Saltar al contenido

Juan Luis Etxeberria Entradas

Semana Grande 2008: De pompa madre

Magia y diversos espectáculos musicales ocupan la sesión nocturna del Kiosko del Boulevard.

Con los astifinos de fuego echando las últimas chispas, y tras cruzarnos con el enésimo cruce de opiniones en un bidegorri de la Concha repleto de gente (“es carril bici”, “sí, pero tiene preferencia peatonal” es ya un clásico en la sonoridad del paseo), llegamos al Bule con intención de ver “Made in JaBón”, un espectáculo que prometía fusionar magia, humor y detergente juguetón.

La compañía compuesta por Javier Urbina y David Vega adaptó su obra al formato de calle con simplicidad ejecutante, olvidando los tubos alambicados y las luces alógenas en su estudio madrileño. La noche arrancó gestual, con los actores corriendo de un sitio a otro entre músicas de Indiana Jones y La Pantera Rosa.

Digno de un cumpleaños ajardinado de casa adosada, el espectáculo conectó con los pocos niños presentes. Quizás no sean horas para una obra dirigida a todos los públicos (pequeños). A pesar de la minoría, cuatro infantes colaboraron en los sencillos juegos de magia que protagonizaron esta primera parte, donde los pañuelos desaparecían de unos cucuruchos de cartón para aparecer unidos en un único trapo.

La segunda sección tuvo como protagonistas a las pompas de jabón. Realizadas con las propias manos, arandelas de diferentes tamaños o unas cuerdas de hasta dos metros de diámetro. Lástima que por motivos que se nos escapan muchas de esas burbujas –sobre todo las más grandes- no completaran su realización.

Contagiados por los recientes fuegos, muchos de los presentes (que, todo hay que decirlo, fueron menguando como la vida de la forma jabonosa) respondieron con “oohs” a los primeros grandes ejemplos de material limpiador. A mi lado, un niño repetía la frase que su padre le había enseñado: “Aita, esto está de pompa madre”. El progenitor, no muy confiado en que el dicho durara así de casto mucho tiempo, le miraba mientras recordaba la frase municipal de “cuando acabe la obra, nacerán sonrisas” (¿de alivio?) y la compañía se despedía metiéndose en una pompa que, como buena parte del resto de la velada, no llegó a rematarse.

La Casa Azul: El momento más feliz

Intérpretes: Guille Milkyway (voz, guitarra, programaciones). Lugar: Explanada de Sagüés (Donostia). Día: 10 Agosto 2008. Asistencia: Unas 3000 personas

“La creatividad es más que ser simplemente diferente. Cualquiera puede hacer extravagancias, eso es fácil. Lo difícil es ser tan simple como Bach”.

La frase es del músico Charles Mingus. Muy adecuada para comenzar la crónica del concierto de La Casa Azul (o “La vaca azul”, como tan divertida como inconscientemente tituló ayer el becario veraniego de otro medio escrito).

Lo de Guille Milkyway, la persona detrás de este proyecto casero, es muy simple. Tan simple que es casi imposible. Plantarse en un escenario inmenso aprovechando el tirón de tu canción “La revolución sexual” -con las habituales pantallas de fondo donde los androides dan cobertura escénica- y despachar tu hit nada más arrancar la velada queda al alcance del valor de unos pocos. A diferencia de otros one hit wonders que suelen pisar el escenario principal de Sagüés (mejor no decir nombres), La Caza Azul escapa de lo obvio y no guarda sus mejores cartas para la última mano.

Las primeras seis canciones de su lista son simplemente intachables. Auténticos pelotazos pop de movilidad incontrolable se han montado con cariño y sabiduría tras beber de mil fuentes: La melodía playera, los tonos del J-Pop pizpireto, la contagiosa alegría del soul orquestal, el toque bailongo de la Alaska Dinarama anterior al maniquí Vaquerizo, el júbilo del “pop soleado” o los sampleos de los Ramones. El resto de composiciones, con ese acertado espacio de temas al piano, no le fue a la zaga.

Mientras el pop patrio entra en un bucle donde reinan la estupidez lírica y los refritos precongelados, ver a 3000 personas (y 500 fans absolutamente locuelos en las primeras filas) es realmente satisfactorio para quienes seguimos confiando en las artes por encima de campañas publicitarias y champús de medio pelo.

