Saltar al contenido

Pat Metheny: una nueva lección de virtuosismo sexy

Pat Metheny (guitarra), Chris Fishman (piano, órgano, teclados), Joe Dyson (batería). Lugar: Auditorio Kursaal (Donostia). Día: 24-07-2023. Asistencia: lleno, unas 1800 personas

Qué difícil es emplear bien el virtuosismo. Qué complicado intentar cuadrar en unos trastes tu desbordante creatividad. Y qué gozada cuando vuelves a toparte con un autor que consigue unir de manera espectacular todas esas variables y engancharte desde el primer minuto.

Ayer Pat Metheny, el hombre que maneja 400 canciones bajo su frondosa melena, ofreció un concierto sublime para gozo de la gente que llenó el Auditorio Kursaal y que respetó la doble petición, en castellano e inglés, de no sacar fotos ni vídeos. Metheny vería en la oscuridad muchos contemporáneos cuando se sentó en solitario en mitad de un escenario que dejó mucho aire en los laterales y ubicó a los intérpretes en linea, concentrados, queriendo sentirse unos a otros.

El norteamericano echó mano de la guitarra Pikasso (42 cuerdas, cuatro mástiles) para dibujar nubes celtas en ‘Make Peace’. Sus socios ayer -Chris Fishman al teclado y Joe Dyson a los tambores- entraron en ‘So May It Secretly Begin’ para disfrutar de una guitarra eléctrica acolchada y una batería que comenzó a realizar su labor de andamiaje en un minutaje sexy. ‘Bright Size Life’ fue una explosión de amor brillante, con el teclado lanzado sonidos futuristas y todos viviendo un rápido frenesí. Alegría que se contagió a la posterior ‘Better Days ahead’, un mecano embriagador de fascinantes secciones.

Llego el be-bop en ‘Timeline’ y la banda se lanzó al swing con preciosos diálogos y un poso detectivesco que impactó en su asombroso final. ‘Always and Forever’ volvió a tocar la fibra mientras el piano le posaba espaciadas notas. ‘When We Were Free’ liberó al combo en una dinámica arrebatadora y llena de compañerismo, con Metheny haciendo el bajo. La larga pieza entregó pasajes de goce embarrado, punteos sonando como trompetas y otra clausura antológica.

‘Farmers Trust’ nos mostró al Metheny enamorado de la guitarra española como creadora de belleza. ‘It Starts When We Dissapear’ presentó Orchestrion, una suerte de sampler prehistórico compuesto de un vibráfono, marimbas, luces y otros cachivaches que parecieron estar controlados por los instrumentos reales. Fue un momento experimental de diseño apocalíptico.

‘Phase Dance’ llevó el jazz a casa de la Bossa Nova en un atractivo dueto con el teclista. ‘Trigonometry’ permitió disfrutar de la sensibilidad del batería y abrazar el lado punk del compositor, la fusión del enfado rock con el alma blues perfilada por una sucia guitarra acústica. ‘Zenith Blue’ no bajó la velocidad y ‘Solo Nylon’ fusionó esplendor y optimismo en el diverso homenaje a las cuerdas de sonidos cálidos y redondos.

La insistencia del público hizo que tras la despedida el trío volviera para un veloz ‘Letter From Home’ que tuvo unas pulsaciones afiladas. Y tras dos horas y diez minutos de concierto el auditorio, sabedor que había asistido uno de esos recitales que perdurarán en su memoria, abandonó exultante el Kursaal.

Pat Metheny: una nueva lección de virtuosismo sexy

Pat Metheny (guitarra), Chris Fishman (piano, órgano, teclados), Joe Dyson (batería). Lugar: Auditorio Kursaal (Donostia). Día: 24-07-2023. Asistencia: lleno, unas 1800 personas

Qué difícil es emplear bien el virtuosismo. Qué complicado intentar cuadrar en unos trastes tu desbordante creatividad. Y qué gozada cuando vuelves a toparte con un autor que consigue unir de manera espectacular todas esas variables y engancharte desde el primer minuto.

Ayer Pat Metheny, el hombre que maneja 400 canciones bajo su frondosa melena, ofreció un concierto sublime para gozo de la gente que llenó el Auditorio Kursaal y que respetó la doble petición, en castellano e inglés, de no sacar fotos ni vídeos. Metheny vería en la oscuridad muchos contemporáneos cuando se sentó en solitario en mitad de un escenario que dejó mucho aire en los laterales y ubicó a los intérpretes en linea, concentrados, queriendo sentirse unos a otros.

El norteamericano echó mano de la guitarra Pikasso (42 cuerdas, cuatro mástiles) para dibujar nubes celtas en ‘Make Peace’. Sus socios ayer -Chris Fishman al teclado y Joe Dyson a los tambores- entraron en ‘So May It Secretly Begin’ para disfrutar de una guitarra eléctrica acolchada y una batería que comenzó a realizar su labor de andamiaje en un minutaje sexy. ‘Bright Size Life’ fue una explosión de amor brillante, con el teclado lanzado sonidos futuristas y todos viviendo un rápido frenesí. Alegría que se contagió a la posterior ‘Better Days ahead’, un mecano embriagador de fascinantes secciones.

Llego el be-bop en ‘Timeline’ y la banda se lanzó al swing con preciosos diálogos y un poso detectivesco que impactó en su asombroso final. ‘Always and Forever’ volvió a tocar la fibra mientras el piano le posaba espaciadas notas. ‘When We Were Free’ liberó al combo en una dinámica arrebatadora y llena de compañerismo, con Metheny haciendo el bajo. La larga pieza entregó pasajes de goce embarrado, punteos sonando como trompetas y otra clausura antológica.

‘Farmers Trust’ nos mostró al Metheny enamorado de la guitarra española como creadora de belleza. ‘It Starts When We Dissapear’ presentó Orchestrion, una suerte de sampler prehistórico compuesto de un vibráfono, marimbas, luces y otros cachivaches que parecieron estar controlados por los instrumentos reales. Fue un momento experimental de diseño apocalíptico.

‘Phase Dance’ llevó el jazz a casa de la Bossa Nova en un atractivo dueto con el teclista. ‘Trigonometry’ permitió disfrutar de la sensibilidad del batería y abrazar el lado punk del compositor, la fusión del enfado rock con el alma blues perfilada por una sucia guitarra acústica. ‘Zenith Blue’ no bajó la velocidad y ‘Solo Nylon’ fusionó esplendor y optimismo en el diverso homenaje a las cuerdas de sonidos cálidos y redondos.

La insistencia del público hizo que tras la despedida el trío volviera para un veloz ‘Letter From Home’ que tuvo unas pulsaciones afiladas. Y tras dos horas y diez minutos de concierto el auditorio, sabedor que había asistido uno de esos recitales que perdurarán en su memoria, abandonó exultante el Kursaal.

Publicado enCríticas de conciertos

Sé el primero en comentar

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *