Saltar al contenido

Categoría: Críticas de conciertos

Morodo: Botellón Rap

Lugar: sala Gazteszena (Donostia)
Fecha: 20-XII-2005
Asistencia: lleno, unas 700 personas

El aforo de la sala Gazteszena de Egía estaba repleto de mozalbetes el pasado martes a las noche. 700 entradas vendidas, más de 50 personas en la calle esperando un milagro en forma de papel impreso, gente sacando el billetito a ver si (verídico) el de la puerta le dejaba pasar…

¿Que demonios había empujado a toda esa chavalería a dejarse caer, muchos de ellos por primera vez, por una sala de conciertos?¿Acaso La Oreja de Van Gogh presentaba el nuevo disco en concierto sorpresa?¿Alguno de los nuevos triunfitos había venido a Donostia a desplegar sus artes melódicas? ¿Era el estreno del espectáculo rock de los Lunnis?

La razón de aquella populosa reunión, como bien sabrán muchos padres de familia en esta ciudad y alrededores (vino gente desde Bilbao), se llama Morodo y es un joven parlachín madrileño que está reventando salas de aforo medio con sus sonidos ragga.

Un artista que no suena en grandes radios, que apenas ocupa espacio en los periódicos y cuyo disco no se promociona en la televisión. Un creador que ha sabido colarse en el boca a boca de la juventud, en esas reuniones sociales de fin de semana que se realizan en parques y plazas, rodeados de botellas de agua reutilizadas. Un tipo de promoción gratuita que nos recuerda al éxito de Manolo Cabezabolo, seudo guitarrista punkarra que causo furor en los círculos kalimotxeros hace unos años.

Todos los jóvenes presentes disfrutaron en común y humeante unión de la labor de los teloneros, la banda irundarra Bad Sound System. Practicantes de un rap suave y protestón, también empapado en reggae y derivados, consiguieron conectar fácilmente con la pubertad presente, estirando su bolo más allá de los 60 minutos.

La estrella de la noche salió a continuación, tras unos minutos en los que el DJ que ponía fondo musical hizo de las suyas en solitario, castigando la aguja de un vinilo que estas nuevas huestes barbilampiñas ya ven como un objeto de museo.

No hubo empujones, ni grandes chillidos, ni excesivos desmayos ni pancartas de una firma de telefonía móvil con el jeto del pavo. Los presentes habían ido a disfrutar del verbo gracil de Morodo en armonía, con buena parte de las primeras filas repicando todas y cada una de las sílabas que el creador del disco “Cosas que contarte” soltaba por el micrófono.

Los que no cantaban y movían los brazos se dejaban llevar, entre loas a la ganja, por las parsimonias melódicas de ese cada vez más floreciente reggae hispano. Estilo que mezcla las maneras raperas y los fondos pausados de herencia jamaicana y que, visto lo visto, tiene loquita a nuestra juventud. Una adolescencia que, y esto va para los progenitores, apenas pisaba el bar de la sala Gazteszena.

Marlango: Pop sin escalas

Retornaba a la ciudad el pop terso y a ratos enérgico de los madrileños Marlango, que volvían a tener como excusa la presentación de su segundo trabajo Automatic Imperfection. Tras su visita playera del pasado Jazzaldia, la banda capitaneada visual y vocalmente por la actriz Leonor Watling se presentaba en distancias más cortas y disfrutables.

A la protagonista de Hable con ella y los suyos (el pianista Alejandro Pelayo y el trompetista Oscar Ybarra completan el trío de pilotos de esta nave) les gusta hablar de viajes imaginarios por capitales del mundo para explicar sus músicas.

Así que tomaremos ese perfil trotamundos para indicar que las melodías en la primera parte de este vuelo con 600 pasajeros se mostraron tersas y suaves, mínimas, dignas de cualquier club norteamericano de Martinis, ambientes cargados, tonos rojizos y poca luminosidad.

Los chicos que tomaron su denominación de una canción de Tom Waits contrastan las suaves maneras norteamericanas de su música (a veces pop, a veces más jazz o blues) con la voz algo seca de su cantante. El tema Trains, precioso y sensible, es la que mejor representa esta parte tranquila del trayecto.

Y justo una décima de segundo antes de que el avión tomara esa monótona velocidad de crucero en la que no importa que pasen 3 o 300 horas, Marlango nos metió en una zona de nubes, con las consiguientes turbulencias musicales.

Contrariamente a lo que nos suele pasar en la vida real, cuando el viento agita la aeronave y nos entregamos al tranquilizante de turno para que nuestros nervios no arañen todo el asiento delantero, agradecimos que las canciones se hicieran más enérgicas. Aunque eso supusiera perder un poco de vista (y oído) la voz de la escultural belleza que sujetaba el micro.

