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Autor: Juan Luis Etxeberria

Película en blanco y negro

Intérpretes: Sofiane Pamart (piano). Lugar: Museo San Telmo (Donostia). Día: 23/07/2022. Asistencia: unas 200 personas

La asistente de la entrada nos dijo unas palabras cada vez más mágicas: “está prohibido sacar fotos o grabar vídeos”. Música celestial. Y no porque seamos muy tiquismiquis con la cuestión, que entendemos que a la gente le guste quedarse con un recuerdo del momento. Pero más allá de acatar la decisión de un pianista que actúa solo en un sitio tan respetuoso, la frase de la trabajadora nos recordó que los conciertos son para vivirlos, entrar en ellos y viajar con la música sin esos despistes modernos de móviles o pintxos sobre bandejas.

Nosotros fuimos aplicados y aceptamos la invitación a soñar que nos lanzó un Pamart de modernos ropajes. Parecía un boxeador o un cantante de trap: gorra roja, estampado kimono de idéntico color y zapatillas reflectantes. No es casual que el de Lille colabore con marcas famosas y caras.

Mas eso dio igual. Nosotros cerramos los ojos y nos montamos nuestra propia película. O, viendo la breve duración de cada uno de los movimientos (para el minuto 15 ya se había comido 5 piezas), bien podría ser una serie de varias temporadas. La mía se llamó “Ideal parejas”, como los anuncios de los pisos pequeños. Temática actual pero espíritu antiguo, en blanco y negro como las teclas del piano. Más cerca de “Los Paraguas de Cherburgo” que de los telefilmes con los que siestean el fin de semana.

A lo largo del concierto viajamos por el romanticismo y sus variaciones, nos acercamos a la Francia sonora (para felicidad de los colegas francófonos presentes), nos zambullimos en momentos trágicos, travesías oníricas, instantes despechados y amaneceres preciosos. Muchas veces sin salir de un mismo tema, bajo el concepto popero de la brevedad y la sencillez. El público le despidió en pie entre silbidos y “bravo”s como estrella que es, que estar en el top de escuchas de Spotify no está al alcance de cualquiera.

Lo que necesitas es amor

El cantante Gregory Porter ofreció ayer en el Kursaal un concierto lleno de alma y calidad

Intérpretes: Gregory Porter (voz), Chip Crawford (piano), Emanuel Harrold (batería), Tivon Pennicott (saxo), Jahmal Nichols (bajo), Ondrej Pivec (órgano). Lugar: Auditorio Kursaal (Donostia). Día: 22/07/2022. Asistencia: lleno, unas 1800 personas.

La parroquia estaba avisada. Un Kursaal lleno hasta la bandera recibió a su predicador favorito, don Gregory Porter. Fue verle salir por un lateral del escenario (entre aplausos del público) y sentirse como en casa. Diríamos que su actuación en el templo donostiarra (con perdón para los creyentes religiosos) contentó a todos. No había más que verles al final, tras el bis doble en la iglesia kursaalera y degustando el presente que les ofreció en castellano (‘Quizás, Quizás, Quizas’). Esperando aún más mensajes, más plegarias, más emoción.

Una capilla de sonido impoluto que ayer sufrió el ataque del demonio durante los primeros tema en forma de acople ocasional. Mas nada pudo con el amor. Palabra esencial en el diccionario del cantante de Sacramento (EEUU). “Durante estos dos años de pandemia una cosa nos ha quedado clara: lo más importante es el amor”, diría en la entrada de su tema ‘If Love Is Underrated’, ese tema romántico que huye del exceso meloso gracias a la voz principal.

No descubrimos nada si decimos que Porter es un barítono excelente. Los 1800 asistentes que nos acompañaban lo saben. Cercano y expresivo, acertado y cálido. Superando a sus colegas músicos cuando se ponían bravos. Impresionante cuando la música viajaba en segundo plano.

Durante los largos temas (apenas hubo diez en hora y media) hubo tiempo para el lucimiento general. El saxofonista tuvo varios momentos estelares, el pianista tiró por la música clásica española, el organista lanzó fogonazos y el batería desplegó su sabiduría. Nos quedamos con el contrabajista, la columna en la que se apoya Porter en los cantos. Los dos atacaron mano a mano canciones eternas como ‘My Girl’ o ‘Papa Was A Rolling Stone’.

