Saltar al contenido

Etiqueta: Jazz Band Ball

Esto sí es Kawaii, qué guay

El festival arrancó con una fiesta inaugural llena de soles cantores y bonanzas sopladoras.

El Jazz Band Ball del Jazzaldia es el corte de cinta previo de la etapa del tour, el primer día de fiestas patronales, el suculento entrante – que para algo somos vascos- de un menú que inundará Donostia estos próximos días. El pistoletazo “free jazz” (por aquello de que es gratis y suele haber mucha música de ese estilo) se celebra siempre en la parte trasera del Kursaal, que dispone de tres escenarios además del grande situado en la arena. Una playa que a las 19,30 horas de ayer, momento en el que los sonidos comenzaron a brotar de los altavoces, aún andaba repleta de gente buscando refrescarse del calor reinante ante una galerna que apuntó pero no disparó.

En realidad la zona se abrió sobre las siete de la tarde. Y para entonces ya había gente esperando a Joan Baez en la valla del Escenario Verde. Jóvenes y mayores fueron llenando poco a poco las distintas terrazas de la zona. Ana Pérez, de Pasajes San Pedro, nos confirmaba que siempre que puede se acerca al Jazz Band Ball. “Me parece un gran plan. No solo el del espacio grande sino el de estos más pequeños. Aquí siempre encuentras grupos atractivos. Si alguno te gusta menos pues te das un paseo por la zona y listo”. Le tanteamos por sus preferidos, pero defendió su idea de picoteo y las bonanzas de los transportes públicos de su zona.“Aprovechamos los servicios nocturnos de los buses para volver a casa”.

El continente no ha variado, manteniendo los elementos las disposiciones habituales. En la entrada más cercana al puente del Kursaal / Zurriola se colocan el stand de discos, las taquillas para los tiques, las tabernas y el Escenario Frigo. En la terraza superior aparece el Heineken. Como txoko coqueto cercano a Sagüés sigue estando el Escenario Coca-Cola.

La “bomba japonesa”

Pero vayamos al contenido, que es lo que nos pirra. Y más si empezamos con fuerza y rabia blues-rock de la mano de Rei. Uno de los grupos japoneses que, gracias a un acuerdo con la Fundación Japón, recalarán en esta edición 54 del Jazzaldia. En formato de trío llegaron Rei (chica a la guitarra y voz), Katsuhiro Mafune (bajo) y Miyoko Yamaguchi (pegadora baterísta). Con ropas llenas de colores y ese aire “naif” que impregna la música popular de su país. A esa supuesta belleza o ternura ellos la llaman Kawaii. Y la actuación fue guay, kawaii, y todos los términos fantásticos que se les ocurran. Una “bomba japonesa” al estilo de las de los fuegos artificiales. Una fiesta llena de vitalidad y alegría.

Simpáticas y sonrientes, fueron disparando temas haciendo olvidar su jet-lag – llegaron la víspera- y animando de buena gana el cuerpo de los presentes. En el menú cabía de todo: rock-blues, pop, funk, bases de baile. Rei hablo en castellano de manera más que digna, hizo de “Guitar Hero”, cantó por un megáfono y tocó una pandereta al cuello. Su equipo repartió pegatinas promocionales por la zona. Todo feliz y radiante. Si se perdieron la cita de ayer no desesperen, que el trío repite pase hoy y mañana en idéntico tablado.

Mientras las palabras “Jamie Cullum” y ”Joan Baez” flotaban en el viento durante nuestro paseo por la zona – si nos hubieran dado un euro cada vez que escuchamos los nombres de las grandes estrellas del día igual si podíamos haber fichado a la dichosa Rosalía- llegamos a la elegancia de Ola Onabulé.

El anglo-nigeriano fue un ejemplo de finura y distinción ante un abarrotado espacio. Con un soul de corte británico – ni muy meneado ni muy parado- y bien apoyado en una banda de corte estándar – batería, bajo, piano,…-, sus canciones fueron entrando por los poros cual crema solar. Su voz, tersa y afectada, fue una montaña rusa a la hora de pasear por los tonos. “Es como si cantara jazz con el meñique levantado”, dijo un espectador a nuestra vera para intentar definir el estilo. No pudimos reprocharle nada a la frase.

