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Mes: agosto 2004

Alejo Alberdi: «Soy el clásico pinchadiscos, no hago virguerías»

El guitarrista de Derribos Arias vuelve a Donostia para presentarse como pinchadiscos en el bar Ondarra de Gros. Buena música para el sábado noche…

Se presenta con esos ojos despistados, grandes, espaciando las respuestas pero terriblemente centrado en sus dardos. Hablar con
Alejo Alberdi es un placer, siempre que no tengas que teclear la entrevista grabada en el cassette.

Alejo fue guitarrista de Derribos Arias, aquella refrescante banda de germen donostiarra y realización capitalina. Capitaneados por la inquieta mente del también koxkero Poch, DD.AA. formó parte de la explosión libertino-creativa del Madrid de los 80. Alejo ha vuelto a la ciudad que le vio nacer. De veraneo, claro. Y aprovecha para presentarse como pinchadiscos mañana sábado 28 en el bar Ondarra/16 Bis.

Como entrante, un extracto de la definición del grupo recogida en la web oficial (www.derribosarias.com): «DD.AA: Mito construido alrededor de un excéntrico de San Sebastián, Ignacio Poch Gasca, y una música tan delirante que alucinó al público en 1981-82 gracias a temas extravagantes e insólitos como Branquias bajo el agua, Vírgenes sangrantes en el matadero o Tupés en crecimiento».

¿Qué te parece la definición?
Patricia Godes, su autora, siempre me ha gustado mucho, aunque es muy veleta en sus comentarios. Esta opinión la hizo dentro de la Enciclopedia del Rock que publicó el País, a finales de los 80. Un momento en el que no había perspectiva para juzgar lo que se había producido o se estaba produciendo.

¿Tan geniales fueron los 80?
Hay una imagen idílica y otra que yo llamo ‘Álvarez del Manzano’, la que dice que no ha quedado nada, que aquello fue una juerga de drogatas y maricones que supieron venderse. Yo creo que estuvo muy bien vivir esa época y lo que queda de ella. Porque siempre quedan las canciones.

¿Aquella ‘movida’ fue una gran explosión de creatividad o la última vez que el rock español supo venderse bien?
Yo creo que lo segundo. Eran días en los que Gabinete Caligari, Radio Futura, Alaska o Loquillo vendían 300.000 discos. En esa época se hizo un dineral, del que desgraciadamente no participamos.

En breve habrá serie de TV y película con temática madrileña ochentera… ¿Sonará Derribos Arias?
Espero que no. El problema es que se vuelve una y otra vez sobre los grandes nombres o los medianos, pero nadie ha hecho un esfuerzo por rescatar grupos menores que tenían buenísimas canciones, como Los Zoquillos o El Coyote.

¿Cómo era la Donostia de entonces?

El rock era algo totalmente marginal, los gustos musicales iban por el rollo de los cantautores. Entre mis amigos, yo era de los pocos que escuchaba rock. Y teníamos unas peleas enormes porque yo insistía en poner Yes y ellos se empeñaban en Victor Jara y Labordeta, el precursor de Bunbury, con esa voz recia aragonesa.

Bueno, el rock sigue siendo bastante secundario.
El problema es la difusión. Nosotros tuvimos la suerte de vivir un momento en el que se difundían un montón de propuestas diferentes. Por eso los 80 fueron una época anómala, donde un grupo como nosotros podía tener cierta repercusión. Derribos Arias éramos un grupo de culto, expresión con la que se consuelan los grupos que no han conseguido forrarse durante una temporada.

Ya que hablas de Derribos… Parte del éxito del grupo la tuvo la personalidad de Poch.
Sí, sin duda, una grandísima parte. Poch era un personaje excepcional, un tío de una inteligencia brutal. Aunque lo que más ha trascendido ha sido su parte histriónica, anecdótica. La gente se ha quedado con lo de ‘tipo excéntrico’. Lo que no saben era que Poch era
el empollón de la clase en el colegio. Era una de las personas más fascinantes que he conocido nunca.

Lastima de la enfermedad crónica degenerativa, sino hubiéramos tenido Poch para rato…

El mal se empezó a manifestar en DD.AA., pero quedaba algo encubierto por su forma de ser. Lamento que haya quedado tan poco material grabado. Porque él estaba continuamente componiendo, incluso al final, cuando apenas podía tocar la guitarra.Temas como Pobre ballena azul o Soy un etarra. Seguía teniendo pasión por hacer
música.

¿Cómo ves ahora los discos de Derribos?

Creo que adolecen de un sonido infame en general. Aunque no me importa que alguien se los baje de Internet. Yo también suelo utilizarlo para escuchar cosas.

¿Como sería aquella banda si surgiera ahora?
Seríamos como Grimorio o Detergente. Un grupo que conocerían cuatro gatos y con un puñado de fieles seguidores, principalmente novias y amigos íntimos.

Ahora harás de DJ en el Ondarra donostiarra
Yo soy el clásico pinchadiscos, no hago virguerías. Viajo con poco bulto, con unos pocos CDs en los que meto canciones que ya tengo en vinilo.

¿Lo hiciste con anterioridad o es tu primera vez?
Sí, estuve en el Astin de Barcelona hace un par de años. Y una temporada después en Madrid : El Templo del Gato, la Vaca Austera, la Vía Láctea… Si me llaman voy, pero no tengo una tarjeta que vaya ofreciendo mis servicios.

¿Qué tipo de música sonará en la fiesta del sábado?
He optado por poner la música con la que más cómodo me siento: canciones de los 70 y 80, terreno en el que me muevo con total tranquilidad. Desde Lío hasta Can, pasando por Wire, Buzzcocks, Magazine, XTC… Pienso que es lo más apropiado para una noche de sábado.

Terrazas Kursaal: Gente al cubo

Tras el arremoline heladero de los fuegos artificiales, los macroconciertos de la explanada de Sagüés y el alegre surrealismo barraquero del “perrito piloto” (¿acaso pondría su vida en manos de un can que capitaneara un Boeing?), las terrazas situadas en la trasera de los Cubos del Kursaal han registrado los mayores picos de asistencia nocturna en Semana Grande.

Nosotros pasamos por allá el sábado, día grande (por festividad y concurrencia) de esas fiestas que ya han volado y de las que ahora tocará hacer un balance, sospechosamente positivo siempre, por parte de nuestros mandamases.

Este año hay novedades noctámbulas en Zurriola: Mientras la zona baja se queda para las legiones primerizas en esto de salir por la noche, en la plataforma superior, entre los dos hijos geométricos de Moneo, se monta un amplio chiringo donde las músicas se acercan más a la filosofía de club de baile, con música no conocida seleccionada para mover el cuerpo por sus virtudes juerguistas.

Pero empecemos por el comienzo, como decía el otro. Flanqueados por dos pantallas visuales y con aparición esporádica de animosos bailarines, Oscar “40 Principales” es el encargado de amenizar la terraza inferior. Los espectros poblacionales más jóvenes pueblan (y requetepueblan, tras el final del show de Torres en Sagüés) la frontal del escenario.

Los éxitos musicales de rabiosa actualidad son pinchados con el callo habitual de este presentador radiofónico, en una especie de traslación populista de su trabajo diario. Con un volumen bastante bajo para una discoteca al aire libre (en el Jazzaldia no hay tantos miramientos), el público mantiene las maneras habituales: ellas charlando, bailando y a fantas. Ellos olvidando poco a poco su centro de gravedad a base de refrescos personalmente adulterados.

Viene continuista nuestra chavalería. Pero esto no deja de ser un tópico, así que si su hijo dice que apenas se tomó tres colas, pues será verdad, amatxo. Y si se liga algo que no sea mayonesa, pues mejor que mejor: “¿Has visto ése de ahí?”,”Pues la moza de falda negra tiene unos ojazos que”…

En el levante superior los quinceañeros han doblado la edad, y se reúnen alrededor de la carpa musical en forma de brazo de Michelín. El Kursaal Goian Sessions de hoy recoge el membrete de Euskal DJ´s. Pero lejos de dejarse llevar por trikis, txalapartas y panderos (bueno, por esto último igual…), lo que suena son ritmos brasileiros de corte moderno. Aquí también se mantienen las costumbres sociales: Unos bailan dejándose llevar, otros muchos se juntan parlanchines alrededor de una mesa.

