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Juan Luis Etxeberria Entradas

Bugge Wesseltoft: Una maravillosa experiencia

Intérpretes: Bugge Wesseltoft (piano, electrónica, voz). Día: 26 julio 2008. Lugar: Teatro Victoria Eugenia (Donostia). Asistencia: unas 600 personas

Ya vendrán las voces oficiales a hacer valoraciones, pero en este Jazzaldia ha habido muchas cosas destacables, y la mayoría para bien. Puristas, paseantes, rupturistas y niños bien tendrán sus quinielas particulares. Y en muchas de ellas aparecerá, de forma más o menos destacada, la última de las actuaciones de Bugge Wesseltoft.

Lo de última lo apuntamos porque la de este año no era la primera visita del noruego a nuestro certamen musical. Los promotores habían colocado su actuación a una hora peligrosa, las dos de la mañana de la noche de actuaciones sin fin. Poco importó. El hombre de apellido imposible volvió a deslumbrar a los presentes.

Con la compañía de un piano y demostrando que los aparatos electrónicos que viajaban con él son muy aprovechables sin tener que sonar fríos, el señor Bugge Wesseltoft ofreció un concierto acongojante (por no decir otra cosa) que dejó a la gente soldada a sus asientos.

Nos sigue pareciendo mentira cómo un creador puede llegar a emocionar con tanta sencillez y poca compañía. Cómo la belleza de la música clásica puede asomar el hocico en un concierto que el compositor denomina “New Conception of Jazz” y otros más animados titularán “música romántica de nuevo cuño y espectro universal”. Porque es impresionante la habilidad del autor a la hora de crear y transmitir bellas sensaciones.

Solapando capas sobre capas creadas en el instante, Wesseltoft dibujaba con las teclas del piano unos contrapuntos perfectos a los evocadores pasajes digitales que iba construyendo con elegancia. Tapando manualmente las teclas blancas y negras que iba pulsando para luego introducirlas en un bucle infinito. La técnica explotaba en un río de sensaciones placenteras, muchas de ellas de inspiración tristona.

Terrible, abrupto y descorazonador fue el final de una obra sonora que dejó al borde del abismo emocional a los espectadores que nos pasamos por el teatro. Muchos deseamos que aquel momento, aquella catarata de emociones, no hubiera acabado jamás.

Steve Coleman & Five Elements + Opus Akoben: ¡Qué gozada (experimental)!

Intérpretes: Steve Coleman (saxo), Johnatan Finlayson (trompeta), Tim Albright (trombón), Jen Shyu (voz), Kokayi (voz), Sub-Z (voz, teclados), Thomas Morgan (bajo), Ezra Greer (bajo), Tyshawn Sorey (bateria), Jay Nichols (batería). Lugar: Teatro Victoria Eugenia (Donostia). Día: 24 julio 2008. Asistencia: Unas 800 personas.

Alucinado. Algo aturdido por lo allí visto y escuchado. Casi mudo. Sonriendo por dentro. Las pocas palabras que nos salían de la boca eran para compartir con los demás la alegría interna. Viendo que hay futuro en esto que llaman música. Lo del pasado jueves en el Teatro Victoria Eugenia fue algo realmente impresionante.

El investigador sonoro (bueno, vale, en su DNI pondrá saxofonista, pero eso es para que no le paren en cada redada musical callejera) Steve Coleman nos regaló una actuación que se debería guardar en DVD de oro macizo en un banco suizo a prueba de radiofórmulas, merchandisings y politonos.

Si falla lo de Suiza, los primeros 40 minutos de actuación con el extra obligado de los últimos 40 deben almacenarse en los baúles más íntimos y gozosos, junto con las cartas de amor juvenil, las joyas familiares, los diplomas y los recortes de periódico que nos mencionan de pasada.

Los que llegábamos vírgenes a lo que es una velada con Coleman no podíamos dar crédito a lo que escuchábamos y veíamos. El protagonista principal acompañado de otros dos sopladores. Una chica oriental utilizando su voz como un instrumento jazzero más: libertino, chocante, operístico, a lo Bjork o soulero. Ezra Greer creando murmullos mientras Nichols pegaba duro (hubo bases que podían haber venido firmadas por Rage Against The Machine) y Tyshawn Sorey se convertía en nuestro faro con su efectiva sensibilidad emocional a las baquetas. Haciendo que Kokayi nos hiciera olvidar los tópicos raperos, metiendo ese elemento urbano sin calzador y llegando a dibujar balbuceos libres al final de la noche.