El hombre bajo el gorro Summer Spitfire no olvida a sus predecesores. Los nombra en ‘Musical Genocide’: Stevie Wonder, Marvin Gaye, Al Jarreau, Luther Wandross. De ellos tomó los aciertos para viajar por el crucero del jazz vocal, ofrecer un soul amoroso-curativo y regalar radiantes amaneceres melódicos llenos de (¿lo adivinan?) amor. La felicidad de los presentes al abandonar el lugar confirmó lo acertado de la visita. Para unos serán los rezos, para otros el yoga y para aquellos las hierbas. Pero quienes se fían de su oreja lo tienen claro: Gregory Porter sana cuerpo y mente.

Disfrutando del polen melódico

La banda Calexico estrenó el Kursaal jazzero con una pasión latina y electrica bien acompañada de piezas más pop.

Intérpretes: Joey Burns (voz, guitarra), John Convertino (batería), Sergio Mendoza (teclados, voz), Martin Wenk (trompeta, guitarra, voz), Jacob Valenzuela (trompeta, voz), Scott Colberg (bajo/voz), Brian Lopez (guitarra,voz). Lugar: Auditorio Kursaal (Donostia). Día: 21/07/2022. Asistencia: lleno, unas 1800 personas.

Lo sé. Lo han escuchado, lo sabían o se lo han contado. Permítanme que lo repita, porque viene a cuento. Calexico es, antes que el nombre de un grupo, una ciudad situada en el sur de Estados Unidos. Ese espacio donde termina California y empieza México. De ahí el término, “Calexico”. Una barrera política que no puede frenar el polen melódico de influencias, gustos y hermanamientos compositivos.

Es comprensible que Joey Burns y John Convertino pillaran el nombre de la urbe para sus jolgorios sonoros. Colocando a su banda entre dos tierras, que decía Bunbury, a la hora de componer. Y a la hora de construir la lista de canciones. En la cita de ayer del Kursaal, en el estreno de este escenario en el Jazzaldia 2022, la selección de diecinueve cortes interpretados en cien minutos fue ponderada y justa.

Hubo muchas cantos latinos. Cumbias, boleros, mariachis. Todos bien provistos de electricidad en un escenario repleto de amplificadores. De ahí vino una pasión a la que no le importó llegar tranquila. Dejando el micro principal al castellano en más de una ocasión. Labor que cayó en el trompetista Jacob Valenzuela (‘Inspiración’) y el guitarrista Brian Lopez. Ambos castellanohablantes, ambos maravillosos en lo suyo. El asunto de las voces, con no menos de tres piando en algún momento de cada canción, fue algo fabuloso.

De la larga lista de piezas sabrosonas elegiremos algunas: sobre todas ellas destacó ‘Minas de cobre’, un espectacular pelotazo levantado por la sección de viento que ni fue pura ni tuvo relajo. ‘El Burro Song’ sacó la vena mexicana. ‘La cumbia del polvo’ llenó el Kursaal de arena del desierto. ‘Then You Might See’ nos llevó montados en su fabuloso estribillo a las películas del Quentin Tarantino más popero.

‘Rancho azul’ llegó ligera y oscura para ir subiendo hasta acabar majestuosa, imponente, soberbia. Y la versión de ‘Los Hijos Del Sol’, la cumbia peruana ‘Cariñito’, fue toda una parranda. No fue el único corte ajeno. Recuperaron su tema más escuchado en esa charcutería llamada Spotify, la revisión del ‘Alone again or” de Love. Más amaestrada que la original, claro. Pero poniendo los pelos de punta. Esas trompetas…

Más allá de lo latino hubo melodías de otro pelaje. Como el power pop precioso de ‘Splitter’, el toque surfero juguetón que tanto gusta a las gemelas de Joey Burns (así lo afirmó el autor en Donostia) de la tonada ‘Harness The Wind’. Piezas de baile (‘Under the Wheels’) y momentos épicos (‘Caldera’). Composiciones instrumentales, bellos bailes de salón (‘Sunken Waltz’). Con segundos, minutos que nos transportaron al precioso mundo de Conor Oberst (»Stray’) y los Fountains Of Wayne del malogrado Adam Schlesinger (‘Follow The River’). Y faltaríamos a la verdad si no dijéramos que sentimos a Willy DeVille y Townes Van Zandt en más de una estrofa, demonios.

