Saltar al contenido

Categoría: Críticas de conciertos

Imperial Teen, The Czars, The Flaming Lips: Yoshimi en el país de las maravillas

Bienvenidas las propuestas como el Festival Wintercase: grupos interesantes a precios asequibles a cambio de publicitar un producto determinado.

Los Imperial Teen sonaron mucho más flojos que The Czars, la más grata sorpresa de la noche. Una voz inconmensurable que nos derrotaba cuando los acordes eran graves y nos elevaba cuando la música era positiva.

Pero para positivos e inmensos, The Flaming Lips. El circo más vitalista y marciano del pop actual, puro Lewis Carroll musical y sideral. Capitaneados por Wayne Coyne, nuestra Alicia en elegante traje, “los cinco de Oklahoma” buscaron crear un momento único en nuestras vidas. Disfraces, globos y kilos de confettis ayudaron a conseguirlo.

Los últimos dos discos fueron el núcleo principal del concierto. Hubo tiempo para homenajear a Pink Floyd y Kylie Minogue, cantarle el “cumpleaños feliz” a una encantadora asistente y despedirse con el villancico que grabaron para el sello Jeepster. De vuelta a casa, volví a pensar que la Navidad era un sentimiento humano y no un invento de El Corte Inglés y derivados.

Elektronikaldia: Una Fiesta Digital

Señoras y señores, hay vida más allá de prefabricados comerciales de enfoque juvenil y discotecas repletas de ritmos repetitivos y monocordes. Acostumbrados a estos dos formatos en nuestro recreo nocturno, los organizadores del Elektronikaldia, el festival de música electrónica celebrado este fin de semana en Donostia, intentan llegar más lejos.

Para ellos la música implica otros sabores, otros envoltorios menos conocidos pero igual de sabrosos y disfrutables. Y por cuarto año consecutivo han quieren mostrar esas tendencias en los dos espacios habilitados : El Auditorio Kursaal y la sala Gazteszena de Egia.

Durante el día, las actividades se centraron en los bajos del céntrico mastodonte arquitectónico donostiarra. Allá pasamos calor mientras paseábamos por los Stands de revistas gratuitas de tendencias (¿o eran de tendencias gratuitas?), nuevos sellos discográficos y tiendas de venta de prendas y vinilos. Gente de muy distinto y distintivo pelaje se paseaba por el lugar, entrando en las salas habilitadas para las actuaciones. O shows. O conciertos. O como quieran llamarlo ustedes.

Porque bien es verdad que algunos de los eventos musicales programados, los menos, mantuvieron el standard tradicional con mayor o menor dependencia de los elementos electrónicos. Como el de los bilbaínos Chico y Chica, que pasearon su petardeo pop ochentero que despuntaba ironía en los comentarios entre canción y canción. O los germanos, The Bad Examples, que venían con aureola de elaborar musica lounge pero que se quedaron en pequeña sosaina de inspiración Kraftwerkiana.

El resto de acontecimientos musicales diurnos estuvieron protagonizados por los Djs, esos personajes que con una sucesión de discos intentan crear un ambiente determinado. A veces lo consiguen, como en el caso de los suecos Gros. Otras chocan contra los elementos, como le pasó al donostiarra Iñaki Iñarra. A su sesión de corte techno no le sentó nada bien la abundancia de sillas del lugar.

Por la noche se mantuvo el esquema. Mucho artista del giradiscos dando a la gente ración de baile a lo suelto. Porque eso es lo que quieren los asistentes. Bailar y desfogar su cuerpo. Que para eso pagan. Mientras en la sala grande de Gazteszena Tim “Love” Lee ofrecía el sábado un soberbio ejercicio de estilo (con extractos de Jimi Hendrix y Van Halen), la gente emigraba hacia el house pletórico de los barceloneses The Nairobi Trio, que reventaron de asistentes la sala pequeña.

