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Semana Grande: Djanbutu Thiossane

El Kiosko del Boulevard ya se encuentra preparado para la actuación. Los instrumentos clásicos de cualquier concierto eléctrico (bajo, batería, guitarra, teclado) se encuentran acompañados por congas, coras y resto de parafernalia africana. A lo largo de la alameda, otras tres formaciones de distinto pelaje ofrecen sus melodías. Estos días festivos, Dublín o Londres no tienen nada que envidiar a la capi guipuzcoana. Al menos a nivel de oferta musical a ras de suelo.

Parece que los sones de DJANBUTU THIOSSANE, la banda senegalesa que actúa la noche del viernes sobre este escenario fijo cercano al Ayuntamiento, calan bien en nuestra provincia y limítrofes. Quién esté atento a los programas de fiestas provinciales ya les habrá encontrado anunciado. También Vitoria ha bailado con sus briosas canciones, y Bilbao lo hará en breve.

Este es su segundo pase de hoy en Donostia. A media tarde se han presentado en una formación más reducida (solo percusión y baile) con canciones tradicionales de su tierra. Como pista explícita, el nombre del grupo se traduce por “tradicional familiar”.

Los artistas comienzan a subir al escenario mientras hablamos con los técnicos de sonido sobre la sorprendente y trabajada actuación de Big Jamboree, quienes pisaron con su swing rockero esta elevación a mediados de semana. Los siete músicos africanos de hoy (que llevan 9 años afincados en Madrid) aparecen con coloristas vestidos estampados que pueden recordar a los garabatos existentes en la parte trasera de los naipes. Al cantante le acompañan dos bailarines que durante todo el concierto no pararán de moverse, intentando animar al personal, buscando que baile y cante.

Tarea difícil señores, que estamos en Donostia. La poblada zona que da hacia el Consistorio responderá esta noche mejor a la solicitud de aplausos que a los movimientos corporales. A la gente se le nota animada, participativa, pero al Donostia Style. Esto es, mover un poco el talón, un poco más la cadera (sin pasarse), y aplaudir a raudales cuando acaba la canción. Bueno, todos no. Los hay que bailan con ganas. Alguno hasta sube al Kiosko a dejarse llevar por la alegría de la cultura musical del gran continente.

Nada que ver con la señorita bailarina que anima al personal hoy. Cada vez que se agarra la blusa, entra en una especie de trance a medio camino entre la niña de el Exorcista y un James Brown en plenitud juvenil. La dama deja que la música entre en su cuerpo para después permitirle que salga por mil partes diferentes a la vez, en unos movimientos que intuimos patrios y festivos.

El concierto enfoca esas melodías que en su país de origen deben ser puro pop (de popular, no de comercial). Tonos que en Francia tanto calado han tenido, apoyados sobre cuestiones migratorias. Tras un inicio tranquilo pronto el tiempo se acelera, y comienza la fiesta. Un reggae africano más apresurado que los que solemos escuchar habitualmente se entromete entre los jubilosos cantos que mezclan temáticas antagónicas: la alegría de bodas y fiestas se entremezcla con cargas de profundidad. Como el sufrimiento que denuncian canciones como “África”. El gran cantaor Enrique Morente (el papá de Estrella, para los más consumistas) ya les ha invitado a colaborar en su siguiente trabajo, una unión entre Cadiz, Africa y Cuba que está aún en proceso de grabación.

Publicado enCríticas de conciertos

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