Saltar al contenido

Mes: julio 2017

Jazzaldia 2017: Una despedida de ricos colores en las terrazas

Las terrazas volvieron a llenarse con las últimas propuestas gratuitas del Jazzaldia.

Finito. Kaput. C’est fini. Se acabó. Agur Jazzaldia 2017. Los análisis y valoraciones oficiales llegarán esta misma semana, cuando los responsables salgan en rueda de prensa hablando de los momentos más destacables y los pequeños detalles mejorables. Pero eso no evitó que, llegados a la recta final de festival un martes de Santiago, la gente muy paseada por “Frigos”, “Heinekens” y “Cocacolas” fuera dejando caer las cosas que más le habían gustado. Su particular “porra” de grupos musicales.

The Pretenders fue, como era de esperar, la palabra más empleada a la hora de hablar de los conciertos gratuitos de las terrazas y la playa. Más allá de los miles de espectadores, que los hubo, Chrissie Hynde y su banda dejaron un buen sabor de boca. En segundo lugar aparecíó Ray Gelato. Tampoco fue una sorpresa. El alegre y simpático trastear de su combo fue bien recibido a cualquier hora.

Cerca del top se coló la monstruosa creatividad de Uri Caine y la calidad de Ernie Watts, jazz de alto voltaje al alcance de todos los espectadores. Potente fue lo de Anne Meredith, un pelotazo colorido y especial que añadió modernismo al certamen. También se habló de la charanga neoyorquina Lucky Chops (aerobic musical de éxitos pop norteamericanos) y sus primos navarros, la Broken Brothers Brass Band. Formación esta última que ha animado las calles de la urbe durante estos días.

Exitosas bandas locales

No fueron los únicos autores cercanos alabados. Porque también hubo bandas con denominación de origen local que calaron en la gente más que la lluvia: Grande Days, Luma o los distinguidos Ghost Number & His Tipsy Gypsies (1700 espectadores la víspera, ahí es nada) fueron algunos de los nombrados.

Precisamente esta última formación realizó su último pase ayer en la sección que el establecimiento FNAC ha tenido en la zona del Kursaal. Como era de esperar, la carpa se quedó pequeña ante una agrupación que se encogió en el escenario. Pura física. No entran seis músicos en tan pocos metros cuadrados. Pero como parece que los ejecutantes tienen un cuerpo de heroica elasticidad, los chicos y chicas de Ghost Number supieron ponerse de canto y poner en danza a los asistentes, que aplaudieron todas y cada una de las melodías escuchadas. Su vitalidad se antojó ideal para el anubarrado día.

Jazzaldia 2017: El brillo que atraviesa las nubes

Ernie Watts brilló con luz propia en la inestable tarde de ayer en el Jazzaldia

A las seis y media de la tarde un cohete lanzado desde la cercanas fiestas de Sagüés hizo de oficioso chupinazo festivo, dando arranque a los conciertos que durante la tarde del lunes se celebraron en la zona gratuita del Jazzaldia, las terrazas situadas en la trasera de los cubos del Kursaal.

Ernie Watts y los suyos, quién sabe si influidos por ese fuego artificial, empezaron como un cohete para no bajar el pistón (de calidad) en ningún momento. El clima dichoso de nuestra tierra y el hecho de ser un lunes de puente, no estrictamente festivo, pareció atraer a menos gente a la zona, que presentaba a pesar de todo un estupendo aspecto.

Espectadores que no dudaron a la hora de emplear métodos manuales para limpiar las sillas mojadas del lugar y poner sus posaderas en ellas. Unos visitantes que, lejos de lanzar sus miradas al horizonte buscando un rayo de sol que mejorara aún más la estancia, oteaban el cielo para jugar a meteorólogos de Fórmula 1. Ya saben, esos profesionales que intentan decir en qué minuto va a llover sobre una zona concreta. Quienes apostaran por las 19:05 en la categoría de “sirimiri” y las 19:20 en el apartado “chaparrón vasco” se llevaron el gato al agua. Este segundo capítulo tuvo incidencia en el trascurrir de los conciertos, como leerán más adelante.

Impresionante Ernie Watts

Pero volvamos a Ernie Watts. Su formación ofreció un concierto impresionante. De esos que demuestran que el Jazzaldia no guarda sus lujos sólo para los escenarios de pago. Watts estuvo soberbio, tremendo en sus solos, elegante siempre en los pulsos y fantástico junto a sus socios: Christof Saenger (piano), Rudi Engel (contrabajo) y Heinrich Koebberling (batería). Son nombres, los de los músicos, que tendemos a dejar de lado en estos artículos por problemas de espacio. Pero sirva esta mención para todos esos autores y ejecutantes que han participado en esta gran edición del festival.

Jazzaldia 2017: Un chaparrón de actividades para los más pequeños

El mal tiempo no deslució la última jornada del Txikijazz, la rama del Jazzaldia dedicada a los niños y niñas.

El “feel like a donostiarra” que ocupa toda la parte trasera del bus turístico de la ciudad mostró otras de sus posibles acepciones ayer: la de ir por nuestra capital plastificado cual profiláctico, sin alejarse de las zonas de la acera más cercanas a los portales. Disfrutando de esa lluvia horizontal, uno de los elementos que más ha hecho por la autoregulación del turismo de nuestra urbe. Así vimos, impermeables al desaliento y la lluvia, a los distintos “grupettos” de turistas. Mayoría de paseantes frente a unos lugareños que ya se conocen el percal y suelen esperar un rato antes de echarse a la calle.

“Segurolas” como somos atendimos a la cuenta de twitter del festival antes de intentar cruzar el puente que nos iba a llevar hasta las terrazas del Kursaal, espacio donde se celebraba el Txikijazz, la iniciativa pensada para que padres e hijos compartieran y aprendieran disfrutando de la música a través de diferentes conciertos y actividades. “Todo en orden. El programa sigue según lo previsto”, leímos entre sus mensajes oficiales. Diluviando como estaba, la teoría de que en el Jazzaldia son anfibios pareció tomar cuerpo con estas frases.

Actividades a cubierto

La organización tuvo a bien mover parte de la programación al foyer del cubo grande de Moneo, que tampoco es plan dejar a 500 niños en la cama con gripe como recuerdo “txikijazzero”. Así, los pasillos que rodean el auditorio cobijaron a centenares de niños. Buena parte de esos “clientes” eran integrantes de los distintos udalekus o “grupos de gestión de nenes mientras los padres que no tienen tantas vacaciones como ellos deben currelar”. Alcoyano el buen hacer de los monitores. No todo el mundo es capaz de gestionar semejante jauría de energía.

En unas mesas los niños se hacían chapas con los distintos motivos del cartel del Jazzaldia. Un poco más allá jugaban a pintar cartulinas sin salirse del borde. Y en la siguiente mesa lo que coloreaban eran camisetas. Cerca de ellos había un par de bancos para los padres que esperan, como cuando los chicos vamos a las tiendas de ropa.

Una de las actividades de mayor éxito era un pintacaras temático para amantes de la música en el que, y citamos textualmente las palabras de la presentadora del Txikijazz, “los niños se pueden convertir en estrellas de rock por unas horas, la que dura la pintura en su cara”. Sin comerlo ni beberlo la chica bien pudo haber dado la definición de más de un grupo musical adulto.

Jazzaldia 2017: Un domingo soleado

Los grupos contaron con una abarrotada asistencia a sus conciertos en la zona gratuita del Jazzaldia.

El Jazzaldia llegaba a su ecuador con el sol como aliado. El astro luminoso – de los otros, los musiqueros, ya ha habido varios durante estos días de Festival- se instaló en la ciudad tras varios días semioculto, convirtiendo el domingo en “día de descanSol”. Más de uno miraba a las piscinas del Tin Tin Zurriola, alejadas de los rigores de la bandera roja que ayer capitaneaba la playa del lugar, con ojos de refrescante ilegalidad. La de quedarse con lo mínimo y pegarse un rápido chapuzón.

El “donostiarrus festivalensis”, preparado para todo tipo de situaciones, embadurnó su cogote con cremas de protección 80, tapando sus pelambreras o la ausencia de las mismas con viseras, sombreros de paja, pañuelos, programas de mano y hasta mangas de jersey. Lo que fuera con tal de no perderse los conciertos que inundaban las terrazas de la zona gratuita. Explanadas repletas de gente desde los primeros compases de las actuaciones.

Músicas que derriten

Houston Person acababa su triplete de conciertos en el Escenario Frigo. Espacio que volvió a derretirse ante la belleza del experimentado soplador y sus socios. La gente, entre los que había algunos repetidores de anteriores pases de Person, volvió a agradecer la pericia y ejecución de los músicos, quienes también sufrieron los vigores de la estrella luminosa sin poder apartarse de los rayos. El propio Houston empezó a esquivar el sol como pudo para acabar poniéndose un gorro de playa. ¿Elegante? Práctico al menos sí que parecía ser.

El set volvió a mezclar momentos de gran belleza romántica con homenajes briosos a temas de ayer, hoy y siempre. La gente aplaudió como si no hubiera un mañana, frase que gana peso cuando vemos la climatología que se espera hoy, lluviosa cuando menos.

La vitoriana afincada en Londres Elena Echave, que había estirado los vermús hasta llegar a la zona de conciertos, asistía al show de Person atenta, pero menos. “En verdad he venido a ver a Of Montreal. Y a mis amigos, claro. Llevo diez años asistiendo al Jazzaldia, y me encanta pasear estos días por los escenarios, picar de un sitio y otro. También intentaré ver a Fantastic Negrito, que lo he catado en youtube y tiene rollazo”. Traducción: le gusta el estilo blues contemporáneo del norteamericano.

Jazzaldia 2017: Elena setien, música de otro mundo (mejor)

La donostiarra Elena Setién encandiló a los presentes en la actuación ofrecida en el Museo San Telmo

El Espacio Fundación SGAE, dedicado casi en exclusiva este Jazzaldia a homenajear a los grandes (cuando no era por los 100 años del nacimiento de Ella Fitzgerald va a ser por los 50 de la muerte de John Coltrane), guardó un espacio para la compositora Elena Setién en el mañaneo dominguero. Una cita que agotó su taquillaje hace semanas. La urgencia por hacernos con un ticket nos dio la razón: La autora que impresionó en su estreno en la Sala Club del Vitoria Eugenia confirmó -y mejoró- todo lo bueno pensado aquel día. El incremento afectó también a su formación. Al trío habitual se le añadió un invitado especial: el guitarrista Niklas Knudsen, miembro de la banda Ibrahim Electric.

Tras saludar al público comenzó un viaje que terminaría más allá del concierto. Un arranque con ella al gran piano de cola – tuvo hasta 3 teclados a su disposición- , inspiraciones de los mejores Lambchop y una ambientación country que acabaría sobrevolando buena aparte de su set.

El primer sartenazo emocional llegó con “Dream & Nightmare”, un baladón como la copa de un vino que podría haber sido firmado por el Rufus Wainwright menos alocado. En un momento del tema, sin saber muy bien por qué, vimos que nuestro brazo erizaba sus vellos y la belleza sonora que nos llegaba nos tocaba la tecla de la emoción. Como cuando se nos mete algo en el ojo, ya me entienden.

La trotona “Rosildo” mostró el lado rockero de la cita. “I forget about you” se presentó como un mantra y acabó siendo una mezcla de canto indio, blues y nana infantil. Suena raro así escrito, pero sonó precioso bajo la jaima de San Telmo. Los experimentos con los pedales de loop (“Strange bird”) confirmaron que, además de una gran creatividad, Elena Setién tiene una voz de aúpa. También hubo pop desafiante (“Old Jamie”), melodías que casi dejan pequeña a Feist (“The Old Tree”), momentos de épica efectiva (“We see you shining for a while”) y cierres espectaculares (“Milky way”). El muy merecido aplauso la hizo volver a ofrecer un bis solitario.

Decíamos que el viaje nos llevó más allá del concierto sin nosotros darnos mucha cuenta. Al abandonar el museo, caminando entre los mares de turistas que nos invaden estas fechas, tuvimos la sensación de que retornábamos de otro planeta, como caídos de una cápsula espacial. Un mundo que se nos antojó mejor, encantados con las sensaciones de las canciones escuchadas, mirando al resto de los paseantes con cara de “Os lo habéis perdido. Peor para vosotros. Ha sido alucinante”.

Jazzaldia 2017: Un vendaval de etiquetas y tornados

Ray Gelato y Houston Person llenaron de calidad las terrazas de Zurriola, con Niña Coyote eta Chico Tornado como rockero complemento.

Vivimos rodeados de etiquetas. Las que vienen adheridas a nuestras camisetas, por ejemplo, pueden dar para una amena lectura en un viaje en tren. Otras las usamos para afirmar que un colega es de un equipo concreto de fútbol o que otro es “concebollista” en lo relacionado con las tortillas de patatas. Hasta nosotros, los periodistas, las empleamos para intentar explicarles por dónde pueden ir los tiros de un grupo. Pero la reina de todas ellas, la más empleada y famosa estos días, son las etiquetas de internet. Las que se añaden a las fotos o mensajes que se suben a las redes sociales. Los hashtags, que se dice en el argot.

Darse un paseo por las dedicadas a este nuestro #Jazzaldia es un buen ejemplo del éxito del festival. Imaginen si la marca funciona que la palabra es empleada con fines promocionales por bares, comerciantes, tiendas, marcas, pastelerías, agencias de viajes, clínicas dentales y fontanerías.

Mucho jazzaldia en redes sociales

Como bien supondrán, The Pretenders y su oscura actuación (hablo de las ropas, porque las crónicas especializadas lo denominaron como sobresaliente y más allá) se llevaron la palma en la subcategoría de “gente como usted y yo colgando fotos”. También hubo mucho grupo de amigos sacándose autofotos. O archivos de otros escenarios, los de pago. Y atardeceres, demonios, que el del viernes pasado dio para un álbum completo. Conceptos que, con otros objetivos y distintos acompañantes, seguirán poblando las redes sociales estos días.

Pero uno no puede evitar ponerse “vintage” en sus recuerdos. Y rememorar cuando el término “etiqueta” se refería al porte y la distinción. Por eso, en estos días de tocar en shorts porque hace calor, es un gustazo asistir a conciertos en los que los músicos siguen calzándose una chaqueta y un pantalón de tela aunque ahí fuera, donde estamos nosotros, pueda hacer treinta grados o más. Casualmente, dichas perchas suelen interpretar sonidos igual de distinguidos y seductores.

Jazzaldia 2017: Un arranque con carisma

Las particularidades del calendario gregoriano, junto con las selección de días por la organización y las fechas libres de las giras internacionales de los nombres potentes, ha hecho que este Jazzaldia pinte fantástico hasta en cuestiones laborales. Con una fiesta inicial que arrancaba en viernes tarde, un puente el lunes – para algunos- y fiesta el martes, el equilibrismo fiestero pocas veces estuvo mejor dispuesto.

Mientras el Escenario Skoda daba sus últimos toques en Alderdi Eder para el tute que va a tener estos días, dirigimos nuestros pasos hacia el escenario Nauticool. El DJ Mute All, con 30 años de experiencia pinchando – ni los antiguos “practicantes” poniendo inyecciones, señores- ejercía labores de calentamiento del alma y las piernas. Una especie de rodillo previo a la gran etapa del tour sonoro que nos esperaba. A su vera un paseo despistado de gente, aún más atraída por las vistas que por los sonidos. Seguro que el partido fue mejorando con el paso de los minutos. La música que allí sonaba bien lo merecía.

Lejos de intentar adivinar temas con la aplicación Shazam del móvil, los sonidos “nu jazz” (estilo que mezcla elementos jazzísticos con funk, soul o música electrónica) invitaban a dejarse llevar. A quienes nos cuesta desconectar la cita se antojó fantástica. Y sin “pintxopotes” que pudieran minimizar el acto musical en sí.