En lo referente a las actuaciones, el viernes disfrutamos y mucho de los norteamericanos Turntables On The Hudson, que supieron trasladar al público la fiesta de ritmo que se montaron sobre el escenario. Mención aparte merecen los navarro-madrileños Wagon Cookin´, los auténticos triunfadores de la noche del sábado. A su conciertico de briosos sones jazzeros cubiertos de bases electrónicas le sentaron de perlas una efectiva sección de viento y esa cantante “Popstar” que navegaba por los tonos graves como usted y yo por la ciudad.

Peace Monkeys:Una provocación muy mona

El sábado de fiestas se pudo ver en el escenario de la Plaza de la Trinidad la actuación más subversiva de todo el programa semanal. Aterrizaban desde Bilbao los Peace Monkeys, con un show-protesta que incluía treinta personas entre músicos, saltimbanquis, actores y poetas.

Ya veo a más de uno colocándole la palabreja de “vanguardia” a esta suerte de avanzadilla cultural crítica que une el show tradicional y la barraca. No corran, los chicos del bocho ya se ríen de su intento. Para ellos, la denominación ideal es “Espectáculo Retaguardia”.

Sobre el escenario ampliado para la ocasión van sucediéndose los diferentes actos preparados por este proyecto del Laboratorio De Ideas, el local de la capital vizcaína donde esta gente realiza sus experimentos de artes escénicas. El de la noche del sábado arranca con la librepoesía como entrante, para en los siguientes platos ir desgranando los ataques contra gran parte de los establecido, lo asentado, lo inmóvil, lo opulento. Ya nos lo avisaba la presentación inicial: “el show muestra la decadencia de la burguesía y la cólera de la fiesta entre el caos y el orden”.

A veces uno lee ese tipo de frases y se queda igual que cuando empezó. Pajaritos mentales en formato de letra que quedan chulos, modernos y peleones. Pero que luego, a la hora de la verdad, uno no consigue verlos por ninguna parte.

Semana Grande: Djanbutu Thiossane

El Kiosko del Boulevard ya se encuentra preparado para la actuación. Los instrumentos clásicos de cualquier concierto eléctrico (bajo, batería, guitarra, teclado) se encuentran acompañados por congas, coras y resto de parafernalia africana. A lo largo de la alameda, otras tres formaciones de distinto pelaje ofrecen sus melodías. Estos días festivos, Dublín o Londres no tienen nada que envidiar a la capi guipuzcoana. Al menos a nivel de oferta musical a ras de suelo.

Parece que los sones de DJANBUTU THIOSSANE, la banda senegalesa que actúa la noche del viernes sobre este escenario fijo cercano al Ayuntamiento, calan bien en nuestra provincia y limítrofes. Quién esté atento a los programas de fiestas provinciales ya les habrá encontrado anunciado. También Vitoria ha bailado con sus briosas canciones, y Bilbao lo hará en breve.

Este es su segundo pase de hoy en Donostia. A media tarde se han presentado en una formación más reducida (solo percusión y baile) con canciones tradicionales de su tierra. Como pista explícita, el nombre del grupo se traduce por “tradicional familiar”.

Los artistas comienzan a subir al escenario mientras hablamos con los técnicos de sonido sobre la sorprendente y trabajada actuación de Big Jamboree, quienes pisaron con su swing rockero esta elevación a mediados de semana. Los siete músicos africanos de hoy (que llevan 9 años afincados en Madrid) aparecen con coloristas vestidos estampados que pueden recordar a los garabatos existentes en la parte trasera de los naipes. Al cantante le acompañan dos bailarines que durante todo el concierto no pararán de moverse, intentando animar al personal, buscando que baile y cante.

Tarea difícil señores, que estamos en Donostia. La poblada zona que da hacia el Consistorio responderá esta noche mejor a la solicitud de aplausos que a los movimientos corporales. A la gente se le nota animada, participativa, pero al Donostia Style. Esto es, mover un poco el talón, un poco más la cadera (sin pasarse), y aplaudir a raudales cuando acaba la canción. Bueno, todos no. Los hay que bailan con ganas. Alguno hasta sube al Kiosko a dejarse llevar por la alegría de la cultura musical del gran continente.