El vuelo de la noche del jueves llegó a su fin con la canción más conocida de este trío (I Don´t Care) y la versión del The Beat Goes On de Buddy Rich, mientras la mayoría de los pasajeros desembarcaban contentos tras disfrutar del aterrizaje. Otros, los menos, reafirmaban el tópico viajero del ejecutivo de una multinacional: Lo normal de un desplazamiento aéreo es que cuando acabe ya no te acuerdes de él, a menos que haya sido muy malo.

Carmen Linares: Un ramito de flamenco

Día: 15-XII-2005
Lugar: Sala de Cámara del Kursaal (Donostia)
Asistencia: unas 500 personas.
Interpretes: Carmen Linares (cante), Gerardo Núñez (guitarra), José Manuel León (guitarra), Pablo Martín (contrabajo), Angel Sánchez (percusión), Ana María González (palmas), Javier González (palmas).

“En Euskadi pasáis del Flamenco”, decía una donostiarra minutos antes del concierto que la andaluza Carmen Linares ofreció en el Kursaal. Bueno, chica, que el aforo se ocupe un 75% para entregarse a “quejíos” y tarantas tampoco me parece una mala entrada.

Otra cosa es desbocarse en lugar tan solemne. Las iniciales “Canto a la resignación” y la enérgica “Pocito de Nieve” invitaban al palmeo intuitivo. Y allá se soltaron los sectores menos vergonzosos. Pero el lugar se poblaba de “ptsss” a nada que se desmelenara uno.

Y es difícil controlarse con músicas tan corporales y sentidas. Repletas de arrebatos musicales y vocales: guitarras que al menor pestañeo aceleran y frenan sus inabarcables dibujos, un contrabajo de maneras algo jazz y un cajón de sentido toque.

Con una impresionante banda en la que sobresalía el guitarrista Gerardo Núñez, la Linares fue despezando su voz, algo desaparecida al comienzo del show, para ir entregándose a bulerías como la canción de Vainica Doble “Quiero tu nombre olvidar”. Más tarde llegaron los fandangos (“Mirando pa el firmamento”), las instrumentales de patio andaluz y final apoteósico (“Trafalgar”) y los acelerados tangos (“Canta con la voz del corazón”).

Así hasta casi las 2 horas de un acto que acabó con una larga tanda de solos y una aplaudida improvisación informal y contagiosa. Demostrando que la esencia de este arte se encuentra en lugares menos formales que nuestro Kursaal.

Kokolo: Yema Africana

Dia: 13-XII-2005
Lugar: Sala Gazteszena (Donostia)
Asistencia: unas 100 personas

Luchando contra la superchería de gatos negros, escaleras, saleros y espejos rotos, los responsables de la inquieta y siempre aplaudible programación foral Gaztemaniak! presentaban en Donostia el pasado martes (y 13) la última de sus propuestas musicales.

Pero la capital guipuzcoana parece rehuir cualquier elemento sospechoso de producir mal fario:  La sala Gazteszena del barrio de Egia estuvo más bien desierta (unas 100 personas) ante la actuación de los norteamericanos Kokolo, populoso combo afrobeat que tiene como finalidad principal hacer mover el esqueleto con sus ritmos latinos y africanos.

Pocos conocían de antemano las virtudes musicales de esta banda afincada en el Chinatown neoyorquino. Las preguntas de “¿Sabes de que va?” y “¿Estará bien?” se escuchaban en los corrillos.

Mi ayuda no podía ser muy certera, sobre todo en lo referido al nombre de la banda. Para mí, Kokolo venía a ser la yema del huevo frito en aquel lenguaje infantil de “apapas” y “arreburriquitos”. La versión oficial, mucho más certera, indica que Kokolo significa “seguidor devoto de las músicas africanas” en el lenguaje callejero norteamericano, eso que llaman slang.

Los dos guitarristas, la sección de vientos coja (uno de los sopladores tuvo que volver a casa por cuestiones personales), el electrizado bajista, las percusiones del señor Gonzalez, un batería con pegada indiscutible y la voz del señor Ray Lugo (cabeza principal de esta formación) se encargaron de demostrar que las versiones oficiales suelen ser más acertadas que los runrunes callejeros.

Los 90 minutos del concierto se pasaron volando, mientras unos escuchaban aquellas canciones de yema africana y clara jazzero-latina (prueben a imaginarse una canción que mezcle a Fela Kuti y el son cubano por igual) y otros se entregaban a ellas moviendo brazos, piernas, caderas y resto de fibras musculares.