Steve Coleman sigue tomando el folklore afroamericano (jazz y hip hop) para jugar con él como le de la gana. Fusionándolo sin etiquetas falsas. Casando elementos absolutamente disonantes para construir paisajes embriagadores que, como ocurre en las películas que nos han marcado, deseamos volver a escuchar otra vez, y otra vez, y otra. Buscando esos detalles que con la premisa del directo se nos han escapado.

Entendemos que hubiera deserciones entre los asistentes. Dos horas largas de concierto es una duración excesiva para una propuesta tan arriesgada y diferente. Nosotros mismos admitimos que a mitad de velada dejamos que nuestra mente se llenara un rato de pensamientos impuros y contaminantes. Lo cual no impide afirmar que la actuación del pasado viernes fue algo atractivo, hipnótico y, sí, orgásmico para quienes gozamos con los autores que buscan abrir nuevos ranuras a nuestro corazón de sensaciones. ¿Radiohead? Ja, unos niñatos.

Señoras y señores, Steve Coleman está marcando las directrices de lo que en 5 años se presentará como algo más rompedor que los Beatles en los productos masivos. Si se lo pierden ahora, que aún se divierte con lo que hace, es problema suyo. ¿A dónde decían que iba de gira ahora? A ver, vuelo de Biarritz hasta Londres…

Maceo Parker: Entre la partitura y la espontaneidad

Interpretes: Maceo Parker (saxo, voz), Rodney «Skeet» Curtis (bajo), Poogie Bell (batería), Michael Abene (director), WDR Big Band Orquesta. Lugar: Teatro Victoria Eugenia (Donostia). Día: 24 julio 2008. Asistencia: lleno, unas 1200 personas

Maceo Parker es un hombre inquieto. Se le ve en los andares escénicos, en sus sonrisas, en sus gritos aprendidos tras años de comandar la banda de James Brown. Tras colaborar con todo bicho viviente en el funk, pop y rock más convencional, ahora le ha dado por construir con la WDR Big Band Orquesta el CD “Roots’n’Grooves”, un sentido homenaje aperturista a las grandes canciones del desaparecido Ray Charles.

La propuesta tenía su miga. Era como bañarse en Gibraltar, donde si metes el pie izquierdo tienes la parsimonia y la calma dulce del Mediterraneo (personificada en la Big Band) y si metes el derecho te encuentras con el fiero mar Atlántico del funk marca de la casa. Cada una de las dos partes en las que se dividió la velada se inclinó hacia su zona de acción, aunque sin bucear en ninguno de los mares.

Por cierto, eso de dividir la noche en dos secciones con un descanso en medio y avisarlo sólo en inglés por boca de uno de los músicos tiene su peligro para quienes dejaron dicho idioma en sus libros de EGB. A más de uno le tuvimos que frenar en su salida indignada del teatro por la brevedad del concierto para indicarle que tras el homenaje a Ray Charles, Maceo volvería a escena para darle a lo suyo.

La velada estuvo dirigida por Michael Abene, arreglista que parece sacado de alguna vieja peli de Woody Allen. El norteamericano maneja a sus colegas germanos embriagándose de alegría con las maneras de las viejas big bands de club: chasqueando los dedos, moviéndose de lado a lado, dando palmas y sin batutas que agitar.

La oferta inicial fue juguetona y muy dirigida a las tersas y conducidas maneras orquestales, lo cual chocaba en ocasiones con los bríos originales. Y es que, aunque la fusión (campo donde ha habido más bajas que medallas) se realizara con mucho arte y ensayo y una pizca de libertinaje, nada puede superar a los temazos soul del ciego de Georgia (EEUU).

Johnny Winter: Angustia blues

Intérpretes: Johnny Winter (guitarra, voz), Paul Nelson (guitarra), Scott Spray (bajo), Tony Beard (batería). Lugar: Teatro Victoria Eugenia (Donostia). Día: 22 julio 2008. Asistencia: lleno, unas 1200 personas

Con los mitos entrados en años siempre ocurre lo mismo. Los incondicionales alucinan con la sola aparición del nombrado. Los que le siguieron durante una época concreta (y algo lejana) de su vida personal brincan de emoción cuando suenan sus composiciones preferidas. Y los que se dejan caer por la sala colocan en sus comentarios las frases más malsonantes.

Claro que nos acostumbramos mal, y cuando Tom Waits, Bruce Springsteen y los Rolling Stones aterrizan en la ciudad para dar una lección de energía y pundonor más allá del jubileo y vemos que las opiniones son casi todas positivas, nos pensamos que todo el Hall Of Fame es orégano. Johnny Winter nos vino a demostrar ayer lo erróneo de nuestro pensamiento.

En un Victoria Eugenia sin butacas y con una tarima que nivelaba con acierto el piso bajo, el encuentro con un pedazo de historia del blues comenzó con una larga introducción a cargo de la banda de acompañamiento que, sin ninguna intención de hacer un chiste fácil, fue la que mantuvo en pie la actuación.

Destacaron el bajista de escalas enérgicas y el guitarrista de apoyo que apareció en contadas ocasiones. Al batería le dejamos de lado por bemoles. Su control de los palillos era casi idéntico al nuestro en la primera visita al restaurante chino.

Winter ocupaba físicamente el centro del escenario. Sentado en una silla, su cuerpo sufre el envite del tiempo, los numerosos achaques y las insanas adicciones que todo lo enturbian.

Era algo angustioso verle caminar entre el escenario y el lateral. La lástima es que los problemas que tiene en el tren inferior se han contagiado a las extremidades superiores. Y la zurda otrora divina se ha quedado para el arrastre justito entre trastes.

Por mucho que al blues se le condene por lo reiterativo de sus estructuras, los fraseos del albino eran excesivamente simples, ligeramente atascados hasta en los blues más pesados, pecando a veces de jugar al contratiempo con demasiada confianza.

Con una voz apagada por naturaleza y el volumen de los instrumentos acompañantes, la cita tuvo un punto de tristeza para los seguidores viendo el estado físico de su adorado. Gentes que se unieron a las numerosas peticiones del baterista para animar al jefe a que saliera a hacer un bis.

Claro que siempre nos quedará la duda. ¿El público se mostró tan efusivo porque quería dar ánimos a la leyenda, por estar emocionado tras haber conseguido ver a su ídolo en directo o porque les había gustado realmente lo allí escuchado? Si hay que elegir, yo me quedaría con alguna de las dos primeras opciones.

Jazzaldia 2008: Homo Jazzaldius

Visera: Hasta que las pamelas de ascott no se expandan por elmundo, el usuario jazzero llevará su pelo o la ausencia del mismo libre al viento. La mayoría de los actos de la semana suelen ser a cubierto, o con el sol despidiéndose por el horizonte. Otra cosa es que la empresa publicitaria principal regale troqueladas sombras. Niños y mayores (y más mayores aún) lucirán su integradora txapela.

Aviso a principiantes: Los que llevan visera no son los regidores que, sin venir aparentemente a cuento, se ponen a aplaudir en mitad de una canción. El jazz tiene esas cosas de libre expresión en las que se apoya a una parte concreta de una canción que para usted no era nada destacable. No se preocupe, con el paso de los años y las visitas al Jazzaldia usted alcanzará el valor y el bagaje necesarios como para inaugurar dicha marea de salvas. O dejarse llevar por ella cual corriente marina de la Zurriola. Si es un recién llegado y tiene su agenda llena de actos de pago, no estaría de más que se hiciera una inmersión cultural a un nivel más adelantado y se planteara ponerse tacos de pelotari en las manos. Que aquí se aplaude a rabiar y palmas no hay más que dos. De nada.

Aviso a principiantes con niños: Por más que sea un espacio al aire libre y no haya señalizaciones que indiquen los contrario, las terrazas del Kursaal no son inmensos txiki parks con un hilo musical de calidad. Acepte con resignación que alguien, en un momento determinado del día o la noche, le indique que las series de sillas de la carpa interior no son recorridos de karts con patas, o que el Sol agudo de su enternecedor retoño no pega excesivamente con el tono grave del contrabajo, por más que el jazz ande habitualmente por parajes melódicos libertinos y poco habituales.

Gafas: Adiós las gafas inmensas. Vuelven los 80 y los armazones de cartulina, así que los músicos actuantes tocarán ante una audiencia repleta de “steviewonders” y “riskybusinesses”.

Camiseta: La oficial del evento va aumentando su popularidad según pasan los días, aunque cala más en visitantes que en locales. Entre los nuestros habrá más camisetas olímpicas que de apoyo al Tibet, y sobre todas ellas el polo que inunda nuestros paseos veraniegos. Nada de estreno, que es fácil que se nos caiga alguna gota del helado.

Pantalón: La prenda más relevante. Debe valer para el cortado de la tarde, el paseo entre pintxos (curioso, aún no hay costumbre de pagar con tarjeta en estos garitos alimentarios) y sentarse en la playa o en el pretil exterior de las terrazas de los cubos a ver los actos gratuitos. La necesidad de unir elegancia y practicidad hacen que los vaqueros se impongan a shorts y otros estilos perroflauteros. El Homo Jazzerus es más urbanita que hippie, por más que muchos conciertos se celebren en la arena.

