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Categoría: Críticas de conciertos

Saharari Kantari: recuerdo solidario

Nutrida presencia del artisteo vasco en el concierto “Saharari kantari”, presentación del disco homónimo realizado para apoyar al pueblo saharaui y recaudar fondos para la protección de su patrimonio cultural.

La veintena de autores locales ofertaron atractivos minutos: Eñaut Elorrieta, sin micrófono y a capela, regaló una emocionante versión de un ‘Gernika’ que tuvo un recuerdo para Gaza. El mismo autor cerraría el concierto, en compañía de Idoia y un coro infantil vasco-saharaui, interpretando el contagioso “Izar Polisariar bat”.

El escenario, decorado con aires de jaima, también acogió a Mikel Urdangarin y Esti Markez entonando el jaleado “Errefuxiatuena’. Markez, Iker Lauroba y Fariba Sheikhan acercaron el conocido ‘Sahara’ y Jon Maia declamó un aplaudido texto. Oreka Tx se unió a la fiesta con su arte txalapartero mientras Postal Kolekzionistak y ‘Physis versus Nomos’ proponían formas poperas vascas más clásicas.

Pero los verdaderos protagonistas fueron los cuatro artistas saharauis invitados. Ofreciendo percusiones en distintas piezas, cantando coros en otras e interpretando dos canciones como protagonistas: ‘Una estrella polisaria’ y ‘La istikrar wala salam’. Fue un emotivo concierto, realizado con fines benéficos, que contó con una buena respuesta del público en taquilla.

Mikel Erentxun: enérgico retorno

Sus viejas formas pop-rockeras se lo impedirían, pero Mikel Erentxun podría tocar en el Victoria Eugenia en pijama y zapatillas de casa. El donostiarra ha grabado discos en directo y tocado en media docena de ocasiones en el edificio neorenancentista guipuzcoano. Ayer tocaba nueva visita al ‘teatro amigo’, como lo definió el autor en una entrevista a este medio, para presentar su último trabajo titulado ‘Septiembre’.

Llegó acompañado de una banda de postín en un escenario repleto de instrumentos, amplificadores y unos focos blancos muy empleados durante la función. Tras la entrada con ‘La Nuite Americaine’ de Georges Delerue sonando de fondo le guiñaron a George Harrison en ‘Flores y café’ dando paso a un concierto eléctrico, con innumerables guitarras dobladas (‘Los días que vivimos’). ‘Tren a Marte’ y ‘Ladridos en el pecho’ fueron los minutos más vigorosos del encuentro, con un blues tajante y la sicodelia campando libre.

‘Cartas de amor’ brotó acelerada brillando en su caos mientras ‘El hombre que hay en mí’ nos acercó la voz filtrada del cantante. De esta parte más contundente destacaremos ‘Si no es por ti’ (la pieza que mejor sonó de toda la noche), ‘El mejor de mis días’ y sobre todo ‘Cuando éramos ayer’. Para esta última el guitarrista Joseba Irazoki se unió a la fiesta tocando de puntillas, con todo lo que eso significa.

Siempre sin despistar el pop, que para algo Erentxun ama a The Beatles como bien se puede atisbar en sus composiciones, la cita permitió que gozáramos del góspel (‘A la luz de las farolas’) y esa mezcla entre Wilco y el soul que fue la emocionante ‘Pensando en ti’ dedicada a Pau Donés. No fue la única dedicatoria. La conmovedora ‘Veneno’ de Rafael Berrio se ejecutó en formato dylaniano, con guitarra y armónica. ‘Tú y yo’ se mostró radiante a nuestros oídos en lo que fue otro de los aciertos, con la voz femenina de Marina Iñesta confirmando sus virtudes.

No podía faltar el repaso a sus clásicos. La apoteosis final de ‘La casa azul’ y ‘En algún lugar’ – manda narices que aún nos tengan que seguir diciendo que nos podemos levantar del asiento para bailar, hombre- , la bella ‘Quién se acuerda de ti’ y las fieles ‘Rozando la eternidad’, ‘A un minuto de ti’ y ‘Mañana’. En total, 22 canciones para un público encantado con los nuevos giros poderosos y las antiguas revisiones de Mikel Erentxun.

DIEGO VASALLO: renacer Rock

Arrancaba la nueva gira de Diego Vasallo con fórmula mejorada. El ahora cuarteto se lanzó al rock hundiendo sus botas en el desierto (‘Mi historia’), adorando el blues (‘La vida mata’) y abrazando la Americana (‘Mapas en el hielo’) en pétreos minutajes (‘Quiero lo que no se puede…’).

Hubo momentos casi optimistas (‘Perlas falsas’), bellos homenajes (‘Aquellas calles tuyas’) y momentos de elegante tensión (‘Invierno’) que no despistaron el estribillo (‘Nuestro infinito’). Con pasajes calmados (‘Que todo se pare’) en los que apreciamos mejor la poesía de Vasallo, llena de imágenes de nítida oscuridad.

Vanesa Martín: Pop adorado

Lo que parecía un gran neón con el título del último trabajo de Vanesa Martín, ‘Placeres y pecados’, recibió a sus seguidores en el escenario. Admiradores que pasaron por el puesto de venta de recuerdos y se hicieron con gorras e imanes de frigorífico. No, de los discos de la autora no tuvimos noticias.

Martín llego algunos minutos tarde a su cita, pero tampoco importaba. La gente estaba entregada a su ídolo femenino. Baste un ejemplo: en un momento tranquilo de la noche la cantante pidió al público alguna canción preferida. No menos de 100 voces le transmitieron la suya.

