Lorena Álvarez y su visita a Arteleku

“Hasta ese momento no había pensado sobre ello”. Esa fue la frase que más me gustó de la visita de Lorena Álvarez a Arteleku ayer. La dijo 3 veces, sobre cuestiones bastante mundanas o terrenales. Respuestas a preguntas que su música nos podría haber generado cualquier día de los últimos 36 meses, los que han trascurrido desde la grabación de su debut y el día de hoy.

Las contestaciones también tuvieron miga. Una consulta le inquiría sobre el temor a no parecer profesional sobre un escenario, por su forma de expresarse. Ella respondió que mejor así. Que lo amateur es el hacer cosas por sentir amor hacia ellas. Que a pesar de no tener conocimientos sobre un tema, el deseo de llevarlo a cabo te hace aprender a hacerlo durante el proceso.

Más allá de sus canciones, Lorena parece seguir esa vía a la hora de elaborar – por ahora, pensar sobre- su primera película, un trabajo documental sobre Maria José Silva. Una señora de 70 años que tiene una quesería en un pueblo cercano a Oporto y que ha realizado doce películas [ trailer de una de ellas] con sus bandas sonoras y todo. Sin haber recibido jamás un cursillo sobre iluminación, picados o estrofas.

Silva era la excusa de su visita a Arteleku, aunque la asturiana nos mostró el resto de sus gustos, influencias y amores culturales, siempre explicados con la necesaria amplitud y bien regados de sonrisas. Aquí van algunos de ellos:

  • Violeta y Nicanor Parra, autores que para su lírica cantada o escrita apostaron por el lenguaje diario, ese que lejos de elevarse viaja a ras de los ciudadanos. Curiosa la autografía de Violeta, escrita en verso y titulada “Décimas” por la forma poética empleada en cada pasaje.
  • La cumbia sonidera (mi cartel preferido del 2014 sería ese que une a Mursego y Lorena en una sola velada).
  • El cancionero secreto de Asturias, libro que recoge tonos picantes de esas melodías de música tradicional y que se deja entrever entre las letras de la asturiana.
  • Reportajes de “Camin de”, un paseo por los pueblos astures, sus gentes y actividades y cantos, con un presentador Zelig del que las octogenarias acaban enamoradas.
  • El toque divertido: incluir en la lista de amores el libro de los acordes de guitarra.

Y tras la cháchara, la actuación, muy breve por cuestiones horarias del centro. Poco importó. Escuchar  “ya no me acuerdo de ti” o el “Y si no fuera así, pues también me daría igual, porque si no me quisieras para qué me iba yo a enfadar” de “novias”. O esa obra maestra titulada, sic, “sin título”. Quizás porque pasa tan a diario que sería feo limitarlo. Hubo tiempo de estrenar una nueva, “La tormenta”, bien bella y algo oscura, que con la compañía del bombo y el pandero sonó bastante reggaeton.

Y vuelta a casa. Con una sonrisa. Como siempre.

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