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Semana Grande 2004: Alcohol Jazz: «Donostia 5-0»

A nuestro Ayuntamiento no le faltan buenos contactos. Tras pasarse buena parte del día lloviendo perros y gatos, que dirían los hijos de Shakespeare y Beckham, parece que los encargados del C.A.T. dejaron media granja en nuestras siempre respetables Clarisas (bueno, igual les enviaron un SMS al xxxx con la palabra SS seguida de “Sol”) para que intercedieran ante San Tiamén y el agua cesara.

Y cesó, exactamente cuando el encargado de quitarles las fundas a los fuegos artificiales sopesaba la suspensión de los lanzamientos. La bonanza permitió que las actividades nocturnas, como el concierto de Alcohol Jazz en la Plaza de La Trinidad, pudieran celebrarse sin mayores impedimentos. Parece que nos salió algo gautxori nuestro Santo Patrón San Sebastián, al que por Cataluña nombran en dichos y refranes de corte meteorológico.

Locales y foráneos se arremolinaron, venciendo gradualmente la timidez, alrededor del tablado de la Plaza de la Trinidad. El espacio escénico de la parte vieja donostiarra se hincho de jazz-funk-punk-soul y todas las combinaciones de dichos elementos tomados de n en n. Resumirlo como enérgico acid-jazz facilitará su búsqueda en los estantes de las tiendas especializadas.

Se presentó combativo el madrileño sexteto reconvertido a cuarteto (¿economía obliga?). Los miembros de la banda fundada, como muchas otras grandes formaciones, al calor de la cafetería de una universidad pública ponían tanto ímpetu que en sus temas relajados pedían perdón a los asistentes por ralentizar la velocidad media de sus creaciones. Sus dos décadas en activo les permiten despilfarrar energías y lanzar ondas de cadera al respetable sin necesidad de cantar un ápice.

El público hacía lo que podía. Mientras ellas parecen tener un gen dedicado al tema, lo de ellos clama al cielo. Tenía a mi altura a un joven animoso con claros síntomas de descoordinación. O estaba forrado de lesiones musculares en el cuerpo, o realmente andaba parodiando aquella hilarante escena de la película “Aterriza como Puedas” en la que Tony Manero era apuñalado en un bar de marineros.

En lo estrictamente musical, y tras desperezarse el guitarra algo atascado en el arranque, asistimos a 90 minutos inspirados en la música negra de los años 70. Esas tonadas policíacas, tórridas, gallardas y repletas de sirenas y persecuciones. Hubo abundancia de homenajes. Las cortesías declaradas hablaban de Cannonball Adderley, John Mayall o aquella espléndida sintonía de “SWAT (Los hombres de Harrelson)”, uno de los momentos más aplaudidos y meneados de la cita del pasado lunes.

Con una sección de viento (saxo y trompeta) que hacía olvidar la ausencia de cantarines, el apartado rítmico dibujaba endiablados bucles que tan pronto se escoraban hacia momentos reggae-skatalíticos (¡qué bien sienta esta música entre nuestra chavalería!) como nos hacían imaginar en negro azabache, repleto de voluminosos visones y cardados imposibles, una película de Blaxplotation.

La guitarra contribuía a engrandecer y añejar las brillantes composiciones de los madrileños. A veces con la utilización del Wah-Wah, en ocasiones con rasgados elaborados a velocidades imposibles o estirando las cuerdas en punteos de contagiosa y eficaz belleza.

Entre tanto buen rollito, impulsado por los asistentes que apoyan activamente las propuestas terapeúticas defendidas por el Ayuntamiento de Eskoriatza, nuestra patrulla del baile se movió como pez en el agua (con los milibares bien altos, claro) en el espacio escénico que los próximos días acogerá las actuaciones de los cubanos Deboson, el local Urko o los cálidos Soul Fingers entre otros.

Publicado enCríticas de conciertos

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