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Juan Luis Etxeberria Entradas

Jazzaldia 2015: Jazz entre horas

Pueden acusarme de chovinista, de localista o de vendedor de postales. Pero es innegable que si se unen las variables “día festivo”, “buen tiempo” y “Jazzaldia” el resultado solo puede ser muy positivo. Este año el calendario ha querido que el sábado también salga en rojo en la agenda. El resultado, el esperado. Las terrazas del Kursaal llenas hasta la bandera, con los pasos entre escenarios repletos de gente. Todos los cientos, miles o millones de asistentes que la organización dé como dato del sábado a la tarde serán verdad verdadera.

En el Escenario Frigo, de nuevo repleto de gente en su zona de asientos, el pianista Didier Datcharry hacía diabluras con sus socios Marie-Hélène Gastinel (batería) y Jean-Xavier Herman (contrabajo). Y como cada vez que hay swing en los altavoces allá andaban bailando los espontáneos en un lateral del público. El trío sonó impecable, escorándose hacia lo latino o el reggae sin mayores crispaciones y ofreciendo unas sonoridades que gustaban a todo tipo de oyentes. Para riesgos ya hay otros escenarios y momentos. En este hubo mucha música dulce que hacía que nuestros dedos chasquearan. Es a lo máximo que llegamos quienes no bailamos un pimiento.

Nos acercamos a la zona de picoteo situada en la terraza superior. Allá conviven la propuesta catalana y el único garito local que ha montado chiringuito, el Essencia del barrio de gros. Hablamos con su responsable, Dani Corman, que nos detalla los gustos de la gente: “Funcionan muy bien nuestros vinos. Y la sangría, hecha con un vino rico que no viene en tetra brik”. Somos periodistas de campo, así que debemos probarlo para confirmar sus palabras. Le damos nota alta al conjunto frutero alcohólico. “Esperamos repetir los agobios del pasado jueves, que salió un tiempo espectacular y no paramos de currar”. Las previsiones parecían confirmar sus deseos.

A su vera se encuentra el mega espacio catalán gestionado por la ya donostiarra Cristina Lagé, dueña y señora del bar Via Fora. Ella confirma los datos que ya nos adelantó el otro hostelero. “Aquí la cosa funciona fenomenal si hace buen tiempo. Ya ves cómo están las terrazas”. Abarrotadas de gente que quiere degustar exquisiteces alimentarias catalanas. “La tosta de butifarra es un clásico. Y este año hemos añadido el “trinxat”, plato pirenaico por excelencia que une col, butifarra y patata en forma de tortilla. Por no hablar de los más de 20 vinos que tenemos”. Dado que nos queda algo de texto por rellenar declinamos la invitación de probarlos todos.

Frente a ellos se desfogaban los integrantes de O-Meu-Prazol, quienes como el medicamento del que toman el nombre ahora “brasilizado” nos ofrecían una maravillosa capa protectora de jazz para nuestro estómago musical. Un manto bien aderezada de pop y bossanova, bien dirigido por la cantante de rasgos orientales Naomi Higuchi y disfrutado por un txiki park bien repleto de nenes. La zona se ha convertido por las tardes en un sitio familiar. El único pero, pequeño, es la abundancia de sillas infantiles en sitios tan tumultuosos. Tampoco pedimos un carril dedicado ni un parking de “carricoches”, pero seguro que entre padres que dejan esos elementos en casa o se muestran comprensivos a los comentarios ajenos, y organizadores que les dedican un txoko especial llegamos todos a un buen entendimiento.

Por allí andaban los miembros del grupo Bullet Proof Lovers, quienes más tarde reventarían la zona playera con sus enérgicos guitarreos. Las formaciones locales utilizarán distintas chaquetas sonoras, pero son una comunidad bastante bien avenida a la hora de ir a ver los conciertos del resto de colegas hagan estos rock, jazz o bailes vascos.