Ella a lo suyo, buscando la cercanía, con ese entonar que tan cómodo se siente por arriba. Comprimiendo el sonido de los músicos para que su tono volara libre. Con un atracón de temas pop-rock de aires flamencos – había más de 20 líneas en la lista de canciones- que agradecieron los espacios más acústicos y la compañía del piano. Solapando y combinando piezas que enaltecían aún más al respetable.

Bajo un impactante juego de luces ella le cantó al amor, al desamor y a todo lo que hay por el camino. A veces más enérgica, otras más baladista. Buscando el romanticismo y el amor por uno mismo. Siempre jaleada por la gente que llenó el auditorio en el concierto que despedía la gira. La malagueña se emocionó. Su público no se quedó atrás.

Iker Lauroba & Beste Urtaroak: bello adiós

Se despedía Iker Lauroba de sus ‘Beste urtaroak’ en casa, en el barrio donostiarra del Antiguo, antes de lanzarse a nuevas aventuras musicales que ya están viendo la luz. Y lo hizo en uno de esos días que tan bien se acoplan a su música: lluvioso, frío, bajo un techo acogedor y entre amigos.

El concierto fue una delicia de pop, folk y country, por elegir tres grandes temas. Con cadencias más lentas que aceleradas y en ocasiones cercanas al swing (‘Marea bizia’). Su suave voz nos llevó por viajes medievales (‘Azken dantza’), afrancesados (‘Galtzaileak’), aciertos sixties (‘Ferekak’), preciosidades acústicas a tres voces (’Abisatuta negoen’, ‘Isiltzen banaiz’) y piezas de fogata en invierno (‘Gladys’). Mirando a Norteamérica en más de una ocasión (‘Gerra eta bakea’) y arropando siempre a los presentes con unas canciones bien vestidas y mejor entonadas.

Manolo García: baño de masas

Todo se unió ayer para que el esperado concierto de Manolo García, con las entradas agotadas hace semanas, fuera una fiesta. El nutrido puesto de venta de recuerdos que tenía hasta cuadros dedicados por el autor, el panel para sacarse fotos, los boletos para un sorteo a realizarse.

Y el cantante, que fue un derroche de optimismo y vitalidad: superó problemas técnicos, paseó por el auditorio, puso en pie al respetable, soltó aplaudidas charlas y dedicó el concierto a su amiga Amaia Montero. La irundarra, presente en la sala, cantó con García en uno de esos tránsitos entre sillas.

La elaborada escenografía acogió a una banda, pulcra y elegante, que supo destacar los fondos en los que el catalán surfea con las palabras. Hubo mucho pop-rock marca de la casa (‘Nunca es tarde’), algún detalle 50´s (‘Reguero de mentiras’), gotas arabescas (‘El amante roto’), brisas mediterráneas (‘Pájaros de barro’) y rumba catalana (‘Laberinto de sueños’) en la extensa lista. Esta crónica de urgencia no llegó al final de las esperadas 30 canciones que unieron sus últimas novedades con recuerdos al pasado de El Último de La Fila.

Sofiane Pamart: el pianista pop

Después del “concierto para privilegiados” – así lo ha definido el autor- que ofreció el francés Sofiane Pamart en el Jazzaldia del 2022 tocaba revalidar el éxito ante mayores audiencias. Rozó el lleno el Teatro donostiarra, con bastante gente venida del otro lado de la muga para asistir a la nueva parada del heterogéneo pianista.

Chocante en lo visual: Pendiente en la oreja, el pelo teñido y unos ropajes anchos que parecían unirle al pìano de cola que presidía la sala y que ayer se colocó tan escorado como el intérprete. Vacilón en los bises como no lo hemos visto ni en el trap. Y corriendo luego a la puerta a sacarse fotos y charlar con sus seguidores.

En lo musical hay que aplaudirle el enfoque. Lejos del férreo clasicismo, Pamart consigue estructurar una hora larga de concierto instrumental para oídos actuales apoyándose en la diversidad y las variaciones. Uno se acuerda en más de un momento de la partitura de la serie televisiva ‘Succession’. Y del cine. Lo fílmico tiene gran poso en un paseo que abre los paraguas de colores de Cherburgo o busca, y a veces encuentra, la fiereza del cine mudo en los embistes tormentosos.

Lo latino, muy presente en su último disco, brotó cuando quiso irradiar felicidad. La suma se completó con bastantes pasajes románticos. corcheas melosas, detalles italianos, preciosas inspiraciones de corte natural, ráfagas de rabia cuqui y segundos dramáticos. Destacando en los crescendos y posteriores frenazos, las piezas brillaron en las progresiones emocionantes y el gran respeto mostrado por la chanson francesa.

Amorante: fórmula mejorada

El músico Iban Urizar volvió a ofrecer un concierto fabuloso. Venía a presentar el reciente ‘Herri Harri Har’ y su fórmula mejorada: este hombre orquesta moderno ahora no epata por suma sino por selección. Fusionando, en ritmos y cantares, sus amores musicales.

Construyó castillos de repeticiones en apenas 3 segundos, dejándolos siempre al servicio de la obra. Rejuveneció antiguos poemas locales, entonó como si llevara el duende flamenco dentro, moduló de forma arábiga, abrazó la pasión africana, alocó todos los ritmos que pudo y se lanzó al trap – y al rap, con Odei Barroso al micro- con acierto.

Bien acompañado por los efectos visuales, Amorante usó el harmonium para la calma y la corneta para el ánimo, poniendo a la gente en danza en varias piezas y consiguiendo que los asistentes le hicieran coros a tres voces. Y todo ello en solo una hora. Ideal.