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Mes: julio 2018

Jazzaldia 2018: mucho reggae, cero reggaeton

Los conciertos gratuitos del Jazzaldia se extienden por la zona centro de la ciudad. El DJ local Ibon Errazkin pinchó música selecta en el Náutico, mientras una fiesta jamaicana inundó Alderdi Eder

El centro de Donostia es una ciudad hecha para pasear. El Jazzaldia se sube a la ola caminante y en apenas diez minutos coloca hasta tres escenarios gratuitos en su zona más turística. Los jardines de Alderdi Eder, el Naútico y el Museo San Telmo son los espacios en los que el festival extiende su oferta.

La pinacoteca situada en la Parte Vieja es la reina de las mañanas con un programa doble al que le llueven las buenas críticas. Pero nosotros fuimos directos al turno de tarde. Así, deambulando entre “selfies” costeros, oteando a la chavalería saltar desde las escaleras del Náutico, llegamos a la zona portuaria denominada Nauticool. Un espacio en el que estos días DJ´s de todos los colores sonoros convierten el espacio en un atardecer casi ibicenco.

No se asusten si no conocen a los autores anunciados en estos carteles. Son gente especializada en sonidos tórridos, exquisitos y briosos. Tonos alejados de la radiofórmula o los karaokes televisivos. A veces escucharán música afroamericana, latinismos acelerados – sin llegar al reggaeton, como bien apuntó el director Miguel Martín- o contoneos brasileños.

La “gozadera” se amplificaba ayer con los cortes seleccionados por Ibon Errazkin. uno de los personajes más creativos, influyentes y respetados de la escena independiente popera. Tras un inicio con un volumen heredado del cierre de la noche anterior, la mayor adecuación del mismo al espacio y el ambiente permitió disfrutar de su siempre exquisita selección musical. Hubo dub y raggamuffin, que suena a magdalena cuqui pero es un tipo de reggae. También lanzó cosas disco dignas del Studio 54. Le habríamos pedido una lista de todo lo que estaba sonando, pero nos tememos que eso es como pedirle los trucos a un mago.

En 16 pasos contados llegamos al set de Alderdi Eder, frente al Ayuntamiento. Un sitio de postal. Los cientos de turistas que se sacan fotos en el paseo lo confirman. Un escenario con la bahía a la espalda, el carrusel a un lado y el antiguo Gran Casino al otro. Ni el coche de la marca que paga el montaje quiso perderse la cita.

La tarde de ayer estaba marcada a fuego en la agenda de muchos musiqueros. El mítico sello Trojan Records, casa de algunos de los más afamados autores de música jamaicana (Desmond Dekker, Toots & The Maytals, Jimmy Cliff), se montaba una francachela para celebrar sus 50 años de vida editorial. Al festejo en formato Sound System -un potente equipo de sonido, un pinchadiscos poniendo temas- se sumaron Dennis Alcapone y Dawn Penn.

No vimos a los nombrados. Normal, la fiesta duraba cuatro horas y las urgencias de este texto no nos permitieron disfrutarla en su totalidad. En nuestra parada el pincha, con un polo que recogía los colores de la bandera de Jamaica, lanzaba singles, remezclas de temas afamados (“Exodus”, de Bob Marley y sus Wailers) y hacía las delicias del numeroso público presente.

Publicado en El Diario Vasco

Jazzaldia 2018: dobles pases explosivos

La banda Endangered Blood despuntó entre la calidad del resto de los conciertos de las terrazas del Kursaal.

Nuestro Jazzaldia tiene muchas cosas buenas. Como enumerarlas todas iba a ocupar buena parte de este texto, hoy nos centraremos en una de las mejores: los pases dobles de algunas bandas. Lejos de los usos y costumbres de otros macrofestivales, estos días hay formaciones que actúan en dos días distintos. Y quienes tienen la agenda apretada una tarde siempre pueden intentarlo a la siguiente.

Hicimos uso de esta oportunidad ayer mismo, y nos acercamos al segundo bolo de Endangered Blood. Un cuarteto cuyos miembros se han bregado con autores como Mike Patton, Uri Caine y John Zorn. Una banda que se formó con la intención de dar un concierto para pagar las facturas médicas del colega Andrew D’Angelo – así se las gastan en EEUU- y que llegaba a Guipuzcoa en plena forma.

Tras un inicio suave, con piezas que se podían acercar a la salsa o lo arabesco, la lista de canciones fue ganando quilates. Fue un set lleno de músculo, agitado y hasta revuelto, derrapante, explosivo. Atractivo y sinuoso. El momento exigía atención, pero si se la dabas el aluvión de ideas te atrapaba. Decir que el Escenario Coca Cola se les quedó pequeño es demasiado mundano. Era el mundo el que parecía encogerse ante sus composiciones. Chapeau, “bloodiers”

En el Escenario Frigo el público también disfrutó con la propuesta. Ayer la cosa iba de baterías. La experimentada banda de Iparralde llamada Double Drums Quartet contaba con dos pegadores, padre e hija, en su formación. Unos y otros se lanzaron a los estándares con finura, poniendo siempre el foco en la novedad sin que ésta se comiera al resto. Los timbales fueron los protagonistas, jugando mucho y bien a la hora de dialogar entre ellos y cambiarle el aire a las diferentes partes de un mismo tema.

El certamen siempre ha dedicado buena parte de su programación sin cargo a las bandas del norte de los Pirineos. Ahí estaba para demostrarlo ayer el saxofonista francés Éric Séva, quien llegaba a la ciudad con su quinteto. Venía con la etiqueta de amante del blues, y hubo momentos para ello con la inclusión de un cantante que, es sano admitirlo, tuvo días mejores a nivel vocal. La banda escoró la música del sur de Estados Unidos hacia conceptos más jazzeros, en una zona cuyo suelo mullido atrajo a las familias con niños pequeños. Ellos, los nenes, fueron los que más bailaron con los sonidos del grupo.

Publicado en El Diario Vasco

Jazzaldia 2018: arranca la parranda playera

La fiesta inaugural de las terrazas del Kursaal volvió a ofrecer un sabroso picoteo melódico a cielo abierto

En Pamplona tienen el chupinazo. Nuestra Semana Grande se honra de tener un cañonazo. Y el Jazzaldia, para seguir con los “-azos” festivos, inicia sus celebraciones musicales con un pelotazo sonoro de entrada gratuíta en el que abunda la pluralidad creativa. Ellos lo llaman de manera oficial “Jazz Band Ball”, se celebra en la trasera del Kursaal y empieza a media tarde. Pero la gente de la calle lo conoce como el comienzo de las “senas de pikoteou” sonoro, que diría el quesero francés de aquel anuncio televisivo ambientado en París.

El festival también se asienta en los terrados, como el holgazán francés ese de las cenas. Pero tenemos otra clase, otro “savoir-faire”. En el Jazzaldia todo lo que se ofrece es fresco, hecho al momento, recién salido del horno, tocado e improvisado, jazzero y salsero en todas sus acepciones. Ahí estaba Rubén Blades como estrella del día inaugural para demostrar la amplitud de esa etiqueta. Y nada de echarse pintxos al plato y contar los palillos, “mon Dieu”. Aquí paseamos de garito en garito, del Escenario Frigo al Heineken pasando por el Verde o el Coca Cola, parando un rato si la ocasión lo merece.

Un tinglado que gusta

Así obraba el hernaniarra Pedro Gómez cuando le dimos el alto frente al concierto de Bruce Barth y sus colegas. “Acabamos de llegar de la playa y nos vamos a perder un poco por esta zona. Me encanta el tinglado que montan aquí. Tengo muchas ganas de ver a Rubén Blades, pero a ver si estos me dejan, que se hace un poco tarde para ellos”. Sus “estos/ellos” respondían al nombre de Ibai y Marta, niños que no tenían pinta de parar ni para tomar impulso.

Miedo me dio preguntar a estos infantes su opinión sobre el show del Bruce Barth Trio, quienes presentaban en el espacio Frigo su revisión de las composiciones del grupo psicodélico norteamericano The Grateful Dead. El concierto arrancó de forma estupenda, pero verles aún enfrascados en la etapa ”cantajuegos” nos frenó en la acometida.

Movimos el micro hasta la posición de Ana Epelde, una donostiarra rodeada de amigos y amigas a la que casi molestamos con nuestro saludo inicial, atenta como estaba a lo que sucedía sobre el tablado. “Conocía algunas canciones de los californianos. Pero este trío las hace irreconocibles. ¡Me está encantando!”. Lo dijo con tanto énfasis que deberíamos haber puesto la oración en mayúsculas.

Su ímpetu se contagió al resto de asistentes, que llenaron las sillas desde el primer minuto y gozaron de las composiciones del trío. Temas plagados de solos que aplaudieron a rabiar. Melodías de gran elegancia que conformaron lo que probablemente fue el momento más exquisito de esta primera tanda. El jefe de la banda, el señor Barth, salió con una camisa que ni Chicote en sus pesadillas cocineras. Fue lo de menos, porque la velada discurrió tersa y elegante. Suave como la noche que comenzaba a caer.

Energías juveniles

En la Terraza Heineken asistimos el despliegue del tremebundo Tom Ibarra mientras la zona iba aumentando el número de visitantes. El joven guitarrista francés (¡18 años!) actuaba en formato quinteto, con una formación en la que abundaba la muchachada. Lejos de pillarse el foco principal en solitario, el de Bergerac dejó mucho espacio a sus compañeros, quedando el saxofonista como teórico director de escena. Unos y otros discurrieron por pasajes tendentes a la balada en los que no faltaron los brincos funk. Una energía esperada y deseada, demonios, que son zagales antes que virtuosos.

En Donostia el compositor Ibarra le echó “piparras” a sus rasgados, dejando ojipláticos a los allá presentes con sus acordes imposibles. Un trabajo que destacó por su elegancia y finura más que por la rapidez en los pulsos. Seguro que el festival ya le ha echado el ojo a Jazzindia, proyecto paralelo en el que Tom fusiona el jazz y la música clásica indostánica.

Por último, pero no menos importante, atendimos al Espacio Coca Cola, “txoko” escorado y con arbolillos situado en el propio paseo de la playa. Los conocidos miembros del combo Trizak (el saxosofonista Julen Izarra, Jon Piris al contrabajo y Hasier Oleaga a la batería) desplegaban sus pasos jazzeros con dulzura y cierta ternura nocturna, muy acorde con las nubes que comenzaban a poblar la zona. La brisa que llegaba del mar se mezclaba con las frases de la gente. En el aire flotaban las palabras “Blades” y “GoGo Penguin” como los nombres más relevantes de un turno nocturno que escapaba a nuestros escritos.

Jazzaldia 2018: Músicas para todos los gustos

Decenas de conciertos conforman la rica oferta gratuita de las terrazas del Kursaal

El Jazzaldia que hoy comienza siempre se ha caracterizado por ofertar música de gran calidad sin tener que pagar una entrada para disfrutarla. Con las terrazas del Kursaal como centro relevante de actividades, el certamen mantiene una vertiente popular y social que cuida con esmero. Un capítulo en el que hay jazz, por supuesto, pero también músicas de otros colores. O sonidos de “amplio espectro”, que diría el Doctor House sobre sus medicinas.

Mientras el Escenario Verde acogerá estrellas de relumbrón como Rubén Blades, fiestorros de donostiarrismo popero (Amateur y Mikel Erentxun), apuestas de futuro que le pegan un buen bocado al presente (Izaro) y potentes autoras foráneas (Anna Calvi), la vida se extenderá más allá de las actuaciones que veremos y escucharemos con los pies metidos en la arena.

La variedad está asegurada en los tres escenarios de las terrazas situadas en la parte trasera del Kursaal. Si les tira el rollete juvenil este domingo tienen a Nerabe arreándole a post-punk hedonista. A los amantes del pop experimental de raíces les recomendamos ir a Beñat eta Julen Achiary & Joseba Irazoki y su espectáculo “Bashoan” el próximo sábado. Sin salir del euskera como idioma cantor los chicos folk-poperos de Oso Fan actuarán en la Terraza Heineken el domingo. Y fusionando pasado y futuro verán esta noche al combo GoGo Penguin. Un trío británico al que le chifla Aphex Twin, John Cage, Debussy y Massive Attack. Menudas cuatro patas para un banco sonoro…

Baño jazzero

Si lo suyo es el jazz el baño que se van a pegar será de los que dejan arrugas en los dedos. Por destacar algunos eventos gratuitos nos quedaremos con el “Endangered Blood” (jueves y viernes en el Espacio Coca Cola), el niño prodigio Tom Ibarra (hoy en la Terraza Heineken) o el momentazo de Bruce Barth y sus colegas deconstruyendo las ácidas tonadas del grupo Grateful Dead (esta noche, en el espacio Frigo). La fiebre -jazzera- del sábado noche podrá satisfacerse con el estiloso pianista galo Hervé Sellin y su trío en la Terraza Heineken.

Y hay nombres que, más allá de su calidad y firmeza, no dejan de ser una invitación: ¿Acaso ustedes se perderían un concierto protagonizado por la banda “The Machetazo” (domingo)? ¿Y un bolo con dos baterías (Double Drums Quartet, este viernes) ¿Acaso evitarían un vistazo a quienes el 29 de este mes se presentarán bajo la etiqueta de “Furia Txistulari” sin tocar ni por asomo el mencionado instrumento tradicional vasco? Anden tranquilos con las denominaciones. Más allá del innegable gancho nominal unos y otros se arropan en el jazz.

La Donostia orquestal

Y habrá grandes orquestas, claro, evidentemente, cómo no. El formato que tan bien ha calado siempre entre los espectadores de estas explanadas tiene un par de muescas en esta edición. La Reunion Big Band (viernes, Espacio Frigo) y la agrupación de la Escuela de Música y Danza de Donostia (el sábado en idéntico emplazamiento) harán las delicias de los seguidores de estas composiciones antiguas de porte tan distinguido. Se augura una pelea de sillas en estos eventos, dado que otros años estas sonatas se desplegaban frente al más espacioso Escenario Frigo. ¡Qué seria de un acto donostiarra sin estas pequeñas mini polémicas!

Resumiendo: acudan, picoteen, alucinen, prueben, bailen, gocen y si encuentran algo mejor en otro tablado de estas zonas gratuitas, vayan a él con respeto y sin mayores vergüenzas. Estos escenarios ofrecen un arcoíris de melodías en el que más pronto que tarde podrán toparse con algo de su color favorito.

Publicado en El Diario Vasco

Musikagela Fest: Tórrida fiesta de fin de curso

La idea de montar actividades en los parques siempre es un acierto. El plan de unir música, suelo mullido y reuniones de amigos no suele fallar nunca. El Jardín de la Memoria situado en Riberas de Loiola fue el escenario de la primera edición de este Musikagela Fest coordinado por la propuesta municipal Musikagela. Un servicio público que apoya a los grupos de la ciudad con locales de ensayo, conciertos y cursos especializados.

El evento comenzó sobre las once de la mañana con una clase práctica de “beatboxing”, la recreación de patrones rítmicos y sonidos musicales usando sólo la boca, los labios y las cuerdas vocales. Los niños y sus padres atendieron encantados las explicaciones de Orodreth, un “beatboxer” de Barakaldo. La clase acabó con un divertido juego en el que los más pequeños fueron añadiendo y solapando sonidos de animales realizados por ellos mismos.

Cerca, bajo unas sombrillas, se arremolinaban otros nenes en un taller de dibujo de inspiración rockera. A su vera los mayores buscaban un quitasol. El parque no se caracteriza por ser un lugar frondoso y el día había amanecido tórrido a rabiar.

Rulo: rock distinguido

Intérprete: Raúl Gutiérrez “Rulo”. Lugar: Convent Garden (Donostia). Día: 12 de julio. Asistencia: lleno, unas 150 personas

El rock urbano ha ido mutando como lo hacen las propias ciudades. Ya no es cuestión de escenarios descascarillados ni cables sueltos. Ahora todo es más peatonal, vecinal, respetuoso y coexistente. Y hay gente, como los asistentes al concierto de Raúl Gutiérrez “Rulo” del pasado jueves, que agradecen estos cambios.

El de Reinosa llegó a Donostia dentro del ciclo “Live The Roof”, serie de actuaciones realizadas en azoteas de sitios distinguidos por su localización o vistas. El Convent Garden de nuestra capital se convirtió en una terraza cuqui. Por haber hasta hubo un dibujante (Martín Muro) elaborando un cuadro en directo. “¡Vaya sitio!”, decían los invitados que se acercaron al terrazo por cuestiones no puramente musicales. El pequeño luminoso publicitario que rezaba “Live The Sunset” (“Disfruta del atardecer”) les daba la razón.

Tras el anuncio se dispusieron las guitarras y el piano que el compositor dispondría para el evento. Y frente al cantante, gente sentada desde media hora antes del comienzo. Atenta, nerviosa, excitada. Es un planazo tener a un autor que adoras a esta distancia cercana y cantando de manera tan natural. Y respetarle hasta la timidez, que es algo muy donostiarra.

No fueron pocas las veces que Rulo invitó a los presentes a cantar sus temas. La respuesta, al comienzo murmurada, fue ganando decibelios con el paso de los minutos. “Es normal, hemos empezado a la hora de los Cantajuegos”, dijo el antiguo vocalista de La Fuga en otro guiño al respetable.

Desde la inicial “Objetos perdidos” hasta el cierre con “El vals del adiós” el cántabro fue un compendio de buenas maneras. Cercano y jovial, presentó todas las canciones de manera simpática o detallada con la confidencia que ofrecía el espacio. Tiró del piano en “Mi cenicienta” o “Heridas del Rock and roll”, abrazó las doce cuerdas de la acústica en “La balada del despertador” y disfrutó en temas tan aplaudidos como “Por verte sonreir” o “32 escaleras”. Con letras sobre amores y desamores, papeles de fumar y trasnoches que usaban rimas efectivas sin caer en el mamarrachismo simplón.

En total fueron 90 minutos que gustaron a todos. Los que no le conocían soltaban un “¡Qué majo!” al finalizar el acto. Los fans hicieron que el recorrido entre el escenario y el reservado tuviera numerosas paradas para fotos y besos. Supongo que todo eso mezclado puede servir como ejemplo de un acto exitoso.

El cántabro Rulo actúa hoy en una terraza hostelera donostiarra

Los fans del rock patrio tienen una cita ineludible esta noche en el Convent Garden donostiarra. El cantante Raúl Gutiérrez «Rulo» pisa el mirador del establecimiento de la calle Easo para ofrecer la versión acústica de sus temas más famosos gracias a la propuesta “Live The Roof”. Un ciclo veraniego de conciertos que se celebra en terrazas de trece ciudades españolas buscando crear una atmósfera íntima entre los artistas y el público. En palabras de los promotores, la idea defiende “rememorar aquel mítico concierto de los Beatles sobre una azotea. Un momento que muchos artistas del planeta han querido homenajear”.

Rulo y su banda, llamada “La Contrabanda”, han cosechado un gran éxito con la publicación del disco “El doble de tu mitad”. Un CD lanzado en el 2016 que ha llegado al número uno en las listas más relevantes. Un hecho que le ha permitido realizar innumerables conciertos a lo largo y ancho del mundo latino. Su última gira “Objetos Perdidos”, con músicos entre los que destacaba el batería tolosarra Karlos Aranzegi, ha sido un paseo triunfal que ha agotado el taquillaje en 21 localidades antes de finalizar hace unas semanas en el Nuevo Teatro Alcalá de Madrid.

Aparcados los grandes escenarios, las cortinas de los teatros y los focos cenitales, Rulo aligera el equipaje para subirse a los tejados y reinterpretar sus melodías más conocidas en un formato más íntimo, aprovechando la cercanía de sus seguidores para ofrecer algunas sorpresas. La cita guipuzcoana ha agotado el papel, sumándose así a la moda “rulista” de vender todos los tickets por adelantado. El ciclo “Live The Roof” se completa en nuestra capital con las actuaciones de los sevillanos Full (7 de septiembre) y el indie clásico de La Habitación Roja (22 de septiembre).