Pero dejando de lado nombres y estilos la cosa se resume en un periquete: un Kursaal lleno (salvo algunos huecos de las entradas de cortesía) gozó de Calexico tanto cuando se ponían apasionados como cuando ofrecían ejercicios pop-rockeros. Fueron mezclas elaboradas con calidad y cariño que atraparon a los y las asistentes, quienes abandonaron su asiento en dirección a la playa con la cadera aún nerviosa y cimbreante.

Eduardo Chillida también era un hombre de jazz

El pianista Vadim Neselovskyi inauguró el Jazzaldia 2022 con un sugerente concierto solidario

“Kiev denuncia la muerte de cuatro personas en un ataque en Mikolaiv”, “Al menos 353 niños han muerto en Ucrania desde que comenzó la invasión”, “Ucrania y Rusia intercambian los cuerpos de 45 soldados caídos”. Estos son solo algunos de los titulares que la prensa nos dio ayer sobre el conflicto que lleva 147 días azotando Europa Oriental.

El festival de jazz donostiarra quiso abrir su edición de este año con un recuerdo. Un pasaje emotivo, musical y solidario respecto a aquella guerra. El pianista ucraniano Vadim Neselovskyi presentó ayer su álbum ‘Odesa’ en el Museo Chillida Leku. Disco con el que el autor homenajea a su país de nacimiento.

Un programa que el compositor tuvo a bien presentar con todo lujo de detalles antes del comienzo de su actuación. Los cuatrocientos asistentes escuchamos los momentos y lugares que inspiraron esta obra: la estación de tren de su villa (y el traqueteo de los trenes antiguos) y las otras estaciones, las del año. Recuperando las famosas escaleras del film “El Acorazado Potemkin”, la danza judía y el poso del cruento año 1941 en la ciudad. En aquel octubre miles de judíos murieron asesinados por las tropas rumanas y alemanas.

Al concertista se le vio encandilado con el museo y la región. “Es mi primera visita al País Vasco y es un placer estar aquí, influido por las esculturas”. Pareció un subidón sincero dado que nos contó que veía a Eduardo Chillida como “una persona de espíritu jazz, que vivía el presente” y, más allá de la lista oficial, nos regaló un bis compuesto por varios momentos de Johann Sebastian Bach, “un maestro que, según me han contado, solía sonar en el estudio de Chillida mientras éste trabajaba”.

Del presente tocó viajar al ya mencionado pasado, el del disco que se nutre de la juventud y la memoria de Neselovskyi. El repaso tuvo momentos acongojantes como ‘Odesa 1941’, un minutaje que transmitió dolor y violencia en sus golpeos mientras el ambiente sonoro se tornaba trágico y todo acababa con el impactante eco natural de las últimas notas.

Hubo abundancia de contrastes entre lo clásico y lo contemporáneo, con manos juguetonas que iban dialogando entre sí hasta explotar melódicamente (‘Potemkin Stairs’). Espacios llenos de romanticismo (‘Winter in Odesa’) que partían de la música de las cajas de muñecas para acabar en una elevada sensibilidad. Tradicionales tonos judíos (‘Jewish dance’) de preciosas libertades. Momentos muy rockeros, arrebatos alocados, belleza impoluta y brillante (‘The Reinassance of Odesa’) y un aura jazz que cubrió buena parte de las pulsaciones. Todos juntos construyeron un hilo narrativo que fue un viaje seguro a una zona no segura: la de los recuerdos. Los asistentes guardaron un silencio sepulcral hasta la finalización de la velada, cuando despidieron al músico puestos en pie en una salva de aplausos.

Si corren aún pueden llegar al segundo pase de este momento festivalero, el que se celebra hoy a las once de la mañana en el Museo San Telmo. Y recuerden que los beneficios que se obtienen de estas citas van destinados a Chernobil Elkartea, la asociación que trabaja con niñas y niños de la zona perjudicada por el desastre nuclear y, ahora, los afectados por el conflicto bélico.