Los poseedores de los pantalones anchos de antaño, esas prendas que debían contar con bolsillos anchos para poder meter los CDs y que ahora han quedado obsoletos por falta de uso, aprovechan las virtudes de los mismos para meter los vasos reutilizables en los que se toman sus tragos. El stand de venta de CDs ha quedado a medio camino entre la tienda de anticuario y el puesto de souvenirs.

Calzado: Pocos blannick sobre la alfombra gris del cemento donostiarra y la roja de teatros y auditorios. Debe ser una de las pocas ocasiones en la vida en la que los seguratas y picadores de entradas dejan pasar a gente con chancletas. Cuidado con los cambios de temperatura. El frescor del Kursaal choca con las calentura exterior. Y hay rumores de que si Jarrett escucha un tintinear de dientes suspende el acto ipso facto.

Losdelgas: Cachondeo naranja

La banda más divertida del panorama vasco publica su primer disco multinacional. Lo presentan este fin de semana en Bilbo y Donostia

Después de 44 bolos en el 2007 y un paseo por el reluciente estudio Mikestudio de Bera, el quinteto de músicos de relumbrón arropados bajo el nombre de LosDelGas se prepara para el primer lanzamiento discográfico por todo lo alto. Se llama “Alerta Naranja” y lo edita la multinacional Warner a mediados de este mes.

La banda ha perdido a uno de sus integrantes, quedando ahora en la lista Gorka Aginagalde a la voz, Javier Area a la batería, Ritxi Salaberria al bajo, Sergio Callejo a las guitarras y El Pirata a la voz, el teclado y los vientos. Juntos han depurado mucho su oferta ecléctica de antaño y se han lanzado a un estilo rock bluesero de grabación impoluta.

Si a la perfección sonora le añadimos los aciertos que siguen mostrando a la hora de reirse de medio mundo en sus letras, el CD alcanza cotas de compra o escucha obligada. En contacto con El Pirata, nos cuenta que “en el rock siempre ha habido humor porque es una forma de vida y de vivirla. Si no te descojonas, lo llevas clarinete “. Añade que sus nuevos temas hablan “del paso de la edad y la gente que no sabe llevarlo, de los mensajes sobre la salud y los modales, del reggaeton que tanto daño ha hecho a la humanidad”. Sumen la directa y explícita “Pégame a mí”, ejemplo preciso de la violencia de género tratado con más rigor que ganas de chirigota.

Preguntamos por el título del CD, que uno no sabe si “Alerta Naranja” se refiere a un aviso de emergencia o una referencia al Naranjito futbolero. “El nombre se le ocurrió a Sergio después de oírlo en las noticias mil veces. Ahora está de moda que cuando va a caer una de la hostia, decir que estamos en Alerta Naranja. Aunque también estamos muy interesados en el tema de la eurocopa y tienen todo nuestro apoyo. Somos los primeros interesados en que las copas valgan un euro”

A todo lo nombrado hay que añadir una lista de colaboradores intachable: Juan (S.A.), Kutxi Romero (Marea), Alfredo (Barricada), Rulo (La Fuga) y un invitado de postín que por problemas de agenda ha dejado su aportación para el primer single de este nuevo CD. ‘Cuando le dijimos nuestro manager la gente que iba a colaborar en este disco, lo primero que dijo fue: ”¿Y vosotros, ya cantáis alguna?”’.

Los butaneros tienen ya una veintena de fechas cerradas para su presentación, entre las que destacan por cercanía la de hoy en Bilbao y la de mañana en el Rock Star donostiarra. “Luego ya toca paseo por Zamora, Murcia, Madrid, Huesca. Nos vamos a hinchar a hacer kilómetros, pero sarna con gusto no pica”.

Omar Faruk Tekbilek: Paz armoniosa

Intérpretes: Omar Faruk Tekbilek (voz, baglama, darbouka, ney, bendir), Murat Tekbilek (percusión), Paul Guerguerian (percusión), Yannis Dimitriadis  (teclados), Bahadir Sener (kanun), Itamar Erez (guitarra). Lugar: Auditorio Leidor (Tolosa). Día: 31 mayo 2008. Asistencia: unas 550 personas

Tras la visita de la israelí Noa y como prefacio de la del vigoroso violinista Alasdair Fraser y su partenaire musical Natalia Haas, el ciclo “Mundua Tolosan” traía a la antigua capital de Guipúzcoa las tranquilizadoras armonías del artista turco Omar Faruk Tekbilek. Presentaba “The Tree of Patience”, el último de sus trabajos discográficos, y acabó la intachable velada con un bis doble y todo el mundo aplaudiendo de pie.

