico. Algo que descolocó al personal. Bueno, a todos menos a una chica, la que subió al escenario desde el público y se sentó a escuchar la pieza en una “experiencia religiosa’, que diría Enrique Iglesias. La juerga finalizó a los contractuales 90 minutos con el corte más famoso del autor, ‘Me rehúso’, en una llanura en la que se hizo de día gracias a los miles de móviles que buscaron registrar el momento.