El concierto de La Casa Azul fue un gozoso rara avis que muchos de los presentes disfrutamos como niños en una piscina de bolas. Quienes sumen los actos en función de los asistentes se atreverán a hablar de fracaso. Los que continuamos peleando por la elegancia en el pop (“Sé que es casi nada, pero me sirve de tanto”, como canta el propio Milkyway en su tema “El momento más feliz”) defenderemos el éxito de este tipo de propuestas.

Concurso Pop Rock Ciudad de San Sebastián 2008: Una elegante final

El pasado sábado se celebró en el Peine del Viento la final del XVII Certamen Pop Rock Ciudad de San Sebastián. Con un pico de asistencia de unas 700 personas, las tres formaciones finalistas (a saber, Grises Sueños, Plastic y Trainsalpine Boys En Iceland) actuaron en el orden que las hemos nombrado sobre un escenario abierto en todos sus flancos, buscando que las fotografías que se sacasen del lugar incluyeran el bello atardecer. La oferta musical iba a juego con el paisaje, un buen compendio de lo que puede dar nuestra provincia en el mundo musical menos conocido.

Tras un comienzo algo dubitativo, el quinteto de Zestoa, Grises Sueños, consiguió dar empaque a esas composiciones que viven a medio camino entre la música de baile, la oscuridad gótica y los guitarrazos del rock alemán más industrial. Su actuación fue brillante en todos los sentidos.

Tras ellos llegó el turno de los lasartearras Plastic. Vestidos de impoluto blanco y corbatita negra, el cuarteto presentó la oferta más británica de la noche. También la más bronca respecto al sonido, con una guitarra de tonos algo quemados (nota para expertos: era una SG afinada en Sol) y una voz que parecía no escucharse mucho sobre el escenario. La aparición de la sección de viento elevó la propuesta, a la que auguramos buenos frutos en el futuro.

Con la noche ya instalada sobre nuestras cabezas, la velada se cerró con la actuación de Trainsalpine Boys En Iceland. El cuarteto demostró un gran nivel ejecutante y compositivo en su propuesta de pop directo, destacando el trabajo del guitarrista eléctrico y los cantares del italiano Flavio Banterla y Oscar Benavides.

Para los lectores que buscan la miga de esta crónica, confirmarles que los transalpinos se llevaron el premio gordo del evento, la grabación de un CD con 4 canciones y 500 copias para su distribución (además de un cheque regalo de la FNAC). La medalla de plata y los 1600 euros que conlleva fueron para Grises Sueños. Y el bronce mileurista para los chicos de Plastic.

Pop-Rock Ciudad de San Sebastián: Abran paso a la cantera musical

Final del Pop-Rock Ciudad de San Sebastián

A los pocos minutos del cañonazo inicial de las fiestas de la Aste Nagusia de Donostia se celebrará un acto ya clásico en nuestro programa festivo: la final del certamen pop-rockero donostiarra. Un concurso que este año cumple su decimoséptima edición, buscando siempre potenciar las carreras de las agrupaciones sin disco oficial en la calle. Punto este último que, como se puede ver en este reportaje, parece no ser un freno excesivo a las ambiciones compositoras.

Las tres bandas finalistas mostrarán el estado de forma de nuestra cantera musical y lucharán por los galardones en liza: un disco de cuatro canciones con un cheque de 300 euros en material especializado para el primero, 1.600 euros para el segundo y 1.000 euros para el tercero.

Como no es educado empezar hablando de las cuestiones monetarias, indicaremos que los tres grupos forman un certero mosaico de nuestro magma creativo autóctono: los hay que vienen de Zestoa y llevan años puliendo su propia fórmula (Grises Sueños), otros acaban de empezar y esa frescura les ha colado en la final (los lasartearras Plastic) y nos queda el caso de la banda que se toma la creatividad como un ocio serio y mantiene vivas otras formaciones con otros miembros (los donostiarras Trainsalpine Boys En Iceland).

Concurso Pop-Rock Ciudad de San Sebastián: Bandas finalistas

Grises Sueños

La banda ubicada en la termal Zestoa (“ciudad donde nació Lin Ton Taun. Hay bastante marcha musical por la zona”) rondan los 30 años y llegan a esta fase definitiva por segunda vez. Hace 2 años ocuparon el tercer cajón del medallero. “La experiencia estuvo bien. Creo que el grupo ha llegado a su madurez y a un sonido más personal, lo que nos da mayor seguridad en lo que hacemos”.

Eñaut Gaztañaga (Voz, guitarras y programaciones), Amancay Gaztañaga (coros y violines), Alejandro Orbegozo (sintetizadores), Raúl Olaizola (bajo) y Antonio Diniz (batería) han dejado atrás el toque más industrial de sus composiciones para hacerlas más bailables y menos oscuras. Como pista apuntamos las formaciones que nos han dado como referencia de su oferta musical: Placebo, The Killers y Depeche Mode.

Trainsalpine Boys en Iceland
Flavio Bantera (guitarra, voz) vino de Erasmus a nuestra ciudad y sintió “la necesidad de estar más tiempo alejado de mis raíces. Creo que me pasé”. Junto con Oskar Benas (guitarra, voz), colaborador de Fermin Muguruza y otras formaciones irundarras, formó la versión acústica de estos transalpinos que completan ahora su formación con Luis Castrillo (bateria) y Gaizka Rodríguez (bajo).

Algunos de ellos ya saben lo que es llevarse un premio de este certamen como miembros de bandas ya extintas: ILL y Symbium Pandora. Ahora realizan una mezcla de pop sesentero patrio con toques ácidos y fórmulas directas. Sin olvidar esa forma de cantar que sutilmente te transporta al país de Berlusconi. “Es un homenaje sentido a nuestros queridos Gabinete Caligari mas psicotrópicos”, afirma Benas.

Plastic

La propuesta más directamente brit de la terna de elegidas. Con un pie en el pasado mod de su ciudad (“No queremos recoger ningún testigo, aunque queda claro escuchando nuestras canciones que grupos como The Who y The Jam están entre nuestros preferidos”) y otro en las melódicas composiciones de Ocean Colour Scene, The Charlatans o los Oasis menos chulapos, Plastic son la revelación del concurso pop-rock donostiarra.

Iñigo Manchado (voz), Jose Fernandez (guitarra, coros), Alberto Magariño (bajo) y
Oscar Fernandez (batería) llevan solo un año y medio ensayando juntos. “Las cosas no nos pueden ir mejor. En poco tiempo hemos aparecido en dos televisiones locales y hemos dado 10 conciertos por gran parte de la provincia, Navarra y Madrid. Y ahora estamos en la final donostiarra”.

Jazzaldia: Agitando la arena

El Domingo se cerró el Jazzaldia con infinidad de actuaciones al aire libre y buena respuesta popular. Gentes que empezaron horizontales sobre la arena de la Zurriola y tendieron a erguirse con la actuación de la franco-nigeriana Asa. Charlatana pero menos que en su última visita a la capital guipuzcoana, las cadencias caribeñas y africanas pasadas por cierto tamiz pop-R´n´B británico casaban perfectamente con la tarde playera.

Tan dulce que a unos hacía levitar y a otros opinar que aquello era “música para escuchar cuando pones unas lavadoras”, la propuesta consiguió conectar con un público que a la finalización del concierto hizo desaparecer los CDs de la dama en el stand de discos de las terrazas del Kursaal. Por cierto, que en la lista de ventas de dicha carpa Keith Jarrett y Diana Krall han arrasado, y Benjamin Biolay, Música Nuda y Stefano Di Battista han ahuecado sus estantes particulares hasta la aparición de polvo en ellos.

El día se fue, apareció la noche, y la suavidad sonora se convirtió en trueno bailongo. Los mexicanos DaPuntoBeat ofrecieron un potentísimo concierto sobre el escenario callejero principal. Con preferencia por el lado instrumental y las canciones largas, su oferta mezcló el funk de bajos saturados, la pegada casi rock de Chemical Brothers (con lo que comparten el gusto por los crescendos), las maneras cantoras con mucho vocoder de Air y la mezcla de modernidad y tradición de Daft Punk o The Freestylers.

El cierre con el “Another One Bites the Dust” de Queen y “Konnichiwa”, el primer hit del sexteto latino, supuso un broche perfecto a una velada de altos vuelos. Una lástima que los organizadores no hayan podido meter esta actuación la víspera de algún festivo. La Zurriola se hubiera convertido en una impresionante macrodiscoteca al aire libre.

Nuestra ruta tenía una última parada en la actualización de los temas de Jimi Hendrix que Christy Doran, Erika Stucky, Fredy Studer y Jamaaladeen Tacuma realizaron en el escenario de la terraza de los cubos. Una recreación tersa y con cierto toque jazzero que jamás de los jamases hay que analizar tomando el original en la otra mano. Porque el genial músico norteamericano igual levantaba la tapa del féretro para quemar un par de instrumentos de nuevo.