Publicado en El Diario Vasco

Délica Chamber Orchestra: éxitos orquestados

Intérpretes: una orquesta de diez personas compuesta por ejecutantes de violín, viola, contrabajo, piano y batería. Lugar: Auditorio Kursaal (Donostia). Día: 16/07/2022. Asistencia: unas 700 personas.

La netamente femenina Délica Chamber Orchestra aterrizaba en Donostia con la siguiente biografía: “Su repertorio abarca desde el barroco hasta la música moderna”. Ayer pasaron del siglo XVI y se centraron en los que nos ha tocado vivir con canciones que son éxitos del karaoke. Colocando sus adaptaciones instrumentales en algún punto entre la versión de una pequeña orquesta, el divertimento de unas profesionales, la función de un grupo tributo, una actuación de “Got Talent” y la fiesta posterior de una junta de accionistas.

En el programa, decíamos, solo hubo piezas conocidas. Más que la alarma que nos despierta cada mañana. Un listado en el que destacaron tres conjuntos: ABBA, Queen y The Beatles. Las visitas a estos tres grupos conformaron los mejores momentos de la noche. Destacaremos ese “Dancing Queen” que puso a la gente en pie, la siempre complicada “Bohemiam Rapsody” sonando muy trabajada y “Hey Jude” logrando el tarareo de la gente sin nadie pedírselo. Sin olvidar el ‘Hallelulah” de Leonard Cohen, pieza que sería maravillosa hasta sonando al revés.

Los homenajes a Michael Jackson y Nirvana, por más que este último fuera el que más se alejó del original, no fueron tan gozosos. Hubo hasta heavy (‘Still loving you’ de Scorpions). Pero fueron instantes que no consiguieron elevarse de la pátina de cuerdas. Los y las asistentes, eso sí, entraron como un Miura al trapo y se lo pasaron fenómeno. Hicieron el alga con el móvil en formato linterna, aplaudieron a rabiar y canturrearon cuanto pudieron.

Maite Larburu & Kukai Dantza: preciosas uniones

Intérpretes: Maite Larburu (voz, guitarra, violín), Kukai Dantza Taldea (danza). Lugar: Museo San Telmo (Donostia). Día: 08/07/2022. Asistencia: lleno, unas 50 personas.

Ayer se celebró en el donostiarra Museo San Telmo un nuevo diálogo entre las obras de Chillida Y Oteiza. A veces se antoja difícil ver cómo esas esculturas se comunican entre ellas. Son como esas parejas que se acaban divorciando, quienes por mucho que se sienten en el mismo sofá no vemos gestos reseñables entre ellos. Para quienes en ocasiones sentimos esas dificultades para entender las “charletas” de obras estáticas el museo montó ayer un recorrido por la exposición “Jorge Oteiza y Eduardo Chillida. Diálogo en los años 50 y 60” con la música de Maite Larburu y la danza de Kukai Dantza Taldea.

Jon Maya nos dio la bienvenida a esta ”otra manera de ver las raíces de nuestra cultura, esas que luego serían tan reconocidas y universales”. Larburu nos recibió a guitarra y voz con un tema pop que hacía destacar la frase “Diktadore jauna, ondo loin” (“Señor dictador, que usted duerma bien”) para, en la siguiente sala, recuperar el violín en tonos graves y sonorizar así la danza del bailarín alrededor de los apóstoles de Arantzazu.

Y allá donde las esculturas parecían inspirase en aperos de labranza ella sonó irlandesa, con voz sentida. Y los dos danzantes estiraron su cuerpo y sus telas de lino bien arrugadas. Tras un paseo audiovisual llegamos a la zona de “fabulación” donde los artistas corporales se expresaban sobre una música más clásica. Le acompañó una especie de txalaparta corporal a tres elementos, moderna y afín a las piezas expuestas, buscando sus formas, para acabar en una maravillosa unión entre el verso juguetón de la hernaniarra y la danza descamisada y pasional de la pareja de Kukai. El aplauso final confirmó lo acertado de la propuesta. Un complemento precioso a una de las muestras imprescindibles de nuestro verano.

