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Electronikaldia 2005: 9CDR, Tzesne, Do

El Festival Elektronikaldia cerraba su programación de este año con las mismas formas aperturistas y ensoñadoras de años anteriores. En colaboración con la imparable y agitadora propuesta de Audiolab (atentos a su programación hasta fin de año), los gestores del guipuzcoano Festival Internacional de Música Electrónica y de Club presentaban la tarde noche de un domingo sin fútbol su oferta más experimental.

Pero no se crean que el hecho de no tener pelotita, 3 señores de negro y 22 tíos corriendo por limitados campos verdes aumentó la asistencia habitual a este tipo de encuentros. Y eso que los creadores vascos de estos (poco populares) mundos creativos cuentan con renombre y lustre fuera de nuestras fronteras, discos editados por sellos discográficos de medio mundo y actuaciones por todos los continentes.

Claro que estos artistas no hacen canciones de 3 minutos, de partes claramente diferenciadas y mensajes evidentes. Ni tienen en la lista de colaboradores a estilistas de lo más moderno o jefes de prensa metrosexuales.

Y eso implica cierto esfuerzo para nuestros acomodados cerebros. Porque el de Arteleku fue uno de esos actos ideales para sentarse, cerrar los ojos en muchas de las ocasiones, y dejarse llevar por formas, texturas y “sabores” auditivos poco habituales que allí se mostraron.

El concierto arrancó con 9CDR, el enfant terrible donostiarra, del que pudimos disfrutar su visión más sutil. Ahora, sus “patadas” reivindicativas sonoras vienen envueltas en formas más tenues, aunque sigue habiendo espacio para ruidos de ejes de patín (su otra gran pasión), chirridos de vías de tren o referencias a barrios-colmena de Donostia.

En compañía de un socio y apoyando su discurso sonoro sobre imágenes urbanitas de ruinas y espacios en decadencia, el creador amaratarra amortiguó sus antiguos terrorismos sónicos en composiciones de cierto regusto tristón.

Tsezne lo volvió a bordar, como casi siempre. Trabajando sobre un colchón sonoro con mínimas pero perceptibles fluctuaciones, las frecuencias llenaban de pequeños detalles el agradable acto.

Como son músicas de significado abierto, a mí me pareció un momento muy melancólico y soñador. Sentimiento quizás potenciado por la ausencia de las proyecciones que suelen acompañar los conciertos de este creador guipuzcoano.

Joseba Irazoki, bajo la etiqueta de Do, cerraba la terna de actuantes. Natural de Bera y con amplia experiencia en las músicas “normales” (ya me entienden…), su actuación del domingo nos acercó su vena menos encasillada.

Con la compañía de tres guitarras y unos pocos pedales, el trío de piezas ejecutadas tuvo tanto de expresión corporal como de creación sonora, ya que Irazoki tomaba en ocasiones los instrumentos como una continuación de su propio cuerpo. Toda una experiencia diferente en los usos habituales de esas 6 cuerdas, sobre todo cuando el guitarrista agitaba su instrumento eléctrico con verdadera fiereza.

Publicado enCríticas de conciertos

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