Se puede apostar que esta zona festiva gozará de popularidad en eventos venideros. Su innegable aceptación va camino de cambiar los recuerdos de la ciudad. Pronto en las fotos y retratos de los cubos aparecerán estas patrocinadas carpas verdes como parte fija del mobiliario urbano.

Porque estos toldos, que nacieron como complemento puntual de nuestro Festival De Jazz, estiran su vigencia aprovechando las bonanzas climáticas. Quien sabe, quizás el próximo Zinemaldia (o la feria de ganado vacuno) también monte un tinglado de estos.

Urko: Lehen ikasgaia revisited

Llegaba el fin de semana, y con él la recuperación del castellano como idioma principal en nuestras calles, desbancando al italiano del primer puesto. Nuestro euskera sigue ganando (en versiones puras y euskañolas) por goleada en algunas intersecciones de la Parte Vieja donostiarra.

Cerca de ellas, en la Plaza de la Trinidad, nuestro Urko volvía el pasado viernes a la plaza de la que hace 30 años salió corriendo, cual encierro poco festivo, delante de los grises, haciendo parada y fonda en el cercano Museo de San Telmo.

Los Juegos Olímpicos regresan a Atenas, y a nuestros escenarios festivos retorna un donostiarra de pro, Don José Antonio Larrañaga, llevando la bandera del idioma de Aitor en nuestros conciertos musicales. Mira que tenemos producción propia y que solo haya espacio para un par de eventos… Programar a Kuraia tampoco hubiera sido el colmo del riesgo, digo yo.

Pero entremos en harina, que Urko es buen panadero. Con un escenario especialmente engalanado para la ocasión y abundancia de cámaras que presuponen una posterior repetición televisiva del evento (no se extrañen, visto lo visto, que aparezca en DVD), nuestro compositor presentaba “Hemen Gaude”, reciente recopilatorio que recoge sus más conocidas composiciones.

Y mira que tiene canciones populares. En el abarrotado espacio algunos se posaban en las sillas provistas por la organización y otros donde buenamente podían. Los asistentes, lejos ya de formar parte de las Juventudes de cualquier partido político, disfrutaban de las melodías que tan pronto hablan de escenarios cercanos (“Usurbilgo Eliza”) como de esforzados deportistas (“Azken Txanpa”). En esta última consigue que el público haga la ola al estilo tradicional, moviéndose lateralmente en sus asientos.

Sus composiciones tienen reivindicaciones geo-socio-lingüísticas (“Agur Euskal-herriari”), que ahora suenan plenas de vigencia pero más comedidas que en los duros días en los que se crearon. Tonadas que recogen sueños y repasan la historia de esta pequeña parte del mundo. Estribillos con nombre femenino (“zugana, manuela”) que, si se leen entre líneas, demuestran demandas repletas de cordialismo y paz.

El concierto contó con invitados de prestigio: el político Gorka Knorr y su hermano Nacho, con los que Urko realizó en su día “giras mundiales por Alava y Vizcaya”, el chelista Urko Larrañaga… Y le dedica un tema a un amigo que “está aquí, pero quizás en otra dimensión, lo cual nos impide verle”, con el que nuestro protagonista compartió estudios, pisos y vacaciones forzosas al otro lado de los Pirineos. Si, hablamos de Imanol, claro.

Enfundados en trajes de tonos oscuros, la banda que acompaña al amaratarra continúa repasando el CD que se vende en uno de los laterales de la plaza. Que lleves 30 años en esto y, según leemos en el Dvorame del viernes, te tengas que autoeditar los discos…

El zafarrancho final, con ese “Lehenengo ikasgaia” (la de “ni naiz, hi haiz, hura da…) que durante años ha hecho más por nuestro idioma que cualquier plan quinquenal institucional, “artillero”, “Kaia Barrenian” y la archicononida “guk euskaraz” y su refrescante toque moderno cierran con nota alta un evento en el que nuestro narrador ha funcionado más cómodo, como buen trovador que es, en los tonos vocales pausados.

Dover: Kurt, donde quiera que estes…

Intérpretes: Dover. Integrantes: Cristina Llanos (guitarra ,voz), Amparo Llanos (Guitarra), Álvaro Diez (bajo), Jesús Antunez (batería) Fecha: 12-8-2004 Lugar: Explanada de Sagües. Espectadores: Tres cuartos de entrada.

“Y la palabra de esta semana es…¡Fangoria!”. Algo así dirían los casi perfectos chicos de “Vaya semanita” si en verano siguieran elaborando contenidos más allá de las entradillas de Don Terol. Y si dicha palabra la hacemos frase, el top semanal estaría encabezado por “¿No vienen Fangoria? Jo, que pena, ya me apetecía verles”.

Eso lo dijeron niños y mayores, homosexuales y heteros, canosos y velludos, porque las músicas electrónicas del dueto andan plenas de popularidad estos días, hecho que siempre ayuda a dejarse caer por los escenarios gratuitos. Además, sus tonalidades musicales no son muy fieras. Sus medianías digitales pueden gozarse aunque no se sea muy fan de la banda. Y eso, lo de los “no muy fans”, es lo que más abunda en Sagües.

La suspensión por motivos familiares puso en un brete a nuestro Ayuntamiento, rápidamente solventado con pericia y efectividad. Cambiaron las tecnologías modernas de Canut y Alaska por la apisonadora carraspera del cuarteto Dover. Que no tiene el tirón popular de antaño, vale, pero sigue siendo seria, contundente y muy profesional en lo suyo.

La banda de las hermanas Llanos (bien completada por una sección rítmica de crochet y uppercut) nunca esconde sus armas. La voz rota, desgarrada, de Amparo capitanea unas canciones que beben de aguas norteamericanas muy concretas. Con cuatro punteos funcionales de la otra hermana (excesivamente dedicada a recordar la ausencia de Fangoria por los micrófonos), un batería pegador y un bajista que prefiere centrarse en la firmeza más que en los dibujitos.

Kurt Cobain y sus Nirvana salían rápidamente en las conversaciones de los “no muy fans” acercados a la explanada donostiarra, que poco a poco se fue llenando hasta alcanzar un holgado lleno que si lo apretabas te quedaba en tres cuartos de aforo. Y como pasaba con aquél trío de Seattle, los conciertos de Dover no tienen mucho espacio para el relajo.

La cantante, enfundada incomprensiblemente en unas abrasadoras botas de borrego, pronto empieza a soltar sus habituales escupitajos de fuerza vocal que ya pasaron en su día por la Semana Grande, el Polideportivo, la sala Jam de Bergara y Gazteszena, por orden inverso de aforo.

“My Fault”, “As I said”, la que fuera single en su día “King George”…el esquema no varía en exceso para los menos metidos en la banda: mucha potencia en las estrofas, y un estribillo melódico a la par que sucio que encuentra la diana en la mayoría de las ocasiones.

La que sin duda será “cliente del siglo” en el otorrino de su ciudad comienza a notar el paso de las canciones. Pero los chicos de Dover tienen kilómetros y saben como ordenar el repertorio. Cuando la voz gritada de Cristina comienza, por motivos obvios, a flaquear, llega el turno de los singles más radiados.

Para cuando le toca el turno al tema “DJ”, casi al final del show, los pequeños resuellos son tapados por ánimos y aullidos de los centenares de fans arremolinados en las primeras filas. Seguidores que no dudan en lanzarles una botella de Kalimotxo, a petición de la banda, que va rulando entre todos los integrantes como si fuera agua en el desierto.

Tras el bis, y el regalito heavy no previsto en la lista, unos satisfechos asistentes esperan durante minutos en la puerta de entrada de músicos, demostrando que la carrera de este cuarteto sigue su propio camino. Con altibajos de notoriedad pública, pero con una fórmula asentada y seguida.

Semana Grande 2004: Orquesta Mompas.

El cansancio acumulado por la nocturnidad sin alevosía sufrida esta Semana Grande comienza a hacer mella en este plumilla, y recibe con escepticismo y algo de temor la llamada de la redacción: “Chaval, a la plaza Zuloaga, a los Bailables”. Para el que no lo sepa, el dicho emplazamiento nuestros organizadores han preparado unas verbenas dirigidas a nuestros mayores.

Aterrizo poco antes del arranque de la fiesta. La plazoleta está desangelada. El público potencial ha estado disfrutando de los fuegos, y su agilidad anda más pocha que en aquellos años de Zarra y Di Stefano. La frontal del Museo San Telmo está habitada por la fauna habitual, tan sedienta que sólo compra botellas grandes de bebidas espiritosas.

Aprovechamos para charlar con Carlos Nuñez, guitarrista de la orquesta MOMPAS, los encargados de hacer mover el esqueleto hoy. A la banda, compuesta de percusión, guitarra, teclados y voz femenina, no le falta trabajo el resto del año. Son fijos en un establecimiento de bodorrios, y eso les permite vivir de esto, con pequeñas incursiones populares en las que repasan temas de antesdeayer, ayer y siempre: ”La de hoy va a ser una verbena camp porque así nos lo pidieron los promotores” afirma el también miembro de la banda donostiarra Los Oscars. “Estaremos hasta las dos. Y a última hora tocaremos algo más roquero”.

En apenas 20 minutos, la boîte de cielo abierto se pone hasta los topes. Y no solo de imparables setentones que, solos o en parejas arrejuntadísimas entre las que no cabe ese palmo que antaño les ordenaba el cura, bailan tonadas antiguas. También suenan éxitos radiofónicos de hoy (Chenoa, Formula Abierta), pero eso no es problema para los asistentes porque las han escuchado en la tele hasta la saciedad. Además, mas allá de gustos estilísticos, aquí se trata de disfrutar. Tzun-ta-ta-tzun-ta-ta….

Vamos a tantear el tema entre el público. La primera en la frente. “No puedo decirte nada, porque estoy de baja laboral”. Pues menuda baja más bien llevada, señora. La picaresca parece no remitir con el paso de los años. Lo mismo ocurre con la edad. Uno, que es educado y de colegio de pago (además de simpático y galán en ciernes. Ya que estamos en párrafo de flores…), no les pregunta la fecha de nacimiento, aunque rondan los 60.

Como dirían las chicas de Kiko Legard en el 1-2-3, “son pareja y residentes en Hondarribia (él) y Donostia (ella). Es el primer día que vienen, pero repetirán lo que queda de semana”. Se les ve disfrutar, acaramelados como quinceañeros que dibujan corazones.

Semana Grande 2004. Tumbao caliente: «Dobles mixtos»

Al amparo de un sugerente y tórrido nombre que define con bastante acierto los días festivos que nos está tocando vivir, la banda Tumbao Caliente fue la encargada de emanar desde el escenario de reyes Católicos variados estilos de corte latino. Los mismos que caracterizarán este espacio durante el resto de esta Semana Grande.

No hablamos de los latinismos del ricitos de oro y el albañil de San Vicente de la Barquera. Nos referimos a los otros, los puros y añejos: salsa, bachata, son, merengue, cumbia, bolero, cha cha cha y resto de animosos sones… Esos que presentan una melodía constante y aspecto claramente bailable.

La banda del pasado martes es una especie de ONU melódica: Canadá, EEUU, Cuba y Francia distinguen los pasaportes de sus integrantes, reunidos a finales del año pasado en torno a estas maneras caribeñas. Su currículo no es muy conocido por aquí, pero la cosa cambia si se traspasa el fronterizo Puente de Santiago.

Tumbao Caliente tocaron en el Casino de Biarritz, que tiene su aquél al norte de los Pirineos, y acaban de sorprender a propios y extraños en el respetado festival de Jazz de Marciac. Telonearon a la celebridad francesa Yannick Noah (sí, aquel tenista de rastas) en uno de sus más recientes bolos cantarines, con 6000 espectadores moviendo cachito con cachito…

El público familiar que poblaba la trasera de la Catedral (¿qué otro evento musical se les ocurre que pueda reunir a adolescentes y padres sin que uno de los dos bandos haya tenido que ceder?) se dividía en diferentes estratos dependiendo de su cercanía al tablado principal.

Los de las primeras filas practicaban el saque-volea, movimientos rápidos y bailongos de parejas mixtas que daban rienda suelta a su cuerpo dejándose llevar por canciones como “Lola” o “Caballo viejo”. Los cursillistas, atrevidos y gentes del lugar de origen de estas músicas se dejaban llevar por la doble ración de teclados y percusiones, dos sopladores trompeteros y el tocador de Güiro, capitaneados todos por la voz comunicadora y férrea del micro principal.

Cuanto más se alejaban del escenario, más se parecía aquello al juego de Arantxa Sanchez Vicario. Cerca ya del cruce de calles en el que el terrazismo alcanza su máximo esplendor aparecía el homo-vascus, con sus espasmos bailarines cronometrados en milisegundos y un constante hormigueo de pierna que debía ser suficiente para devolver la animosa pelota melódica desde el fondo de la pista. Claro que había honrosas excepciones, tanto en la vitalidad mostrada como en el género de las parejas danzadoras.

Poco importaba que el tema durara más de 10 minutos, que fuera propio o ajeno, que le pegara a la bachata o al cha cha cha. Quien quiso bailar, disfrutar, contornearse, arrimarse y desentumecerse (o simplemente, disfrutar con las innegables cualidades auditivas de este tipo de músicas) tuvo su espacio y oportunidad allá, en Reyes Católicos, entre Correos y el Koldo Mitxelena, con las contagiosas melodías de Tumbao Caliente.

Diego Torres: Pintando la ilusión

Sin duda, muchos le conocerán por ser el autor de “Color esperanza”, aquella canción que arrasó en nuestra península con su inclusión y multidifusión en el programa Gran Hermano 4. ¿qué cual era la cuarta edición? La que ganó Pedro “el Pastor”. Pronto la memoria sucumbió ante la edición nº 5, y su ristra de nuevas canciones, nuevas emisiones, nuevos politonos, soniquetes y logos…

Pero Diego Torres, el artista que mañana viernes actuará en la explanada de Sagües dentro de la programación de la Aste Nagusia donostiarra, es algo más que el creador de aquel hit positivista y filantrópico cuya efectividad era tan manifiesta que se empleó como sintonía de una campaña electoral.

La dichosa (por lo de privilegiada) canción estuvo 22 semanas en el número uno de las listas argentinas, y le ayudó a llenar durante 14 fechas consecutivas el estadio argentino Luna Park. La humanidad de “Color Esperanza” pudo llegar hasta oidos del mismísimo Papa, para el que Torres actuó en el encuentro de jóvenes que se realizó en Madrid el año pasado. Este hecho afila las no siempre bienintencionadas lenguas, que le etiquetan a la primera de cambio como Pop cristiano.

Pronto le podrán escuchar y ver en “46664”, bolo-homenaje montado a mayor gloria de Nelson Mandela. El Festival se celebra el 22 de este mes en Benidorm y nuestro Piscis (nació el 9 de Marzo de 1971) compartirá escenario con Bono, Keith Richards y Alejandro Sanz, entre otros.

Claro que no todos sabrán que Torres tiene seis discos en las tiendas en los que fusiona pop, rock y sudamericanismos estilísticos de la más variada estirpe, siempre bajo textos fraternales. Y que el último de esos lanzamientos esta calentito cual crujiente pan mañanero: Diego Torres MTV Unplugged, grabado el 4 de marzo del presente año en Buenos Aires.

Las habituales sesiones desenchufadas del canal musical le dedicaron un txoko (y un CD, y un DVD) al artista argentino. La mexicana Julieta Venegas y Los Fabulosos Cadillacs fueron algunos de los invitados a esta fiesta con pocos amperios.

Pero no crean que su arte se limita a melodías y rasgados compositivos. Don Antonio Caccia Torres, hijo menor de la cantante argentina Lolita Torres, demostró su fotogenia (porque me dirán que no es mono el chico, con ese pelito alborozado…) y dotes actorales en la primera oportunidad que tuvo. Tres años estuvo en el aire, allá en sus años mozos, la serie “La banda de Golden Rocket”. Más tarde llegaría el cine, pasito natural en su progresión fílmica, con su aparición en la película de Stagnaro “La Furia”.

Pero dejemonos de travellings y focos y atendamos a las innegables dotes melódicas de Diego Torres, al que auguramos un concierto potente y repleto de electricidad en su cita donostiarra. Si les pica la curiosidad, acérquense a la explanada de Sagües tras los fuegos y el heladito. O acudan a la perfectamente esbozada web que reúne su vida, obra y milagros (www.diegotorres.com.ar)

Semana Grande 2004: Alcohol Jazz: «Donostia 5-0»

A nuestro Ayuntamiento no le faltan buenos contactos. Tras pasarse buena parte del día lloviendo perros y gatos, que dirían los hijos de Shakespeare y Beckham, parece que los encargados del C.A.T. dejaron media granja en nuestras siempre respetables Clarisas (bueno, igual les enviaron un SMS al xxxx con la palabra SS seguida de “Sol”) para que intercedieran ante San Tiamén y el agua cesara.

Y cesó, exactamente cuando el encargado de quitarles las fundas a los fuegos artificiales sopesaba la suspensión de los lanzamientos. La bonanza permitió que las actividades nocturnas, como el concierto de Alcohol Jazz en la Plaza de La Trinidad, pudieran celebrarse sin mayores impedimentos. Parece que nos salió algo gautxori nuestro Santo Patrón San Sebastián, al que por Cataluña nombran en dichos y refranes de corte meteorológico.

Locales y foráneos se arremolinaron, venciendo gradualmente la timidez, alrededor del tablado de la Plaza de la Trinidad. El espacio escénico de la parte vieja donostiarra se hincho de jazz-funk-punk-soul y todas las combinaciones de dichos elementos tomados de n en n. Resumirlo como enérgico acid-jazz facilitará su búsqueda en los estantes de las tiendas especializadas.

Se presentó combativo el madrileño sexteto reconvertido a cuarteto (¿economía obliga?). Los miembros de la banda fundada, como muchas otras grandes formaciones, al calor de la cafetería de una universidad pública ponían tanto ímpetu que en sus temas relajados pedían perdón a los asistentes por ralentizar la velocidad media de sus creaciones. Sus dos décadas en activo les permiten despilfarrar energías y lanzar ondas de cadera al respetable sin necesidad de cantar un ápice.

El público hacía lo que podía. Mientras ellas parecen tener un gen dedicado al tema, lo de ellos clama al cielo. Tenía a mi altura a un joven animoso con claros síntomas de descoordinación. O estaba forrado de lesiones musculares en el cuerpo, o realmente andaba parodiando aquella hilarante escena de la película “Aterriza como Puedas” en la que Tony Manero era apuñalado en un bar de marineros.

En lo estrictamente musical, y tras desperezarse el guitarra algo atascado en el arranque, asistimos a 90 minutos inspirados en la música negra de los años 70. Esas tonadas policíacas, tórridas, gallardas y repletas de sirenas y persecuciones. Hubo abundancia de homenajes. Las cortesías declaradas hablaban de Cannonball Adderley, John Mayall o aquella espléndida sintonía de “SWAT (Los hombres de Harrelson)”, uno de los momentos más aplaudidos y meneados de la cita del pasado lunes.

Con una sección de viento (saxo y trompeta) que hacía olvidar la ausencia de cantarines, el apartado rítmico dibujaba endiablados bucles que tan pronto se escoraban hacia momentos reggae-skatalíticos (¡qué bien sienta esta música entre nuestra chavalería!) como nos hacían imaginar en negro azabache, repleto de voluminosos visones y cardados imposibles, una película de Blaxplotation.

La guitarra contribuía a engrandecer y añejar las brillantes composiciones de los madrileños. A veces con la utilización del Wah-Wah, en ocasiones con rasgados elaborados a velocidades imposibles o estirando las cuerdas en punteos de contagiosa y eficaz belleza.

Entre tanto buen rollito, impulsado por los asistentes que apoyan activamente las propuestas terapeúticas defendidas por el Ayuntamiento de Eskoriatza, nuestra patrulla del baile se movió como pez en el agua (con los milibares bien altos, claro) en el espacio escénico que los próximos días acogerá las actuaciones de los cubanos Deboson, el local Urko o los cálidos Soul Fingers entre otros.