En el Escenario Frigo se comprimieron los nueve integrantes de Saxophone Con-Clave. Una dinámica formación de corte clásico que lanzó algo de swing, latinismos acolchados y mucho pasaje calmado, al menos durante nuestra visita. Quienes llegaron con ganas de mover el bullarengue, que la promoción invitaba a ello, deberán escoger otro momento. Aquello fue un paseo tranquilo por el jazz de las grandes bandas. Mas esto no ha hecho más que empezar. Nos esperan muchos días, paseos, formaciones y grandes momentos. ¡Que ustedes lo disfruten!

Un arranque de película

Hasta músicos que han tocado para Woody Allen se cuelan en los seductores conciertos previstos estos días en las terrazas del Kursaal

«Si funciona, no lo toques”, reza uno de los dichos populares de nuestra tierra. Y el Jazzaldia se ha tatuado esa frase en el brazo que programa las actuaciones en las terrazas del Kursaal. Tres escenarios que acompañan al “verde”, el potente de la playa, con una oferta que busca innovar, entretener y fascinar. Parafraseando aquel anuncio de detergentes, diremos que el eslogan para estos espacios gratuitos bien pudiera ser el de “busque, compare, y si encuentra algo mejor…siéntese a escucharlo”.
Arranquemos esta tarde de Jazz Band Ball con dos aristas bien atractivas. La japonesa Rei defenderá su blues-rock vital y enérgico. En la otra esquina estilística se topará con el cantante Ola Onabulé. Un caballero del soul que unirá la vitalidad africana con el refinado estilo londinense.

Los amantes de los sonidos clásicos no se perderán al Dan Barrett Classic Jazz All Stars. El trombonista Barret tiene un currículo de ministro: miembro de la orquesta de Benny Goodman, músico de Mel Tormé y Tony Bennett y soplador en las bandas sonoras de Woody Allen (“Balas sobre Broadway”,”Poderosa Afrodita” y”Todos dicen I love you”).

Sin salir del mundo del celuloide llegaremos a “Love & Revenge”, combinado de imágenes y sonidos árabes que llenará de vanguardia la trasera del Kursaal. La Saxophone Con-Clave propondrá una mezcla libre y suculenta de las obras de compositores como John Coltrane con la “sabrosura” caribeña. Y no menos vitalista se presenta el trío Elkano Browning Cream de Mikel Azpiroz.

El festivo jueves atardecerá con los casi veinte músicos de la Curt Wilson Alumni Jazz Band pregonando sus amores jazzeros, mientras el swing de la no menos populosa Long Island Sound Vocal Jazz llegará peligrosa y refrescante como el cóctel que homenajean. La joven y televisiva Ainhoa Larrañaga (Go!azen) inundará el espacio de dulzura y el pianista Adrien Brandeis promete fusionar el jazz tradicional con tendencias más modernas. Desde Musikene arribarán potentes combos de funk (The Funk & Risketeers), vanguardismo (Ekhilore Quintet) y hard-bop (Xahu).

En un brinco nos ponemos en un viernes que ofertará la calmada oscuridad de Sara Zozaya, el toque oriental de Ai Kuwabara y la parranda de Javier López Jaso-Marcelo Escrich Quartet. Un conjunto que une la música clásica, la argentina, la francesa y el folclore vasco. ¡Ahí es nada! Los órganos Hammond destacarán en los sets de Fredi Peláez Trio y Organizing. La ensoñación la firmarán Juan José Cabillas with Strings y el Züm Trio francés.

El sábado 27 de julio Yuki Arimasa y Ryo Ogihara charlarán con piano y voz sobre exquisitas partituras mientras el Chihiro Yamanaka Trio sonará lírico en sus pulsaciones. La fiesta explotará con el ska de La Amaika Rude Sound y una Broken Brothers Brass Band de charangueras fusiones. Las Hermanas Caronni y las bandas Ro y No-Land Trio completarán la programación sabatina.