Kokolo presentó sus melodías contagiosas, trabajadas alrededor de repetitivos ritmos de batería y bajo y con espacios para los diferentes momentos de expresión personal: ahora un sólo de trompeta, más tarde uno de percusión que se hizo algo largo, ese tradicional punteo de guitarra…

Siempre ayuda que el cantante tenga raíces venezolanas y se exprese en perfecto castellano con la audiencia, a la que animaba constantemente con sus maneras afables y vacilonas a integrarse en la gran fiesta de ritmos imparables que fue el concierto de Kokolo. Una actuación que cuando llegue al Jazzaldia (no sería extraño) bailarán como locos, pero que el martes pasado sólo congregó a unas pocas decenas. Será que era Martes y 13…

Rinôçérôse: El rock también se baila

Interpretes: Dead Combo + Rinôçérôse
Lugar: Sala Play (Hernani)
Día: 02/12/2005
Asistentes: unas 800 personas

Elegante llenazo el registrado en la hernaniarra sala Young Play (perdón, es la costumbre, ahora se llama sólo Play) con motivo de su Opening Session, nombre anglófilo heredado de los templos de baile ibicencos cuando dichos espacios reabren sus puertas tras el parón habitual.

Y arrancaba con un concierto de Rinôçérôse, banda francesa (no hay más que ver los acentos de su nombre) de gran acogida en el país vecino que lleva un tiempo demostrando que las guitarras y las bases electrónicas pueden ir juntitas de la mano con elegantes resultados.

La noche debía empezar con la actuación del dúo finlandés Dead Combo, pero algún problema de última hora hizo inviable la escucha de unas canciones que beben y mucho de las fuentes del grupo principal de la noche. Al menos los chicos no se lo pasaron del todo mal: uno de sus integrantes hablaba asiduamente al final de la velada con el morro de una botellita de vino.

Esta banda formada por Jean- Philippe Freu y Patrice Carrie, dos sicólogos que tienen como terapia particular ir azotando el mundo con sus mezclas de rock y baile, ofreció la noche del pasado viernes un concierto espectacular.

La formación francesa acercaba a Guipúzcoa “Schizophonia”, el último de sus trabajos, con un montaje visual enganchón. Las pantallas disparaban imágenes a toda velocidad, el humo invadía el escenario y los juegos de luces demostraban usos discotequeros. La fiesta estaba servida, como bien lo demostraban con sus saltos y bailes las cerca de mil personas presentes.

En lo musical Schizophonia es un trabajo más potente y salvaje que los anteriores. Las guitarras se han desbocado (no hay más que escuchar los riffs a lo AC/DC de su último single “Bitch”), mientras los fondos siguen teniendo ese puntito afrancesado, con estilos de house filtrado y agradable y detalles funkys.

Pequeñas fórmulas de éxito contrastado (subidones sonoros, contagiosos juegos de percusión, uso de sirenas) hacían que el desentumecimiento muscular fuese total.

Hasta tres veces tuvieron que salir Rinôçérôse a tocar unos bises antes de que los asistentes rompieran en aplausos y la Play ofreciera su otro uso habitual, con DJs poniendo música hasta bien entrada la madrugada. Pero eso, como decían en aquella gran película de Jack Lemmon, “es otra historia”.

Lauaxeta: Lauaxeta All Stars

Día: 24-11-2005
Lugar: Teatro Principal (Donostia)
Asistencia: unas 250 personas.

Se acercaba a nuestra lluviosa capital la gira de presentación del disco “Ehungarrenean hamaika”. Un trabajo que recupera las poesías de Esteban Urkiaga “Lauaxeta”, grabadas ahora bajo la batuta del músico Rafa Rueda.

Bueno, lo de batuta es un decir. Porque Rueda y el resto de músicos que le pusieron el fondo sonoro a la actuación del pasado jueves le pegan al pop rock de tintes norteamericanos con un gusto exquisito.

Un esquema, el rockero, no muy empleado a la hora de recuperar textos pasados, habitualmente presentados bajo abrigos mas relajados y tradiciones folk. Pero si se hace con encanto y devoción, con ganas de ponerle nuevos abrigos a letras pretéritas, y con una calidad ejecutante fuera de toda crítica, el resultado no puede ser más reconfortante.

Los dos centenares largos de asientos ocupados del donostiarra Teatro Principal disfrutaron del suave arranque del evento. La actriz Argia Gardeazabal, desde la platea del teatro, arrancó con una de esas emocionantes narraciones que se sucedieron a lo largo del concierto. Y al igual que en el CD, Gari fue el encargado de inaugurar el micrófono con su sentido “Bertso zarrak”.

