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Jazzaldia 2015: Jazz entre horas

Pueden acusarme de chovinista, de localista o de vendedor de postales. Pero es innegable que si se unen las variables “día festivo”, “buen tiempo” y “Jazzaldia” el resultado solo puede ser muy positivo. Este año el calendario ha querido que el sábado también salga en rojo en la agenda. El resultado, el esperado. Las terrazas del Kursaal llenas hasta la bandera, con los pasos entre escenarios repletos de gente. Todos los cientos, miles o millones de asistentes que la organización dé como dato del sábado a la tarde serán verdad verdadera.

En el Escenario Frigo, de nuevo repleto de gente en su zona de asientos, el pianista Didier Datcharry hacía diabluras con sus socios Marie-Hélène Gastinel (batería) y Jean-Xavier Herman (contrabajo). Y como cada vez que hay swing en los altavoces allá andaban bailando los espontáneos en un lateral del público. El trío sonó impecable, escorándose hacia lo latino o el reggae sin mayores crispaciones y ofreciendo unas sonoridades que gustaban a todo tipo de oyentes. Para riesgos ya hay otros escenarios y momentos. En este hubo mucha música dulce que hacía que nuestros dedos chasquearan. Es a lo máximo que llegamos quienes no bailamos un pimiento.

Nos acercamos a la zona de picoteo situada en la terraza superior. Allá conviven la propuesta catalana y el único garito local que ha montado chiringuito, el Essencia del barrio de gros. Hablamos con su responsable, Dani Corman, que nos detalla los gustos de la gente: “Funcionan muy bien nuestros vinos. Y la sangría, hecha con un vino rico que no viene en tetra brik”. Somos periodistas de campo, así que debemos probarlo para confirmar sus palabras. Le damos nota alta al conjunto frutero alcohólico. “Esperamos repetir los agobios del pasado jueves, que salió un tiempo espectacular y no paramos de currar”. Las previsiones parecían confirmar sus deseos.

A su vera se encuentra el mega espacio catalán gestionado por la ya donostiarra Cristina Lagé, dueña y señora del bar Via Fora. Ella confirma los datos que ya nos adelantó el otro hostelero. “Aquí la cosa funciona fenomenal si hace buen tiempo. Ya ves cómo están las terrazas”. Abarrotadas de gente que quiere degustar exquisiteces alimentarias catalanas. “La tosta de butifarra es un clásico. Y este año hemos añadido el “trinxat”, plato pirenaico por excelencia que une col, butifarra y patata en forma de tortilla. Por no hablar de los más de 20 vinos que tenemos”. Dado que nos queda algo de texto por rellenar declinamos la invitación de probarlos todos.

Frente a ellos se desfogaban los integrantes de O-Meu-Prazol, quienes como el medicamento del que toman el nombre ahora “brasilizado” nos ofrecían una maravillosa capa protectora de jazz para nuestro estómago musical. Un manto bien aderezada de pop y bossanova, bien dirigido por la cantante de rasgos orientales Naomi Higuchi y disfrutado por un txiki park bien repleto de nenes. La zona se ha convertido por las tardes en un sitio familiar. El único pero, pequeño, es la abundancia de sillas infantiles en sitios tan tumultuosos. Tampoco pedimos un carril dedicado ni un parking de “carricoches”, pero seguro que entre padres que dejan esos elementos en casa o se muestran comprensivos a los comentarios ajenos, y organizadores que les dedican un txoko especial llegamos todos a un buen entendimiento.

Por allí andaban los miembros del grupo Bullet Proof Lovers, quienes más tarde reventarían la zona playera con sus enérgicos guitarreos. Las formaciones locales utilizarán distintas chaquetas sonoras, pero son una comunidad bastante bien avenida a la hora de ir a ver los conciertos del resto de colegas hagan estos rock, jazz o bailes vascos.

Con el siguiente grupo del escenario Coca Cola, “Vineyard byrds”, tuvimos un pequeño problema inicial. Porque ver a la refinada Lara Vizuete al micro hacía que el conjunto tuviera una pinta muy similar a lo escuchado la víspera, cuando Doña Vizuete actuó presentando sus propias canciones. El paso de los minutos supo separar uno y otro proyecto. El del sábado se centró en el jazz más instrumental, con bellos juegos de saxo y voz y defendiendo formas más cercanas a las que dan nombre a nuestro exitoso certamen.

El entretenido rompecabezas sonoro se cerraba en esta primera tanda diurna con la actuación de los cántabros “The Puzzles” en el escenario situado en la carpa FNAC. Un show cuyas piezas encajaron a la perfección, sobre todo a nivel vocal. Qué maravilla de voces empastadas, ideales para disfrutar de ese rock de sabor añejo y recorridos paralelos a las vías del tren del blues y las energías de los primeros Beatles. La gente bailaba sin querer a su son, en una especie de Hamelín rockero. Otros, al fondo, solo chasqueaban.

Publicado enCríticas de conciertosReportajes

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