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Semana Grande 2004. Tumbao caliente: «Dobles mixtos»

Al amparo de un sugerente y tórrido nombre que define con bastante acierto los días festivos que nos está tocando vivir, la banda Tumbao Caliente fue la encargada de emanar desde el escenario de reyes Católicos variados estilos de corte latino. Los mismos que caracterizarán este espacio durante el resto de esta Semana Grande.

No hablamos de los latinismos del ricitos de oro y el albañil de San Vicente de la Barquera. Nos referimos a los otros, los puros y añejos: salsa, bachata, son, merengue, cumbia, bolero, cha cha cha y resto de animosos sones… Esos que presentan una melodía constante y aspecto claramente bailable.

La banda del pasado martes es una especie de ONU melódica: Canadá, EEUU, Cuba y Francia distinguen los pasaportes de sus integrantes, reunidos a finales del año pasado en torno a estas maneras caribeñas. Su currículo no es muy conocido por aquí, pero la cosa cambia si se traspasa el fronterizo Puente de Santiago.

Tumbao Caliente tocaron en el Casino de Biarritz, que tiene su aquél al norte de los Pirineos, y acaban de sorprender a propios y extraños en el respetado festival de Jazz de Marciac. Telonearon a la celebridad francesa Yannick Noah (sí, aquel tenista de rastas) en uno de sus más recientes bolos cantarines, con 6000 espectadores moviendo cachito con cachito…

El público familiar que poblaba la trasera de la Catedral (¿qué otro evento musical se les ocurre que pueda reunir a adolescentes y padres sin que uno de los dos bandos haya tenido que ceder?) se dividía en diferentes estratos dependiendo de su cercanía al tablado principal.

Los de las primeras filas practicaban el saque-volea, movimientos rápidos y bailongos de parejas mixtas que daban rienda suelta a su cuerpo dejándose llevar por canciones como “Lola” o “Caballo viejo”. Los cursillistas, atrevidos y gentes del lugar de origen de estas músicas se dejaban llevar por la doble ración de teclados y percusiones, dos sopladores trompeteros y el tocador de Güiro, capitaneados todos por la voz comunicadora y férrea del micro principal.

Cuanto más se alejaban del escenario, más se parecía aquello al juego de Arantxa Sanchez Vicario. Cerca ya del cruce de calles en el que el terrazismo alcanza su máximo esplendor aparecía el homo-vascus, con sus espasmos bailarines cronometrados en milisegundos y un constante hormigueo de pierna que debía ser suficiente para devolver la animosa pelota melódica desde el fondo de la pista. Claro que había honrosas excepciones, tanto en la vitalidad mostrada como en el género de las parejas danzadoras.

Poco importaba que el tema durara más de 10 minutos, que fuera propio o ajeno, que le pegara a la bachata o al cha cha cha. Quien quiso bailar, disfrutar, contornearse, arrimarse y desentumecerse (o simplemente, disfrutar con las innegables cualidades auditivas de este tipo de músicas) tuvo su espacio y oportunidad allá, en Reyes Católicos, entre Correos y el Koldo Mitxelena, con las contagiosas melodías de Tumbao Caliente.

Publicado enCríticas de conciertos

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