Sería un acto casi incomprensible para la multitud de espectadores presentes, atentos y gozosos ante lo que el cuarteto ofrecía la noche del domingo. Quien sabe, quizás a la edad media-alta de los asistentes le gusta ahora más las versiones adultas de los temas que en la juventud melenuda conseguían casi de estraperlo.

La adaptación del cuarteto fue correcta jugando a ser enérgica y en ocasiones libertina. Aspecto este último potenciado por la vocalista Erika Stucky, un alma sin ataduras que convertía el espacio escénico en un teatro de expresión corporal: A su preciosa voz se unieron en ocasiones cantos en cuclillas o sentada en un sofá, con chillidos suaves sobre punteos revisionistas. La fiesta terminó con decenas de personas bailando en el espacio que separaba las sillas a pie de calle y el escenario.

Jazzaldia 2008: Agitando la arena

El Domingo se cerró el Jazzaldia con infinidad de actuaciones al aire libre y buena respuesta popular. Gentes que empezaron horizontales sobre la arena de la Zurriola y tendieron a erguirse con la actuación de la franco-nigeriana Asa.

Charlatana pero menos que en su última visita a la capital guipuzcoana, las cadencias caribeñas y africanas pasadas por cierto tamiz pop-R´n´B británico casaban perfectamente con la tarde playera.

Tan dulce que a unos hacía levitar y a otros opinar que aquello era “música para escuchar cuando pones unas lavadoras”, la propuesta consiguió conectar con un público que a la finalización del concierto hizo desaparecer los CDs de la dama en el stand de discos de las terrazas del Kursaal.

Por cierto, que en la lista de ventas de dicha carpa Keith Jarrett y Diana Krall han arrasado, y Benjamin Biolay, Música Nuda y Stefano Di Battista han ahuecado sus estantes particulares hasta la aparición de polvo en ellos.

El día se fue, apareció la noche, y la suavidad sonora se convirtió en trueno bailongo. Los mexicanos DaPuntoBeat ofrecieron un potentísimo concierto sobre el escenario callejero principal. Con preferencia por el lado instrumental y las canciones largas, su oferta mezcló el funk de bajos saturados, la pegada casi rock de Chemical Brothers (con lo que comparten el gusto por los crescendos), las maneras cantoras con mucho vocoder de Air y la mezcla de modernidad y tradición de Daft Punk o The Freestylers.

Kings Of Convencience: Día de reyes

Hay que tener valor (y el termostato roto) para venirse de Noruega a tocar a la cálida Donostia y plantarse sobre el escenario con un jersey. Vale que fuera una chulada de prenda, sobre todo en la percha del díscolo Erlend “Wally” Øye. Pero sorprendía ver a Kings Of Convencience tan vestiditos sobre el tablado playero. Lo que no sorprendió tanto fue la bella estampa pop que ofrecieron. Si esto es el dichoso debate sobre el futuro del Jazzaldia, bienvenido sea.

Muy cabezotas con el tema de las fotos (prohibición total para los reporteros gráficos, toda imagen que vean del concierto será furtiva), la estampa resultó casi cómica: El responsable de Prensa indicándonos nervioso que si el dúo veía un flash se iba directo al hotel, y decenas de móviles y cámaras caseras disparando sus instantáneas a su espalda.

En lo estrictamente musical el concierto fue una gozada. El tierno pop folkie del dúo abrigó a los numerosos asistentes (entre los que estaba el ex seleccionador nacional de baloncesto Pepu Hernandez) en una propuesta que resultó más atractiva si cabe cuando los protagonistas actuaron con la sola compañía de dos guitarras acústicas.

En el paseo nos topamos con la banda de Anthony Braxton. Algunos se quedaron con las ganas de trasmitirles sus opiniones sobre su show, pero a la manera contemporánea: Dándoles las vocales y las consonantes recortadas y sueltas, tirándolas al aire y dejando que ellos las cogieran al vuelo. Han demostrado mucho arte en eso de reconstruir para crear mensajes novedosos.

Lo de Defunkt en el Teatro Victoria Eugenia fue una parranda en toda regla a la que le sobraron los asientos. La gente se levantó como un resorte, ocupando por momentos el pasillo lateral del patio de butacas. La mezcla de músicos añejos con compañeros jovenzuelos -entre los que destacaba un batería soberbio- consiguieron mantener la tensión bailonga y avivar el sonido negro de los años 70.