Saltar al contenido

Kokolo: Yema Africana

Dia: 13-XII-2005
Lugar: Sala Gazteszena (Donostia)
Asistencia: unas 100 personas

Luchando contra la superchería de gatos negros, escaleras, saleros y espejos rotos, los responsables de la inquieta y siempre aplaudible programación foral Gaztemaniak! presentaban en Donostia el pasado martes (y 13) la última de sus propuestas musicales.

Pero la capital guipuzcoana parece rehuir cualquier elemento sospechoso de producir mal fario:  La sala Gazteszena del barrio de Egia estuvo más bien desierta (unas 100 personas) ante la actuación de los norteamericanos Kokolo, populoso combo afrobeat que tiene como finalidad principal hacer mover el esqueleto con sus ritmos latinos y africanos.

Pocos conocían de antemano las virtudes musicales de esta banda afincada en el Chinatown neoyorquino. Las preguntas de “¿Sabes de que va?” y “¿Estará bien?” se escuchaban en los corrillos.

Mi ayuda no podía ser muy certera, sobre todo en lo referido al nombre de la banda. Para mí, Kokolo venía a ser la yema del huevo frito en aquel lenguaje infantil de “apapas” y “arreburriquitos”. La versión oficial, mucho más certera, indica que Kokolo significa “seguidor devoto de las músicas africanas” en el lenguaje callejero norteamericano, eso que llaman slang.

Los dos guitarristas, la sección de vientos coja (uno de los sopladores tuvo que volver a casa por cuestiones personales), el electrizado bajista, las percusiones del señor Gonzalez, un batería con pegada indiscutible y la voz del señor Ray Lugo (cabeza principal de esta formación) se encargaron de demostrar que las versiones oficiales suelen ser más acertadas que los runrunes callejeros.

Los 90 minutos del concierto se pasaron volando, mientras unos escuchaban aquellas canciones de yema africana y clara jazzero-latina (prueben a imaginarse una canción que mezcle a Fela Kuti y el son cubano por igual) y otros se entregaban a ellas moviendo brazos, piernas, caderas y resto de fibras musculares.

Kokolo presentó sus melodías contagiosas, trabajadas alrededor de repetitivos ritmos de batería y bajo y con espacios para los diferentes momentos de expresión personal: ahora un sólo de trompeta, más tarde uno de percusión que se hizo algo largo, ese tradicional punteo de guitarra…

Siempre ayuda que el cantante tenga raíces venezolanas y se exprese en perfecto castellano con la audiencia, a la que animaba constantemente con sus maneras afables y vacilonas a integrarse en la gran fiesta de ritmos imparables que fue el concierto de Kokolo. Una actuación que cuando llegue al Jazzaldia (no sería extraño) bailarán como locos, pero que el martes pasado sólo congregó a unas pocas decenas. Será que era Martes y 13…

Publicado enCríticas de conciertos

Sé el primero en comentar

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *