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Dover: Kurt, donde quiera que estes…

Intérpretes: Dover. Integrantes: Cristina Llanos (guitarra ,voz), Amparo Llanos (Guitarra), Álvaro Diez (bajo), Jesús Antunez (batería) Fecha: 12-8-2004 Lugar: Explanada de Sagües. Espectadores: Tres cuartos de entrada.

“Y la palabra de esta semana es…¡Fangoria!”. Algo así dirían los casi perfectos chicos de “Vaya semanita” si en verano siguieran elaborando contenidos más allá de las entradillas de Don Terol. Y si dicha palabra la hacemos frase, el top semanal estaría encabezado por “¿No vienen Fangoria? Jo, que pena, ya me apetecía verles”.

Eso lo dijeron niños y mayores, homosexuales y heteros, canosos y velludos, porque las músicas electrónicas del dueto andan plenas de popularidad estos días, hecho que siempre ayuda a dejarse caer por los escenarios gratuitos. Además, sus tonalidades musicales no son muy fieras. Sus medianías digitales pueden gozarse aunque no se sea muy fan de la banda. Y eso, lo de los “no muy fans”, es lo que más abunda en Sagües.

La suspensión por motivos familiares puso en un brete a nuestro Ayuntamiento, rápidamente solventado con pericia y efectividad. Cambiaron las tecnologías modernas de Canut y Alaska por la apisonadora carraspera del cuarteto Dover. Que no tiene el tirón popular de antaño, vale, pero sigue siendo seria, contundente y muy profesional en lo suyo.

La banda de las hermanas Llanos (bien completada por una sección rítmica de crochet y uppercut) nunca esconde sus armas. La voz rota, desgarrada, de Amparo capitanea unas canciones que beben de aguas norteamericanas muy concretas. Con cuatro punteos funcionales de la otra hermana (excesivamente dedicada a recordar la ausencia de Fangoria por los micrófonos), un batería pegador y un bajista que prefiere centrarse en la firmeza más que en los dibujitos.

Kurt Cobain y sus Nirvana salían rápidamente en las conversaciones de los “no muy fans” acercados a la explanada donostiarra, que poco a poco se fue llenando hasta alcanzar un holgado lleno que si lo apretabas te quedaba en tres cuartos de aforo. Y como pasaba con aquél trío de Seattle, los conciertos de Dover no tienen mucho espacio para el relajo.

La cantante, enfundada incomprensiblemente en unas abrasadoras botas de borrego, pronto empieza a soltar sus habituales escupitajos de fuerza vocal que ya pasaron en su día por la Semana Grande, el Polideportivo, la sala Jam de Bergara y Gazteszena, por orden inverso de aforo.

“My Fault”, “As I said”, la que fuera single en su día “King George”…el esquema no varía en exceso para los menos metidos en la banda: mucha potencia en las estrofas, y un estribillo melódico a la par que sucio que encuentra la diana en la mayoría de las ocasiones.

La que sin duda será “cliente del siglo” en el otorrino de su ciudad comienza a notar el paso de las canciones. Pero los chicos de Dover tienen kilómetros y saben como ordenar el repertorio. Cuando la voz gritada de Cristina comienza, por motivos obvios, a flaquear, llega el turno de los singles más radiados.

Para cuando le toca el turno al tema “DJ”, casi al final del show, los pequeños resuellos son tapados por ánimos y aullidos de los centenares de fans arremolinados en las primeras filas. Seguidores que no dudan en lanzarles una botella de Kalimotxo, a petición de la banda, que va rulando entre todos los integrantes como si fuera agua en el desierto.

Tras el bis, y el regalito heavy no previsto en la lista, unos satisfechos asistentes esperan durante minutos en la puerta de entrada de músicos, demostrando que la carrera de este cuarteto sigue su propio camino. Con altibajos de notoriedad pública, pero con una fórmula asentada y seguida.

Publicado enCríticas de conciertos

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