Y si un Jazzaldia no coloca “big bands” un domingo a la tarde es que ha perdido el norte. La Reunion Big Band hará las delicias de los aficionados a este tipo de formaciones. El Xvr Estévez Sextet será una buena continuación para esos fans. La sesión de cierre se completará con la apertura de miras del Nasim Quartet, la fusión vasco-norteamericana de Lurpekariak, la potencia rock del dúo Anai y el blues local de Hot Potato Blues Band.

Jazzaldia 2018: arranca la parranda playera

La fiesta inaugural de las terrazas del Kursaal volvió a ofrecer un sabroso picoteo melódico a cielo abierto

En Pamplona tienen el chupinazo. Nuestra Semana Grande se honra de tener un cañonazo. Y el Jazzaldia, para seguir con los “-azos” festivos, inicia sus celebraciones musicales con un pelotazo sonoro de entrada gratuíta en el que abunda la pluralidad creativa. Ellos lo llaman de manera oficial “Jazz Band Ball”, se celebra en la trasera del Kursaal y empieza a media tarde. Pero la gente de la calle lo conoce como el comienzo de las “senas de pikoteou” sonoro, que diría el quesero francés de aquel anuncio televisivo ambientado en París.

El festival también se asienta en los terrados, como el holgazán francés ese de las cenas. Pero tenemos otra clase, otro “savoir-faire”. En el Jazzaldia todo lo que se ofrece es fresco, hecho al momento, recién salido del horno, tocado e improvisado, jazzero y salsero en todas sus acepciones. Ahí estaba Rubén Blades como estrella del día inaugural para demostrar la amplitud de esa etiqueta. Y nada de echarse pintxos al plato y contar los palillos, “mon Dieu”. Aquí paseamos de garito en garito, del Escenario Frigo al Heineken pasando por el Verde o el Coca Cola, parando un rato si la ocasión lo merece.

Un tinglado que gusta

Así obraba el hernaniarra Pedro Gómez cuando le dimos el alto frente al concierto de Bruce Barth y sus colegas. “Acabamos de llegar de la playa y nos vamos a perder un poco por esta zona. Me encanta el tinglado que montan aquí. Tengo muchas ganas de ver a Rubén Blades, pero a ver si estos me dejan, que se hace un poco tarde para ellos”. Sus “estos/ellos” respondían al nombre de Ibai y Marta, niños que no tenían pinta de parar ni para tomar impulso.

Miedo me dio preguntar a estos infantes su opinión sobre el show del Bruce Barth Trio, quienes presentaban en el espacio Frigo su revisión de las composiciones del grupo psicodélico norteamericano The Grateful Dead. El concierto arrancó de forma estupenda, pero verles aún enfrascados en la etapa ”cantajuegos” nos frenó en la acometida.

Movimos el micro hasta la posición de Ana Epelde, una donostiarra rodeada de amigos y amigas a la que casi molestamos con nuestro saludo inicial, atenta como estaba a lo que sucedía sobre el tablado. “Conocía algunas canciones de los californianos. Pero este trío las hace irreconocibles. ¡Me está encantando!”. Lo dijo con tanto énfasis que deberíamos haber puesto la oración en mayúsculas.

Su ímpetu se contagió al resto de asistentes, que llenaron las sillas desde el primer minuto y gozaron de las composiciones del trío. Temas plagados de solos que aplaudieron a rabiar. Melodías de gran elegancia que conformaron lo que probablemente fue el momento más exquisito de esta primera tanda. El jefe de la banda, el señor Barth, salió con una camisa que ni Chicote en sus pesadillas cocineras. Fue lo de menos, porque la velada discurrió tersa y elegante. Suave como la noche que comenzaba a caer.

Energías juveniles

En la Terraza Heineken asistimos el despliegue del tremebundo Tom Ibarra mientras la zona iba aumentando el número de visitantes. El joven guitarrista francés (¡18 años!) actuaba en formato quinteto, con una formación en la que abundaba la muchachada. Lejos de pillarse el foco principal en solitario, el de Bergerac dejó mucho espacio a sus compañeros, quedando el saxofonista como teórico director de escena. Unos y otros discurrieron por pasajes tendentes a la balada en los que no faltaron los brincos funk. Una energía esperada y deseada, demonios, que son zagales antes que virtuosos.

En Donostia el compositor Ibarra le echó “piparras” a sus rasgados, dejando ojipláticos a los allá presentes con sus acordes imposibles. Un trabajo que destacó por su elegancia y finura más que por la rapidez en los pulsos. Seguro que el festival ya le ha echado el ojo a Jazzindia, proyecto paralelo en el que Tom fusiona el jazz y la música clásica indostánica.

Por último, pero no menos importante, atendimos al Espacio Coca Cola, “txoko” escorado y con arbolillos situado en el propio paseo de la playa. Los conocidos miembros del combo Trizak (el saxosofonista Julen Izarra, Jon Piris al contrabajo y Hasier Oleaga a la batería) desplegaban sus pasos jazzeros con dulzura y cierta ternura nocturna, muy acorde con las nubes que comenzaban a poblar la zona. La brisa que llegaba del mar se mezclaba con las frases de la gente. En el aire flotaban las palabras “Blades” y “GoGo Penguin” como los nombres más relevantes de un turno nocturno que escapaba a nuestros escritos.

Jazzaldia 2017: la fiesta del calzado cómodo

Tras un prólogo de película, el festival arranca con su tradicional fiesta Jazz Band Ball plena de atractivo y diversidad

Seremos altos o bajos. Modernos o de jersey al hombro. Rubios o morenos, de costa o interior. Jóvenes o con aspiraciones de entrar aún en una talla M. Pero a todos nos gusta una parranda más que comer con los dedos. Por eso en nuestra agenda anual aparece, con un círculo como los que dejan las bebidas al apoyarse en los posavasos, el guateque con el que el Jazzaldia donostiarra suele arrancar su programación sonora en la playa Zurriola.

Muchos de los presentes no querrán perderse uno de los platos fuertes de la tarde, cuando no de todo el festival: la actuación de The Pretenders. La formación capitaneada por Chrissie Hynde siempre ha sido un dechado de elegancia pop y aciertos New Wave. Por eso se le da espacio propio en este suplemento.

En el mismo Escenario Heineken, el principal de esta zona festiva, actuará hoy “Sir The Baptist” – seudónimo del cantante William James Stokes- , quien parece haberse contagiado de los pases del Zinemaldia actuando hasta en tres ubicaciones distintas durante estos días.

Arribado en una formación de cuarteto y claramente dirigido al espectro más juvenil de la audiencia, las melodías de espabilado hijo de un pastor baptista -eran 22 churumbeles en casa, ustedes me dirán- parten del Gospel para acabar en territorios más actuales. Su primer disco “Saint or Sinner” aún tiene los plásticos calientes (se publicó en mayo de este año), y es una fiesta de hip-hop y “R´n´B” moderno y protestón, lleno de misiles de carga social.

Otra perla de esta celebración sin ticket de entrada será la que ofrezca Uri Cane y su trío en el Espacio Frigo. Poco que añadir de Caine, quien ya la lió parda en este certamen con aquellas siete propuestas diferentes que componían la integral de su obra. Que si solo, que con DJs, que con el Coro Easo… Ahora viene más comedido pero igual de excelso a presentarnos “Calibrated Thickness”, su última obra. Atentos los fans del CD “Blue Wail”, que éste trae 15 cortes agresivos y explosivos.

Y para entusiasmos, los del ya conocido Ray Gelato y sus The Enforcers, banda italoestadounidense que ha encandilado a los presentes cada vez que ha actuado en el Jazzaldia. Tan marchosos como elegantes, el saxofonista Ray y sus colegas ofrecerán un show con toda la energía del mejor jazz clásico y ese toque “entertainer” tan agradecido en estas reuniones a cielo abierto.

Seguimos en el mundo saxofonista con el versatil tenor Houston Person, quien acude a la fiesta con su proyecto “Houston Person Quartet featuring Dena DeRose”. DeRose es, por si no la conocen, una excelente cantante y pianista que comparte giras con Person los últimos años. Juntos ofrecerán uno de los más puristas acercamientos a los clásicos en este festejo inicial. La cita donostiarra del cuarteto promete también soul y swing, para disfrute de acólitos y paracaidistas, quienes también podrán degustar el toque estándar del estadounidense Kevin Mahogany – amante del jazz moderno, blues y baladas- y la Hervé Sellin Quartet en el Escenario Coca Cola.

Y de Norteamérica pegamos un salto hasta África, cuna de estas tonadas etiquetadas como “música negra”. En aquella “masa madre” sonora se encuentra la música “taarab” de Zanzíbar, presente en esta celebración de la mano de la agrupación Rajab Suleiman & Kithara. Bien rodeados de instrumentos con nombres tan extraños como atractivos (dunbak, kidumbak, qanun, rika), los africanos completarán sus percusivas composiciones con las sugerentes melodías de Saada Nassor, una auténtica diva de este estilo.

Y también de la cuna de la humanidad, pero formada en parte en Donostia, llega esa populosa formación llamada Gabacho Maroc que ya se ha paseado por más de cien festivales musicales del mundo con su fiesta de ritmos jazzeros y árabes. En el Jazzaldia presentarán, en un único pase, su álbum “Tawassol” (traducible como “Conexión”, la que los autores afirman tener con los espectadores). Un trabajo que homenajea a Marruecos y que se publicará a finales de este año.

No queremos ni debemos olvidar otros satélites de este primer día: Sky Beats haciendo de las suyas en el nuevo escenario de Sagües, Sara Mansilla (cantora folk-blues seleccionada en la residencia artística de Kutxa Kultur) actuando en la carpa FNAC. Y la zona de Nauticool del puerto de la ciudad, que volverá a reunir a los amantes de la música pinchada. En su oferta de hoy sobresale Miqui Puig, uno de los iconos de la música pop actual y campeón mundial en eso de comunicar, agitar y mezclar con estilo. Bienvenidos a la fiesta del calzado cómodo.

Jazzaldia 2016: Grupos y solistas de lujo para la Jazz Band Ball inaugural

«Es que yo no entiendo estos estilos», «Pero si no tocan canciones conocidas», «Si no se puede corear no es mi música», «La gente aplaude antes de acabar la canción y me agobia no saber cuándo hacerlo». Frases que se escuchan en tabernas y paseos cuando hablamos del jazz, ese estilo que vuelve a ocupar un espacio relevante en la parranda inicial del Jazzaldia, la conocida como Jazz Band Ball. Pero no teman. Desde este espacio intentaremos traducirles o acercarles las virtudes de algunos de los ejecutantes cobijados bajo este paraguas inaugural.

Poca enseñanza necesita Gloria Gaynor, la dama de la música disco (jóvenes, es ese estilo bailarín con tonos poco chirriantes que no tiene el bombo al volumen 11) cuyas actuales fotos de promoción bien podrían usarse para anuncios de champús. Ella será la encargada de agitar la arena esta noche.

Una propuesta ideal para el baile a lo suelto de ‘viejóvenes’ y mayores, quienes disfrutarán con las canciones propias y versiones (la Gaynor se ha merendado temas de Jackson 5, Barry White, Donna Summer o The Police con festiva alegría) de esta gran cantante que mantiene el tirón más allá del archiconocido ‘I Will Survive’ (esto nos evitamos traducírselo, porque nos da como resultado un título de Mónica Naranjo). Y se anuncia la colaboración del coro local Easo-Araoz, 16 personas que abandonan sus ‘taberneras’, ‘revoltosas’ y ‘bribonas’ habituales para acicalar las últimas canciones del evento.

