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Mes: julio 2016

Jazzaldia 2016: Si la cosa funciona…

El Jazzaldia cerró sus escenarios gratuitos con música vaquera, DJs caribeños y grandes orquestas

Abonos del Kursaal agotados. Ibrahim Maalouf agotado(r). Cosas más “cuquis” como el Workshopp de Lyon o lo de Josemi Carmona, agotados. Steve Coleman o Diana Krall, el gran nombre de ayer, agotados. Que el Jazzaldia siga gastando libretas de tickets hasta el último momento habla de la buena salud del certamen más allá de fiestas de guardar y puentes que festejar. Tampoco se le puede negar que ha sabido aprovechar la ola del aumento de visitantes que ha tenido la capital guipuzcoana estos días y semanas.

Las zonas gratuitas del festival han sido un hervidero de patas. Por allí se han agotado cosas, como mis piernas de potrillo y algunas botellas de refrescos de manera puntual. Pero es que ha vuelto a ser otro éxito, no sé si de crítica, pero sí de público. Aquí van unos números del domingo, por ejemplo: Charles Bradley, 10.000. Txikijazz, 3500. Grupo Fantasma, 6000. El propio Miguel Martin, gerifalte del Jazzaldia, comentaba antes de la retreta final de actividades que sus sumas alcanzaban ya las 170.000 unidades. Si usted es de los míos y lleva fatal eso de lo números, debiendo contar si en realidad hay once jugadores cuando la Real Sociedad juega sus partidos, le daré pistas sencillas: en todas partes había un mundo.

En la zona de las terrazas el lunes arrancaba madrugador. La gente aún comentaba los puntos culminantes de jornadas anteriores: Que si Charles Bradley fue genial pero corto, que muy bonito lo de Trilok Gurtu, que si había que hacer más cosas como lo de Bertsojazza (improvisaciones de bertsolaris y músicos), que Organ Summit fue una preciosidad… Esos son unas opiniones, y si no le gustan tengo otras. Pero todas se centran en lo positivo de este o aquel momento.

Jazzaldia 2016: Entre Zuloaga y un patio de San Telmo

El enésimo acierto del Jazzaldia se llama Espacio Fundación SGAE y está situado en un patio del Museo San Telmo. Su programación diurna es otro gancho para quienes tengan deberes familiares o se acerquen a la parte vieja donostiarra a otras labores más turístico-alimentarias.

El domingo hubo dos citas antes de la hora de comer. La primera llegó de la mano de la Broken Brothers Brass Band, un octeto parrandero que se basa en las orquestas contemporáneas de Nueva Orleans. Un paseo vivaracho y enérgico que comenzó en la Plaza Zuloaga y vimos marchar hacia la calle 31 de Agosto. Aquello parecía la banda de Hamelin, con decenas de personas siguiendo sus pasos. Si algún día Ansorena decide aparcar los paseos capitalinos de sus txistularis mañaneros estos hermanos sopladores serían un relevo estupendo.

En la entrada del txoko SGAE nos cruzamos con Miguel Martín, director del festival. «Ojo con estos franceses que actúan ahora. Van a ampliar tu perspectiva musical», dijo sin rubor. Y acertó. Lo del Workshop de Lyon fue una cosa ‘fantabulosa’. Cuatro chalados con edad para protagonizar un remake de ‘Cocoon’, que en teoría debían estar ejerciendo de ‘comepintxos’ por las calles cercanas, dedicando -magníficos- temas a gente con la que se habían cruzado en su vida: que si un cabrero, que si una cantante francesa, que si un tipo que pintaba lágrimas de sangre a los maniquíes… La música no se quedó atrás, con libertinos pasajes de jazz, alguna brutalidad a lo John Zorn y mucho folk agitado. Eso sí que eran ‘piezas’ de museo, y no algunas de las que se pueden ver en las salas de estos espacios. No me quiero ni imaginar la que pueden liar estos cuatreros con sus colegas hoy en el Victoria Eugenia con La Marmite Infernale.

Jazzaldia 2016: El domingo se convirtió en el nuevo sábado

El festival gozó de su enésimo éxito de público en unas actuaciones que permitieron gozar del jazz y los sones latinos.

Las bondades del calendario nos han regalado un sábado más en el Jazzaldia. Siendo el lunes no laborable por cuestiones de santoral, la programación habitual de este día de descanso descansó lo justo. Y por eso se disfrazó de “víspera de fiesta”, con muchos eventos llenos de vitalidad situados a lo largo y ancho de las zonas gratuitas del festival.

Un buen ejemplo han sido los conciertos de la Plaza de la Constitución, el Escenario Skoda que ha viajado entre el jazz y el soul. Y el blues, apuntamos, porque ayer también se llenó en el concierto de Paul San Martin y Romain Gratalon. La gente, que parece no tener casa, volvió a responder de manera masiva. Nunca piensen ustedes que una explanada o una terraza están llenas de gente. Siempre cabe uno más. Como en el metro de Japón.

Algo más cercanos, desde Burdeos (Francia), llegaban los cuatro socios de la Edmond Bilal Band al escenario Coca Cola, quienes repiten aparición esta noche en idéntica zona. Fueron la opción más oscura y nocturna de la tarde. En la Terraza Heineken asistimos a un pase único en diversidad, el de la cantante británica Eska Mtungwazi. Colaboradora de las travesuras sonoras de Grace Jones, Bobby McFerrin y Cinematic Orchestra, su voz fue el protagonista principal de un concierto algo difuso. No lo decimos nosotros, lo dicen nuestros entrevistados. La madrileña “pero pon que nacida en Don Benito, Badajoz” Raquel González opinaba que “más allá de una voz espectacular, el conjunto no me entusiasma. Me gustaron más los Rural Zombies de la noche del sábado”. En similar cuerda se posicionaba el irundarra Jesus Miguel Gimeno. “Es muy borroso lo de esta señora, muy disperso. Le falta unidad al conjunto. Me ha gustado la parte de raíz jamaicana, pero esa sección desgraciadamente se ha acabado muy pronto”. No todas las opiniones parecían tirar por esos derroteros. La cantante se hartó de saludar a fans y sacarse fotos con ellos en el paseillo que había entre el escenario y los camerinos.

Jazzaldia 2016: Chaparrón de melodías

Nos pillaba el sábado con el chubasquero en el capazo. Fue imposible no coger un paraguas, un impermeable o una bolsa de la compra por si la lluvia nos visitaba con intensidad, como sucedió durante toda la mañana.

Con las bajas borrascas aún azuzando al personal iniciamos el paseo sabatino en la zona del Náutico, en el llamado Nauticool, donde los DJs animan el lugar con sus selecciones musicales. En nuestra visita el jefe se llamaba Mr. Patxi “Crazy Legs”, uno de los mayores responsables de que en nuestra Donostia haya calado – hasta los verbos nos brotan lluviosos hoy- la cultura del swing, un estilo de jazz que se originó en Estados Unidos hacia finales de 1920. Casi un siglo después estas tonadas se siguen bailando por sus acólitos, como bien vimos en este txoko. Ayer se contoneaban unas veinte parejas, con otras tantas personas sacando fotos del momento en la abarrotada terraza con vistas al mar. Una gozada para quienes nos movemos como robots estropeados.

Paseamos por el Boulevard, un recorrido que ni con el cielo cubierto pierde su capacidad de atracción para los visitantes. Buena prueba de ello es la concurrida oficina de turismo. Y las tiendas que vendían resguardos frente a los chaparrones. ¿Sabían que existen unas fundas impermeables llamadas “Festival Feet” que se emplean para ir siempre con los pies secos?

Llegamos a la zona playera, en la que vimos un ejemplo del método empleado por el Jazzaldia para calcular el número de asistentes. Un gran marco-portería rectangular, colocado en las dos entradas a estas terrazas, afina la pericia de los encargados de contabilizar los espectadores.

Una energía casi invisible nos dirigió hacia el show de Grupo Fantasma. Un fantástico conjunto de músicos latinos afincados en Austin (Texas), en la que destacaba una percusión mandona, reinante, ejecutada por hasta tres músicos a la vez. Y unos sopladores que dotaban de vida al conjunto. Su mezcla de sones latinos y fronterizos gustó a la creciente asistencia. Los “Fantasmas” repiten cita hoy, esta vez en el importante Escenario Principal de la playa. Un buen momento para volver a practicar aquellos bailes latinos que aprendíeron ustedes allá por los años 90.

Interesante a rabiar la propuesta de Igelaren Banda. No solo por sus integrantes, claro, aunque también dan lustre: Bixente Martinez estuvo en Oskorri, Amaiur Karajabile se foguea con Benito Lertxundi. Y la tercera pata, el baterista Oleaga, poca presentación necesita en este certamen. Juntos se apoyan en nuestra música tradicional para idear versiones instrumentales con ricos añadidos. Porque para eso están las tradiciones. Para moldearlas, voltearlas, reconstruirlas y darles otra vida. La receta funciona. El de estas “ranas” un buen modelo en eso de las renovaciones sonoras locales.

Jazzaldia 2016: Aires de fiesta continua

El norteamericano Riley Walker fue el contrapunto folk a una tarde de clásicos de jazz y muchos juegos vocales

Ojalá todas las resacas festivaleras fueran como la que dejó el pelotazo inaugural del Jazzaldia. Un magnífico compendio entre ganchos populares y actuaciones estratosféricas. Supongo que no se le puede pedir más a la zona gratuita de un festival urbano. Que consiga ser un imán popular, como sucedió en el caso de Gloria Gaynor, con miles de personas batiendo la arena playera. Y que logre ofrecer momentazos como los que nos regalaron Dave Douglas y Marc Ribot con sus respectivas bandas. Estas últimas citas, tampoco se crean ustedes, bien abarrotadas de público amable, atento y ojiplático.

Pero no es nuestro certamen un tren que mire mucho al pasado cercano. Melancolías las justas. Máxime cuando la locomotora no para y en sus vagones tiene ofertas puristas, abiertas, bailarinas y mimosas. Y si además los que lo tocan son locales en estudios o nacimientos, pues la alegría aumenta. Porque la calidad de un gran cartel no solo la dan los nombres centelleantes. En la suma final también deben destacar, como es el caso, las agrupaciones con el nombre más pequeñito en el afiche.

Ayer tocaba pasearse por la cantera local a primera hora de la tarde. Un camino que inauguramos en la Terraza Heineken con Les Fous, cuarteto marchoso con pie y medio en lo vocal que fusiona soul, el pop más cercano al baladismo y el R&B. Con apoyo ocasional de un teclado o una percusión, tampoco pareció hacerles falta más cachivaches para lograr los aplausos de los presentes. Lo suyo es la diversión y acercarse a terrenos más teatreros.

Cerca de ellos, en el Escenario Frigo, el Luismi Segurado Trío formado en Musikene desplegaba las composiciones del salmantino Segurado bajo la formación de ataque de piano, bajo y batería. Podrían atacar clásicos, pero se les notaba más nervio, más elegancia, otro punto más vivo e ingenioso. Aunque no se les puede negar implicación. El cantante admitió que su perro se llamaba Thelonious, por el famoso Monk. Luego que si los frikis son los de Star Wars y la serie televisiva Big Bang Theory. Ya.

En el tablado Coca Cola Kassandra Charalampi ponía voz a las composiciones de los Landiblé Sextet. Estos “musikenos” atacaban con acierto los estándares de jazz, dejando espacio para temas netamente originales. Su propuesta,apoyada sobre los clásicos más relajados, pedía un sitio más recogido y coqueto. Habrá que buscarlo en su agenda de conciertos.

Y complementaria a los grandes espacios festivaleros, pequeñita y matona, la mini carpa FNAC sigue este año dispuesta a dar guerra. Situada a la entrada de esta explanada, tuvo un buen estreno el jueves con la actuación del dúo Paddam, quienes ofrecieron un repaso afectuoso y cercano de la “chanson” francesa. Y el viernes se doctoró con la actuación de Nothing Box, uno de los grupos más punteros de nuestra capital costera.

Les intuíamos poperos, unos Artic Monkeys locales, con ese nervio que mostraron en su primer trabajo. Pero su concierto de ayer tuvo bastante más mala leche. El pequeño tapón que se hizo en la zona de paso general puede indicar que pronto les veremos en los escenarios oficiales de toldo patrocinado. Por cierto, ¿sabían que el nombre de este grupo viene de esa idea que afirma que los hombres cuentan con una caja mental especial, un espacio que usan cuando no quieren pensar en nada?

Su actuación fue un entrante perfecto para el primer concierto grande de la playa, el del norteamericano Riley Walker. Ya pudimos disfrutarle en la ciudad un martes cualquiera de hace ahora un año, acústica en ristre, en el hiperactivo Dabadaba. Tocaba la hora de la confirmación a banda completa, con un contrabajista y un batería. Sin temor, que hubo un año en el que Kings Of Convenience, con solo dos voces y una guitarra, se bastaron y se sobraron para ofrecer un momento memorable.

El de Chicago ha publicado la friolera de cuatro discos este año, algunos compartidos y muchos de ellos casi improvisados, lo cual confirma su espíritu jazzero y experimental. Aspecto remarcado en vivo, con esa suerte de avisos sonoros que mandaba a sus socios durante las canciones. Sus raíces se colocan en otros tiempos y acordes, los de su país natal y aquel folk británico de cuerdas arpegiadas. Un estilo añejo y bien bello que, acompañado de ramalazos sicodélicos y mucho libertinaje, predominó en su gran cita donostiarra, a la que acudió con ganas de “fiesta”, como bien se encargó de comentar en cuanto tuvo ocasión. Con su pericia melódica flotando en el ambiente viajaron estas letras hasta la imprenta…

Jazzaldia 2016: Riesgos y estándares

Me encantan los arranques festivaleros. Son algo parecido a oler a napalm por la mañana. O el nerviosismo del minuto anterior al chupinazo sanferminero. Nervios que me espabilan. ¿Sobreviviremos, como canta la Gaynor, al trasnoche festivo y madrugón laboral?¿Lloverá?¿Qué solista o banda no solo confirmará lo esperado sino que lo superará con creces? Suena el pistoletazo. Comenzamos.

Nuestro paseo playero con el “outfit” festivalero koxkero (chancletas y paraguas) tuvo una parada previa en otras terrazas, las de la Plaza de la Constitución, espacio que se estrena este año en las programaciones. Allá, en el hueco que dejan los miradores de los bares turísticos, había una pelea en toda regla. “Organ Summit -The Battle of the B-3s”. Batería, guitarra y dos “hammonds” en la antigua plaza de toros, peleando por ver quién hacía el mejor paseillo – por las teclas-, el mejor colchón sonoro de ese órgano tan clásico, tan maravilloso, tan cálido. La inauguración fue muy concurrida. Hasta pudo verse gente local y joven por los asientos. Si pasan por la zona no pierdan detalle del divertido photocall promocional.

La arraigada cultura del picoteo nos hizo abandonar antes de lo deseado el lugar, a fin de disfrutar del arranque de los escenarios de Zurriola. Un trompetista callejero situado en el puente del Kursaal nos dio la bienvenida a la zona. Era una señal. Debíamos empezar marchosos, con la cita más intensa, la de Dave Douglas y sus High Risk. Fue un acierto. Si fueran grano molido el señor Douglas y sus compinches serían un café “solo para muy cafeteros”, como decía aquel anuncio. Menudo volatinero el señor Douglas, avanzado y arriesgado en sus carpados trompetistas, purista en sus impurezas. Un artista, coñe.

Empezaron maravillosos y electrónicos, modernos a rabiar, para ir ganando temple y empaque y finalizar con una maravillosa composición dedicada al amor, la concordia y la paz, que nos debe hacer bastante falta (a tenor de los aplausos escuchados al presentar la pieza el autor en un muy buen castellano). A nuestra vera una chica francesa atendía concentrada, cerrando a veces los ojos. Juliette Martín, que así se llamaba la joven de San Juan de Luz, nos contó que la de ayer era una fecha marcada en su calendario. “Mañana trabajo, pero esta es una de las actuaciones que más ganas tenía de ver en el festival del este año”. Le picamos para que nos soltara más pistas de su viaje musiquero. “Me gustan mucho Paúl San Martín y Marc Ribot”. Gustos variados, el ADN del espacio gratuito.

Relajamos la exaltación de Douglas para adentrarnos en la boîte a cielo abierto que fue la actuación de la caribeña Tricia Evy en el encajonado escenario Coca Cola. La dama y sus compañeros mostraron más swing que el líder del Tour subiendo un puerto de alta montaña. En compañía de un efectivo trío catalán y abrigando con esos tonos suaves los estandares – la cantora no puede ni quiere disimular sus amores por Ella Fitzgerald, Billie Holiday o Stan Getz -, sus canciones sirvieron de imán para esos ojeadores que pueblan las cercanas calles y avenidas, dejando pequeña la zona dedicada a los espectadores. Otro día abordaremos la gran duda: ¿Los asientos se llenan porque hay conciertos o los conciertos se llenan porque hay asientos?. Antes de que esto parezca lo de los vecinos y el alcalde, informarles que el cuarteto repite cita en la zona gratuita el sábado, a eso de las 22,30.

En la Terraza Heineken, situada en la explanada más alta de la zona, los Elephant9 rugían bravos a nuestra llegada. Bien setenteros en look y sonido, su rabieta melódica contaba con la sonrisa pícara del invitado especial, Terje Rypdal, un maestro en eso de sacarle chispas sonoras a una guitarra Fender Stratocaster. Pronto se unió a la fiesta, dotando al conjunto de un enfoque más oscuro y complejo.

Fuera de nuestro foco quedaron, por cuestiones de horario, las diversiones del turno de noche. El programa presentaba una calidad superior con Marc Ribot & The Young Philadelphians, el traquetreo blues de John Nemeth & The Blue Dreamers, la finura internacional de Paul San Martín & Romain Gratalon y la clase de finura del trio Cyrus Chestnut, Buster Williams y Lenny White. Todo ello, por supuesto, tras la gran cita del jueves, la de Gloria Gaynoir y sus chicos (y chicas) del coro donostiarra Easo – Araoz. De ese momento especial del Jazzaldia le damos cuenta en otro espacio de esta sección.

Jazzaldia 2016: Grupos y solistas de lujo para la Jazz Band Ball inaugural

«Es que yo no entiendo estos estilos», «Pero si no tocan canciones conocidas», «Si no se puede corear no es mi música», «La gente aplaude antes de acabar la canción y me agobia no saber cuándo hacerlo». Frases que se escuchan en tabernas y paseos cuando hablamos del jazz, ese estilo que vuelve a ocupar un espacio relevante en la parranda inicial del Jazzaldia, la conocida como Jazz Band Ball. Pero no teman. Desde este espacio intentaremos traducirles o acercarles las virtudes de algunos de los ejecutantes cobijados bajo este paraguas inaugural.

Poca enseñanza necesita Gloria Gaynor, la dama de la música disco (jóvenes, es ese estilo bailarín con tonos poco chirriantes que no tiene el bombo al volumen 11) cuyas actuales fotos de promoción bien podrían usarse para anuncios de champús. Ella será la encargada de agitar la arena esta noche.

Una propuesta ideal para el baile a lo suelto de ‘viejóvenes’ y mayores, quienes disfrutarán con las canciones propias y versiones (la Gaynor se ha merendado temas de Jackson 5, Barry White, Donna Summer o The Police con festiva alegría) de esta gran cantante que mantiene el tirón más allá del archiconocido ‘I Will Survive’ (esto nos evitamos traducírselo, porque nos da como resultado un título de Mónica Naranjo). Y se anuncia la colaboración del coro local Easo-Araoz, 16 personas que abandonan sus ‘taberneras’, ‘revoltosas’ y ‘bribonas’ habituales para acicalar las últimas canciones del evento.

Y qué decir de Marc Ribot y sus Young Philadelphians (traducible por «menudo lujo, y sin pagar una entrada para verles»), quienes hace poco maravillaron bajo techo en el cercano Auditorio Kursaal. El proyecto más ‘negroide’ de Ribot (homenajea a su manera el sonido de Isaac Hayes y allegados) es una gozada para los sentidos.

Esperemos que la concordia que nuestro ayuntamiento capitalino propone en su última campaña promocional se muestre en este bolo, con fans, paseantes, charlantes y ‘empujacoches’ de niños unidos en libre y feliz armonía para disfrutar de los soberbios tonos de esta banda. Que nos conocemos…

En la rama de «no sé si me lo pondría en casa pero hoy me ha entrado de maravilla» nos topamos con los equilibrios del idolatrado guitarrista Terje Rypdal -autores del nivel de Jeff Beck, Andy Summers o Nels Cline le colocan en su lista de favoritos-. El noruego viene con otros conciudadanos, Elephant 9, para mezclar la etiqueta del día con la música clásica, el ‘world music’ y las enseñanzas de Miles Davis.

Con cierto toque más clásico se presenta el trío de estrellas Cyrus Chestnut (piano), Buster Williams (bajo) y Lenny White (batería). Todos juntos suman un currículo inigualable, pero no les aburriremos con nombres y distinciones. Tan solo diremos que su gusto es sublime y sus creaciones atrapan hasta al más rockero.

Unos logros que tampoco le faltan al fantástico trompetista Dave Douglas y sus High Risk (literalmente, ‘Alto riesgo’. Estos no engañan con su nombre), quienes juguetean con la electrónica sin que el resultado sea demasiado contemporáneo («arriesgado, marciano para los oídos menos entrenados»). Tampoco pongan esa cara de susto, que Douglas viene más por la ciudad que ‘gure’ Bruce Springsteen y sus fechorías cuentan ya con un buen número de seguidores locales.
Los amantes del blues podrán disfrutar de los paseos armónicos de John Nemeth

Los amantes del blues que no hayan tenido suficiente con el reciente festival de Hondarribia (frase retórica, nunca tienen suficiente) podrán disfrutar de los paseos armónicos del galardonado como mejor artista en los Blues Music Awards 2014, Mr. John Nemeth. Y como estrella local, el siempre enérgico Paul San Martin, quien retorna al festival en compañía del baterista Romain Gratalon.

Hay más cosas para picotear y deleitarse. O simplemente otear un rato y seguir el camino de baldosas cerveceras. Hasta pueden salir a cazar pokemones y dejarse llevar por esos sonidos que les rodean. Mas no vamos a darles todo masticadito. Que tampoco somos todos estudiantes de Musikene, demonios. Lo único que deben tener presente es el verbo ‘disfrutar’. Y el atento lector cuenta en esta jornada inicial con muchas actuaciones a coste cero para su bolsillo en los que poder encontrar la música que en ese momento le pide el cuerpo.

Neuman: Emociones desnudas

Regresaba a la ciudad el proyecto “live the roof”, una campaña en la que músicos de estilos diversos y popularidad más o menos constrastada se pasean por espacios frescos (terrazas de hoteles, azoteas y similares) de urbes como Madrid, Sevilla, Barcelona o “gure” Donostia. Como aquí aún no le han sacado jugo comercial a la Torre de Atocha en ese sentido, la cita se siguió realizando en la Terraza de la discoteca Bataplán. Uno de esos lugares urbanitas que permiten trasladar la mente de los asistentes a los anuncios veraniegos de calas y fiestas.

El arranque de esta gira que nos traerá a Iván Ferreiro, El Kanka o Annie B Sweet llegó con la cita de Paco Román, el compositor de la banda Neuman, que dejó al resto de la banda en casa y se plantó en formato acústico, con la compañía ocasional de un bombo y una pandereta, a “presentar las canciones tal y como se crearon en casa, con la acústica”. Y fue una gozada. Algunos hasta prefirieron ese modelo a sus composiciones discográficas repletas de capas de guitarras eléctricas.

Aunque para emoción, la interpretación de “Contigo”, la única de las canciones que el pasado sábado sonaron en castellano. Muy pocas veces se ve desde tan cerca a un autor conmoverse hasta la lágrima y la mucosidad espontánea sin que ello parezca parte del show. La titubeante voz en la canción inmediatamente posterior demostró a los dubitativos que aquello era una doliente pena personal musicada.

El resto de la hora de concierto nos acercó las versiones más sencillas de esas canciones que a veces muestran la tensión de The National (la aplaudida “Tell You”, por ejemplo) , el nervio de Neil Young, la belleza armónica de bandas como The Posies (“Bye Fear /Hi Love” sonaría bien hasta tocada con una gaita) y formas que nos desentonarían en la revisiones actuales del folk inglés clásico (“If”).

La buena marcha del puesto de venta de discos y resto de merchandising demostró que la música, el lugar y el autor consiguieron adentrarse en lo más hondo de los presentes (no, el bolsillo no, el corazón) con este concierto en apariencia sencillo pero muy emocionante. La próxima cita con Neuman, ya a banda completa y nada susurrante, será en el Kutxa Kultur de Igeldo (Donostia) de septiembre.