Nada que ver con la señorita bailarina que anima al personal hoy. Cada vez que se agarra la blusa, entra en una especie de trance a medio camino entre la niña de el Exorcista y un James Brown en plenitud juvenil. La dama deja que la música entre en su cuerpo para después permitirle que salga por mil partes diferentes a la vez, en unos movimientos que intuimos patrios y festivos.

El concierto enfoca esas melodías que en su país de origen deben ser puro pop (de popular, no de comercial). Tonos que en Francia tanto calado han tenido, apoyados sobre cuestiones migratorias. Tras un inicio tranquilo pronto el tiempo se acelera, y comienza la fiesta. Un reggae africano más apresurado que los que solemos escuchar habitualmente se entromete entre los jubilosos cantos que mezclan temáticas antagónicas: la alegría de bodas y fiestas se entremezcla con cargas de profundidad. Como el sufrimiento que denuncian canciones como “África”. El gran cantaor Enrique Morente (el papá de Estrella, para los más consumistas) ya les ha invitado a colaborar en su siguiente trabajo, una unión entre Cadiz, Africa y Cuba que está aún en proceso de grabación.

Alboka: Nuevas tradiciones alegres

Noche de animosos sones de raíz euskaldun la del pasado martes en la Plaza de la Trinidad. En un espacio en el que predominará el folklore mundial (salvo alguna que otra excepción más juvenil), el grupo guipuzcoano Alboka se acercaba a la programación de conciertos de la Semana Grande donostiarra dispuesta a demostrar que los aplausos que está consiguiendo aquí y allá su tercer trabajo discográfico titulado “Lorius” se complementa con un directo afectivo y efectivo.

Porque eso es lo que ofrecieron los siete miembros de Alboka desde el arranque, con sus melodías repletas de aires positivos. Por algo su nuevo trabajo discográfico de título vasco se traduce por “felicidad”. Y así lo entendió el público situado en la zona trasera del aforo, que se fue animando a darle la respuesta corporal correspondiente a este tipo de músicas. El baile a lo suelto que lo llaman.

Las sillas plegables presentes en el auditorio natural de la Parte Vieja se ocuparon por los que ya empiezan a echar un ojo a la cadera, aunque también pudimos ver a varios jóvenes practicando el “kursaalismo”. Ya saben, esa nueva tendencia de tragarse sentado actuaciones llenas de energía y vivacidad. Arriba, en la terraza superior de la plaza, gárgolas juveniles en grupos numerosos parecían desentenderse. Los convidados de piedra al evento andaban más enfrascados en que su cuerpo estuviera perfectamente hidratado.

La Buena Vida

Teatro Principal – San Sebastián – 2002-05-09

Había ganas, y muchas, en la ciudad por volver a ver a La Buena Vida en concierto. Las noticas que nos llegaban de fuera hablaban de terrible éxito. Una gira invernal muy larga que solo había deparado parabienes de crítica, y lo que es más importante, público. Pero la ciudad donde uno nació siempre es diferente. Y más Donostia, que hasta que fuera no te aclaman aquí no te aplauden.

Así que nuestra primera sorpresa fue encontrarnos el Teatro Principal de la parte vieja donostiarra lleno. Fuera, en la calle, el agua caía por jarras. Ideal para quedarse en casita, escuchando música suave, con la persiana a medio bajar y bien acurrucado. Vaya, como dicen las canciones de La Buena Vida…

Tras descubrir entre el público a más de la mitad de La Oreja de Van Gogh (Donosti no es ciudad envidiosa) y algún que otro “reconocido” local, el concierto arranca bastante puntual, con un inicio precioso: las cuerdas (que no nos dejaran durante el concierto entero) de “Desde hoy en adelante”, una de mis debilidades buenavidienses, comienzan a sonar mientras el telón comienza poco a poco a alzarse. Le siguen “tormenta en la mañana de la vida” y “Melodrama”. Arranque fuerte y gozoso.