Y qué decir de Marc Ribot y sus Young Philadelphians (traducible por «menudo lujo, y sin pagar una entrada para verles»), quienes hace poco maravillaron bajo techo en el cercano Auditorio Kursaal. El proyecto más ‘negroide’ de Ribot (homenajea a su manera el sonido de Isaac Hayes y allegados) es una gozada para los sentidos.

Esperemos que la concordia que nuestro ayuntamiento capitalino propone en su última campaña promocional se muestre en este bolo, con fans, paseantes, charlantes y ‘empujacoches’ de niños unidos en libre y feliz armonía para disfrutar de los soberbios tonos de esta banda. Que nos conocemos…

En la rama de «no sé si me lo pondría en casa pero hoy me ha entrado de maravilla» nos topamos con los equilibrios del idolatrado guitarrista Terje Rypdal -autores del nivel de Jeff Beck, Andy Summers o Nels Cline le colocan en su lista de favoritos-. El noruego viene con otros conciudadanos, Elephant 9, para mezclar la etiqueta del día con la música clásica, el ‘world music’ y las enseñanzas de Miles Davis.

Con cierto toque más clásico se presenta el trío de estrellas Cyrus Chestnut (piano), Buster Williams (bajo) y Lenny White (batería). Todos juntos suman un currículo inigualable, pero no les aburriremos con nombres y distinciones. Tan solo diremos que su gusto es sublime y sus creaciones atrapan hasta al más rockero.

Unos logros que tampoco le faltan al fantástico trompetista Dave Douglas y sus High Risk (literalmente, ‘Alto riesgo’. Estos no engañan con su nombre), quienes juguetean con la electrónica sin que el resultado sea demasiado contemporáneo («arriesgado, marciano para los oídos menos entrenados»). Tampoco pongan esa cara de susto, que Douglas viene más por la ciudad que ‘gure’ Bruce Springsteen y sus fechorías cuentan ya con un buen número de seguidores locales.
Los amantes del blues podrán disfrutar de los paseos armónicos de John Nemeth

Los amantes del blues que no hayan tenido suficiente con el reciente festival de Hondarribia (frase retórica, nunca tienen suficiente) podrán disfrutar de los paseos armónicos del galardonado como mejor artista en los Blues Music Awards 2014, Mr. John Nemeth. Y como estrella local, el siempre enérgico Paul San Martin, quien retorna al festival en compañía del baterista Romain Gratalon.

Hay más cosas para picotear y deleitarse. O simplemente otear un rato y seguir el camino de baldosas cerveceras. Hasta pueden salir a cazar pokemones y dejarse llevar por esos sonidos que les rodean. Mas no vamos a darles todo masticadito. Que tampoco somos todos estudiantes de Musikene, demonios. Lo único que deben tener presente es el verbo ‘disfrutar’. Y el atento lector cuenta en esta jornada inicial con muchas actuaciones a coste cero para su bolsillo en los que poder encontrar la música que en ese momento le pide el cuerpo.

Jazzaldia 2015: contra viento y marea

Los Jazzaldiers (hay que ponerles un nombre festivalero moderno ya, hombre) se merecen un trono. Un premio. Un reconocimiento. Vale que muchos de los asistentes sean donostiarras y estén acostumbrados a que llueva horizontal durante todo el invierno y parte del verano. Pero los cientos de asistentes, locales o no, que pisaron la arena para disfrutar de la sesión potente de Jamie Cullum se ganaron todos y cada uno de los aplausos que pueda haber en este artículo.

El británico salió en todas las mini entrevistas que hicimos, como la realizada a la pareja valenciana Tony y Amparo a quienes no conseguimos sacarles un apellido. “Hemos comprado su entrada para el concierto del Kursaal, y hoy vamos a ver qué hace como DJ. Lástima de lluvia. Aunque supongo que vosotros estaréis acostumbrados”. El dúo aprovechó su salida vacacional anual para venir a nuestra “verde tierra y pasarlo bien en esta inauguración gratuita”.