La posterior entrada de un nuevo jugador en idéntico emplazamiento, el bilbaíno Parrucho, subió las revoluciones de la tarde. Puro “groove” (término empleado para describir el tipo de música que incita al baile) con buenos guiños a La Fania que nos preparó cual masajista para la fiesta que nos esperaba en la Playa de Zurriola. El conocido como “Jazz Band Ball”, foco principal del día.

La zona estaba que ni Primark el día que reponen las famosas tacitas. Un cuarto de hora antes de empezar ya no quedaba una silla libre en la zona del Escenario Frigo. Un ambiente familiar, desde niños a abuelos, expectantes todos ante el estreno del Jazzaldia. Hasta hubo una división de opiniones entre dos grupos de personas por un “quítame allá esas siete sillas que he ocupado para gente que va a venir en un rato”. Se mascó la tragedia, aunque al final no llegó la sangre al río.

Jazzaldia 2017: ampliando la fiesta gratuita.

El certamen inaugura nuevos escenarios en la capital y extiende su oferta a Orio y Villabona.

Que el Jazzaldia es una muestra “salsera” lo vemos cada año en su menú musical, un firme paseo entre lo asentado y lo rupturista. Una apuesta que también se refleja en unos eventos gratuitos que este año alcanzan una cantidad realmente reseñable: 65 conciertos y 12 sesiones de DJs. A repartirse entre emplazamientos conocidos y otros nuevos que irrumpen en la lista oficial.

La mayor apuesta novedosa de este Jazzaldia “de balde” se llevará a cabo en los jardines de Alderdi Eder, frente al Ayuntamiento de la ciudad. Sede habitual de cañonazos festivos y tamborradas infantiles, la explanada del Consistorio recupera su antiguo esplendor jazzero con ese Espacio Skoda colocado de espaldas al mar. Una localización que ya jugó un papel importante en la reactivación del festival allá por los años 90, con las actuaciones de los Blues Brothers y John Mayall.

La propuesta para esta edición es bien atractiva. A partir de mañana se podrá disfrutar del refrescante Ray Gelato, el clasicismo de Donny McCaslin, las festivas versiones de Lucky Chops y la pegada hip-hop de Sir The Baptist, autor que esta noche cerrará el escenario Heineken de la playa.

Para rematar el cartel la organización recluta a dos de las bandas donostiarras con mayor proyección (Luma, Grande Days), presentando además la única actuación nacional de la británica Anna Meredith. Su disco “Warmints” es un maravilloso compendio de música electrónica e instrumentos orquestales con gusto por la concreción pop. Los comentarios más efusivos de internet hablan de sus similitudes con The New Pornographers, con frases tipo “Young Marble Giants meets Nirvana”. Casi nada. Huele a delicatessen oculta del festival.

Pero no todo el ágape se desarrolla en los jardines de palacio. En la zona de Sagüés se instalará un nuevo espacio en el que actuarán los inquebrantables Sky Beats (hoy y mañana) y una suerte de “hall of fame” local (con JM Dorronsoro y Mikel Makala, entre otros) que homenajeará a Dizzy Gillespie el 24 de julio.
Este año el Jazzaldia se expande a Villabona (22 de julio) y Orio (23 de julio). Poblaciones que disfrutarán de la actuación “El Quinteto de Deborah Carter: 100 años del nacimiento de Ella Fitzgerald”, donde la excelente vocalista – y profesora de Musikene- recordará el repertorio de la que se conoce como Gran Dama de la Canción.

Nuestro paseo de primicias finaliza el 24 de julio en la terraza de La Perla, en la playa de La Concha. Allí el barítono Kevin Mahogany y la Hervé Sellin Quartet seguirán mostrándose como paladín para recién llegados -por algo repiten en Txikijazz, las actividades que el Jazzaldia ofrece para los más pequeños- y resto de amantes de las estructuras menos turbadoras.