Lila Downs: raíces vivas

Intérpretes: Lila Downs (voz) y la banda “La Peligrosa”. Lugar: Museo Chillida Leku (Hernani). Día: 02/07/2022. Asistencia: unas 500 personas.

Pocos espacios habrá más artísticos, naturales y agradables que el Museo de Chillida Leku para ver un concierto. Sin paredes a los lados ni tablas sobre la cabeza, viendo a lo lejos o más cerca las monumentales esculturas del lugar. Si al espacio le añades una actuación de Ana Lila Downs Sanchez (México, 1968) continente y contenido se complementan perfectamente en los días de sol veraniego.

La autora trajo una voz viva, potente, profunda. Y una banda numerosa y versátil que supo adaptarse a las canciones de variable energía. Hubo amor y pasión, denuncia y defensa (‘Zapata se queda’). Poemas antiguos recuperados (‘La Martiniana’), sones mexicanos de pura cepa (‘Cucurrucucú’), cumbias (‘La Campanera’) y melodías dedicadas a los trabajadores esenciales en la pandemia (‘Dark eyes’). Con recetas dignas del Culinary Center (‘Son de Chile Frito’), piezas que pusieron en danza a los asistentes (‘La San Marqueña’, ‘Cumbia del mole’) y las versiones de Manu Chao (‘Clandestino’) y, cómo no, Chavela Vargas (‘Fallaste corazón’). Lila Downs, tan elegante como apasionada, supo transmitir su cariño y entusiasmo a unos presentes que conectaron divinamente con su música.

Publicado en el Diario Vasco

Tormentas localmente fuertes

El Festival Musikagela volvió a ofrecer en Intxaurrondo ejemplos de la buena salud de la cantera musical guipuzcoana.

La primera edición del donostiarra Musikagela Fest se celebró en 2018 bajo un sol de justicia en Riberas de Loiola. La segunda, más templada, en la Plaza Easo del centro de la capital. Y esta tercera iba a discurrir la Explanada de Sagüés. Pero el clima invitó a mover el tablado de sitio y colocarlo en la Casa de Cultura de Intxaurrondo. “Es una pena que los grupos, algunos de los cuales se estrenan hoy en directo, no toquen al aire libre haciendo así más visible su proyección. Pero este año el cielo nos invitó a hacerlo bajo techo. Mejor eso que suspender el evento”, nos contaba Andoni Etxebeste, batería profesional y uno de los miembros de Buenawixta Prollekzioms, asociación que gestiona el servicio público de locales de ensayo Musikagela. Sus ocho espacios de unos diez metros cuadrados ubicados en Intxaurrondo y Egia cuentan con 40 bandas usuarias. “Suele haber lista de espera”, nos informó Andoni.“Pero los interesados nos pueden escribir a musikagela@donostia.eus para pedir información y ver los posibles huecos en la agenda”.

El menú sonoro del sábado estuvo formado, como en anteriores ocasiones, por un combo invitado (este año fue Gonzalo Portugal) y ocho formaciones guipuzcoanas, sacadas todas ellas del pasado y del presente de los mencionados locales municipales. La fiesta comenzó al mediodía con los rayos y truenos de Badmintones, pareja de guitarra y batería con querencia por el post-punk. El turno mañanero se completó con el rap guitarrero de Aphaxia, el pop-rock de El Pingüino Hippie y el blues pantanoso de Big Bob Railroad.

Tras la parada para comer la sobremesa sonora continuó sin descanso a partir de las seis de la tarde en el espacio dividido en dos escenarios. Una tarde que comenzó suave con Nuria Culla y su banda ofertando pop suave con gotas de bossa y jazz. El dueto Dos llegó más alocado con su batería y saxo, traviesos ambos, ofreciendo un refrescante concierto sin ataduras. El donostiarra Pelax y sus socios se lanzaron al rock borrascoso, intrincado e impactante con gran pericia y elegancia mientras La Ola Maldita, de coloridas vestimentas, se estrenaban en directo pillando la ola del surf-rock. El certamen se iba a cerrar con la actuación del bilbaino Gonzalo Portugal, quien ya participó en este festival hace unos años con su anterior grupo Last Fair Deal. La fusión de hard rock, blues y rock sureño que le caracteriza prometía hacer las delicias de los amantes del género.