Con el siguiente grupo del escenario Coca Cola, “Vineyard byrds”, tuvimos un pequeño problema inicial. Porque ver a la refinada Lara Vizuete al micro hacía que el conjunto tuviera una pinta muy similar a lo escuchado la víspera, cuando Doña Vizuete actuó presentando sus propias canciones. El paso de los minutos supo separar uno y otro proyecto. El del sábado se centró en el jazz más instrumental, con bellos juegos de saxo y voz y defendiendo formas más cercanas a las que dan nombre a nuestro exitoso certamen.

El entretenido rompecabezas sonoro se cerraba en esta primera tanda diurna con la actuación de los cántabros “The Puzzles” en el escenario situado en la carpa FNAC. Un show cuyas piezas encajaron a la perfección, sobre todo a nivel vocal. Qué maravilla de voces empastadas, ideales para disfrutar de ese rock de sabor añejo y recorridos paralelos a las vías del tren del blues y las energías de los primeros Beatles. La gente bailaba sin querer a su son, en una especie de Hamelín rockero. Otros, al fondo, solo chasqueaban.

Jazzaldia 2015: galerna de sonidos interrumpidos

“El próximo Tambor de Oro”, “le he visto limpiando la Zurriola”, “acaba de ayudar a bajar un gatito de Alderdi Eder”. Adaptaciones de logos locales con su nombre o cara. Era de esperar que Jamie Cullum fuera pasto del humor internetero. La sobreexposición que está teniendo en este Jazzaldia es digna de comentario. Elogioso y respetuoso, porque el muchacho lo ha bordado en cada salida a escena propia o ajena. Y buen favor que le está haciendo el británico a la ciudad, tuiteando, poniendo fotos de nuestras playas, desayunando en cafeterías “hipster”, comiendo en restaurantes de postín y tocando el piano en museos del bebercio. Sobresaliente en eso que llaman “impacto económico”. ¡Y sin tener que desnudarnos como con aquel fotógrafo!

Más de uno buscaba al omnipresente ayer a la tarde por las terrazas del Kursaal. Buscando ampliar la enorme lista de fotos subidas a internet en las que aparece este autor y nuestra capital de fondo. Suponemos que con él se cierra la trilogía de autores “donostiarrizados”. ¿Que cuál es el otro par? Pues Bruce (Springsteen) y Woody (Allen).

Aunque para tríos preferimos (no se asusten, seguimos hablando de música) al Elkano Browning Cream, quienes actuaban en el Escenario Coca Cola, el pequeño y recogido espacio situado en el lado más cercano a Sagües. Los Elkanos ilustraron el tremendo bochorno del viernes a la tarde con la maestría que les caracteriza. No nos cansaremos de repetirlo: El teclista Mikel Azpiroz es un músico genial, espectacular. Si músicos profesionales de la talla de Mikel Erentxun o Fermín Muguruza le invitan a formar parte de sus formaciones será que el autor se las trae. Y se las lleva. A donde quiere. Nos referimos a las teclas negras y blancas de su teclado. En este Browning Cream multicultural (francés el batería, británico el cantante) Azpiroz proclama sus amores por el Hammond, ese órgano de sonido calido al que el donostiarra le pone un tono tórrido y contagioso.

Empezó terso, con aires de acid-jazz, para ir ganando ímpetu con el paso de los minutos. Dibujando arabescos de salón y ritmos casi tribales, brochazos de bossanova y un enfoque bailongo. Si se quedaron con ganas hoy pueden verles por partida doble. A la una del mediodía están en uno de los satélites del Jazzaldia, en el escenario Txingudi situado en el centro comercial de idéntico nombre ubicado en Irún. A la noche (23 horas) repetirán presencia en la zona gratuita del Kursaal.

En la Terraza Heineken era el turno de Lara Vizuete. Estilosa señorita que se plantó acompañada de un cuarteto efectivo en sus labores. Un proyecto que comenzó como unión puntual y prosigue ahora en lugares más abiertos. Presentó un repaso cronológico de la historia del jazz. Nosotros vimos los capítulos dedicados al fado, al cante con deje andalúz y a las melodías transoceánicas. Con momentos “a capela” de esos que diferencian a cantantes y aparentes. Ella, no lo duden, pertenece a la primera categoría.

En el escenario principal de esta zona de secundarios, el Escenario Frigo, la gente se cuadraba ante el estilo de Charles McPherson. Un señor curtido en la escena desde los años 60 que toca be-bop con la energía de un chaval. Bien apoyado en un trío de piano, contrabajo y batería, McPherson ofreció un gran espectáculo que defendió las antiguas – que no viejas- maneras de esta amplia etiqueta musical denominada “jazz”. Si pueden ustedes asistan sin falta a su actuación gratuita del domingo a la tarde, dado que el pase de ayer se quedó cojo.

El suyo fue uno de los primeros conciertos en suspenderse por culpa de la galerna. El resto fueron cayendo como piezas de dominó. En la organización no se andan con tonterías en estas cuestiones. “La seguridad es lo primero”, decían jefes y currelas. Gente que se habían pasado media tarde reforzando tenderetes. Retirando sillas y plegando sombrillas.

Porque la lluvia puede ser un molesto problema para los espectadores. “Esto es para valientes”, decía un asistente mientras se dirigía hacia la salida de la zona. Pero si el agua viene acompañada de viento y arena la cosa se pone mucho más seria. Hay unos límites eólicos que no se pueden superar. Y en la tarde de ayer el tope más precavido se sobrepasó en varios instantes. Bien el Jazzaldia tomando estas medidas.

A la hora de entregar este texto la maquinaria parecía volver a arrancar con normalidad tras el obligado parón. Y en la playa el sonido volvió a tomar un marcado cariz “indie”. El reinicio permitió disfrutar de las refrescantes canciones del grupo Lonelady. digitalismos experimentales con una voz bien modulada que se merecen todas y cada una de las estrellas que a sus discos le han dado publicaciones musicales tan exigentes como Pitchfork.

Jazzaldia 2015: La calle del swing

Es una gozada pasear por el centro de la ciudad estos días. Las tiendas y el festival hacen uno, en una simbiosis necesaria y aprovechable por ambas partes. Paseas y escuchas música saliendo de una tienda de mascotas, o en improvisados conciertos en la calles peatonales. Ves más de un escaparate con dibujos saxofonistas. Y al calor del evento central otros espacios programan actuaciones o sesiones de DJ. El porqué esto no se realiza en otras fechas, o de manera habitual, queda a cargo de los tenderos, bareros o rectores municipales. No se preocupen, seguro que el 2016 todo lo arregla.

De camino al Kursaal escuchamos más de un tarareo del “Boogie wonderland”. Señal de que la gente aún tenía en la mente el buen concierto de Earth & Wind & Fire. Banda que convirtió el arenal en un “Studio 54”. O deberíamos decir “64”, por lo del prefijo francés más cercano a nuestra Donostia. Si las tiendas y las parrandas tienen tirón entre nuestros vecinos, estos conciertos jazzeros no le van a la zaga.

El Mercado de San Martín adaptó su habitual pintxopote elegante al certamen con la actuación de Mota Project Live. Cita que mantuvo las virtudes – y murmullos sociales – que suelen presentar estas mezclas alimentario-sonoras. En la balconada del Maria Cristina todo fue más sofisticado. A los platos calentaba el ambiente Miguel A. Sutil, director de “Enlace Funk” (la revista pionera en la difusión de la música negra en castellano). A nuestro paso estaba poniendo delicioso jazz de sobremesa. Y soñamos con veranear en Saint Tropez.

La zona de terrazas presenció la enésima explosión de gentes de Musikene, presente y futuro del jazz en nuestra zona -y más allá-. El quinteto Onna Marun le daba al cancionero propio con gran soltura. Intentaron poner un estor sonoro al sol reinante con temas de marcada y vigorosa nocturnidad entre los que se colaron homenajes a Paco de Lucía. En el parterre los niños corrían de un lado a otro, destacando la vertiente familiar de estos conciertos de primera hora.

Algo más arriesgados se mostraron Maldataskull, quienes atacaron minimalistas sonoridades. Los ejecutantes pidieron a gritos más oscuridad para sus intrincados pasajes, reabriendo el baldío debate de “¿La gente escucha música y llena las sillas de estos txokos gratuitos, o es al revés?”. Toda respuesta es correcta, no se atoren.

Ray Gelato & Claire Martin repetían visita en el Escenario Frigo. En su paseo de ayer solo mejoraron las buenas sensaciones previas, dado que el horario les acercaba un poco más a ese público potencial que se aferra a las sillas y sombrillas como si fuera la primera escena de la película “Lo Imposible”. Chico y chica cantora se fueron cambiando los papeles principales apoyados en un efectivo trío. Aunque la mayor alegría vino de los siempre presentes integrantes del grupo de baile de Lindy Hop, quienes evocaron las calles 52 o 133 del neoyorquino Manhattan, dueñas en los años 30 del título de “swing street”.

Otros que repetían visita fueron Z Bone Project, formación que montó una buena fiesta de estilos imposibles en la carpa de FNAC. De allí pegamos el salto a la playa. En ella la banda nacional Neuman ofreció un concierto estupendo, fantástico, maravilloso. Sobre todo si lo que te gusta es el indie-rock americano de guitarras sucias y melodías casi tiernas y algo oscuras. Más de una vez nos acordamos de The National. Y de Ken Stringfellow, músico que el año pasado visitó con su formación The Posies algunos escenarios selectos del Jazzaldia. Los murcianos llevan unos meses gloriosos, actuando en los escenarios principales de los festivales veraniegos más relevantes. En Donostia solo confirmaron esas trazas de gran banda peninsular.

Fuera de nuestro foco quedaron otras citas muy interesantes: El vigoroso soul de Gregory Porter, el dueto transfronterizo de nuestro elegante “bluesman” Paul San Martín y el baterista francés Romain Gratalon. O el último pase de la gran dama Carla Cook. Pero, quien sabe si como a los niños que se agitaban en en escenario Heineken, el cuerpo nos pidió descanso para afrontar las potentes jornadas que nos esperan.

Jazzaldia 2015: contra viento y marea

Los Jazzaldiers (hay que ponerles un nombre festivalero moderno ya, hombre) se merecen un trono. Un premio. Un reconocimiento. Vale que muchos de los asistentes sean donostiarras y estén acostumbrados a que llueva horizontal durante todo el invierno y parte del verano. Pero los cientos de asistentes, locales o no, que pisaron la arena para disfrutar de la sesión potente de Jamie Cullum se ganaron todos y cada uno de los aplausos que pueda haber en este artículo.

El británico salió en todas las mini entrevistas que hicimos, como la realizada a la pareja valenciana Tony y Amparo a quienes no conseguimos sacarles un apellido. “Hemos comprado su entrada para el concierto del Kursaal, y hoy vamos a ver qué hace como DJ. Lástima de lluvia. Aunque supongo que vosotros estaréis acostumbrados”. El dúo aprovechó su salida vacacional anual para venir a nuestra “verde tierra y pasarlo bien en esta inauguración gratuita”.

Suponemos que los valencianos acabaron contentos la tarde noche. Porque Jamie Cullum pinchó como si la Zurriola fuera un tugurio nocturno del Londres más oculto. Desatado, impactante, con las ganas de bailar como único objetivo y mucho swing en su selección. Ya lo había avisado en la entrevista publicada en este medio, pero su sesión superó toda expectativa. Los artistas como Cullum lo son en todos los sentidos. Demuestran ese gen especial, entrenado con los ensayos y curtido en la escucha de mil y un discos. La selección de canciones confirmó que este eterno joven sigue estando en la onda por méritos propios.

La tarde inaugural comenzó a las siete de la tarde, con un ojo puesto en las nubes y otro en los distintos escenarios gratuitos que abrían este Jazz Band Ball. Poco poblados al inicio, el respiro que dieron las nubes negras permitió que la cosa se fuera animando. Quien sabe si fue por la aportación caribeña de Zanmari Baré en el escenario Coca Cola. Ellos fueron la primera sorpresa del festival. Su música tradicional de la isla de La Reunión fue un soplo de aire fresco, una vitalidad contagiosa. Y con la sola compañía de las voces solapadas en preciosas capas, y varios elementos de percusión. No se los pierdan esta noche en el Museo San Telmo, que repiten fiesta.

En el escenario Frigo estaban los “Messis” de la escena jazzera local, la Euskadiko Ikasleen Jazz Orkestra. Chavales y chavalas muy jóvenes (la nota de prensa cuenta que rondan los veinte años) que tocaban que es un primor. Dirigidos por la batuta compartida de Josetxo Silguero e Iñigo Ibaibarriaga, su actuación fue una fiesta de ese estilo Big Band que tanto gusta por nuestra urbe.

Músicas muy sopladas (había una sección de viento que superaba la docena de miembros) y contagiosas que encontraron un hueco para recordar de manera simpática y elegante a bandas como Negu Gorriak (muy “latin-funk” su versión de “Ezan Ozenki”) y Hertzainak. La formación cuenta con un compositor invitado, que este año ha sido Angel Unzu. Autor del que interpretaron un par de melodías. La primera de ellas, “Balada para Cifu”, dedicada al fallecido periodista radiofónico Juan Claudio Cifuentes, fue una preciosidad que hubiera emocionado al homenajeado.

La madrileña Maria Repollés estaba obnubilada con el espectáculo. Miraba atenta al escenario sin hacer ademán de moverse. Hipnotizada. Muy sonriente nos contó que le estaba gustando mucho y que se lo estaba pasando muy bien tanto en el festival como en la ciudad. María tenía 3 años y medio, una edad muy agradecida para responder a las preguntas de este cotilla. Sus padres completaron la opinión de su criatura indicando que los niños disfrutan asistiendo a estos conciertos “de mayores”, y que suelen salir encantados de estas actuaciones tan populosas y vitales. Los progenitores estaban al tanto del Txikijazz, el programa del Jazzaldia que arranca este viernes y que tiene a los tiernos infantes como protagonistas principales.

Nuestro paseo playero también paró en la actuación de Carla Cook. Por cierto, curioso el indirecto guiño de los promotores a nuestra hostelería, esa que se engalana estos días con motivo del Jazzaldia, con la selección de algunos de los grupos del Jazz Band. Carla Cook (“cocinero/a”), The Cookers (“los cocineros”, quienes actuaron en las terrazas ayer a la noche) o Ray Gelatto (“Helado”). Marca Donostia, que dicen por ahí.

La señora Cook llegó al escenario Heineken con un acompañamiento nacional de piano, contrabajo y batería. Músicos que arrancaron con un brioso instrumental antes de dar paso a la reina de la noche. Carla, como bien nos indicaba el donostiarra Juanjo García, es un ejemplo “del mejor jazz vocal clásico, un estilo que si se hace con encanto es muy agradecido”. Viendo la respuesta de la gente suponemos que la cantante consiguió convertir ese espacio en otro recogido escenario. Una réplica de esas tabernas con velas que ubican nuestras noches más tiernas. La dama y sus colegas repiten cita esta noche en estas terrazas. Esperemos que con el agua de lluvia como recuerdo pasado.

Los Secretos: un estilo propio

Intérpretes: Los Secretos. Lugar: Sala Gazteszena (Donostia). Día: 20 de junio del 2015. Asistencia: lleno, unas 500 personas. Entradas: 30 euros.

Abanicos. Amigos, lo que tenéis que vender son abanicos de vuestra banda. El pasado viernes habrían volado del tenderete de ventas. Porque la sala donostiarra presentó un acalorado reventón. Poco importó la calorina a los cincuentones asistentes que coreaban y sacaban fotos con los móviles. Frente a ellos estaban Los Secretos, una de las bandas más longevas del pop nacional.

El grupo que mejor se ha currado el “Product placement”: Photocalls y lonas de los patrocinadores acompañaban la presentación de “Algo Prestado”, ese nuevo CD de los madrileños en el que homenajean algunas de sus canciones preferidas. Álvaro Urquijo avisó que estas tonadas irían intercaladas entre otras propias. Y tras la latina “Échame a mí la culpa” llegaron “Margarita”, “Entre tú y yo”, el toque country de “No me imagino”… Todas bien empastadas, propias de ese “sonido Secretos” popero, ejecutado a las mil maravillas y de rasgados ligeramente americanos.

Entre aplausos y comentarios del cantante llegamos a la zona final, espacio en el que la velocidad de crucero sufrió algunas turbulencias con la llegada de “Ojos de gata”,“Por el bulevar de los sueños rotos”, “A tu lado”, “Ojos de perdida” y el impepinable “Déjame”. La gente felicitó por adelantado el cumpleaños al cantor (es hoy) y les sacó un par de bises con canciones como “Sobre un vidrio mojado” y esa “Gracias por elegirme” que cerró la velada de dos horas.

Hindas: “Tocar con los Black Lips fue una verdadera pasada”

Poco importa que antes se llamaran Deers y que por una demanda de una formación canadiense ahora deban llamarse Hinds. “Mola el nombre. Además, Hinds en inglés es literalmente ciervas. Así que genial”, nos cuentan las madrileñas por mail en una de sus breves paradas en casa. “¡Sí, de nuevo en Madrid! ¡Increíble pero cierto! Llegamos anoche después de no sé cuántos días fuera de casa”. Una de sus últimas actuaciones se celebró esta semana en Londres, donde enamoraron al mismísimo Bobby Gillespie. El cantante de Primal Scream las definiría en su Facebook al día siguiente como “un genial cruce entre The Pastels y Mink de Wille”. “Estábamos en el backstage antes del concierto y de pronto entró nuestro manager con una sonrisa de oreja a oreja diciendo «chicas, alguien quiere saludaros» y apareció Bobby detrás de él. El infarto fue generalizado. Es un tío encantador”.

En Inglaterra les miman bien. El New Musical Express les hace un seguimiento digno de una banda de Manchester, y The Guardian les ha lanzado flores en varias ocasiones. Y eso que el concierto mencionado no fue su cita más memorable, la que mejor poso les dejó. “Tocar con los Black Lips en el Scala de la capital británica el pasado octubre fue una verdadera pasada. Cuanto más tipos de perfiles en el mundo de la música conocemos, más apreciamos lo genial que nos trató todo el mundo aquella noche”.

No son los únicos anglohablantes que les tienen ganas. En breve viajan a Oceanía y Estados Unidos. “No te puedes imaginar las ganas que tenemos. Primero tocamos un único concierto loco en Bangkok y luego bajamos a la minigira en Australia”. En febrero tocará recorrer la Ruta 66. Aprovechando que tocan en el famoso festival SWSX, las cuatro muchachas estiran su estancia con visitas a San Diego, Los Ángeles y Nueva York. Y en abril, a grabar el nuevo disco en Cádiz. Aprovechen esta visita al Lurrazpiko Fest. Mucho se tienen que torcer las cosas para que su siguiente concierto en nuestra tierra no sea en un espacio más grande y/o más caro. Antes de despedirnos le pedimos que destaquen un grupo de los presentes en el variado cartel donostiarra. “El último vecino”, responden, cómo no, entre admiraciones. Las que ellas generan a su paso. Porque es una alegría encontrarse bandas jóvenes tan frescas en nuestro panorama.

La Bien Querida: «Camino tratando de no caer en la ñoñería popi ni en la horterada mainstream»

El dúo acerca a Donostia su vertiente más acústica con la excusa de la presentación de su nuevo CD

Nos pasaríamos horas, minutos, segundos intentando llegar al origen de las letras de La Bien Querida. A esa eterna canción de amor que siempre habla de lo mismo y siempre es distinta y atractiva. En este páramo de de tonos radiados hasta la saciedad y aparentemente escritos en el momento en que deben ser escuchados (de parranda en un chiringuito con sangría saliendo por nuestras orejas) siempre es un placer adentrarse en las líricas de la bilbaína Ana Fernández-Villaverde (de las músicas se suele encargar más David “Beef” Rodríguez, su pareja en la vida real y el padre de la hija en común).

“Camino en la cuerda floja, tratando de no caer en la ñoñería popi ni en la horterada mainstream. Buscando emocionar de forma sencilla, que es como yo escribo”, nos cuenta Ana. “Me pongo en los momentos bestias y explosivos de la relación. Escribo sobre los momentos de mucho amor, de mucha rabia, de mucho asco, de muchos celos, de mucha pasión… Al contrario de Edward Hopper, que pintaba escenas en calma porque describían justo el momento de antes o el de después de que pasaran cosas, yo trato de contar esas cosas que pasan cuando no estamos en calma”.

Y encima la dama ahora expande su universo, componiendo para otros artistas. Esta misma semana se ha publicado “Nochecita Sanjuanera”, una maravillosa composición a medio camino entre La Buena Vida y la propia Bien Querida con letra de nuestra entrevistada. “Me encanta escribir para otros artistas. Es muy emocionante oírselas cantar y sobre todo si cantan tan bien como Soleá”.

El último lanzamiento del dúo bienquerido ha venido con pirueta. Porque lo que ahora se vende en CD bajo el título de “Premeditación, nocturnidad y alevosía” es en realidad la suma de tres EPs editados en vinilo y ya descatalogados. Un tamaño ideal para ir probando cosas y dar un concepto a cada publicación. “Nosotros teníamos claro el camino. Hicimos los tres vídeos de los singles encadenados entre sí, las portadas eran coleccionables…”. El reunirlas todas después en un solo envase también tiene otras ventajas. “Para poder girar tienes que tener un disco. Si no lo publicas físicamente los promotores, festivales y revistas en este país no te hacen ni puto caso. En otros países es otro cantar pero en este estamos un poquito atrasados”.

Vamos al meollo de “Premeditación, Nocturnidad y Alevosía”. Un trabajo que arranca sombrío (“Nos encantan los grupos siniestros y tecno pop de los 80. Vamos reciclando y al mismo tiempo tratando de aportar cosas nuevas”), cuenta con un segundo paso nocturno que aborda terrenos novedosos para los seguidores de la banda (“Aunque no lo parezca no somos de trasnochar, nos gusta disfrutar de la luz del día. Y ahora con una hija menos aún”) y un final espectacular, con reminiscencias de los Punsetes y los grandes escritores en castellano. “El tema ‘Música contemporánea’ está claramente influenciada por Franco Battiato. Y ‘Muero de amor’ es una canción a lo Manuel Alejandro luego vestida por David con aires modernos, algo del estilo de OMD o Depeche Mode”.

En Donostia lo presentan en formato acústico. Le tanteamos a Ana sobre la cuestión. No parece sencillo dejar estas fiestas digitales en paseos por las seis cuerdas de una guitarra española. “Bueno, yo sigo componiendo con la acústica. Pero lo de la sala Kontadores será una especie de repaso a nuestra discografía, no una presentación oficial del nuevo disco. Una evento tranquilo e íntimo. En un formato más de tarde, por así decirlo. Tocando cosas que en electrónico no tocamos y viceversa. A los fans del grupo les gusta mucho este enfoque ya que pueden escuchar bien las letras y las melodías”. Aprovechamos para preguntarle sobre la escena vasca. “Mis padres siguen viviendo allí así que voy bastante. Acabo de colaborar con Javi (Tigres Leones) que es de Algorta pero vive en Madrid como yo. Y me gustan mucho Tom Boyle, Lisabo y la pareja Chico y Chica”.

Cerramos el texto destacando al telonero de hoy. El irlandés afincado en Donostia Luke Armstrong acaba de publicar su primer álbum “Back And Forth”. Un paseo campestre por el folk inglés de los años 70 que cuenta con una ejecución simplemente alucinante. Ver tocar a este pelirrojo con esa cejilla tan especial sus calmadas composiciones es un gozo para los sentidos.

Juan Wauters: Who Me?


Pop
3 estrellas

Descansa tranquilo, Jonathan Richman. Tu trono neoyorkino ya tiene sucesor. Juan Wauters sigue en su camino de cantar en castellano (e inglés) canciones enormes en su pequeñez, grabadas con poca instrumentación y plenas de felicidad. Lo puedes llamar folk “lo-fi” o pop casero que eclosiona en directo – como pudimos ver hace un tiempo en el Bukowski donostiarra-. Pero cada escucha te tatúa una sonrisa en la cara. Y eso es lo máximo.