Por el atril pasaron el resto de voces participantes en el homenaje al periodista y defensor de la cultura vasca fusilado en la Guerra Civil. Tras el ex Hertzainak le tocó el turno a Eñaut Elorrieta, cantante de Ken Zazpi. Es “Mendigoxaliarena” una canción preciosa a la que la habitual fuerza del vizcaíno imprime una pasión contagiosa.

Mikel Urdangarin inauguró los momentos pausados del concierto con la sentida “Loretan”. Rafa Rueda se guardó para sí mismo la preciosa “Kanta Ariña”. Composición de raíces melódicas más norteamericanas que, y con perdón de la comparación, los aros de cebolla.

Jabier Muguruza, el dandy del Bidasoa, susurró de manera bucólica “Zelayetakua”, mientras Francis Diez (Doctor Deseo) mostró la casta habitual sobre el escenario, aunque ahora tocase cantar en euskera.

El eibartarra Markos Untzeta suplió la anunciada baja de Anje Duhalde. Su “Otsokorena” sonó cercana a las tensiones mantenidas de Bob Dylan. Xabi Strubell (Zura) narró en “Neskatxu Gorrixka Bati” uno de los momentos más enérgicos de la noche.

Xabier Montoia trajo la paz sonora al escenario, con su delicada versión de “Liparra”. Txuma Murugarren decidió salirse del esquema nocturno con su visión blues del tema “Arotzak”. A él le cayó una de las mayores raciones de aplausos de una noche que acabó con el vozarrón de Petti. Nuestro Mark Lanegan musicalizó el sitio del castillo de Amaiur (recogida en el poema “Amayur Gaztelu Baltza”) de manera espectacular, sobrándole en ocasiones la amplificación del micro.

El final llegó repleto de emoción, con la lectura “en off” del dictamen del juicio en el que Esteban Urkiaga era condenado a morir fusilado. Tranquilo, Lauaxeta. Estés donde estés. Rueda y los suyos te han hecho un buen homenaje.

Festival Wintercase: The Delays, Go Betweens, Teenage Fanclub

The Delays + Go Betweens + Teenage Fanclub
Kafe Antzokia (Bilbao)
5 Noviembre 2005

El Kafe Antzokia bilbaino agotó el pasado sábado el taquillaje para la primera de las paradas del Festival musical itinerante Wintercase (www.wintercase.com).

A The Delays no pudimos verles. Pero los allí presentes confirmaron que las buenas críticas aparecidas en prensa estaban justificadas.

Los veteranos The Go Betweens sorprendieron. Con un Grant Maclennan que podía tocar un punteo de manera alborozada sin que la canción perdiera emoción, con un Robert Foster en plan dandy (esos pasitos a lo Elvis…). Todo se les perdonó cuando transmitieron con tanta pasión esas canciones tan bonitas y simples, tan clásicas y conmovedoras.

Teenage Fanclub nunca defraudan. Con mayúsculos juegos de voces y la rabia justa, los cuatro escoceses volvieron a centrar su repertorio en canciones del “Grand Prix”, su mejor álbum, con tres incursiones en la última de sus publicaciones (“Man Made”).Hasta hubo tiempo para algunas rarezas poco escuchadas (“Hang On”, “God Knows It´s true”, “Did I say”).

Su actuación volvió a ser un desenfreno melódico de melodías dulces y contagiosas, demostrándonos que siguen por el buen camino. No había más que ver las sonrientes caras de los asistentes a la salida…

Electronikaldia 2005: 9CDR, Tzesne, Do

El Festival Elektronikaldia cerraba su programación de este año con las mismas formas aperturistas y ensoñadoras de años anteriores. En colaboración con la imparable y agitadora propuesta de Audiolab (atentos a su programación hasta fin de año), los gestores del guipuzcoano Festival Internacional de Música Electrónica y de Club presentaban la tarde noche de un domingo sin fútbol su oferta más experimental.

Pero no se crean que el hecho de no tener pelotita, 3 señores de negro y 22 tíos corriendo por limitados campos verdes aumentó la asistencia habitual a este tipo de encuentros. Y eso que los creadores vascos de estos (poco populares) mundos creativos cuentan con renombre y lustre fuera de nuestras fronteras, discos editados por sellos discográficos de medio mundo y actuaciones por todos los continentes.

Claro que estos artistas no hacen canciones de 3 minutos, de partes claramente diferenciadas y mensajes evidentes. Ni tienen en la lista de colaboradores a estilistas de lo más moderno o jefes de prensa metrosexuales.

Y eso implica cierto esfuerzo para nuestros acomodados cerebros. Porque el de Arteleku fue uno de esos actos ideales para sentarse, cerrar los ojos en muchas de las ocasiones, y dejarse llevar por formas, texturas y “sabores” auditivos poco habituales que allí se mostraron.