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Semana Grande 2004: Orquesta Mompas.

El cansancio acumulado por la nocturnidad sin alevosía sufrida esta Semana Grande comienza a hacer mella en este plumilla, y recibe con escepticismo y algo de temor la llamada de la redacción: “Chaval, a la plaza Zuloaga, a los Bailables”. Para el que no lo sepa, el dicho emplazamiento nuestros organizadores han preparado unas verbenas dirigidas a nuestros mayores.

Aterrizo poco antes del arranque de la fiesta. La plazoleta está desangelada. El público potencial ha estado disfrutando de los fuegos, y su agilidad anda más pocha que en aquellos años de Zarra y Di Stefano. La frontal del Museo San Telmo está habitada por la fauna habitual, tan sedienta que sólo compra botellas grandes de bebidas espiritosas.

Aprovechamos para charlar con Carlos Nuñez, guitarrista de la orquesta MOMPAS, los encargados de hacer mover el esqueleto hoy. A la banda, compuesta de percusión, guitarra, teclados y voz femenina, no le falta trabajo el resto del año. Son fijos en un establecimiento de bodorrios, y eso les permite vivir de esto, con pequeñas incursiones populares en las que repasan temas de antesdeayer, ayer y siempre: ”La de hoy va a ser una verbena camp porque así nos lo pidieron los promotores” afirma el también miembro de la banda donostiarra Los Oscars. “Estaremos hasta las dos. Y a última hora tocaremos algo más roquero”.

En apenas 20 minutos, la boîte de cielo abierto se pone hasta los topes. Y no solo de imparables setentones que, solos o en parejas arrejuntadísimas entre las que no cabe ese palmo que antaño les ordenaba el cura, bailan tonadas antiguas. También suenan éxitos radiofónicos de hoy (Chenoa, Formula Abierta), pero eso no es problema para los asistentes porque las han escuchado en la tele hasta la saciedad. Además, mas allá de gustos estilísticos, aquí se trata de disfrutar. Tzun-ta-ta-tzun-ta-ta….

Vamos a tantear el tema entre el público. La primera en la frente. “No puedo decirte nada, porque estoy de baja laboral”. Pues menuda baja más bien llevada, señora. La picaresca parece no remitir con el paso de los años. Lo mismo ocurre con la edad. Uno, que es educado y de colegio de pago (además de simpático y galán en ciernes. Ya que estamos en párrafo de flores…), no les pregunta la fecha de nacimiento, aunque rondan los 60.

Como dirían las chicas de Kiko Legard en el 1-2-3, “son pareja y residentes en Hondarribia (él) y Donostia (ella). Es el primer día que vienen, pero repetirán lo que queda de semana”. Se les ve disfrutar, acaramelados como quinceañeros que dibujan corazones.

Publicado enCríticas de conciertos

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