Sin entrar en detalles (pronto estarán en el Jovellanos de Gijón y en el Primavera Sound. Y sería como contar el final de “Sospechosos Habituales”…), este primer bloque de temas sirve para degustar canciones de los 3 últimos discos del grupo donostiarra. Algunos momentos más relajados, otros singles que nunca entenderemos cómo no los cantan las quinceañeras, su nuevo single “Blues por Charlie”(otro acierto. Y van…).Llega el interludio, donde Mikel e Iranzu, las voces, se quedan casi sin instrumentos para un par de canciones más sosegadas, lo cual se agradece. A veces el abundante sonido se los come.

Vuelve el grupo, que repite esquema del primer bloque. Y el bís, donde sorprenden (para mi de forma irónica) con el “La Vida sigue igual” de Mr Miami tabique-platino Iglesias y una canción de Neil Young!!. Acaba el concierto, se respira satisfacción en el aire. Fue precioso. En el previo del periódico local hablaban el día anterior de que eran “líderes de la liga B”, esa que se aleja de talones y concursos pero que vive centrada en las canciones. Si siguen elaborando temas (y conciertos) como el de Donostia, seguiré pensando que esos cantos a la tristeza, a la soledad, al desamor, a la felicidad, a las relaciones humanas de enfoque pop siguen sonando geniales en manos de La Buena Vida. Que se vive mucho mejor en Segunda, vamos…

Mogwai

Jam – Bergara – 2002-11-30

Al principio tuve miedo. Como en esas ocasiones en las que todo el mundo te dice que una película es muy buena y vas tu y te parece correcta, sin más. Llevábamos una hora de concierto de Mogwai (los teloneros, como siempre, eligen nuestra hora de cenar. Que gente…) y uno ya barruntaba el texto en la cabeza. Vaya, lo fantásticos que me parecieron el primer año que actuaron en Benicassim. Y en la de este año todos los ponen por las nubes. Y a mi que me está dejando un poco frio…

Llegamos tarde al reparto de tapones gratuito, así que nos tocó escucharles a pleno oido. Parafraseando a un conocido crítico (que no tiene miedo a la hora de parafrasear a otros), podríamos decir que en directo Mogwai solo tienen dos canciones; las que cantan y las que son como una tormenta eléctrica en mitad del Amazonas. Las primeras suenan mucho mejor en disco, claro está, porque allá tienen los detalles y las delicadezas que en concierto son difíciles de reproducir. Y por otro lado, las acertadamente vanagloriadas expresiones ruidistas de los 5 escoceses.

Lo que más nos congratuló de esta segunda vertiente fue la selección de temas, eligiendo aciertos de sus 4 discos a la hora de elaborar la lista. La frialdad de movimientos en escena quedaba desbordada por esa maraña guitarrera, donde los pedales giraban de lado a lado intentando quemar el amplificador. Soberbio, precioso,impactante, atronador. Pero, viendo las lista de canciones desde arriba, había una que no conseguíamos descifrar cual era. ¿Será una versión? Igual. Estos tios hasta hicieron una del “Dont Cry “…

Esa “versión” fue la última, antes del bis-remix de “Mogwai Fear Satan” y por si sola vale las 3000 pelas de la entrada. Nuestras dudas se esfumaron de la mente ante 20 minutos antológicos, espeluznantes, donde consiguieron eliminar nuestra noción del tiempo e introducirnos en un bucle del que nunca hubiéramos deseamos salir. Entonces entendimos a Mogwai, y nos dimos cuenta que su futuro es aún mayor que su pasado, ya de por si aplaudible. La canción era “My Father, My King”, su nuevo single.

El sábado, los que vimos el concierto sin esos tapones corrimos a la consulta del otorrino. Pero nunca nos habíamos sentado en una consulta con tamaña sonrisa.