Apoyado sobre una escenografía sencilla que supo jugar con las luces tenues durante todo el evento, Omar dispuso en estado de semicircunferencia a sus acompañantes musicales.

Gentes de gran calidad ejecutora y entre las que destacaron, por dar alguna medalla a tanta demostración de excelencia, el trabajo de Bahadir Sener y la dulce ejecución del percusionista Guergerian. Qué difícil es ver a alguien tan sutil y elegante (de la pegada se ocupaba el hijo de Faruk, Murat) pertrechado tras los distintos instrumentos de percusión, empleando las yemas de los dedos con tanta suavidad sobre las distintas cajas.

Las músicas de estos intérpretes de medio planeta (armenios, israelíes, turcos o griegos como el teclista al que cuando le dejaban media puerta abierta acababa por los mundos más jazzeros y latinos) quedaron al servicio de un mensaje de paz y armonía. Faruk, con esa cara de bonachón agradecido, defiende y proclama las virtudes fraternales de la religión sufí que guía sus pasos.

Musicalmente la cosa se tradujo en muchos pasajes tranquilos que no tediosos, de gran carga instrumental. Pocas veces el artista principal se lanzó a cantar, quedando en la mayoría de ocasiones al servicio de los instrumentos de viento.

Los temas fueron remansos sonoros a los que era sencillo ponerles el origen en la música tradicional turca más alejada del jolgorio del zoco y punto de encuentro de distintos continentes. Algo más complicado fue discernir el fino aditivo de otras músicas del mundo. Podríamos ponerle la manida etiqueta de “mediterránea”, y no andaríamos muy desencaminados.

El concierto dejó al asistente con una satisfactoria sensación de paz interior que se puso de manifiesto en los numerosos aplausos escuchados durante toda la lluviosa noche del sábado pasado. Hubo tantas palmas de agradecimiento que Faruk y los suyos tuvieron que pisar el escenario más veces de las inicialmente previstas, agradeciendo de esa manera la buena acogida que tuvieron sus sonidos en el Leidor tolosarra.

CocoRosie, Danielle Stech Hosmy,Quinn Walker : Circo freak-folk

Intérpretes: Danielle Stech Hosmy (guitarra, voz), Quinn Walker (guitarra, voz), Bianca Casady (voz, percusión, instrumentos eléctricos), Sierra Casady (piano, guitarra, coros). Lugar: Teatro Victoria Eugenia (Donostia). Día: 29 mayo 2008. Asistencia: lleno, unas 900 personas

Me imagino a las hermanas Casady, las jefas de Cocorosie, mordiéndose las uñas porque ninguno de esos festivales modernos (All Tomorrow Parties, por ejemplo) les ha regalado uno de sus días para que programen a su gusto.¡A quién y a ellas, las más siderales de la nueva escena folk!

Para solucionar la injusticia, las damas se han montado su propia fiesta variada dentro de su actuación. Nada de ponerlo en los carteles. Ni de avisar de antemano. Para qué. Somos las más modernas. Bienvenidos al circo de freak-folk.

Abrió la noche Danielle Stech Hosmy. Fiel seguidora de las directrices de la pareja principal y con un atuendo a medio camino entre hada de Peter Pan y miembro femenino de Abba, su folk esquelético de voz campestre resultó bien bonito. Destacó en una canción discotequera elaborada sobreponiendo capas de voz que ella misma iba grabando al momento.

Tras ella apareció Quinn Walker, hombre orquesta que tocaba la guitarra, la pandereta con el pie y el bombo con unas maracas y un palo de batería. Sus cuatro canciones hubieran quedado como nota curiosa si la cosa se hubiera quedado en la mitad. O en la mitad de la mitad. O menos aún. Los asistentes, que a veces son demasiado educados, le aplaudieron sin rubor.

Lo mejor hasta ese momento había sido la música de fondo que pusieron en el descanso de 20 minutos realizado tras la actuación de Walker para cambiar el escenario. Claro que apareció CocoRosie, y la calidad nos inundó.

Hasta que esta crónica de urgencia nos sacó de la sala disfrutamos de lo lindo con la beat box humana, los pasajes minimalistas, las sensaciones expresionistas remarcadas por unas imágenes a juego, las voces a través de la baticao, el suave golpeo del arpa, los tonos agudos casi operísticos de Sierra Casady, el toque a medio camino entre el soul y Bjork de su hermana Bianca, los pasajes seudo tecno.

Una arrebatadora maravilla de noche que quedó lastrada por un inicio inexplicable. Pero la vanguardia es así. Todo el rato en la cuerda floja. Y a veces se cae, como en el arranque de la noche.