Suponemos que los valencianos acabaron contentos la tarde noche. Porque Jamie Cullum pinchó como si la Zurriola fuera un tugurio nocturno del Londres más oculto. Desatado, impactante, con las ganas de bailar como único objetivo y mucho swing en su selección. Ya lo había avisado en la entrevista publicada en este medio, pero su sesión superó toda expectativa. Los artistas como Cullum lo son en todos los sentidos. Demuestran ese gen especial, entrenado con los ensayos y curtido en la escucha de mil y un discos. La selección de canciones confirmó que este eterno joven sigue estando en la onda por méritos propios.

La tarde inaugural comenzó a las siete de la tarde, con un ojo puesto en las nubes y otro en los distintos escenarios gratuitos que abrían este Jazz Band Ball. Poco poblados al inicio, el respiro que dieron las nubes negras permitió que la cosa se fuera animando. Quien sabe si fue por la aportación caribeña de Zanmari Baré en el escenario Coca Cola. Ellos fueron la primera sorpresa del festival. Su música tradicional de la isla de La Reunión fue un soplo de aire fresco, una vitalidad contagiosa. Y con la sola compañía de las voces solapadas en preciosas capas, y varios elementos de percusión. No se los pierdan esta noche en el Museo San Telmo, que repiten fiesta.

En el escenario Frigo estaban los “Messis” de la escena jazzera local, la Euskadiko Ikasleen Jazz Orkestra. Chavales y chavalas muy jóvenes (la nota de prensa cuenta que rondan los veinte años) que tocaban que es un primor. Dirigidos por la batuta compartida de Josetxo Silguero e Iñigo Ibaibarriaga, su actuación fue una fiesta de ese estilo Big Band que tanto gusta por nuestra urbe.

Músicas muy sopladas (había una sección de viento que superaba la docena de miembros) y contagiosas que encontraron un hueco para recordar de manera simpática y elegante a bandas como Negu Gorriak (muy “latin-funk” su versión de “Ezan Ozenki”) y Hertzainak. La formación cuenta con un compositor invitado, que este año ha sido Angel Unzu. Autor del que interpretaron un par de melodías. La primera de ellas, “Balada para Cifu”, dedicada al fallecido periodista radiofónico Juan Claudio Cifuentes, fue una preciosidad que hubiera emocionado al homenajeado.

La madrileña Maria Repollés estaba obnubilada con el espectáculo. Miraba atenta al escenario sin hacer ademán de moverse. Hipnotizada. Muy sonriente nos contó que le estaba gustando mucho y que se lo estaba pasando muy bien tanto en el festival como en la ciudad. María tenía 3 años y medio, una edad muy agradecida para responder a las preguntas de este cotilla. Sus padres completaron la opinión de su criatura indicando que los niños disfrutan asistiendo a estos conciertos “de mayores”, y que suelen salir encantados de estas actuaciones tan populosas y vitales. Los progenitores estaban al tanto del Txikijazz, el programa del Jazzaldia que arranca este viernes y que tiene a los tiernos infantes como protagonistas principales.

Nuestro paseo playero también paró en la actuación de Carla Cook. Por cierto, curioso el indirecto guiño de los promotores a nuestra hostelería, esa que se engalana estos días con motivo del Jazzaldia, con la selección de algunos de los grupos del Jazz Band. Carla Cook (“cocinero/a”), The Cookers (“los cocineros”, quienes actuaron en las terrazas ayer a la noche) o Ray Gelatto (“Helado”). Marca Donostia, que dicen por ahí.

La señora Cook llegó al escenario Heineken con un acompañamiento nacional de piano, contrabajo y batería. Músicos que arrancaron con un brioso instrumental antes de dar paso a la reina de la noche. Carla, como bien nos indicaba el donostiarra Juanjo García, es un ejemplo “del mejor jazz vocal clásico, un estilo que si se hace con encanto es muy agradecido”. Viendo la respuesta de la gente suponemos que la cantante consiguió convertir ese espacio en otro recogido escenario. Una réplica de esas tabernas con velas que ubican nuestras noches más tiernas. La dama y sus colegas repiten cita esta noche en estas terrazas. Esperemos que con el agua de lluvia como recuerdo pasado.