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Mes: noviembre 2017

Rafa Rueda: cristal oscuro

Intérpretes: Rafa Rueda (guitarra, voz), Jaime Nieto (bajo), Txus Aramburu (teclado), Ander Zulaika (batería): Lugar: Sala Club del Victoria Eugenia (Donostia). Día: 24 de noviembre. Asistencia: lleno, unas 75 personas.

Tras colaborar como lugarteniente o sargento en distintos proyectos musicales (Mikel Urdangarin, Lou Topet, Rafael Berrio) y haber capitaneado el puntual regreso de su primer grupo (TT.LT), Rafa Rueda volvía al mundo de los discos en solitario con “Hiri Kristalezkoa”. Título que conforma un bonito juego de palabras en euskera traducible como “ciudad de cristal” o “A ti, que eres de cristal”.

Y así, mientras la ciudad bullía ante la enésima fiesta de los descuentos y compras pre-navideñas, Rafa y su trío arrancaban el concierto de presentación de la gira con varias de las canciones íntimas, urbanas y solitarias de su último trabajo. En “Angel” electrificaron los ambientes neoyorquinos de Bowery Electric. En “Nahikari” y la contagiosa “Jon” se pudieron ver posos de Fountains Of Wayne, mientras “Roy Batti” brilló en el primero de los “crecendos” destacables de la noche. Un estilo de composición, de menos a más, que también destacó en la balada de timbales “Eleonora”.

“Little Cowboy” hizo las veces de atractivo single, jugando la posterior “Printzesa” a ser el reverso optimista y vital de esta. Las letras de unas y otras, muy bien cantadas por Rueda, correspondían a ilustres de la escena como Harkaitz Cano, Leire Bilbao, Miren Amuriza o Unai Iturriaga.

En la velada también hubo espacio para interpretar canciones en solitario (“Bi muxu”), divertirse con los ocasionales desajustes, ejecutar tonadas sobre la guerra que encogían el corazón y recuperar viejos éxitos soleados. Y tras noventa minutos de actuación la banda se retiró a pasear, intuimos que felices por el trabajo bien hecho, por esa ciudad tan oscura y tan inspiradora.

Rural Zombies: oscuros bailes

Intérpretes: Julia Urreaga (voz), Manu Rodríguez (guitarra), Luken Etxeberria (guitarra), Marcos Pérez (bajo), Aratz Etxeberria (batería). Lugar: Sala Dabadaba (Donostia). Día: 18 de noviembre. Asistencia: Lleno, unos 150 espectadores.

Nuevo llenazo en la sala Dabadada en lo que debe ser el “nuevo día de paga” en la región (hubo hasta tres conciertos en Donostia con las entradas agotadas). En lo que a nosotros nos toca los protagonistas fueron cuatro muchachos y una cantante llamados Rural Zombies y precedentes de Zestoa.

La ciudad de las aguas medicinales también es un vivero de músicas actuales, siendo este quinteto uno de los de mayor proyección de la villa guipuzcoana. Estos jóvenes “zombies” comienzan a colarse en festivales veraniegos de postín ( BBK Live, Kutxa Kultur, Jazzaldia) gracias a su calidad y la incitación al baile. Y ahora tocaba disfrutarlos bajo techo y con un sonido equilibrado. Todo estaba bien dispuesto para escuchar las canciones de “From Home to Hospital St”, el disco que verá la luz a principios del 2018 y que este fin de semana tocaba presentar cerca de casa.

El resultado fue curioso, pero no tan extraño. Mientras las nuevas canciones están a años luz de las antiguas, fue en estas últimas cuando la muchedumbre consiguió menearse un poco. Al gentío le gusta haberse estudiado la lección antes de ir a la parranda. Y es una pena, porque el salto de calidad del grupo es fantástico.

Las nuevas entonaciones les alejan de sus compadres (Belako, Grises) y les permiten indagar en un mundo de pop oscuro y sintético que no desentonaría en las listas de éxitos británicas. Fue imposible no acordarse del legado de The Cure en muchos momentos, una fórmula a la que estos guipuzcoanos añadieron guitarrazos y ritmos vivos. Con un par de temas – perdón por la ausencia de títulos, el disco aún no se ha publicado- de estribillos poderosos que se aprovechaban del efecto crescendo para instalarse directamente en tu lista de éxitos personal. A destacar la fantástica voz de Julia Urreaga. Potente y sentida, fue la gran gran protagonista de la velada. Y ya para nota: Al acabar su concierto pusieron directamente el “Sabotage” de Beastie Boys para aplacar las posibles solicitudes de bises.

Aitor Etxebarria Ensemble: rugen los instrumentos

Intérpretes:Aitor Etxebarria Ensemble. Lugar: Sala Dabadaba (Donostia). Día: 16 de noviembre. Asistencia: Lleno, unas 120 personas

Arriesgada y atractiva la pirueta del vizcaíno Aitor Etxebarria. Si no le conocen les pongo sobre la pista. El autor gernikarra está partiendo la pana bajo el seudónimo de “El_txef_a”, recibiendo buenas críticas en Inglaterra o logrando horarios relevantes en festivales como el BIME y el SONAR. No contento con eso el muchacho se ha montado un Ensemble. La populosa y heterogénea agrupación surgida para musicar la película “Markak” de Hannot Mintegía sobre el bombardeo de Gernika paró anoche en nuestro Dababada para ofrecer un concierto de fondo fílmico y prisma oscuro, experimental y turbador.

Bajo una luz azul que sólo se iluminó con el brillo de las linternas de los atriles, la banda destacó en los momentos que contaron con apoyo audiovisual. Imágenes del atroz bombardeo y las opiniones de gente famosa (Bernardo Atxaga) y menos reconocible (los vecinos de la villa) abrazaban de manera sutil los tensos sonidos post-rock del septeto. Fue en esos momentos a lo Godspeed You Black Emperor cuando el trueno acompañó dignamente al recuerdo del luctuoso acto de la flotilla de la “Operación Rügen” sobre la villa vecina.

También fueron reseñables el juguetón momento hip-hop, la melancolía analógica con poso electrónico, el arranque “country” doloroso de Hannot Mintegía (el director de la película y antiguo miembro del grupo Audience es guitarrista y cantante ocasional en este conjunto) y las más que elegantes cuerdas del dúo que acompañaba a la formación en sus pasajes calmados. El batería Hasier Oleaga cortaba el ritmo predominante con sus libertinos golpeos jazzeros en una sala que atendía sentada a la función gracias a las sillas dispuestas para la ocasión. Evocador, amplio y difuminado, este nuevo proyecto de Aitor Etxebarria atinó a la hora de poner sonidos con visos de futuro a las tragedias locales.

Pet Fennec: Belleza melódica

Intérpretes: Fake Teddy, Pet Fennec. Lugar: Sala Dabadaba (Donostia). Día: 10 noviembre 2017. Asistencia: Lleno, unas 150 personas.

La formación donostiarra Pet Fennec, con su compositor Urko Eizmendi a la cabeza, presentaba su disco de debut “Mount Pleasant” el viernes en su ciudad. Lo de “compositor” no está puesto de manera gratuita, por mucho que la palabra se haya ido diluyendo con el paso del tiempo frente a los “actuantes” puros y duros de peluquería y corsetería. El señor Eizmendi crea melodías de una belleza incuestionable. Y las une con fondos sonoros de una elaboración impoluta, con una ejecución – solo o con banda- excelente. Chovinismo o no, el tipo es de Donostia. Así que, por esa cosa tan guipuzcoana, quizás tenga que irse fuera (¿Gran Bretaña?) para que aquí le reciban con honores.

Aunque suene un poco a historieta de La Transición, parece que a este creador le ha venido bien pasarse cinco años en Londres para empaparse de lo que allí se cuece. A su vuelta ha grabado un álbum que debería colocarse en las estanterías junto a los de The Posies (ese homenaje en el tema “Sayin´”…), Teenage Fanclub o The Shins. Cerca de autores melancólicos como Josh Rouse o ese Elliott Smith al que recordaron el pasado viernes con la reinterpretación de “Ballad Of Big Nothing”.

Pero vayamos al meollo de la cita. Porque la clase demostrada en el vinilo “Mount Pleasant”se reafirmó con la vitalidad mostrada sobre el escenario. El quinteto local azuzó las aristas más bellas de sus creaciones con momentos especialmente gozosos (las canciones “Penguin Boy” y “Under The Sun”).

En el aire flotaba la sensación de que nada de lo que allí sonaba era gratuito, que detrás de cada composición había un estudio sobre los grupos que ensucian sus acordes mientras sobre ellos brillan los tonos vocales. Y todo nos llegó empaquetado con un sonido simplemente perfecto. Qué gustazo es, lejos de los rigores de los presupuestos ajustados, toparse con una banda al completo que disfruta y nos hace disfrutar.

En apariencia descuidado, tomando el momento de las presentaciones como espacios para quitarse peso o relevancia, Eizmendi mostró una gran voz que podía pasar de la potencia al susurro sin perder apenas tono. Más de un autor local le miraba con cara de amor/odio por la facilidad con la que el cantor dibujaba sus distinguidas entonaciones en el aire. Un viaje que hizo muy bien acompañado por el teclista de la formación.

Sólo el tiempo dirá si Pet Fennec tiene espacio en esos festivales musicales poperos cada vez más enfocados al hedonismo sin sangre y el bailar por bailar. De calidad y distinción va sobrado. Espero que, de alguna manera, estos sigan siendo valores por los que los grandes eventos contratan a los grupos para su cartel.

Destacada fue también la labor de los acertados teloneros, los logroñeses Fake Teddy. Con un especial énfasis por hacer que ninguno de sus temas se pareciera al anterior, su concierto sorprendió a los presentes por su frescura, diversidad y pericia.

Pet Fennec: «Cuando se te pega una canción lo que cantas es la melodía»

El bar de nuestra primera cita con Urko Eizmendi (Donostia, 1986), cantante y compositor de la banda Pet Fennec, está impracticable. Nos movemos a otra tasca con un listado gigante de cervezas artesanas. Urko se toma su tiempo y analiza todas las opciones mientras el camarero le demanda una respuesta rauda. Cuando se ha tardado siete años en grabar un álbum como ‘Mount Pleasant’ y se ha pasado un lustro intentando sobrevivir en Londres, diez minutos para elegir el trago no parecen gran cosa. Ni para el camarero, ni para el entrevistador.

Eizmendi ha sido, como su nota de prensa indica, «la comidilla dentro de la escena pop de la capital guipuzcoana. Uno de esos tipos con un sentido innato para la melodía». El autor se encoge de hombros. «Qué quieres que te diga», me responde risueño. «Lo que sí te puedo decir es que he intentado hacer el mejor disco posible».

– Más de cinco años para poder publicar estas canciones. ¿No hubo ganas de abandonar?

– Muchas. Me empujaba la cabezonería. Y tenía un estímulo personal. Acabarlo era una especie de homenaje a mi padre, ya fallecido. Una persona que siempre me apoyaba y me animaba a seguir porque sabía que esto es lo que me impulsa en la vida.

– ¿Por qué a Londres?

– Me fui a la aventura, a empaparme de influencias y disfrutar de la cultura musical. Luego había que sobrevivir a la ciudad y pagar las facturas. Ensayar un día, por ejemplo, salía a 40 euros por grupo. Echa cuentas.

– Algo habrá bueno en Gran Bretaña…

– La escena musical es impresionante, pero a la vez muy precaria en los escalafones más bajos. Lo que menos me gustaba era el tema de las escenas, lo de subirse todos al mismo carro por modas. Donostia está más disperso en lo estilístico, y me gusta. Además en Euskadi los promotores te llaman para dar conciertos aunque no seas de su catálogo.

Pues su CD casi sale antes allí que aquí.

– Empecé a trabajar con un pequeño sello inglés. Pero es difícil que las cosas funcionen a distancia. Al final lo he autoeditado. Pero las cuestiones posteriores (buscar actuaciones, gestionar ventas) acaban quemando mucho. Lo siguiente con Pet Fennec será más espontáneo en este sentido.

– Poca espontaneidad se ve en sus coros y voces.

– Es que me alucinan. Me encanta el ritmo, y cada vez más. Pero luego cuando se te pega una canción lo que cantas es la melodía. Es algo más inmediato.

– ¿De dónde viene el título de ‘Mount Pleasant’?

– Así se llamaba la parada en la que me bajaba para ir al curro. Al verlo me entró una serendipia optimista: ‘Monte del placer’. Lo estaba pasando mal, y me tomé ese nombre como una señal de que todo iría mejor. Como así ha sido.

– Habiendo tocado todos los instrumentos del disco, ¿no se planteó grabarlo en casa?

– Sí, pero quería algo elegante, distinguido. En casa puedes grabarte medianamente bien, pero luego me daría palo invertir en promoción y agencias con un álbum hecho en mi cuarto.

– Y acabó en los estudio Muir de Yon Vidaur

– Su aportación fue fantástica. Le mandé 30 demos de mis creaciones y él hizo una selección buscando el denominador común. El resultado es homogéneo y melancólico.

Un trabajo clásico en su mejor acepción que puede recordar a Fleetwood Mac, Teenage Fanclub o The Posies

– No puedo esconder que me guste el power-pop. Y me encanta el indie-rock de los 90. Supongo que algo de eso hay en estas canciones.

– Composiciones niqueladas que en directo ganan en potencia e impacto.

– En concierto me parece importante que los músicos estén cómodos. Estoy tocando con cuatro amantes de la música, y les gusta por razones muy parecidas a las mías: es una parte muy importante de nuestra vida aunque no sea la manera directa de ganarnos el pan.

– Remarcables también las diferencias: el folk del tema inicial, el cierre electrónico de ‘Mount Pleasant’.

– Es algo voluntario. Lo primero es porque adoro a Mark Kozelek. Y la electrónica es mi segunda pasión. Tengo decenas de creaciones de ese enfoque en mi ordenador. Lo cual me recuerda que debo hacer una copia de seguridad cuanto antes (sonríe).

Publicado en El Diario Vasco

Eraul: hay cantera

Intérpretes: Nøgen, Eraul. Lugar:Sala Dabadaba (Donostia). Día: 4 de noviembre. Asistencia: lleno, unas 150 personas.

El pop de nuestra ciudad/región sigue dando “jugadores” que permiten ilusionarse con el futuro. El pasado sábado pudimos ver las actuaciones que dos de estas jóvenes bandas, Nøgen y Eraul, ofrecieron en una sala Dabadaba llena hasta la bandera.

Abrió la cita el grupo donostiarra de letra noruega, situado entre el pop clásico radioformulero y el jolgorio de bandas como Mumford & Sons. En el quinteto destacó la potente voz de Ane Negueruela (pura escuela Sorkun) y la vitalidad que les daba tocar con un batería. Bien asentados en el mainstream, tienen todos los mimbres para ser “The Next Big Thing”, la banda que aparezca en los carteles de todos los festivales veraniegos.

Eraul es harina de otro costal. El grupo de Asier Beramendi presentaba su primer CD, “Iraultza”. Un trabajo que adapta su atrevida creatividad, ese vuelo libre, a formatos más conocidos. Y quizás hayamos perdido libertad compositiva, pero hemos ganado una voz mucho más confiada y enérgica. Su set acústico fue un gustazo, aunque su emplazamiento en mitad de la lista de canciones también permitiera degustar el murmullo de sus fans. La banda supo usar los instrumentos de cuerda hasta en las zonas contundentes, y dejó que los seguidores cantaran más de una estrofa en solitario, con un Beramendi emocionado y agradecido. Siguen siendo un grupo diferente, y en esa distinción se encuentra el disfrute.

The Telescopes: impacto sonoro

Intérpretes: The Telescopes. Lugar: Sala Dabadaba (Donostia). Día: 1 de noviembre. Asistencia: unas 50 personas.

Ayer era día de homenajes. Y no hablo sólo de los que se realizan a los difuntos. Quiso la agenda que dos bandas celebraran 30 años en nuestra ciudad. Mientras en Intxaurrondo los británicos Wedding Present soplaban las velas recordando su disco “George Best”, en la sala Dabadaba los también ingleses The Telescopes celebraban sus tres décadas de existencia musical.

El cabeza pensante de estos últimos, Stephen Lawrie, siempre ha construido su propio camino sonoro. Opaco, libre, tortuoso y alejado de los convencionalismos. Este autor compone canciones operando desde los márgenes de la industria. Una fórmula tan buena como cualquier otra para alejarse del éxito masivo o popular.

En Donostia su concierto fue oscuro, ingrato, muy cercano al ruidismo y a la “performance” sonora. Y sin embargo atractivo a rabiar. Diríamos que bien podía ser “música de museo”, si estos no fueran tan estancos y amables en sus propuestas habituales. Porque anoche salir sin un pitido en la oreja fue cosa de algunos elegidos.

Ya desde ese comienzo cercano a la Velvet Underground más opiácea, y con un set montado como una sola canción gracias al uso de los acoples, The Telescopes ofrecieron música enfadada, impactante y desasosegante. Basada en composiciones pétreas de dos notas y con un impacto que llegaba antes al estómago que a los oídos. Un estilo que permitió al cantante principal llegar al stand de venta de discos (estamos a lo que estamos) varios minutos antes de que sus socios acabasen el último tema. No se queden con el detalle, aunque sea curioso. El concierto fue de los que dejan huella. Espero que mi oído no secunde la idea.